martes, 25 de junio de 2013

Capítulo 27: En el corazón no se manda.

-Cris-
Levantó la mirada de la foto y clavó sus ojos en los míos.
Estaba perdida. Todo se había acabado. Lo sabía. Y ahora que las cosas iban perfectamente...
-Si tiene una explicación, quiero oírla.
Su voz sonaba fría, rígida, distante.
¿Qué podía decirle?
La verdad.
Vale, pero, ¿cuál era la verdad de todo esto?
-Tenía que hacer otro proyecto para clase y le dije que si podía ayudarme, así que vino a casa. Tenía que fotografiar cosas cotidianas y él me pareció bueno para ello. Al principio sólo salía él en las fotos, pero acabé posando yo también y estábamos haciendo el tonto, como siempre cuando... La foto. No sé cómo pasó.
SÍ lo sabes, mentirosa.
-¿Y por qué imprimiste esta foto?
Eso, ¿por qué demonios lo hice?
-No... No lo sé.
No sabía dónde mirar, no sabía dónde meterme.
Sólo quería desaparecer.
No podía aguantar su mirada. Era demasiado.
-No es la primera vez que esto ocurre, ¿verdad?
Me sorprendí bastante y le miré.
¿Cómo podía saber él...? Estaba segura de que nadie le había dicho nada.
No respondí.
-Respóndeme. Ahora no te quedes callada.
Respondí negando con la cabeza, incapaz de articular una respuesta.
-¿Cuántas veces más?
¿De verdad iba a tener que decírselo? ¿Iba a tener que contarlas?
-No lo sé... Varias.
-¿Cuántas?-dijo, apremiante.
Su tono de voz no dejaba lugar a dudas.
Quería respuestas.
-La primera vez-dije, haciendo memoria-Fue en su casa. Fue un accidente, caímos al suelo y... Otra vez fue en los pasillos del bar ese que fuimos. La tercera vez la tienes en la mano. Y la cuarta en casa de David el otro día.
Vi sorpresa en sus ojos.
Ni se le había pasado por la cabeza que hubieran sido tantas.
-¿Y por qué no me lo habías dicho?
Me agarré a la encimera, pensando.
-Porque no le di importancia.
-¿Qué no le diste importancia?
No me gritaba, pero estábamos elevando la voz.
-Te besas repetidas veces con Carlos, ¿y no le das importancia?
-No, porque a quién quiero es a ti. Él es un amigo.
-Si en verdad me quisieras, la primera vez que eso pasó me lo hubieras dicho. Porque sino hubiera encontrado la foto... ¿Me lo hubieras dicho?
-No, porque no tenía importancia.
-Para no darle importancia, habéis repetido varias veces.
-Entre él y yo no hay nada.
-¿Ah, no?-dio la vuelta a la foto para enseñármela-¿Y esto qué es?
-¡No es nada! ¡No sé por qué la imprimí! ¡No debí hacerlo!
-¡Pero lo has hecho!
-¡Sí y lo siento! ¡Lo siento!
-No te creo.
Aquello me dolió más que una bofetada.
-¿Y lo de esta noche qué ha sido? ¿Querías hacerlo o te sentías culpable y querías recompensármelo?
-¿Qué?
Lo había perdido completamente, lo sabía. Ya no importaba nada de lo que hiciera o dijera. Estaba todo perdido.
-Lo hice porque te quiero, porque me sentía culpable del tiempo que no había estado junto a ti y porque quería que fueras el primero. Punto.
Me crucé de brazos, aguántandome las lágrimas.
Aquello estaba pudiendo conmigo.
Él se quedó roto, no se esperaba mi respuesta.
-¿Cómo podéis haber hecho esto?
Carlos, qué falta me harías ahora, pensé para mis adentros.
-No... No lo sé.
-¿Por qué no sabes nada de lo que te pregunto? Esta de la foto eres tú, ¿no? Deberías saberlo.
-Soy yo, pero no lo sé. No tengo una explicación para ello. Sucedió sin más.

-Las cosas no suceden sin más. Siempre pasan por un motivo.

-No lo hay, él es un amigo. Yo te quiero a ti.

-No, si lo hicieras de verdad, esto-dijo, alzando la foto-No hubiera pasado nunca. Nunca.

Sabía que tenía razón, por lo que agaché la cabeza.

-Si lo hubieras dicho la primera vez, esto no hubiera acabado así. Debiste confiar en mí y no lo hiciste. Yo no puedo estar con alguien que no confía en mí. Esto se ha acabado. No quiero volver a verte.

Se me encogió el corazón al oírlo.

-¡No! No puedes estar diciéndolo en serio, yo...

-Va completamente en serio.

Arrugó la foto con una mano y me la lanzó.

Me dio en el hombro y cayó al suelo.

Sin despedirse, y sin mirarme por última vez, salió de mi cuarto, atravesó el salón sin decir nada y salió de casa con un portazo.

Al oír ese portazo, sentí un enorme y doloroso vacío en el pecho, donde antes solía sentir mis latidos.

El corazón se me había roto en auténticos pedazos.

Fue entonces cuando reparé en que lágrimas corrían por mis mejillas, traicioneras ellas.

Ni me molesté en secármelas, ¿para qué? Sabía que sería inútil.

Salí de mi cuarto y me encaminé hacia la puerta.

David y Sigrid hablaban entre ellos y se callaron al verme pasar.

No les hice caso y salí a la calle.

Mientras caminaba, podía oír los trozos de mis corazón roto moviéndose, agitándose a cada paso. Sonaban como pequeños cristales chocándose entre sí.

Lágrimas silenciosas corrían por mis mejillas en una especie de carrera sin ninguna meta.

Me sentía vacía. Me sentía muerta.

Si llegué a mi destino, fue porque mis pies se sabían el camino.

Llamé al timbre y Carlos no tardó en abrirme la puerta, sorprendido de verme allí.

Nada más verle, y sin cruzar palabra, le abracé, escondiendo la cabeza en su pecho, deseando perderme allí y no salir jamás.

Él se quedó sin saber qué decir.

Cerró la puerta y me abrazó, esperando a que me calmara, mientras las lágrimas seguían sus carreras por mis mejillas y yo me ahogaba contra su pecho.
Al final, cuando no me quedó más aire, me separé un poco para respirar.
Él siguió sin decir nada, esperando a que fuera yo quien hablara, pero como no lo hice, pasé al salón y me tiré sobre el sillón, enterrando la cara en este, rompiendo a llorar de nuevo.
Sentí que se tumbaba a mi lado, pasaba un brazo por encima mío en actitud reconfortante y después, como había hecho otras veces, apoyó su cabeza contra la mía.
Y así, esperó, esperó hasta que me cansé.
Finalmente me incorporé y él me tendió pañuelos, que cogí agradecida.
-Blas se ha enterado.
No hizo falta que le explicara más, él entendió a la perfección.
-¿Cómo?
-Por una foto. El otro día, en mi casa... ¿Recuerdas? La cámara lo fotografió y yo imprimí la foto y la guardé en un libro y él... La vio.
-¿Por qué hiciste eso?
-No lo sé.
Con los ojos anegándose en lágrimas al recordarlo, le conté la discusión con Blas, aunque omití ciertos detalles.
Él se me quedó mirando por unos minutos, evaluando mis palabras y la situación que ellas exponían.
-¿Y ahora qué?-preguntó, al fin.
-Eso mismo es lo que me pregunto yo.
Suspiré.
-Los demás también se enteraran, si no lo saben ya. Y no sé cuál será su reacción.-dije.
Pasamos un tiempo en silencio.
-Nunca quise que pasara esto.
Le miré.
-Quizá debiste pensarlo antes.
-Bueno, tú tampoco es que me dijeras que no lo hiciera. ¿Lo hiciste en algún momento? ¿Dijiste que no? No, no lo hiciste.
Sentí de nuevo mi pecho atravesado por una flecha inexistente.
Él tenía razón.
-Aunque yo fuera tan estúpida como para no impedírtelo, debiste saber que no se podía hacer. Que no podía pasar. Es nuestro amigo. Y era mi...-enmudecí-Y a ti te dio igual.
-¿A mi? ¿Quién me venía buscando cuando yo no te buscaba a ti?
-Yo jamás te busqué. Aparecias en mi camino.
Eso le dolió.
-No intentes culparme solo de esto a mí.
-No lo hago, acepto mi parte de culpa en esto. Y quiero que tú hagas lo mismo. Hoy he tenido que dar la cara ante Blas. Aunque te lo he contado, no estabas allí, no viste su cara, no oíste su voz... Le destrozamos.
-Haberlo pensado antes.
Le di un bofetón.
Se quedó roto, no se esperaba que volviera a pegarle y así, de esa manera.
Hacía tiempo que había dejado de golpearle.
-Eres un completo imbécil.
Dicho lo cual, me levanté y me fui de su casa sin echar la vista atrás.
Estaba sola.
Me sentía mal, muy mal, y estaba sola. Completamente sola.
Comprobé que estaba sola cuando llegué a casa y no vi a nadie.
Llamé al móvil de Sigrid.
No me lo cogió.
Ya aparecería, pero ahora la necesitaba, y mucho.
Choco apareció y se enredó entre mis piernas.
-Eh, cariño. Al menos te tengo a ti.
Me dieron más ganas de llorar al entender que mi único apoyo era un perro.
Decidí que me ducharía, la cabeza me dolía a rabiar, como cada vez que me disgutaba y rompía a llorar de tal manera, así que fui a mi cuarto.
Allí descubrí la foto arrugada, tirada en el suelo.
Me agaché y la recogí, tras eso, la desdoblé y la miré.
Antes de irme a duchar la dejé en la encimera, bajo un libro, para que se estirara.
Una vez duchándome, me senté y dejé que el agua me cayera encima, tratando de relajarme.
Cerré los ojos, para ayudar.
La pelea con Blas, la pelea con Carlos pasaron rápidamente ante mis ojos, por lo que volví a abrirlos.
No entendía cómo las cosas podían haber ido tan bien ayer y hoy se hubieran truncado completamente.
Sólo sabía que estaba sola. Dudaba si mi amiga iba a volver y con quién podría hablar. Quizá todos se hubieran enterado ya y me dieran la espalda.
No sé cuánto tiempo estuve exactamente bajo el agua, pero Choco decidió hacerme una visita para recordarme que era hora de cenar (al menos, para él)
-Ya voy, cariño. En seguida salgo.
Poniéndome el pijama, fui a la cocina y le puse la cena.
Él me miró antes de atacar al cuenco.
-No, cielo, no ceno hoy. No hay hambre, pero tú come tranquilo.
Fui al salón, me senté en el sillón y agarré el móvil.
David. Sigrid. Dani. Álvaro.
Nadie me cogió el teléfono.
Ni si quiera Sara.
Me pregunté por un momento si a Carlos le pasaría igual, si los demás también le ignorarían a él.
A mí podían ignorarme sin problemas, pero, ¿y a él? Tenían que verse por Auryn.  ¿Hablaría con Blas? ¿Se marginaría en un lado y hablaría solo? Lo vi más probable.
Me hice un cuatro, tumbada en el sillón y dejé el móvil en la mesa, esperando que alguno viera mis llamadas y me las devolviera.
Debieron de verlas, pero ninguno me las devolvió.
Ni si quiera Carlos.
Día siguiente y seguía en casa.
Nadie había vuelto a esta.
Sigrid debía haberse refugiado en algún sitio. Ya había notado la ausencia de alguna de su ropa en su armario. Dónde estaría, era un misterio.
Subí a casa de Sara con la esperanza de que estuvieran allí, pero nada. No llegué a saberlo, puesto que no me abrieron. Desconozco si estaban y si no quisieron abrirme.
Me sentía carente de alma, arrastrada de un lado a otro por Choco, que era quién me marcaba el ritmo que solía seguir. Ahora toca comer, ahora échate, ahora sácame a la calle, volvamos a comer, descansa, vuélveme a sacar...
Aquello no era vida.
Lloriqueaba por las esquinas de la casa, rodeada de recuerdos que me ahogaban y sin nadie en quién apoyarme.
Llamé a Blas infinitas veces para pedirle que no me odiara. Si no quería verme, dolía, pero lo entendía, pero viviría un poco más tranquila sabiendo eso, que no me odiaba. No había querido hacerle eso. No había querido esta situación.
Pasaron los días y ni siquiera di con Sigrid en la facultad.
Mi desesperación llegó a tanto que estuve a punto de pedirle a Pedro apoyo, pero luego desistí.
Ese niño era capaz de encerrarme en casa a hacerme fotos o cosas peores, quién sabe, mejor no arriesgarse.
Un día o dos más tarde, recibí una llamada de mi madre en la que me pedía que me quedara de nuevo con mi primo Álvaro.
Desesperada por un poco de compañía humana (aunque fuera de un niño pequeño que apenas sabía contar) acepté y acordé ir a por él a casa tras la uni y así, de paso, comía allí y me relacionaba con mi familia.
Ni se me había pasado por la cabeza llamar a mi hermano, que podría haber sido un apoyo. No creo que le hiciera mucha gracia lo ocurrido, sobre todo, tendiendo en cuenta sus opiniones sobre Blas y Carlos.
Nada más entrar en mi casa, mi madre notó que algo me pasaba. Aunque tampoco era muy díficil notarlo, ya que parecía un extra de The Walking Dead. Parecía más una muerta que una viva.
Durante la comida, me obligaron a contarlo.
Y lo hice.
Tal y como había supuesto, me reprocharon largamente lo sucedido y pude ver en los ojos de todos que les había defraudado ampliamente.
Mi hermano no fue a menos. Su mirada me lo decía todo sin necesidad de palabras. Había traicionado su confianza.
-Bueno, me voy, dadme al primo.
Se lo pensaron un poco antes de dármelo y, mientras recogía sus cosas, pude oír cómo mi madre comentaba que ya se había olido que algo pasaba entre Carlos y yo, de las veces que nos había visto juntos.
"Si ya dije que a ella le gustan rubios. No falla"
Decidí callarme por no provocar otra pelea en la que saldría perdiendo, me despedí, cogí al niño y me bajé al coche, donde le acomodé.
Recordé con amargura que la última vez que hice esto, Carlos estaba conmigo.
Al arrancar, oí que el niño decía algo, aunque no le entendí.
-¿Qué dices, corazón?
-Carlos.
Maldito niño. ¿Qué coño tiene Carlos que le ama todo el mundo? Primero mi perro, ahora mi primo... Y las malditas abuelas esas.
-Ah, sí, Carlos, sí.
-¿Dónde Carlos?
Gruñí.
-Supongo que en su casa, cariño.
-Quiero Carlos.
Y yo hijo mío, y yo.
-Vale, está bien. Quieres Carlos, pues Carlos te daré.
Álvaro aplaudió, feliz, en el asiento trasero, en esa sillita suya para montar bebés.
Le timé enormemente, porque le llevé al Mercadona.
-Lo siento, Alvaricoque, pero primero tengo que comprar unas cosas.
El niño se dejó coger en brazos (había salido a mí en eso de que odiaba andar) y entramos en la tienda.
Estaba viendo las provisiones que podía coger para comer (todo preparado, o la inmensa mayoría, puesto que de cocinar ni idea y Sigrid ya no me cocinaba...) cuando dos señoras enormes con cara de bulldogs empezaron a especular sobre mi vida.
-Mírala, tan joven y ya madre soltera. Pobrecita.
-Si es que los jóvenes de hoy en día están muy espabilados y así pasa, con dieciocho años y ya padres de criaturas así.
-Aunque vaya cabezón que tiene el niño.
-¡Señoras! ¿Quieren callarse de una vez? ¡No es mi hijo, es mi primo! ¿Por qué hablan de lo que no saben? ¡Callénse!
Finalmente, había estallado.
Álvaro me tiró de una oreja, divertido.
Pues como que pues no, a mí ni gracia.
-Y estos jóvenes, que maleducados que son.
-Ni respeto por sus mayores tienen.
-Tenemos respeto, lo que no tenemos es ganas de aguantar tonterías, señoras.
Dicho lo cual, me fui con un cabreo del coponcio, pero luego, tras dejar sin querer a Álvaro en la caja y casi me lo cobran (pobre niño, que desastre) se me olvidó el enfado y salimos tan contentos los dos.
Nos montamos de nuevo en el coche.
-¿Carlos?
Suspiré.
-Sí, Carlos. Vamos con Carlos.
-¡Bien!
Y se puso a aplaudir.
Algún día, tendría que preguntarle a Carlos cuál era su secreto para que la mitad del mundo le amara (y que la otra mitad le odiara)
Con el niño en brazos y el corazón en vilo, puesto que no sabía si me iba a recibir, llamé al timbre y esperé.
Gracias al cielo, abrió la puerta.
Nos miró sorprendido a los dos.
-Hola-dije, para romper el hielo-El niño quería verte y no dejaba de insistir. Y yo también.
Vi un amago de sonrisa en su rostro.
-Ah, pero si es el cabezón junior.
El niño se tiró sobre Carlos y este lo cogió.
-¿Queréis pasar?
-En realidad iba a decirte si querías venir a casa. Hay alguien que desea verte casi con tanta intensidad como nosotros dos.
Supo al instante que hablaba de Choco.
-Claro, me vestiré y nos vamos.
Álvaro y yo le esperamos en el salón.
El meloncín se hizo con el mando de la tele y se puso a buscar los dibujos. Echaban Kung Fu Panda y recé para que Carlos no tardara mucho en vestirse.
Este debió de escuchar mis oraciones y apareció casi al instante, cogiendo a Álvaro.
-Vamónos.
Minutos después ya estábamos los tres dentro del coche.
Álvaro iba atrás muy entretenido contando las farolas que pasábamos.
-¿De verdad tenía el niño ganas de verme?-preguntó Carlos de repente.
Sabía que esa pregunta iba con trampa, pero aún así, caí a propósito.
-Sí, pero no te voy a ocultar que yo también. Quería hablar contigo.
-¿Podremos hablar con él delante?
-Depende sobre lo que hablemos.
Bastante antes de esto, Sara y Álvaro habían estado hablando por teléfono.
Álvaro, extrañado por la situación que vivíamos ahora (yo y Carlos en la más completa soledad, Blas hecho polvo y los demás sin ganas de hacer absolutamente nada salvo poner mala cara) había decidido ir a correr e invitar a la única persona a la que no le había afectado de lleno aquello, puesto que no había tenido tiempo de empaparse del problema antes de que este estallara. Sara.
Sin embargo, esta había declinado su oferta y este se sentía curioso por la razón, así que se plantó en su casa.
Ella le abrió la puerta con sorpresa.
-¿Cómo tú por aquí?
-Aquí me ves.
Le invitó a pasar, mientras le preguntaba el motivo de su visita sorpresa.
-Me intrigaba el por qué de tu respuesta. Recuerdo que S comentó que solías salir a correr.
-Mi prima, como siempre, sin callarse nada... Sí, suelo hacerlo, pero por los mareos...
-Ah, ¡ah! Ya entiendo. Así que era eso.
-¿Qué otra cosa si no?
-Pensé que no querías volver a perderte por ahí llevándome a mí.
-Eso no fue culpa tuya, sino de... Él.
El nombre de Carlos, al igual que el mío, se había convertido en tabú. O como en Harry Potter dirían "el que no debe ser nombrado".
-Ya, tienes razón. Bueno, pues nada que correr. ¿Qué hacemos entonces?
-No sé, eres tú quién ha irrumpido en mi casa. Pensé que algún plan tendrías.
-Podemos improvisar.
En ese momento, oyeron unos golpecitos en la ventana.
Ambos se giraron para ver qué era y se sorprendieron enormemente al ver ahí a un loro.
-¿Tienes un loro?
-No tengo mascota.
-Galletas, galletas, quiero galletas.-dijo este al otro lado de la ventana.
-Entonces lo más seguro es que se le habrá escapado a alguien.
-¿Qué hacemos?
Resolvieron que lo mejor sería llevarle a la clínica del veterinario más cercana, puesto que allí, en los tablones, solían proliferar los carteles de los animales perdidos.
Al abrir la ventana para atrapar al pájaro, ambos se pensaron en que saldría volando, huyendo de ellos, pero no fue así, al contrario, entró y se acomodó en el sillón.
Los dos le miraron, extrañados.
-¿Cómo lo vamos a llevar?
La respuesta salió sola cuando el loro se posó en el hombro de Sara y empezó a pedirle galletas.
Una vez en la clínica, no localizaron el cartel que informaba de la desaparición de loro, pero este reconoció al veterinario cuando le vio y voló hacia él, reclamando galletas.
-Ah, Paco, pero si eres tú.
Paco.
Qué nombre más curioso para un loro.
El hombre no reconoció a Álvaro y Sara como dueños del pájaro amante de las galletas y estos le contaron la historia. Este dijo que no habría problema y facilitaría el teléfono del dueño.
Sorprendente fue la llamada.
-Señor, hemos encontrado a su loro.
-¡Maldito sea el cielo y todo lo que él contiene! ¡Pájaro del demonio! ¡Dios los cría y ellos se juntan!
Álvaro se empezó a partir de risa.
Era notorio que el hombre no estaba bien de la cabeza.
-Vale, pero su loro...
-¡Si Paco se perdió, bienvenido sea! ¿Lo he buscado yo acaso? No es mío, ya no.
Y colgó.
-Eso es abandono de animales. Qué crueldad.
Sara miró al loro, que le mordía la oreja a un enorme labrador negro.
-Si él ya no lo quiere, creo que me lo quedaré yo.
Álvaro la miró.
-Tú verás.
-Sí, siempre he querido una mascota y, además, en mi casa estoy muy sola. Me hará compañía.
Mientras, nosotros tres habíamos llegado a casa.
Yo cargaba con el niño y a Carlos le di las bolsas que compré antes.
Carmen nos miró a través de la portería y vi que asentía en silencio.
Estábamos esperando al ascensor (las escaleras estaban muy lejos) cuando oímos unas voces que conocíamos bastante bien.
Instantes después, Sara y Álvaro aparecieron.
Se nos quedaron mirando a los dos, como si no hubieran esperado vernos.
Hasta que Álvaro reparó en el niño y el niño en él.
El pequeño estiró los brazos hacia él.
-Ey, es el pequeño Álvaro.
Se lo di y nos quedamos en silencio hasta que reparé en algo.
Un loro que estaba posado sobre la barandilla de la escalera.
-¿Paco?
-¿Conoces al loro?-preguntó Sara.
-Sí. Es una larga historia. O más bien amor a primera vista. ¿Qué hace aquí?
-Ahora es mío.
El cabezón y yo nos sorprendimos.
-Creo que nos hemos perdido bastantes cosas en estos días.-dije, con pesadumbre.
Álvaro intentaba mirarnos con reproche, pero apenas podía.
-¿Qué hace el niño aquí?-preguntó, cambiando de tema.
-Me lo han dejado para que lo cuide otra vez y no quería hacerlo sola.
-Sí, y, además, tenemos cosas de las que hablar-me recordó Carlos.
-Sí, cierto.
Paco se había metido en la porteria y Carmen chilló, asustada.
Todos la ignoramos.
-Adoro los niños, ¿y si me lo dejáis un rato mientras habláis?-sugirió Sara.
-Oh, sí, claro, como quieras. Cuando te canses, llámame y lo iré a buscar. De todas maneras, dudo que nos lleve mucho tiempo.
-Sin prisa, seguro que no nos dá ningún problema.
Subimos todos en el ascensor (Sara tuvo que ir a rescatar a Paco de los escobazos enfurecidos de Carmen) y Carlos y yo nos bajamos antes que ellos.
-Pórtate bien, meloncín. Que no me digan que has sido malo o no te llevaré a ver a Carlos nunca más.
-Sí.
Nos despedimos de Álvaro y Sara y nos dirigimos hacia casa.
Nada más abrir la puerta, Choco se tiró contra Carlos y a punto estuvieron los dos de caerse al suelo.
-Cuánto amor-dije, viéndoles tan acaramelados.
Le cogí las bolsas y las llevé a la cocina, donde empecé a colocar las cosas según me parecía.
-¿Y S?
Suspiré.
-No lo sé. Hace días que no sé de ella. No sé dónde está.
-¿Cómo es eso?
-Cuando volví de tu casa, ya no estaba. He estado sola desde entonces.
-Oh.
Antes de ponernos a hablar en serio, cogimos a Choco y, como era de esperar, lo llevamos al parque.
Lo soltamos para que fuera feliz en libertad y nosotros nos sentamos en el césped.
-Siento lo que pasó en tu casa. No quería pegarte... Ni decirte esas cosas. Estaba... Mal.
-No pasa nada, de todas formas, me lo merecía. Tienes razón, a veces soy bastante imbécil.
-¿Sólo a veces?
Me dio un empujón y yo le solté una patada.
Ambos sonreímos, porque aquello era muy parecido a como las cosas eran antes.
Pero poco duró aquella sonrisa cuando recordé la situación en la que estábamos.
-¿Has hablado con alguno de ellos?-le pregunté.
Él miró al frente.
-No. Nadie me coge el teléfono, y menos me abren la puerta.
-A mí tampoco.
Suspiré.
-¿Cuánto tiempo va a durar esto?
-No lo sé.
-¿Qué harás cuándo os debáis juntar por Auryn?
-Intentaré hablar con ellos, pero no sé si tendré éxito.
Choco vino a vernos, para ver si seguíamos allí y después volvió a irse.
-Nunca quise que esto pasara, de verdad. No pensé que todo se torcería... De esta manera.
-Tuvimos que haber valorado el riesgo antes. Pero ya no hay vuelta atrás.
-El otro día no parecías decir lo mismo.
Le miré.
-Creeme, he tenido bastante tiempo para pensar desde eso. No había nadie a quién acudir, así que sólo me quedé yo misma. Yo, y mis dudas.
-Lo siento. No quería que Sigrid te diera la espalda, al igual que los demás, ni que Blas cargara contra ti de esa manera.
-Carlos, no me dijo nada que no fuera cierto.
-Aún así, también la culpa fue mía. No debió decirte todo eso.
-Bastante benevolente fue. Otros en esa situación hubieran reaccionado de otra manera.
-No me cansaré de decirte que menudo vocabulario el tuyo.
Sonreí brevemente.
-De todas maneras, esto era cuestión de tiempo. Todo el que me conoce, acaba haciéndome daño, tarde o temprano.
-No digas eso.
-¿Por qué?
-Porque no es cierto.
-¿Por qué?
-Porque yo nunca te lo haría.
Le miré, sopensando sus palabras.
-Eso dices ahora.
-Eso diré siempre.
-Te recuerdo que sueles ser bastante traidor.
-Eso cuando tenía a quién traicionar. Ahora ya no tengo a nadie.
Ahí estábamos los dos, sentados en un parque, solos a causa de nuestros actos que jamás pensamos que nos arrojarían a esta situación.
Habíamos decidido pasar por ello solos, inconscientemente. Como si alguno de los dos hubiera dicho expresamente que no quería el apoyo del otro, aunque sólo fuera eso. No era así.
-Si tú estuvieras de mi parte-dije, en un arrebato de sinceridad-No me importaría que el resto del mundo me diera la espalda.
Él dejó de mirar al frente para clavar sus ojos en los míos.
-Estoy de tu parte-dijo, con total sinceridad.
-Gracias. Eso me hace sentirme un poco mejor.
-Si pudiera hacer algo más par...
-Puedes hacerlo.
-¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que baile aquí, delante de todo el mundo? ¿O que quizá vayamos a ver unos cuántos patos?
-Sólo que me abraces.
Mientras tanto, Álvaro y Sara habían dejado al amante de las galletas (Paco) en casa de esta e iban, junto con mi primo a comprar lo necesario para el pájarraco, ahora que Sara iba a ser su dueña y señora.
Mientras Sara trataba con el dependiente de la tienda, los Álvaros estuvieron ojeando a los distintos animales que por allí había.
Mi primo metió la mano en una pecera e intentó agarrar varios peces de vivos colores hasta que Álvaro se dio cuenta y lo impidió.
Tras eso, metió la mano en una jaula tratando de acariciar a un loro que no le miraba muy contento.
-Como te coma la mano, ya verás que gracia te va a hacer-le comentó Álvaro.
El meloncín se asustó y corrió a buscar a Sara, pero vio una serpiente y se detuvo a contemplarla.
Se aburrió, porque esta no se movía y se fue a mirar los conejos.
-Qué niño-observó Sara-No para quieto.
De vuelta a casa, Álvaro (el enano) dijo que de andar pasaba, así que Sara lo cogió y Álvaro llevaba las bolsas con las cosas para Paco.
-¿Te apañarás bien con el loro?
-¡Por supuesto que sí!
En casa, Paco se quería posar sobre la cabeza de mi primo y Álvaro trataba de impedirlo, diciendo que dejara en paz al niño y Paco le insultaba.
-Vas a tener que enseñarle a hablar bien.
-Así no me aburriré.
Cuando Paco desistió en su empeño se puso a cotillear por la que sería su nueva casa y los Álvaros jugaban.
Pero al rato, el pequeño se medio enfadó porque Álvaro le ganaba en todo lo que jugaban (y el mayor, tan feliz), atrapó el mando de la tele, le quitó a Paco el canal que estaba viendo y se puso Kung Fu Panda (parece que su obsesión era grande)
Sara y Álvaro hablaban sobre como esta se estaba adaptando a su vida aquí y qué tal su casa cuando empezó Peppa Pig, cosa que mi primo aborrecía y se tiró sobre Álvaro para llamar su atención (en eso salió a mí, yo solía hacer lo mismo)
Como yo había ido a buscar al niño y me lo había llevado a la hora de la siesta, estaba cansado, así que se acabó durmiendo cuando jugaron a ver quién estaba más tiempo sin moverse (a Álvaro se le ocurrió ese juego para ver si se estaba quieto un rato y funcionó)
-Oh, que rico. Mejor vamos a dejarlo en mi cama, aquí puede rodar y caerse-indicó Sara.
Lo dejaron durmiendo y Sara dijo que se iba a poner a hacer la cena.
Álvaro miró el reloj, extrañado.
-Es que luego me da mucha pereza, así la dejo hecha.
-Así que la vaguería os viene de familia.
-No es vaguería, es pereza.
-Tocado y hundido.
Los dos fueron a la cocina y, mientras ella preparaba las cosas, él se apoyó en la encimera, de brazos cruzados, perdida su mirada en un punto fijo.
-¿En qué piensas?-le preguntó finalmente Sara, curiosa.
-En esos dos.-dijo, secamente.
-Ah, ya. ¿Y qué vais a hacer? Quiero decir, son vuestros amigos, no podéis estar así eternamente.
-No lo sé, esta situación... Nunca pensé que me vería en ella.
-Pero estás envuelto en ella. ¿Habéis intentado hablar con ellos?
-Ni tan si quiera me apetecer mirarlos a la cara.
-Deduzco que eso es un no.
-Nos han estado engañando a todos. Esas peleas que se traían, esas... Debimos de haberlo visto.
-Yo hablaría con ellos, les daría una oportunidad de explicarse.
-Dime qué hay exactamente que explicar de eso.
-No les conozco como tú, no puedo juzgarles. Apenas les conocía de dos días cuanto esto pasó.
Álvaro asintió, dándole totalmente la razón.
-Cuéntamelo. Cuéntame cómo os conocísteis, cómo se enamoraron y cómo hemos llegado a esto.
-¿No lo sabes?
-Mi prima habla mucho pero a veces no cuenta lo que tiene que contar...
Él rió.
-Fue algo curioso. Estábamos en París, grabando un nuevo video. Ellas estaban allí por unas fotos que tenía que hacer Cris. Nos las encontramos en una carretera, el coche les había dejado tiradas.
-Parece un encuentro de película.
-Jajaja tienes razón. Intentamos arreglar el coche, pero no tenía salvación, así que les ofrecimos llevarlas en el nuestro. A S le pareció bien, no tanto así a Cris que decía que las íbamos a secuestrar.
-Qué loca.
-Hacía bien desconfiando, luego las secuestramos de verdad, pero eso es otra historia. Las llevamos y luego supimos que estábamos alojados en el mismo hotel.
-Casualidades del destino.
-Debió de ser. Desde entonces, quedábamos a menudo cuando terminábamos de rodar o comíamos juntos.
-¿Y Cris y Blas?
-Veo que vas al tema, ¿eh? Eso es más curioso aún. Ninguno sabíamos nada, quiero decir, ninguno de los dos decía nada que pudiera indicarnos que... Bueno, eso. Carlos, no sé cómo, sí que lo sabía y le dio el número de él a ella.
-¿En serio hizo eso? Pero entonces...
-No lo sé. No sé qué se le pasó por la cabeza. Además, ellos dos siempre se estaban peleando y a veces no podían ni verse. Había momentos incluso en que pensamos que si no interveníamos llegarían a matarse. Pero luego era raro porque por las noches se iban juntos.
-¿Adónde?
-Paseaban por el hotel, según nos dijeron. Aunque las cuatro y media de la mañana no sé yo si es la mejor hora para dar paseos.
El meloncín apareció en la cocina, interrumpiendo la conversación.
-¡Anda! ¿Te has despertado?
-Iros a ver los dibujos los dos, ahora iré yo. Quiero seguir hablando de eso.
Retomándome a mí de nuevo, seguía en el parque, con Carlos.
Choco se había cansado de correr y estaba tumbado a nuestros pies.
-Antes no fui del todo sincero contigo.
Le miré.
-¿Ya me estamos mintiendo?
Sonrió, negando.
-No, no es eso. Me dijiste si había hablado con alguno y te dije que no. Hablé con Sigrid.
-¿De verdad? ¿Qué te dijo?
-Más bien qué no me dijo...
"-Sigrid-
No era la primera llamada y tampoco iba a ser la última.
Me acordé que ese niño era capaz de cualquier cosa, incluso de llamar a las tantas de la madrugada, así que le respondí.
-¿Que quieres?-dije-Sé rápido que no tengo todo el día.
-Quiero hablar contigo.
-Que pena que yo contigo no.
Tal vez estaba siendo dura pero, ¿a mí que me importaba? Él no había tenido reparo (ni él ni Cris) en lo que podía pasar haciendo lo que habían hecho.
-¿Qué? ¿Qué te pasa?
-Dímelo tú. 
Se quedó callado.
Él sabía que yo lo sabía.
-Estarás contento, ¿no? Te aplaudo, Carlos, si tu objetivo era ese, lo has conseguido. Bravo.
Le colgué. 
Puede que hubiera sido demasiado mala. Y también puede que hubiese sido un golpe bajo, pero yo no le podía apoyar en esto aunque le hubiese dicho que le iba a apoyar en todo.
Esta vez, Cris y Carlos no eran lo importante.
Esta vez era Blas y nadie más que Blas."
-¿Y cuál era ese objetivo que has conseguido?
Carlos se encogió de hombros.
-Supongo que atinar con el número a la primera, qué sé yo.
-Sí, será eso.
Suspiramos los dos.
-¿Puedo qued...?-empezamos.
Nos reímos.
-Tú primero.
-No, tú.
-Tú.
-Las damas primero.
-Será posible.
-Ah.
Se rió y yo le seguí, aunque rápidamente enmudecí.
Estaba segura de que Blas no se estaría riendo en absoluto.
-Iba a decirte que si me podía quedar contigo un día o dos. Estoy cansada de estar sola.
-Yo iba a decirte lo mismo.
-Ah, vale.
-¿Entonces qué hacemos? ¿En tu casa, en la mía? ¿Un día en cada una para no cansarnos?
-Jajaja eso suena bien.
-Pues venga, vamos-dijo levantándose y tendiéndome una mano-Vamos por tu primo y empezamos por la tuya, que pilla más cerca.
-Menudo eres tú-dije, cogiendo la mano que me tendía y levantándome.
Una vez en pie, le solté, atamos a Choco y nos fuimos con viento fresco.
-No puedo creerme que Sara haya adoptado a Paco. ¿Qué habrá sido de su dueño?-dije.
-Quién sabe, quizá se cansó de que su loro acosara a jovencitas.¿Estás preparada para ser acosada por un loro de nuevo cada vez que subas a su casa?
-¿No me acosas ya tú? Es parecido.
-Lo que me dijo.
Me reí ante su cara.
-¿Viste la cara de Álvaro al vernos?-dije, cambiando totalmente de tema.
-Sí. Por un momento, pensé que nos partiría la nuestra.
-Desde luego, motivos no le faltan. ¿Qué crees que habrá pensando?
-Imagínate.
-¿Y si se lo dice a Blas?
-¿Acaso importa?
-Claro que importa, yo...
-Cris, escúchame. Él no quiere verte ni tampoco quiere saber de ti. Tampoco de mí, seguro. Si tú estuvieras en su lugar, ¿querrías verle?
-Ni muerta.
-Lo mismo él.
-No lo había pensando así.
Debatimos si deberíamos subir los dos a buscar al niño.
Yo insistía en que debía ir sola pero él decía que no, que a ver si iban a verme sola e iba a decirme algo, que, si tenía algo que decir, nos lo dijera a los dos.
No pude rebatirle eso.
Subimos los dos y Sara nos abrió.
-¡Ah, hola! Se ha portado fenomenal, de verdad.
-Cuánto me alegro de oír eso.
-Pasad, pasad, no os quedéis ahí.
-Mm, está bien.
Pasamos al salón donde Paco revoloteaba y los Álvaros veían Bob Esponja.
Dios, mi primo era un adicto a Clan.
Saludamos y Álvaro nos respondió con un saludo seco.
Bueno, era más de lo que esperábamos.
El pequeño melón fue corriendo hacia Carlos, diciendo su nombre.
-Claro y a mí que me den.
-No te pongas celosa, eh.
-Bueno, siempre me quedará Paco.
El pájaro me miró.
-Sara, estoy intrigada. ¿Cómo te has hecho con el loro? La última vez que lo vi, pertenecía a un señor mayor. ¿Es que te lo ha dejado en herencia?
-La verdad es que ha sido una historia curiosa.
Y me la contó.
-En verdad es curiosa, sí.
Paco empezó a hablarme (¡alguien que me dirigía la palabra!) y me cansé, así que les hice tirar a los dos melones a casa.
Álvaro fue corriendo hacia Choco, que dormía en el suelo y se tiró encima de él.
Pobre Choco.
-Carlos, gracias por...
Me sonó el teléfono.
-¿Qué estabas a punto de agradecerme?
-Nada, luego te lo digo.
-¡No! Por una vez que me dices gracias...
-Que sí, ahora te lo digo. ¿Si? Ah, hola mami. Sí, el primo está vivito y coleando. Qué te pensabas. Sí. Ajá. No fastidies. ¿Y yo qué hago con el niño? ¿Qué? Yo no puedo hacer eso.
Carlos me miraba, extrañado.
-A ver supongo que podría pero... ¿Y tú qué? Ah, ¿cómo que tengo que espabilar? ¿Qué para cuando tenga mis hijos? Estás exagerando. Me debes una. ¿Y a qué hora vendría? Uh, no sé si estaría, debo ir a la uni. Pero estaría Carlos.
Fue decir eso y estalló la bomba.
-Déjame, ¿vale? Es mi vida. Haré lo que quiera. Y me da igual qué te parezca, él estará aquí cuando venga a buscarlo y punto. Adiós.
Colgué y tiré el móvil por ahí, aunque este no tenía la culpa (cayó en el sillón)
-Dime que mañana a cosa de las nueve vas a estar aquí.
-Mm, sí. ¿Qué ha pasado?
-Mi tía va a quedarse a pasar la noche en el hospital con su tía. Adivina quién tiene que quedarse al niño. Si quieres irte, está bien, lo entenderé. Me quedaré hasta que venga a buscarlo.
-¿Crees que porque te dejen al enano voy a irme? ¿Con la desastrosa madre que eres? No podría vivir con la conciencia tranquila.
-Oye no te pases que tú mismo reconociste que no era tan mala.
-Igualmente no voy a irme.
-Gracias. Eso iba a decirte antes. Por no dejarme sola.
-Ya hemos estado solos bastante tiempo.
-Sí... Oh, no, ¿ya se ha puesto los dibujos?
Álvaro estaba viendo Las Tortugas Ninja.
-Qué obsesión.
-En fin... No vamos a salir más, ¿no? Entonces me cambiaré. Te doy a ti lo de siempre, ¿no?
-Claro.
Me siguió hasta mi cuarto, donde tenía la ropa y eso de mi hermano.
-Así que esta es la famosa foto.
Me giré y vi que estaba mirando la foto, la cuál ya no estaba tan arrugada, pegada en la pared.
-Sí, esa es.
-¿Por qué la has pegado en...?
-Para recordarme por qué le perdí.
Asintió con la cabeza en silencio.
-Está arrugada.
-Ya te dije lo que le hizo a la foto. Pero no te preocupes. Tengo más.
Le señalé una carpeta donde tenía varias de esas fotos y otras de la sesión.
-Pensé que si el mal ya estaba hecho, qué más daba.
Se puso a verlas mientras le sacaba la ropa.
-Ahí la tienes.
Me fui a cambiar al baño y después fui a coger la mochila de Álvaro para descubrir que me habían dejado la cena y el pijama. No, si desde luego, habían pensado en todo.
-Álvaro, cielo, hoy te quedas a dormir aquí en casa. Qué bien ¿eh?
-¿Carlos?
-Sí hijo sí, Carlos también, no te preocupes.
Oí a Carlos reírse desde mi cuarto.
-Así que vamos, ponte el pijama y ahora en un rato cenamos.
Le dejé poniéndose el pijama bajo la estricta vigilancia de Choco y me fui a la cocina con el puré del niño en un taper y a buscar algo que Carlos y yo pudiéramos cenar.
Él no tardó en aparecer por allí.
-Busca algo que podamos cenar, anda.-le dije.
-¿Yo? ¿Y qué busco?
-No sé, abre por ahí y algo encontrarás.
-¿Y tú qué vas a hacer?
-Calentarle el puré al niño y que se lo coma.
-No te ofendas, pero creo que eso se me daría mejor a mí.
-No me ofendo, pero sabes que la cocina no es lo mío.
-También tienes razón.
Se puso a abrir el armario y yo destapé al taper.
-Oh Dios qué es esto.
-Es verde.
-Dios que horror.
-Mujer, es de verduras, ¿de qué color quieres que sea? ¿Morado?
-El morado es muy bonito.
Puso los ojos en blanco y siguió buscando mientras calentaba el puré.
Caliente tenía aún peor pinta.
-Bueno, Álvaro, aquí tienes tu cena.
Se lo puse sobre la mesa y el niño me miro con cara de "Ni muerto me como esto".
-Que está muy bueno, mira, lo pruebo primero yo.
Nada más llevarme la cuchara a los labios y tocarla con la lengua, estuve a punto de vomitarlo.
Sabía peor que mal. Horrible.
Y encima no tenía sal.
-Mm, delicioso.
Álvaro se lo empezó a comer solo y, gota que se caía por ahí, gota que Choco chupaba así que no me preocupé por las manchas y fui a ver qué tal le iba a Carlos en la cocina.
-Bocadillos. Estás haciendo bocadillos.
-Sí hija, es que no ví otra cosa.
-En fin, no importa, al menos ya vuelvo a tener a alguien que haga esas cosas por mí...
-Empiezo a tener serias dudas sobre la razón por la cual me querías en casa.
Me reí un poco.
-Te espero en el salón.
Me senté en el sillón, vigilando a Álvaro, que se comía su puré mientras no le quitaba ojo a la tele.
-Ya casi te lo has comido todo, qué bien. ¿Vas a querer algo más?
-Yogurt.
-Vale, un momento.
Cogí el móvil.
"Carlos traéte unos yougures para acá cuando vengas, anda :) xx"
Le oí reírse desde la cocina.
Vino al cabo de unos minutos con nuestra cena, Coca Colas y los yogures del niño.
-Como no me dijiste qué sabor, traje unos cuantos para que eligiera.
-Muy bien.
Cenamos viendo Bob Esponja con el niño, qué remedio nos quedó, hasta que decidí que el niño tenía que irse a dormir.
Yo dormiría con él en mi cama y Carlos en el sofá cama del salón. Así lo dijimos y nos sorprendió la respuesta del niño.
-Con Carlos.
-Que no hijo, que Carlos da muchas vueltas y patadas, ven conmigo.
-Carlos.
-Que además ronca, no podrás dormir.
-O siempre puedes irte tú a dormir al sofá cama y yo puedo irme a...-empezó Carlos.
-Carlos, el niño duerme conmigo y tú en el salón. No hay más.
-Era una broma, mujer.
El niño no tardó en dormirse, pero claro, para mí era bastante pronto.
Aún así, intenté dormir y cuando fue obvio que no podría hacerlo, me levanté y fui silenciosamente al salón, donde Carlos veía la tele.
Me tumbé en el sofá sin que se diera cuenta y, como no me hacía caso, le di en el hombro y se asustó.
-¡Ah, joder!
-Hola.
-¿Qué haces aquí?
-No podía dormir.
-Normal, son apenas las once.
-Es muy pronto, sí.
-¿Álvaro se durmió?
-Sino, me hubiera seguido hasta aquí.
-Es verdad.
Seguimos viendo la tele un rato, hasta que no echaron nada que nos gustara y la apagamos.
-Será mejor que te duermas, mañana tienes que madrugar.
-Vente para allá. El niño puede rodar y caerse, pero podemos evitarlo si nos ponemos cada uno a un lado.
-¿Crees que se caerá?
-Mi hermano se caía de la cama hasta los nueve años. Aún hoy sigue cayéndose a veces.
Se rió.
-Está bien, vamos.
Álvaro no se despertó cuando nos tumbamos a su lado.
-¿Me despertarás mañana antes que el despertador? Así él no se despertará-le susurré.
-Claro. Esta vez no me ganará.
Nos quedamos en silencio, roto únicamente por la respiración del niño.
-Carlos, tú le conoces. ¿Nos perdonará?
-Sí, lo hará. Lo que no puedo decirte es cuándo. Pero lo hará.
-A veces pienso que no nos merecemos que lo hiciera.
-Somos humanos, nos equivocamos.
-Pero nos equivocamos varias veces. Actué mal y jugué con los dos. Confundí lo que quería con lo que quería querer.
-¿Le quieres?
-Le quiero, pero soy realista. Nada va a volver a ser como antes. Le perdí completamente ese día y sería egoísta querer volver a tenerle a mi lado de esa manera. Puedo rogar que me perdone, pero no puedo pedirle eso. Sólo quiero de, tener un fin y que este lo sea, no acabe de esta manera.
-Te pido perdón si mis sentimientos no fueron los correctos.
-No pidas perdón por querer a alguien. El amor es bonito, aún cuando se ame a la persona equivocada. Y parece que ambos nos equivocamos.
-O no. Quién sabe.
Suspiré, aliviada porque al fin me estaba desahogando con alguien, contándole todo aquello de lo que había intentado convencerme.
-Espero que lo haga, de verdad, porque cada vez que cierro los ojos, recuerdo aquello y los abro, intentando olvidarlo. Así se hace difícil dormir y no darle vueltas.
Me puso una mano sobre la mejilla.
-Cierra los ojos.
-Pero...
-Ciérralos.
Lo hice.
-Ahora imagínate una playa.
-¿Y por qué una playa?
-Me dijiste que te gustaba.
-Ah, sí.
-Atardece.
-Sí.
-¿Quién hay?
-Nadie.
-Busca, alguien debe haber.
-Tú y yo. Como ahora.
-Ahora piensa en eso, sólo en eso. Estamos tú y yo, discutiendo como siempre si te parece y nada más.
-Lo hago.
-¿Y qué tal?
-No discutimos, estamos paseando.
-¿Tú andando? No te creo.
Me reí y él también.
-Tú.Yo.Playa. Piénsalo y mañana me cuentas qué salió.
-Yo perdida por ahí, seguro.
-Jajajaja piensa y mañana me dices.
-Está bien.
Pensando en ello me quedé dormida hasta que él me despertó a la mañana siguiente.
-Buenos días, ¿qué tal en la playa?
-Ah, muy bien. Hicimos castillos de arena.
-¿Y?
-El mío era mejor que el tuyo.
-Anda.
-Y por eso me lo destruiste y en venganza, hice lo propio con el tuyo.
-Eres vengativa, pero levántate. Llegarás tarde.
-Está bien-dije, suspirando.
Miré a mi primo, que aún dormía.
Cogí mi ropa y fui al baño a asearme y vestirme.
Al salir, Carlos estaba en la cocina, haciendo el desayuno.
-Aquí sabía dónde estaban las tazas-dijo.
Le sonreí involuntariamente desde la puerta antes de pasar.
-Así que tu tía vendrá a buscarlo a eso de las nueve.
-Así es. Ah, quema-dije, cogiendo la taza-¿Cuánto tiempo la has puesto?
-Dos minutos, vamos, no seas quejica.
-No soy quejica, tú eres un exagerado.
Me sacó la lengua.
-¿Sabes? Hoy veo a los chicos.
-¿Si?
Asintió.
-Llevo toda la noche dándole vueltas, pensando qué podré decir... Y si me escucharán.
-No me agrada que te enfrentes a ellos solo.
-Tú lo hiciste con Blas.
-Era sólo uno y era diferente. Muy diferente.
-Podré con ello y sino, te dejaré en herencia la mitad de mis cosas.
-Muy gracioso. Pero que muy gracioso.
-Eh-dijo poniéndome la mano en el hombro-Es una broma.
-Lo sé.
-Las cosas volverán a ser como antes. Te lo prometo.
-Depende de qué entiendas por como antes.
-Ya me entiendes.
Asentí y terminé de desayunar.
-Debo irme. ¿Estarás cuándo regrese?
-Ahora medio vivo aquí, ¿recuerdas? Estaré.
-Perfecto, entonces toma-dije, tendiéndole unas llaves-Son las que normalmente tiene Carmen, pero me cansé de que te estuviera abriendo y cerrando.
-Gracias-dijo, cogiéndolas.
-Nos vemos luego. Cuida del niño.
-Como si fuera mío.
-Entonces le doy por perdido.
Ambos nos reímos, me despedí de Choco, cogí las cosas y me fui.
Por primera vez en varios días, me moría por volver a casa. Últimamente se me caía encima, pero hoy era distinto. Bastante distinto.
No vi ni a mi amiga ni a su prima por ahí, así que volví a casa directamente sin distracciones.
-Sigrid-
Llevaba en casa de David unos días.
Había ido cuando Cris no estaba para coger algo de ropa .
David y yo estábamos en el salón de su casa.
Estuvimos un silencio, un silencio que rompí yo.
-¿Habéis hablado con él?
Me refería obviamente a Carlos.
Siempre usábamos él o ella para referirnos a los sombreritos.
-No, y tampoco tenemos pensado hacerlo. Lo que han hecho no ha estado bien y no creo que se lo merezcan…
Asentí.
-¿Vas a hablar tú con Cris?
-No lo sé… no puedo quedarme aquí para siempre, ¿no crees?
-A mi me daría igual, eh.
Nos reímos, pero nos dejamos de reír al recordar la situación.
No estábamos para tirar cohetes.
(…)
Habían pasado ya unos días y yo no pasaba por casa.
Si, puede que estuviera siendo un poco cobarde al quedarme en casa de David para no enfrentarme a Cris o a Carlos… pero por el momento no quería verles.
Esperaba que todo se arreglase. Nunca había estado enfadada con mi amiga de esta manera. Era mi mejor amiga…
Y con Carlos… bueno, no pensé que siendo tan amigos nos enfadásemos tanto en tan poco tiempo… pero, ¿qué podía hacer yo?
Yo no iba a la facultad, supuestamente estaba enferma.
David se había ido al estudio. Hoy se encontraría con Carlos. Debían hablar.
Yo me quedaba pensando en toda la situación que hoy vivíamos.
Quien iba a pensar que iban a pasar todas estas cosas en tan poco tiempo y que, entre esas cosas estuviera incluido que Cris y yo nos enfadásemos.
La puerta se abrió.
-¡David!
Me levanté, feliz (por fuera), le abracé y le di un beso.
Eso es algo que, ahora, no pasaba.
-¿Habéis hablado con Carlos? ¿Qué ha pasado?
-Ha intentado hablar con nosotros, pero la discusión ha ido subiendo de tono y Blas ha discutido con él.
-¿Les perdonará?
Me miró.
-No lo creo.
Comimos.
Bueno, comió él, porque yo estaba pensando en lo que pasaba.
-¿Qué pasa?
-Oh, nada.-dije.
Me miró.
-¿Tú lo sabías?
Oh, no.
-¿El que?
-Lo de Cris y Carlos, qué si no. Según Blas, se han besado varias veces, una de ellas en el bar de la otra noche, cuando te fuiste porque “no te encontrabas bien”.-hizo comillas con los dedos.
Pillada.
-Esto…
-¡Lo sabías, lo sabías y no lo dijiste!
-¡Pues si, lo sabía y no lo dije!
-¿¡Y por qué?!
-¡Porque, ante todo, Cris es mi mejor amiga y le guardaría cualquier secreto!
La discusión iba subiendo de tono.
-¡Y dejaste que Blas sufriese!
-¡Pensé que iban a recapacitar, pensé que no lo harían mas!
-¡Pues lo hicieron, debiste decirlo!
-¡Lo sé, y lo siento!
Me miró.
Yo estaba al borde de las lágrimas, con la cabeza agachada.
Cogí mi bolso, mi teléfono y mi chaqueta y le dejé ahí.
Anduve y anduve hasta llegar a un parque.
Me senté en la hierba y lloré.
Lloré como nunca había llorado nunca.
Estaba totalmente destrozada.
Puede que hubiese tenido que decirlo pero, ¿qué mas le daba? Cris era mi mejor amiga y ella era lo primero ante todo lo demás.
Me limpié las lágrimas y me levanté.
Necesitaba hablar con alguien y ya sabía con quien.
Fui hasta su casa y llamé al interfono.
-¿Si?
-Esto... Dani, ábreme.
-¿Sigrid?-dijo.
Me abrió y me esperaba con la puerta abierta.
-¿Qué haces aquí? ¿Ha pasado algo?
Yo no respondía.
-¿Estás llorando?
Yo me limité a abrazarle y esconder la cabeza en su pecho.
Él me abrazo de vuelta.
-David y yo hemos discutido…
-¿Qué? ¿Por qué?
-Por lo de Cris y Carlos.
-Tú no tienes la culpa por eso.
-En parte si, Dani.
Me miró.
-¿Qué quieres decir?
-Yo lo sabía, ¿vale? El beso del bar, su primer beso que se dieron lo sabía también porque Carlos me lo dijo. Lo sabía, lo sabía y no lo dije porque pensé que recapacitarían. Pero no lo hicieron, les dio igual...
No decía nada.
-Les guardé el secreto porque eran mis mejores amigos... y les importo poco lo que pudiese pasar...
Estuvimos un rato en silencio.
-No tienes la culpa… yo comprendo que es tu mejor amiga y que le quisieses guardar el secreto… tú no tenías que decir nada, ese era su trabajo, no el tuyo.
Le miré, intentando ver la verdad en sus palabras pero, me sentía tan culpable qué no conseguía ver que yo no tenía la culpa.
-Y si David dice eso-dijo, viendo que yo no hablaba-Es porque no es lo suficiente inteligente como para ver que tiene que estar apoyándote a ti y a todos.
Le abracé, de nuevo.
-Y, ahora, vete a casa y habla con Cris.
Me levanté con su ayuda, le di un beso en la mejilla acompañado de muchos “gracias por todo” y me fui a casa.
En el camino me llamó mi hermano.
-¡Sigrid!
-¡Rodri!
Se me olvidó que mi hermano llegaba ese día.
-¿Qué tal? ¿Has llegado ya?
-Sí. Y me he encontrado con Alberto y me ha dicho que me puedo quedar en su casa este finde, que a no le importa.
-Ah, perfecto entonces. ¿Irá él al concierto?
-No, pero me acerca a Madrid.
-Que buen hombre es Alberto.
Se rió.
-¿Irás a Torrejón?
-No lo creo.-dije.-Baja tu a Madrid, ¿no?
-Me da pereza.
-Ah, pues a mi me da pereza ir a Torrejón.
Se volvió a reír.
-Ya hablaremos-dije.-Pásatelo bien en el concierto.
-Valep, adiós.
-Adiós.
Colgué.
¡Tenía que venir justo ese día!
Llegué al portal y abrí.
Carmen me miró mal.
Recordé que Cris le dijo que si quería una foto nuestra así que saqué un boli y una foto mía y de Cris.
La firmé me acerqué a ella y se la dí.
-Toma, te durará más.
Y con las mismas me subí a casa.
Abrí la puerta y, lo que me encontré no me gustó nada.
-Cris-
 Al girar la llave de la puerta de casa comprobé que esta no estaba echada y que, por lo tanto, Carlos debía de estar dentro.
-Ya estoy aquí-dije,medio canturreando al entrar.
Choco vino corriendo a saludar.
El tono de la voz de Carlos al saludar no me trajo nada bueno.
Dejé las cosas y fui rápidamente a la cocina.
-¿Qué haces aquí?
-Si voy a medio vivir aquí, tendré que hacer algo. Encontré este libro de cocina por ahí, lo ojeé y estoy haciendo algo.
-Ah, sí, me lo regaló mi madre cuando me vine aquí con S... ¿Qué lo has encontrado? ¿Has estado hurgando en mis cosas?
Se puso a silbar.
-No importa. ¿Qué tal te ha ido con los chicos?
Suspiró.
-Nada bien, ¿verdad?
Negó con la cabeza.
-Para nada. Primero apenas me miraron y cuando abrí la boca y empecé a decir algo, bueno... Saltaron y acabé discutiendo con Blas. Tuve que salir de ahí.
-¿Discutísteis? Oh Dios, no.
-Jamás le había visto así, estaba fuera de sí.
-Ya no estás tan seguro sobre si nos perdonará.
-No, no. De eso estoy seguro. Pero después de lo de hoy...
-Siento no haber estado allí.
Él sonrió.
-¿Y qué hubieras hecho? ¿Me hubieras defendido? Sabes tan bien como yo que no tenemos derecho a un abogado. Somos totalmente culpables de lo que se nos acusa. No podemos hacer otra cosa que oír y asentir.
-Tienes razón. Aún así, no quiero que te digan nada. Soy tu cómplice en esto. Deberían decírnoslo a los dos.
-Es posible, pero ahora no puedes hacer nada. ¡Ah, sí! Puedes comerte lo que he hecho sin decir nada. Eso me hará sentir mejor.
-Claro.
Mientras ponía la mesa, le pregunté por mi primo.
-Ah, sí. Se despertó nada más irte tú, desayunó, se vistió y salió conmigo a sacar al perro.
-Para haberos visto.
-Nos siguieron unas abuelas que hacían footing. Sentí miedo, mucho miedo. Y no estabas para protegerme.
-Oh, cuánto lo siento. ¿Os dijeron algo?
-Mejor ni te cuento, te reirías.
-Siempre lo hago. Ayer yo también tuve problemas con unas abuelas. Dijeron que era una madre soltera, que era joven para ello y que no tenía respeto. Lo que hay que oír.
Se rió.
-A mí me dijeron que era muy joven para estar ya así.
-¿Cómo te libraste de ellas?
-No fui yo, fue Choco. Las ladró hasta que se fueron.
-Ese es mi pequeño amor.
Carlos hizo una mueca y me reí.
-Después de eso, volvimos a casa y se puso los dibujos hasta que tu tía le vino a buscar.
-¿Cómo te trato?
-Bien, aunque algo distante, diría yo. ¿Por?
-Le conté a mi madre lo... Bueno, eso. No me extrañaría nada que se lo hubiera contado.
-Por eso discutístéis ayer por teléfono.
-Así es. Mi hermano tampoco se lo tomó muy bien.
-Y quién sí.
-Supongo que nadie.
Después de comer, le dejé a él en el suelo jugando con Choco y yo me tumbé en el sillón. Al rato, se cansó.
-Déjame un sitio.
-No que no cabes.
-Sí que entro si me dejas sitio.
-Ah, pero no quiero.
-Oh, vamos, no seas así.
Me cogió de una pierna y tiró, tirándome encima suya.
Antes de que pudiera reaccionar, se levantó y se tumbó y me quedé yo en el suelo, con Choco intentando chuparme las orejas.
Últimamente le había dado esa manía.
-Eh, mi sillón-protesté.
-Ahora es mío, vete al otro.
-Choco, dile algo.
Como era de esperar, Choco no dijo nada.
-Choco está de mi parte. Al otro sillón.
Me levanté y me tiré encima de él.
-Lo siento, me gusta este.
-Qué bruta eres.
-Lo sé.
Aquello me recordaba a Blas, solíamos tumbarnos así en el sillón por tiempo indefinido.
-¿Pensando en lo de siempre?-adivinó Carlos.
-No puedo evitarlo, me he sentido muy vacía estos días, reviviendo esos momentos una y otra vez, tanto los buenos como los malos, hasta llegar al punto de no saber cuáles hacían más daño...
-No me perdonaré nunca que pasaras por eso sola.
Le miré.
-Por eso te prometo que nunca más volverá a pasarte eso. Estaré a tu lado siempre, de una manera o de otra.
-Sigrid te dijo lo mismo y no lo cumplió.
-Ella no soy yo, Cris.
-Menos mal, porque no sé si podría con dos Sigrid. La quiero mucho, pero a veces es muy ella.
Ambos nos reímos.
-¿Sabes?-dije, mirando al techo-Cuando te duermes con el corazón roto, levantarte es la peor parte. Me despertaba y pensaba cómo podía haber rozado el cielo con los dedos para luego romperme en pedazos de tal manera.
Me apartó el pelo de la cara.
-Y sentía aquí, en el pecho, un gran vacío que dolía y lo único que quería era que parara, pero no sabía cómo, sólo se detenía durmiendo y no podía dormir...
-Eh, cálmate, vamos-dijo, abrazándome, puesto que me estaba alterando, presa de los recuerdos-Eso ya no va a pasarte más, ¿vale? Estoy contigo y así voy a seguir.
Asentí con la cabeza, con la mano encima de donde sentía tal vacío.
Él apoyó su mano sobre la mía.
-Si a mí me está pasando esto, ¿a él qué, por Dios?
-No pienses eso. No lo pienses.
-¿Cómo no voy a pensarlo si...Si...?
-¿Estás llorando?
Corrí rápidamente a secarme los ojos.
-No, no, esto es una tontería, no quería que me vieras así...
Le abracé y me acomodé, cerrando los ojos.
-¿Qué haces?
-Me voy a la playa.
Entendió perfectamente que quería dormir un rato.
-Luego cuéntame qué pasó en ella.
-Tú no sé qué harás, pero yo voy a hacer topless.
Se rió y yo subí y bajé conforme su pecho lo hacía.
Me desperté pasado un rato.
Sabía que no había dormido mucho, pero aquel rato me había venido bien.
-¿Qué tal?-preguntó, al verme despierta.
-Oh, bastante bien.
-¿Había muchos mirones observándote?
-Sólo estabas tú.
-Eso significa que...
-Exacto, ibas con los ojos cerrados.
Los dos nos reímos y le abracé.
-Gracias, de verdad.
-No hay por qué darlas.
Le di un beso en la mejilla y oí la puerta.
Choco ladró, contento y corrió hacia la puerta.
Carlos y yo nos miramos extrañados.
Pero de manera más extraña nos miró Sigrid al vernos a los dos juntos en el sillón de aquella manera.
-¡S!-dije, feliz, tratando de levantarme.
Su mirada me detuvo y me dejó clavada en el sitio.
-¿S?-pregunté, temerosa.
-Os ha faltado tiempo, ¿no?-dijo.
-S, no entiendo.
-¡Vengo pensando en que te iba a encontrar sola y, ¿qué veo?! ¿No habéis aprendido nada, verdad? No, claro que no, al contrario. Blas destrozado y vosotros dos abrazándonos, riéndoos en el sillón.
-S, no, te...
-¿Acaso a eso esperábais? ¿A que él os descubriera?
-¡S te estás equivocando!
-¡Os he visto a los dos!
-Creo que debemos calmarnos y hablarlo, porque esto tiene...-dijo Carlos.
-¡Cállate!-le espetó.
-¡No le mandes callar!
La discusión fue subiendo de intensidad por lo que Carlos decidió tomar cartas en el asunto y me agarró por detrás.
-Nos vamos, nosotros nos vamos.
-¿Por qué debo irme, eh? ¡Ha sido ella quién ha venido a gritarme en plena cara! ¿Por qué no me insultas directamente si es lo que piensas? ¡Dímelo!
-Te digo que nos vamos, coge tus cosas.
Dicho lo cual, me arrastró a mi habitación y me dejó en ella.
Cogí un enorme bolso, guardé en él ropa de recambio y lo que consideré necesario, cogí otra bolsa e hice lo mismo, fui al baño y agarré un par de cosas.
-¿Ya estás? Nos vamos.
Mi amiga se había encerrado en su cuarto.
Nos subimos en el coche, ya que no pensaba dejármelo allí.
-¿Hacía dónde voy?
-Hacia mi casa.
-Vale.
-¿Por qué lloras ahora? ¿Qué te dije antes?
-N-no estoy llorando, sólo se me metió algo en el ojo.
-Mientes fatal.
-Lo siento. Jamás me había peleado así con mi amiga. Le faltó decirme puta.
-No iba a decirte eso.
-Claro, porque no la dejamos. Interrumpiste antes.
-Ella no te iba a decir a eso.
-Pero lo piensa, que es peor.
-Tampoco lo piensa. Entiéndela. Ha llegado y nos ha visto así, ¿qué querías que pensara? Además, venía algo alterada.
-Quizá se peleó con David.
-Claro, es posible y por eso lo pagó con nosotros. ¿Ves? Tiene sentido. No llores, por favor.
-Vale, ya me calmo, ya.
Aparqué no demasiado lejos de su puerta y respiré para relajarme.
Demasiadas cosas estaban ocurriendo muy deprisa poniendo mi mundo patas arriba.
-Nos hemos dejado al perro.
Carlos se rió.
-Y ahora te preocupas por el perro. No estábamos para cogerlo, ya lo sacará ella.
-Creo que es la primera vez que no te preocupas por Choco.
-Tengo otras prioridades.
-¿Ah, si? ¿Cómo cuál?
-Sí. La tengo delante.
Tardé como un minuto en procesarlo.
-Ah, ahhh. Sí, vale. Oh, muy bonito.
Bajamos del coche y le hice cargar con mis bolsos.
-¿Qué llevas aquí? ¿Piedras?
-Qué va, es sólo ropa.
-¿Seguro? ¿Ni libros ni nada por el estilo?
-Sólo ropa.
-¿Y qué vas a ponerte, un conjunto a cada hora o qué?
-Si me parece, sí. ¿Por qué no?
-Eres íncreible.
-Pero eso ya lo sabía.
Intentaba esforzarme por sonar normal y convencida, pero tenía poco éxito.
Subimos a su casa y me dejé caer en el sillón.
Él dejó mis cosas por ahí y se sentó a mi lado.
Me miró por un tiempo, como debatiendo qué hacer.
-¿Vas a abrazarme o vas a esperar a que te lo pida?
Sonrió y lo hizo.
Suspiré, tratando de sentirme algo mejor y apartar de mí los recuerdos de la pelea con mi amiga.
-¿Sabes? Eres íncreiblemente complicada.
-Supongo que sí, pero eso me hace interesante.
-Y tanto.
Pasó el tiempo y pensé que, como apenas me movía, seguramente habría pensando que me había dormido en su hombro.
-Sigo viva, eh.
-Gracias a Dios, estaba empezando a aburrirme.
-Así que te aburro-dije, apartándome de él-Muy bonito.
-Oh, no quería decir eso, es que si estabas dormida, no quería poner la tele por no despertarte y no podía alcanzar el móvil.
-Excusas, excusas.
Me miró con lástima.
-Que era broma.
-Eres mala conmigo, que lo sepas.
-Qué va, te trato bien. Si fuera mala, lo sabrías, créeme.
Suspiré y fui a buscar mis bolsos.
-¿Dónde has puesto mis cacharros esos?
-En mi cuarto.
-Ah, sí, todo aparece ahí. A partir de ahora, cada cosa que pierda, la buscaré ahí.
-Jajajajaja.
Volví al salón.
-Mala noticia, me he olvidado los pintauñas en casa.
-Vaya, qué lástima.
-No te pienses pijotadas, me relaja.
-Típico de chicas.
-Oh, sí, como yo soy tan típica...
Me hundí de nuevo en el sillón, suspirando.
Carlos se levantó al instante.
-Eh, venga, vámonos.
-¿Adónde?
-Vámonos, qué más da el lugar.
-Ay, no, Carlos.
-Que sí, venga.
-Nooo.
-Sí, vamos.
Me cogió de la mano y tiró, pero yo me agarré al sillón.
-Oh, vamos, no seas niña.
-No tengo cola, niño no puedo ser, lo siento.
Se rió.
-Me refería a que no te comportaras como una niña pequeña.
-Ya lo sé, pero a ver si así se te olvidaba el tema.
-Pues no lo has conseguido, vamos.
-Noooo, please.
-Te invito a un Franpuchinno, vamos.
-Mm.
-O a dos, como tú veas.
-Bueno, está bien.
Le dejé que me arrastrara a la calle. Total, ¿con quién más podíamos encontrarnos que me echara en cara lo sucedido?
Carlos hablaba como si nada, pero yo apenas le prestaba atención. Seguía ida en mis pensamientos. Sigrid era la última persona que pensé que... Bueno, qué más daba, el mal ya estaba hecho.
Valoré el esfuerzo de Carlos por hablar y hacer como si nada hubiera pasado. Sabía que él también lo había pasado mal, a su manera, y aún así se mostraba como siempre para intentar animarme a mí.
Me sorprendí cuando Sara nos atendió en el Starbucks, aunque luego caí en la cuenta de que ella trabaja allí algunas horas. Dios, estaba terriblemente desconectada del mundo.
-Si queréis hablar-nos dijo-En quince minutos acabo mi turno.
Sorprendidos porque alguien quisiera dirigirnos la palabra, asentimos y dijimos que la esperaríamos allí.
Nos sentamos en una mesa apartada, al lado de un cartel bastante grande que ofertaba un muffin de chocolate.
Carlos lo miró atentamente durante varios de los minutos que componían nuestra espera.
-¿Cómo puede gustarte tanto?-le pregunté, obviamente refiriéndome al chocolate.
-No sé, simplemente, me gusta.
-¿Y a qué se debe? ¿Es su olor, es su sabor, su textura...?
-Simplemente, me gusta. No sabría decirte.
-¿Cómo no vas a saber qué te gusta del chocolate?
-¿El chocolate?-dijo, mirándome extrañado-Ah, ¿qué no hablábamos de ti?
Le pegué en el hombro, aunque no pude ocultar una sonrisilla.
-Eres un tonto.
-La sonrisa de tonta la tienes tú, perdona.
Le fulminé con la mirada.
Por suerte, apareció Sara.
-Gracias por esperarme.-dijo, sentándose.
-Gracias a ti por querer hablar con nosotros-dije.
-Oh, de nada. Os vi así ayer, hablé con Álvaro y... Creo que se os debe dejar una oportunidad para explicaros.
-En primer lugar, lo siento...
-Lo sentimos-me corrigió Carlos.
-Eso, lo sentimos. No pensamos en ningún momento que...
Ella me detuvo.
-Yo no tengo que perdonaros nada, apenas os conocía cuando ha pasado todo esto, por lo tanto, a mí no me ha afectado esto tanto como a los demás.
-Y qué lo digas-dije, recordando la pelea con Sigrid.
-¿Y qué podemos hacer?-preguntó Carlos.
-¿Habéis intentando hablar con ellos?
Carlos y yo nos miramos.
-Sí. Y no ha salido nada bien que digamos...
-Pues lo que tenéis que hacer es conseguir que os perdonen. Así, os sentiréis mejor.
-Sí, si eso supongo que podemos hacerlo-dije-Lo complicado es Blas. A mí no quiere verme y Carlos trató de hablar con él y... Bueno, acabaron discutiendo.
-Es lógico. Mm, creo que deberíais primero tratar de solucionar las cosas con los chicos y después dejar para el final a Blas. Así, todos podrían ejercer una presión positiva sobre este a la hora de perdonaros.
-A ver Carlos, por qué no estás tomando apuntes de todo esto.
-Como no le apunte en el móvil...
Conseguimos reírnos y relajarnos.
-Vale, me parece buena idea. Pero, ¿cómo hacemos eso?
-Tengo una idea-dijo, mirándonos.
Nos expuso la idea claramente y al principio no me mostré muy convencida.
-No sé si funcionará, podrían...
-Podemos intentarlo-me interrumpió Carlos-¿Qué podemos perder? ¿Tienes algo más que arriesgar? Porque no yo.
-Sí, tienes razón. Está bien, lo haremos.
-¡Bien!-dijo Sara-Ya verás como sale bien.
-Cambiemos de tema, que sólo estamos hablando de nosotros dos-dijo Carlos-¿Qué tal lo de tus mareos?
-¿Mareos?-dije yo, sin enterarme.
-Ah, sí. No te lo conté, pero me encontré con Sara y Álvaro el viernes, que venían de casa de Blas...
Una punzada me cruzó el pecho.
-... Y como se mareó, pues los dos nos quedamos a dormir en su casa, por si acaso.
-Nunca me perdonaré no haber tenido las habitaciones de invitados listas y que tuvieras que dormir en el sillón-dijo Sara.
-Pues yo repetiría, eh. Debes decirme dónde los compraste. Son cómodos.
Nos reímos.
-Pues verás, ayer volvió a pasarme.
-¿De verdad? ¿Estás bien? ¿Había alguien contigo?
-¿Por eso estaba Álvaro contigo?-traté de adivinar.
-Oh, bueno, podría decirse que sí. Veréis, me llamó para ir a correr, ya que Sigrid le comentó que solía hacerlo, pero me negué, por el mareo, aunque a él no se lo dije, así que se presentó en casa, para averiguar el motivo.
-Álvaro tan majo y servicial como siempre.
-A ti te ignoró un día.-me susurró Carlos.
-Ni me lo recuerdes-dije, entrecerrando los ojos.
Sara se rió.
-Si me perdonáis, voy al baño y nos vamos juntos a casa.
-Oh, claro, el problema es que ya no vivo en casa. Al menos, de momento.
-¿Ah, no?
-No, me he peleado con S... Así que vivo con Carlos, de momento.
-Vives mejor desde que sabes que no tendrás que cocinar, reconócelo.-dijo él.
-Cá-lla-te.
Ella se rió.
-Sois un caso, bueno, igualmente, vivimos cerca, así que podremos ir un trecho juntos. Ahora vengo.
La vimos alejarse, en busca del baño.
-¿Tú te crees lo que nos ha dicho de Álvaro?-preguntó.
-Claro.
-Yo creo que están muy juntitos.
-Carlos, no seas cotilla.
-Eh, que no lo soy, sólo comento las cosas.
-Tú y yo estábamos bastante tiempo juntos y luego mira. No saques las cosas de quicio.
-Pero no es lo mismo. Nosomos somos diferentes, somos un caso.
Sonreí, aunque miré hacia a otro lado.
-Oh, vamos, ¿no has visto cómo se miran?
-Sí, como yo a ti. Con los ojos.
Se rió.
-Aún así, sigo diciendo que ahí hay algo.
-Una bonita y bella amistad, sí señor.
-Estás ciega si no lo ves.
-Bueno, eso ayuda a no ver que te escapaste de Mordor.
Me reí tanto de mi chiste malo que casi me atraganto bebiendo.
Él se rió de mí, porque casi se me sale por la nariz.
-Igualmente, insisto.
-Insiste en lo que quieras.
-Te apuesto algo a que con el tiempo, algo pasa entre esos dos.
-Y yo apuesto a que no.
-¿Qué apostamos?
Fingí pensar.
-Ahora mismo no se me ocurre nada, pero podemos apostar que, quién gane, en el momento puede pedir lo que quiera.
-Hecho-dijo, extendiéndome la mano.
 Se la estreché, pensando si habría hecho bien.
Recordemos que Carlos era un traidor cuando le convenía.
-¿Nos vamos?-dijo Sara, volviendo.
-Por supuesto-dijimos, levantándonos.
Nosotros dos nos quedamos en el portal de Carlos y ella siguió hasta casa.
La hubiéramos acompañado, pero quizá nos encontráramos con algún Auryn más y eso podría provocar algún que otro altercado.
-¿Vemos Sobrenatural?
-A ti te gustó la serie, eh.
-¿Tenemos algo mejor que hacer?
-Cierto-dije, asintiendo.
Nos vimos cuatro capítulos, a cuarenta minutos cada uno, se nos pasó el resto de la tarde bastante rápido.
-Supongo que no querrás ayudarme en la cocina.
-Supones bien.
-¿Ni un poco?
-Puedo limpiarte la casa si quieres, pero eso no. No sé hacerlo.
-Jajajaja eso me gusta. Hecho.
Se fue a la cocina y yo, como me aburría, me puse a ver vídeos de Justin en el ordenador para despejarme un poco.
"If I was your boyfriend, I'd never let you go"
-Primero Dani y ahora tú con esa canción.
Le miré.
-¿Le gusta?
-Ajá.
-Creo que amo a Dani.
-A mí también me gusta.
Me reí.
-Muy bien, Carlos. Me alegro.
Cenamos mientras le contaba la vida de Justin entera sin saltarme detalles. Supe que era una estrategia para mantenerme entretenida.
Tras ello, vimos algún que otro capítulo más de Sobrenatural (había 8 temporadas a 22 capítulos casa una, aún teníamos bastante...) y como mañana ambos debíamos levantarnos pronto, nos fuimos a dormir a cosa de las doce.
Como era de esperar, quise dormir con él, pero cada uno en una esquina, como siempre.
Madre mía, mañana ya es viernes, ha pasado una semana ya desde... Eso.
-¿Crees que funcionará?-pregunté, refiriéndome al plan que habíamos ideado con Sara.
-Yo espero que sí.
-Quizá se sientan atrapados y se nieguen a escucharnos.
-Si están atrapados mejor, así no podrán huir.
Sonreí.
-En eso tienes razón.
-Jajajajaja. ¿Vas a poder dormir bien?
-Oh, creo que sí. Haré uso del truco que me enseñaste.
-¿A la playa, de nuevo?
-No, esta vez no. Estamos en una montaña, de senderismo.
-A ver si te vas a perder.
-Ya me encontrarás.
-¿Y si me pierdo yo?
-Entonces ya nos encontraremos.
Ambos nos reímos.
-Espero que de verdad tengas razón y funcione-le dije antes de dormirme.
-Funcionará-dijo, con una convicción que en verdad no sentía.
 Me desperté antes que él al día siguiente y, para cuando se levantó, yo ya me había duchado y vestido.
-Espero que no te importe, me di una ducha rápida.
-Claro que no. Mm. Huele a...-dijo, mirándome.
-Si buscas el gel, lo dejé en el baño.
-Alguien te morderá algún día por la calle como vayas oliendo así.
-¿Alguien o tú?
Los dos nos reímos.
-Tengo que irme, luego hablamos.
-Vale.
-Y recuerda, cuando estés con los chicos, calladito. No digas nada.
-Claro, no te preocupes.
Aquel día estaba un poco más animada, aunque aún así nerviosa por lo que nos deparaba a Carlos y a mí aquella tarde.
Hoy, nos encontraríamos cara a cara con nuestros amigos, juntos los dos por primera vez, después de una semana de lo ocurrido.
Aquello podía salir bien y que acabáramos perdonados o mal y... No quería ni pensarlo, esa opción debería estar descartada.
Por la tarde, Sara se entretuvo llamando a cada uno de los chicos (menos a Blas) y a Sigrid. Decía que hacía algún tiempo que no quedaban todos juntos y que les apetecía verlos, así que, si querían, podrían ir a cenar a casa y así ver cómo había quedado esta, pues había terminado oficialmente de colocarla.
Ninguno declinó la oferta.
Cenaron sin tocar el espinoso tema que nos había separado, así como tampoco preguntaron por Blas. Supusieron que había decidido no venir.
Sobre todo se divirtieron con Paco, que estaba muy contento de que hubiera tanta gente en su casa y no paraba de insultar a diestro y siniestro y de pedir galletas.
Cuando pasaron al salón después del postre, Sara miró el reloj.
Deben de estar al caer, pensó.
En efecto, a la hora acordada, Carlos y yo estábamos esperando en su puerta a que nos abriera.
-¿Y si sale mal?-le pregunté a este.
-Si sale mal, encontraremos otra manera de arreglarlo, no te preocupes.
Le agarré de la mano, aferrándola, tratando de calmarme.
No estaba preparada para aguantar las miradas de nuestros amigos ni sus palabras... Fueran cuales fueran, porque estaba segura de que no serían buenas.
Al abrir Sara la puerta, le solté.
No quería dar más motivos que pudieran malinterpretarse.
-Hola. Los tengo en el salón, como acordamos.
-Bien-asentí.
Pasamos y Sara entró primero al salón y yo me quedé plantada en el hall.
-Vamos, tú primero.
Carlos me empujó un poco hacia delante para hacerme andar y no quitó la mano de mi espalda.
Ese contacto me recordaba que no estaba sola en esto y que él iba a pasar por lo mismo.
Nada más pasar al salón y vernos, dejaron de hablar al instante y se nos quedaron observando.
Era como si estuvieran viendo un fantasma, luchaban por entender que de verdad habíamos aparecido allí.
Finalmente, lo comprendieron y reaccionaron.
-¿Qué clase de broma es esta?-dijo David.
-Han venido para hablar con vosotros-dijo Sara, haciendo de portavoz, viendo que no sabíamos qué decir- Deben tener una oportunidad de explicarse.
Entendimos al momento que no querían que nos explicáramos, porque se levantaron para irse pero se encontraron con que la puerta estaba cerrada.
Miraron a Sara.
-Nada sale de aquí hasta que hayáis hablado las cosas.
-Prima, dame las llaves.-dijo Sigrid, extendiendo la mano.
Ante la negativa de esta, procedió a registrarla, pero no encontró las susodichas llaves.
Los demás se pusieron a buscar por el salón las llaves.
Mientras la búsqueda se llevaba a cabo, nosotros dos esperábamos a que se dieran por vencidos, apartados en un lado, Carlos apoyado en la pared y yo delante, con las manos atrás.
Esataba agarrándole la suya, esperando que nuestros amigos nos dieran una oportunidad.
 Finalmente, se dieron por vencidos y se sentaron en la mesa del comedor.
-Está bien-dijo Dani-Hablemos.
Señaló con la cabeza dos sillas en el lado contrario de la mesa que habían dejado apartadas.
Mientras nos sentábamos en ellas, no pude evitar pensar que Carlos volvía a tener razón, aquello parecía una especie de juicio. Ellos, el jurado, Sara, la juez y nosotros, los acusados, que acudían sabiendo que eran completamente culpables y que toda defensa era imposible.
Suspiré, tratando de relajarme y miré uno a uno a mis amigos, que me dirigían duras miradas.
Le apreté a Carlos el brazo por debajo de la mesa.
De otras personas, podría soportar eso. Pero de ellos no.
-Vosotros diréis-dijo Álvaro-Después de todo, habéis sido vosotros dos los que habéis provacado esto.
-¿Por qué hemos llegado a esto?-preguntó David.
Fui a contestar con la respuesta que me había preparado en mi mente ante esta pregunta, porque sabía que nos la harían, pero Carlos se me adelantó.
-Porque la quiero.
Me dieron ganas de darle un collejón, aunque no lo hice y en su lugar, le apreté más fuerte el brazo.
Qué bonita forma de empezar una disculpa.
Ya habíamos tratado cómo íbamos a proceder ante todo, las posibles preguntas y respuestas y esto no estaba planeado, pero sabía por qué lo había hecho y me conmovió, en parte.
Con eso, quería que la mayor parte de la culpa recayera sobre él, tratando de hacer ver que había sido él quién empezó con todo aquello y queriendo apartar de mí miradas y comentarios de nuestros amigos que sabía que no soportaría.
Retomé la respuesta que iba a hacer.
-Os mentiría diciendo que no lo sé, pero tampoco os estaría diciendo toda la verdad si os dijera que sí.
-Yo creo que por unos besos...-dijo S.
-Ah, sí. Los besos. Yo no sé si pensáis que eso estaba programado, quiero decir, que quedábamos para eso o que cuando nos veíamos sabíamos que eso iba a ocurrir. Eso no es así.
 -¿Entonces?
-Simplemente ocurrían.
Miré a Carlos, sorprendida al ver que había respondido.
-Sí. No podíamos evitarlo, no era algo que nosotros controláramos. Simplemente ocurrían-dije, apoyándome en las palabras de Carlos-En esos momentos no podíamos pensar, no podíamos considerar las consecuencias... Eso pasaba después de que ya hubieran sucedido.
-¿Y no se os ocurrió parar?-añadió Dani.
-Dinos tú cómo se puede hacer.
Le apreté el brazo, advirtiéndole de que no fuera por ahí.
-Sí. Pero no sabía cómo, como había sucedido un par de veces, pensé que no seguría... Unas cuantas más.
-Por Blas, hubieras encontrado la manera de hacerlo.
Aquellas palabras de David me dolieron.
-¡Déjala, ¿vale?!-saltó Carlos-¡Fui yo! ¡Yo empecé con ello y yo seguí!
Le puse la mano en el hombro, tratando de decirle que estaba bien y que no importaba.
-Cálmate, está bien.
-No, no está bien. No me da la gana que te digan eso, ¿qué saben ellos de si tú querías a Blas o no? Eso lo sabéis vosotros y nadie más. No se debería cuestionar eso. No es asunto suyo, estamos aquí para hablar de lo que hicimos, no de si querías menos a Blas o no.
Todos le miramos, bastante asombrados.
-Tiene razón-le concedió Álvaro.-Así que hablemos de eso.
-No sabíamos que iba a pasar esto-continuó- Y nunca hicimos nada pensando en hacer daño a nadie. Simplemente ocurría. No pensábamos.
-Sabemos que no estuvo bien y que hay alguien que, por culpa de esto, lo está pasando bastante mal. Pero vosotros también lo estáis pasando mal y nosotros. Yo apenas puedo miraros a la cara cuando hablo, tratando de explicaros esto. Pero si lo hago es porque no quiero perderos a ninguno.
-No queremos perderos-dijo Dani-Pero podríais haber intentando pensar las consecuencias, ¿no creéis? Aunque hubiera sido un minuto, un único minuto, os podríais haber parado a pensar en Blas, pero no lo hicistéis.
Guardamos silencio, sabiendo que no podíamos decir nada al respecto puesto que llevaba toda la razón.
-Auryn se ha tambaleado durante esta semana. ¿No podrías haber pensando con la cabeza por una vez, Carlos?
-¡Eh!-dije, molesta-Él no tiene toda la culpa. Si yo no hubiera sido tan estúpida, se lo hubiera contando a Blas y a él le hubiera dicho de parar. Pero no hice ni una cosa ni la otra.
Asintieron, esperando a que continuara.
-Sé que eso no estuvo bien, pero no quiero cargar con ello toda mi vida. Sé que a Blas le costará hacer un gran esfuerzo para perdonarnos, si es que lo hace, pero para ello necesito saber que con vosotros este problema ya no existe. Es difícil pedir que nos perdonéis, lo sé. Hemos sido unos imbéciles y no nos lo merecemos. Pero si arreglamos el tema, podremos seguir todos adelante. Y yo es algo que necesito.
Esperé, para ver las reacciones.
-Pero eso de que érais imbéciles ya lo sabíamos. ¿Qué le viste para darle un beso a ese?-dijo Dani, riéndose.
-¡Oye!-dijo Carlos.
Nos reímos.
Álvaro se levantó de la silla y por un momento todos pensamos que se iba a ir, pero entonces nos abrazó a los dos, haciendo que nos diéramos un cabezazo.
-¡Ah!
-Os fastidiais-dijo, abrazándonos.
Tras él vino Dani.
-Si es que no me cansaré de decirlo, siempre sois los mismos.
-Oh, que te calles.
Nos abrazamos y abrazamos también a David y a S.
-Eso sí, volved a haced una cosa así y os mataremos a los dos.
-En el corazón no se manda, David.
-A ti sí que te vamos a mandar lejos, cabezón. Que como la lías. Cuánto tiempo sin llamarte así. Se echaba en falta, eh.
-Dios pues yo estoy harto de oírlo.
Todos nos reímos.
Álvaro se acercó a Sara y le susurró un gracias.
Había comprendido que la idea había sido suya, ¿de quién si no?
-No fue nada-dijo esta, sonriendo.
-¡Sara, gracias por encerrarnos en tu casa!-dijo Dani, tirándose contra ella y abrazándola.
-¡Qué la matas, animal!-dijo Álvaro, al que casi tiran al suelo del impacto.
Nos reímos todos ante ello y después volví a abrazar a David y a mi amiga.
Les había echado mucho de menos. A todos ellos.
Pero aún quedaba una dura prueba por librar.
Quedaba Blas.
Y sin él, nada volvería a ser lo mismo.




¡Hola queridas Endless Lovers! ¿Qué tal va eso? Aquí @Cris_Jbieber que os traigo el 27. Poco tengo que decir, salvo que deseo que os guste. Quiero agradeceros todos vuestros comentarios y el apoyo queme  dáis , en serio, muchas gracias
Muchos besos a todas, tanto a las que nos acompañásteis desde el principio hasta las que empezastéis a leer la novela desde hace días.
Gracias 
@Cris_Jbieber



5 comentarios:

  1. Hacía mucho que no escribía aquí, y ya era hora de volver a aburriros con mis comentarios jaja
    Pedazo de capítulo. Aunque haya sido así, es de los que más me ha gustado sin duda.
    Bueno, a mi lo de Carlos y Cris que estuvieran así, me daba un poco de penilla, aunque la verdad se lo merecían (no me odies por esto Cris jaja) aunque también entiendo que los otros estén enfadados, como es normal.
    Por otro lado, lo de Blas lo tienen que arreglar, que a mí me da mucha pena que estén así, lo digo de verdad, que lo he pasado mal todo el capitulo por eso jajaj.
    Entre Álvaro y Sara va a pasar algo,creo yo, adelantad un poquito de su "historia" jajajaja.
    Y que espero que las cosas entre todos se arreglen pronto, que me gustaba más así.
    (creo que me estoy metiendo demasiado en el papel, pero en fin, no creais que me estoy volviendo loca o algo jaja)
    Bueno, y amo vuestros capitulos largos, son los mejores.
    Y yo sigo de examenes (como una pringada) y mi imaginacion no da para mucho mas. En los proximos intentare poner algo mejor, de verdad. Espero el siguiente capitulo con muchas ganas jeje
    Muaaaaaak chicas.

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  2. Dios!!! Pedazo de capítulo Me encanta!!!

    Por la forma en la que escribís siento como si lo que le está pasando a Cris me pasara a mi, siento cada beso, cada carcajada a risa limpia y cada vez que a ella se le para el corazón por que por una parte se me para a mi también. Cuando estoy leyendo la novela siento como si estuviera en otro mundo y no quiero que se acabe el capítulo porque se que cuando eso pase volveré a la vida real y ahí no estarán ni Cris, ni Carlos, ni Sigrid... incluso Carmen (VIEJA COTILLA!! xD). Gracias por hacerme sentir como si estuviera viviendo mi historia perfecta y solo deciros que escribís genial, que sois fantásticas y que ojalá este 'Endless Road' dure muchísimo más.
    FELICIDADES por la novelaza que tenéis! :)
    @Jezabel_Leon

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  3. La novela espectacular como siempre y porfavor pronto el otro capitulo que quiero saber la reaccion de blas un saludo a las dos.

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  4. Cacho capitulazo.
    Este capitulo me ha encantado. Y no miento cuando digo, que me ha hecho llorar. Si, soy muy cursi. Pero es que me meto en el papel, y es como si me pasara a mi todo esto. No se, me da pena que Carlos y Cris esten en esta situacion. No me gusta nada, y tampoco que Cris y Sigrid discutan tanto.
    Por otro lado, esta Blas, que pobrecito tambien. Espero que se solucione, y que todo acabe bien, con el tambien.
    Amo esta novela, cuando veo en el twitter, que Cris me avisa de nuevo capitulo. Por mucha tarea que tenga, siempre me pongo a leer primero. Por no decir que estoy de examenes, y yo, ahora en vez de estar estudiando estoy leyendo, y poniendo este comentario. Pero todo sea por vosotras dos. Cuando vi por primera vez esta novela, y lei el primer capitulo, pense que estaba genial, pero nunca pense que me gustaria tanto.
    Sigrid, Cris, gracias por escribir tan, extremadamente bien, por hacer que con los chistes de la novela, y cada momento en ella sonria. Es como si fuera mi historia. Aunque es vuestra. Todo gracias a vosotras dos. No dejeis de escribir nunca. Que lo haceis muy bien.
    Esperando siguiente capitulo. Un besazo a las dos.
    (@DeeaGabriela699)

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  5. Me encanta es novela . A sido increible el capitulazo que habeis hecho cada vez me gusta mas y estoy impaciente por saber que pasa con Blas, me muero de intriga . Por favor subir pronto el proximo capitulo . Gracias un besazo.

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