domingo, 31 de marzo de 2013

Capítulo 15: La suerte de Auryn

-Cris-
Cuando me levanté al día siguiente, me dolía la mano de aporrear la puerta.
Joer, a ver qué le podía costar a Sigrid abrirla y darme una respuesta.
A esa niña le pasaba algo, no iba a engañarme y lo iba a descubrir, tardara lo que tardara.
Entró en la cocina a desayunar y se me quedó mirando.
Quizá fuera porque estaba devorando como si no hubiera mañana el chocolate que habíamos comprado ayer.
-¿No se supone que eso lo escondí yo ayer?-dijo, señalando la tableta.
-Se supone, pero al final David se cansó de vernos llorar a Carlos y a mí y nos las dio.
-¿Y la otra tableta? Porque había dos, ¿no?
-Había hasta que se la llevó Carlos.
-Será ladrón...
-Da gracias que seguimos con felpudo...
Fuimos hablando todo el camino hasta la facultad sobre por qué siempre, cayera cuando cayera la semana santa, llovía, pero no dimos con una respuesta clara y seguimos con la misma duda existencial de siempre.
Ese día casi lloro porque se me olvidó el gorro en casa.
-Ponte eso-dijo Sigrid, señalando una caja de cartón abandonada en la calle-No notarás la diferencia.
Debí de no querer notarla, porque me molestó tanto ese comentario sobre mi sombrero que no la hablé en lo que quedaba de día (de día universitario oye, no te pienses que en todo el día. Eso es mucho sin hablar).
-Te estás volviendo como Carlos-dijo mi amiga, adivinando la razón de mi repentino enfado.
-A mí cabezona no me llames que te pego.
-¿Tú y cuántos más?
-Yo y yo y yo y solamente yoooooo-dije, cantando.
-La canción no es as...
-¿Te callas?
Ese día, Sigrid también me pidió que la esperara a la salida, pues se retrasaría, pero, para desilusión mía, no había ningún Carlos apoyado en ningún sitio esperando ni nada, sólo la triste caja de antes (que estaba donde la dejamos porque no me la quise poner en la cabeza).
-Hoy nos toca volver solas-observó Sigrid, cuando salió.
-Debe de ser que Carlos hoy ha hecho sus tareas. Dani estará feliz.
-Sí, o que de camino aquí le han secuestrado.
-Lo veo más probable, sí, tienes razón.
Nos reímos y fuimos a casa.
Comimos y nos tiramos un rato a ver la tele.
Puse la 2 y vi que estaban echando "Saber y Ganar", así que lo dejé.
-Mira Sigrid, ese hombre es inmortal-dije, cuando salió su presentador Jordi Hurtado.
-¿Te gusta esto?
-Sí, quiero verlo.
Pero entre el quiero y el voy a hacerlo hay un trecho muy grande y me acabé durmiendo la siesta un rato, hasta que Sigrid se cansó de ver un programa tan rata (que les cuesta mucho dar dinero, oye) y lo cambió, contribuyendo a que me despertara.
-¿Ey,qué haces? Que lo estaba viendo...-protesté.
-Sí, mi cara estabas viendo si estabas dormida.
-Sólo estaba descansando los ojos.
-Ya, claro y yo te creo.
Se notaba a kilómetros que no me creía, pero en fin.
-Bueno, pues vale-dije, levantándome del sillón-Iré a otro sitio donde me crean.
-¿Adónde vas?
-A dormirme a mi cuarto.
-JAJAJAJAJA.
Me dejé caer sobre mi cama y me adormilé, pero sin llegar a dormirme del todo.
No sé cuánto tiempo pasé así, en ese estado entre la vigilia y el dormir profundo (son términos de filosofía de primero de bachillerato, ya entenderéis), pensando en mis cosas, hasta que el sonido de mi móvil me sacó de dicho estado.
Alcancé el teléfono, el cual lo había dejado en la mesilla y, aún tumbada y adormecida, descolgué y me lo llevé a la oreja, sin mirar el nombre (mala costumbre que tenía).
-¿Si?-dije, bostenzando.
Últimamente, no dormía demasiado bien. (Entiéndase desde que volvimos de París).
Tardaba mucho en conciliar el sueño por las noches y, cuando lo hacía, no era un sueño profundo y me despertaba a la mínima. No entendía por qué me pasaba esto ahora si yo era de las de dormir como un tronco.
-Hola, Cris.
Me incorporé rápidamente, quedándome sentada en la cama y abrí los ojos, espabilándome en un momento.
-¿Blas? ¿Eres tú?
-Que yo sepa, sí.
Me reí.
-Qué alegría oírte. ¿Qué pasa? ¿Qué te cuentas?
-Oh, nada, es que estaba aquí, sin nada que hacer y pensé que quizá tenías deberes de francés en los que necesitaras ayuda.
-No, hoy no tengo, pero de todas formas, no sabes francés.
-¿Quién te ha dicho a ti que no?
-Esto... Lo di por supuesto yo, por lo de París y eso... Como David tenía el diccionario y él hablaba, pues...
-Es que ellos no lo saben. Si lo hubieran sabido, me hubiera tocado a mí ser el intérprete y no me apetecía. Era más divertido ver cómo David hacía el ridículo con su diccionario.
-Pobre David... Pero era divertido.
Ambos nos reímos.
-Así que sabes francés...
-Sí, ¿quieres que te diga algo para demostrártelo?
-No te molestes, porque je ne çe pa.
-¿Cómo que no sabes nada? Eso ya es algo.
-Única frase que sé decir.
Volvimos a reír.
-Bueno, si no tienes deberes y estás libre... ¿Quieres que hagamos algo?
-¿Quiénes? ¿Tú y yo?
-Sí, o tú o el vecino, eso ya como tú veas.
-Jajajaja lo decía porque siempre solemos quedar con los niños y Sigrid.
Blas se rió con lo de "los niños".
-Tienes razón pero a ti no se te da mal eso de escaparte un rato, ¿no?
-Lo dices por lo de Carlos.
-Míralo así, ahora no son las cuatro y media de... Bueno, sí, de la tarde sí. Pero no de la mañana. Pero vale igual, ¿no?
Me reí a carcajadas.
-Sí, y aunque hubiera sido de la mañana, no me habría importado. Dime lugar, fecha y hora.
-Hoy, en el Starbucks al que fuimos los dos, ya que a ese sabes ir y mm... ¿A las cinco?
-Ah, qué considerado, has tenido en cuenta mi pésimo sentido de la orientación. ¿No podría ser a las cinco y media? Tengo que ducharme.
-¿Y vas a tardar una hora?
-No una hora, son las cinco menos cuarto, a eso súmale que me seque el pelo, me vista y pregunte a una persona en la calle dónde está el Starbucks.
Él se rió.
-A las cinco y media, entonces.
-Vale, gracias. ¡Hasta luego!
-¡Adiós!
Colgué, tiré el móvil sobre la mesilla y bajé de un salto de la cama.
Fui al salón y vi a Sigrid, tirada cual larga era en el sillón, aún viendo la tele.
-Sigrid me voy a duchar que he quedado con Blas, ¿vale?
-Sí, vale... ¡Eh, espera! ¿Qué?
Pero yo no pude oírla, pues ya me había encerrado en el baño.
Me duché, me enrollé en una toalla, me sequé el pelo y volví a mi habitación.
-¿Qué te vas con Blas?-inquirió Sigrid, siguiéndome.
Abrí mi armario y examiné mi ropa.
-Ajá.
-¿Y eso?
Empecé a pasar perchas, buscando.
-No lo sé, él me llamó.
-¿Y qué te dijo?
-Cosas.
-¿Puedes ser más específica?
-Muchas cosas.
-No, no puedes. Pues que sepas que con el secretismo no vas a ninguna parte.
-Bueno, de momento voy con Blas, luego ya veré. Y ahora, si me permites, voy a vestirme.
-Claro, cómo no...-dijo, saliendo de mi cuarto y cerrando la puerta tras ella.
Me puse mis vaqueros rotos, una camiseta de tirantes blanca bajo mi chaqueta roja universitaria americana, como yo las llamaba y me calcé mis fieles Converse (fieles a la hora de perderse, claro está, porque me costó encontrarlas).
-¿Y a qué hora vas a volver?-me preguntó mi amiga cuando salí.
-No sé, ni siquiera sé si volveré.
-¿Qué? ¿Por qué?
Me encogí de hombros.
-Si me secuestra, no vuelvo.
-Tiene sentido.
-Cómo todo. ¿Y tú qué vas a hacer?
-Aburrirme aquí, como no tengo gente que me llame...
-Si no te conociera diría que estás insinuando algo... Quién sabe, quizá te lleves una sorpresa.
-Sí o dos.
-No seas así conmigo, yo no hice nada.
-Sí, tienes razón, lo siento, no sé qué me pasa... Pásatelo bien, ¿sí?
-Claro.
-¿No te llevas la cámara? Blas sospechará.
-Pues que sospeche, pesa mucho, llevo el móvil.
-Está bien.
-Anda tonta, ya verás cómo algo pasa.
Le di un abrazo y un beso en la mejilla y salí por la puerta.
-Sigrid-
Cris se fue y me dejó sola en casa.
No me molestaba que me dejase sola, para nada, pero me parecía raro que se fuese con Blas.
Estuve viendo la tele. Bueno, si a hacer zapping se le puede llamar así.
Dejé Telecinco porque suelen dar cosas entretenidas, pero en cuanto la puse, salió Belén Esteban y me asusté.
No es coña, casi me caigo del sofá.
Al rato, llamaron al timbre.
Nada más abrir, entraron los chicos gritando, como locos.
-¿BLAS? ¿DÓNDE ESTÁS BLAS? ¿TIENES TÚ A BLAS, VERDAD?
-Lo primero, ¿os chutáis fairy o algo?
Ellos se rieron de mi ocurrencia.
-Ahora en serio, Blas no está aquí, se ha ido con Cris.
Ellos fueron a hablar.
-Pero no me ha dado explicaciones.
Ellos se miraron.
-Ah, vale.-dijeron mientras se sentaban en el sofá.
-¿Queréis algo más?-dije.
-Un croissant no estaría mal.-dijo Carlos.
-Tengo galletas, si quieres.-dije.
Él captó mi indirecta.
-Así estoy bien.
-Lo que realmente queríamos era a ver si quieres venir a dar una vuelta con nosotros.
Me lo pensé.
-Puff... No tengo nada mejor que hacer. Esperadme a que me vista.
Fui a mi habitación y miré mi armario.
No me gustaba nada de lo que tenía, así que fui al armario de Cris.
Ahí si que había algo que me gustase.
Me puse unos shorts, una camiseta y unas bailarinas.
Fui al baño, me maquillé un poco y me hice unas trenzas. Me recogí el flequillo y salí.
-¿Estás?-dijeron.
-Sí. Vamos.
Salimos de casa, y empezamos a hacer el idiota.
Vi a Pedro (recordemos que es el compañero de Cris) y pase de él, pero no él de mí.
-Oye.-me dijo.
-Dime Pedro.
-A tu amiguita Cris le dices que...
-¿Qué le tengo que decir a mi “amiguita Cris” eh, qué le tengo que decir?
-¿Sabes que el otro día me pego, no?
-Sí, y como no te vayas, te pegaré yo también.
-No te atreverás.
-¿Qué no?-dije con toda la chulería del mundo.
Me iba a lanzar encima de él, pero los chicos me cogieron.
Pedro se fue asustado.
Asustado, no volvió.
-Dios, que agresividad.-dijo David.
-No lo sabes tú bien.
-¿Eres así de por si o... lo has ido acumulando?-dijo Carlos.
-Nooooooooooooooooooooooooooooooo.-dije.-Es solo cuando me junto contigo.
-Uhhhhhhhhhhhhhhhh.
Cogí a Dani del brazo y nos pusimos a saltar como Heidi.
Era lo mismo que hicimos Cris y yo la noche del concierto.
Con ella casi me caigo, con Dani me caí.
-Decidido.-dijo.-No haré el idiota nunca más.
Al momento estábamos saltando otra vez.
Los chicos lo grababan en video y después nos lo enseñaron.
-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA-se reían.
-Dios.-dije con lágrimas en los ojos.-Dios, que bueno. JAJAJAJAJA
Seguimos nuestro camino, estábamos pasando por la iglesia cuando vimos, no muy lejos de nosotros, un par de puntos.
-Si me pagasen, diría que son Blas y Cris.-dije.
-Y aunque no te pagasen, lo ibas a decir igual.
Me reí mucho con eso.
Nos acercamos a ellos.
-Cris-
Salté las escaleras, pero me tropecé y me caí rodando dos escalones. 
No me importó, comprobé que seguía viva y salí corriendo del portal tropezándome con Carmen. Qué señora más oportuna, de verdad, siempre en medio.
Corrí, aunque no había prisa, iba bien de tiempo (no llegaban a ser y veinticinco) y el Starbucks estaba relativamente cerca.
Al llegar, me sorprendí al ver a Blas esperando ya en la puerta.
-¡Ey!-dije, deteniéndome a su lado.
-¡Hola! ¿Adónde ibas tan rápido?
-Creí que llegaba tarde.
-¿Te perdiste?
-Al final no.
Nos quedamos los dos mirándonos.
Él no sé por qué, yo intentaba recuperar el aliento perdido.
-Bueno...-dije, pasado un minuto sin que ninguno dijéramos nada-¿Y qué pasa con esos famosos abrazos tuyos? ¿Ya no los das? ¿O es que he llegado tarde?-dije mirando el reloj.
Él se rió y me abrazó.
-Tengo algo para ti-dijo, dándosela la vuelta y agachándose.
Eran dos Franpuchinnos.
-Oh, Dios mío, gracias. Qué bien me vais conociendo ya, ¿eh?
Reímos.
-Elige.
-Pues no sé... Ambos son iguales, qué más da uno que otro.
-Uno puede marcar la diferencia.
-¿Y el otro no? Este mismo-dije, cogiendo el de la izquierda.
Dimos un gran paseo mientras hablábamos (de tanto que andamos nos perdimos y tuve que usar el GPS del móvil para ubicarme).
-¿Sabes?-dije-Me da miedo.
-¿El qué?-dijo, visiblemente preocupado.
-El que nos volvamos a encontrar con niñas como las del Starbucks y fangilen. Eso me da mucho miedo.
Él se rió.
-Te acabarás acostumbrando, ya lo verás.
-¿Acaso puede alguien acostumbrarse a eso?
-Y si no te acostumbras, siempre puedes fotografiarlo.
Le miré mal y él se rió, ya que se refería a la niña esa que me indicó cómo sacar una foto.
-Venga, a ver, dime algo en francés.
-No sé.
-Eso sabes decirlo en francés.
Le saqué la lengua.
-Oh, vamos, algo más sabrás.
-Je t´aime-dije, sin pensar.
Luego me di cuenta de lo que dije.
-Bueno, esto... Ya sabes, ¿no? Todo el mundo saber decir te quiero en francés.
Él sonrió.
-Claro. Más.
-Cochon.
-¿Y por qué sabes decir cerdo?
-Es una larga historia...
-Creo que tengo tiempo para escucharla.
Mientras se la iba contando (que muy larga no era) nos dimos cuenta que unas cuantas chicas nos iban siguiendo (supongo que seguirían a Blas, no a mí, pero como yo iba con Blas...) Finalmente nos dieron caza.
Y ocurrió lo que más me temía.
-¿Puedes hacernos una foto? Sólo tienes que apretar aquí.
A Blas le entró la risa y todos se le quedaron mirando desconcertados, mientras yo asentía en silencio y cogía la cámara.
Me sorprendí al ver que había varios chicos que no había distinguido antes.
Tras la tortura, digo las fotos y un rato de hablar, le dejaron marchar a Blas (menos mal, yo ya estaba hurgando en mis bolsillos viendo cuánto dinero tenía para pagar su rescate, porque me lo habían secuestrado).
Mientras todo eso, yo me había entretenido viendo a una señora sentada en un banco dándole de comer a las palomas. Qué tópico.
-¿Nos vamos?-dijo Blas, dándome un golpecito en el hombro.
-Claro.
Y pusimos tierra de por medio entre el grupo fangileante y nosotros, no fuera a ser que se lo pensaran mejor y quisieran secuestrar a Blas un rato más.
-¿Tuviste miedo?
-Mucho. Sobre todo cuando el niño ese me dijo cómo hacer fotos. Tuve miedo por su vida, no por la mía, ya sabes.
Él se rió.
-Qué gente, de verdad. A ver cuándo se va a enterar el mundo que aquí sólo puedo secuestrar yo. Como diría la novia de Carlos, La Vieja el visillo "Pero te pido por favor que no secuestres ná... Que ya secuestro yo".
Blas se rió a más no poder.
-¿Pero Carlos no estaba con La Blasa?
-Ahí va... Bueno, qué más da, es la misma persona disfrazada...
Nos reímos y continuamos, hasta acabar de nuevo en el Retiro.
-¿Le llevamos un pato a Carlos?-dije, señalando uno-Seguro que le gustará.
Nos reímos los dos y acabamos sentados en el césped. (Yo estaba reventada tras la carrera de antes y tanto andar.)
Él estaba contándome sobre su vida antes de Auryn, su familia, sus amigos... De su vida, en general, ya que mientras veníamos, yo le había estado informando sobre la mía.
Todo esto vino por el comentario de ayer de Álvaro, que decía que nosotras de ellos sabíamos mucho, pero ellos de nosotras no.
-Me gustan tus ojos.-le dije, cuando él finalizó su relato.
No pude impedir decírselo. Era cierto.
A lo largo de toda mi vida había conocido a mucha gente y por lo tanto había visto diferentes tonalidades en sus ojos, pero Blas... Era diferente. Era un color que no había visto nunca hasta la fecha. Y era mi favorito sin duda.
Él sonrió y miró al suelo, aunque luego volvió a mirarme.
-Pues tenemos un problema, porque a mí me gustan los tuyos.
Le sonreí a mi vez.
-¿Y desde cuándo eso es un problema?
Rió.
-Pensé que ibas a decirme "Qué ojos tan... Ojos"
-Claro, como ayer con la barba, ¿no? Que por cierto, ¿qué has hecho con ella?
-Me afeité está mañana.
-¡No!-dije, agarrándole la cara-¡Haz que salga, haz que salga a mí me gustaba!
Nos dio la risa con aquella tontería y tardamos un rato en calmarnos.
-Es agradable hablar contigo sin que estés intentando matarte con Carlos todo el tiempo.
-Es él. Y ahora porque no está, que si no...
Me reí.
-¿Qué crees que estarán haciendo ahora?
-Llorar por mi ausencia.
-Jajajajaja ¿tú crees?
-Llámalos y lo compruebas. Habrán ido corriendo a tu casa, a buscarme allí, no me habrán encontrado, así que habrán salido con Sigrid.
-Bueno, así al menos Sigrid no se aburrirá, la pobre. No estoy acostumbrada a salir sin ella.
Blas miró el reloj.
-O quizá se han quedado en casa con ella. Vamos, te acompañaré y así vemos si están allí.
Se levantó con suma destreza y me tendió una mano.
-¿Te ayudo?
Le sonrió y acepté su mano.
-Por favor.
Me levantó y quedé pegada a su pecho.
Levanté la cabeza y le miré.
Y ahí estaban los ojos. Ese color que...
Nos dimos entonces cuenta que aún nos teníamos de la mano, así que nos soltamos, nos reímos y vimos un pato que corría no muy lejos de nosotros.
-Vámonos antes de que nos muerda-dije, empujando a Blas y haciendo que se riera.
Abandonamos el retiro y emprendimos el regreso a casa (ayudados por mi GPS. Bueno, yo quise que nos ayudara, pero Blas dijo que me fiara de él y su capacidad de orientación y yo me fié.)
-Me pregunto qué pensarán tus fangileantes de mí. Siempre te pillan conmigo.
-Vete a saber.
-Me interesa, por si la próxima vez tengo que salir a la calle vigilándome las espaldas, hay mucho loco suelto...
Se rió.
-Oh, vamos, no creo.
-Ojalá tuviera un perro protector. O un guardaespaldas.
-Sí o impresoras.
-¡Sí!
Mientras pasábamos por enfrente de una iglesia inquietante y debatíamos posibles opciones para mantenerme a salvo y segura de las fangileantes en el caso de que hiciera falta, distinguimos en la lejanía a cuatro chicos y una chica bastante más bajita y los reconocimos como los chicos.
Si los distinguimos, fue porque Carlos llevaba su inseparable sombrero en la cabeza y eso nos dio la pista definitiva.
Decidimos que estábamos cansados y que ellos estaban muy lejos, así que nos detuvimos práticamente en la puerta de la iglesa. A esperar a que vinieran ellos, por supuesto.
Sigrid y Dani iban cogidos del brazo, saltando de forma algo cómica, y a punto estuvieron de matarse.
Al final, nos alcanzaron.
-¡Pero si son los desaparecidos!-dijo Carlos, fingiendo sorpresa.
-Ey.
-Ya pensamos que habíamos perdido a Blas para siempre.
-Más quisieras tú-dijo este.
-¿Y a mí qué?-protesté.
-A ti es que ya te dábamos por perdida.
Le di un guantazo en el brazo, pero lo esquivó cual ninja, así que me lancé sobre él dispuesta a matarlo.
-¡Enfrente de la iglesia no!-dijo Sigrid, poniéndose en medio.
Sí o eso, o que no quería que Carlos se llevase un bofetón. Ya mencionamos antes que ella era una defensora de las causas perdidas (aunque ahora podríamos decir de las causas cabezonas).
-Bueno, vale, pues vamos a esa esquina-dije, señalándola.
Carlos y yo emprendimos el camino hacia allí pero Blas nos cogió a los dos.
-Vosotros no vais a ninguna parte que luego desaparecéis.
-¡Es ella!-dijo Carlos, acusándome.
-Oye disculpa pero sois vosotros. Tú-dije, señalándole-Fuiste el que dijiste dos veces que me fuera contigo a dar una vuelta y tú-dije, señalando a Blas-Fuiste el que hoy me llamaste para lo mismo. Por lo tanto, creo que sois vosotros y me debéis una disculpa.
Por supuesto, estaba exagerando con mi indignación, porque yo, de actriz, tenía talento. A veces Sigrid me preguntaba que por qué no estudiaba lo mismo que ella. ¿No se veía? Porque no me hacía falta. Talento natural.
-Jo, Blas, cómo la lías...
-¡Pero si has sido tú!
-Venga, dejadlo, no os matéis...-dije, viéndolo venir.
Acabamos todos perdonados (o medio perdonados, porque a Carlos aún le guardaba algo de rencor) y echamos a andar, alejándonos de esa iglesia.
Sigrid iba hablando muy entretenida con Dani y Álvaro sobre su profesor ese tan especial que les examinaba con representaciones, David, al cual le había dejado mi móvil, iba viendo las fotos que habíamos hecho Blas y yo (ya sabéis que yo si no hago fotos no soy persona), Blas iba comentando las fotos y medio hablando conmigo y Carlos no sabía a quién hablarle, pues Blas le ignoraba y se aburría, así que atacó a la persona más indefensa que vio.
A mí.
(Si ya le dije yo a Blas antes que necesitaba o un perro o un guardaespaldas o ambas cosas).
-Eh.
-Oh.
-Ah.
-Uh.
-I...
-¿Eres tonto o qué? ¿Qué quieres?
A él le dio la risa.
Vete a saber por qué.
-Nada, que me aburro y no sé qué hacer.
-Pues no hagas nada. Fácil, sencillo y barato.
-Prefiero hablarte. Así, si te mosqueas, me da la risa.
-¿Sabes? Estuve por traerte un pato. Para que lo tuvieras de mascota, se puede, mi madre tuvo uno de pequeña. Ahora me arrepiento de no haberlo cogido y mira que se lo dije a Blas.
Se rió.
-Antes nos hemos encontrado con tu amigo, el tal Pedro ese.
-Ah, ¿si? No es mi amigo. ¿Qué os dijo?
-Sigrid intentó matarle.
-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA. ¿De verdad?
-Sí. Yo no sabía que era así de agresiva.
-No es agresiva es... Sí lo es. El otro día me metió una paliza.
-Bromeas.
-Ya quisiera yo. Le dije que estábais en casa, vino corriendo al salón y estábais... Pero en foto, en la tele. Cogió la zapatilla, se tiró sobre mí y... Bueno, tardé más de media hora en levantarme del sillón.
-JAJAJAJAJAJAJAJAJA.
-¿Pero qué dijo para despertar su ira?
-Nada, sólo dijo que ella te dijera algo, pero no le dio tiempo a decir qué. Salió huyendo.
-Normal. Y más que huirá cuando me vea aparecer  a mí.
-¿Tú también eres agresiva?
-¿Quieres comprobarlo? Si quieres te hago una demostración.
-Mm, no, creo que no. Con lo de pisarme, me hago una idea.
-Ah, bueno.
-¿De verdad ibas a traerme un pato?
-¿Y por qué no? En el retiro hay demasiados. Si falta uno, nadie lo notaría.
-Pobre pato, no sé qué tal se llevaría con mis tres perros...
-¿Tienes tres perros? Jesús santo, ahora estarán marginados en Alicante...
Empezó a contarme la vida de sus perros.
Quizá nunca debí haberle seguido la corriente en la conversación.
-Carlos, ¿nunca te cansas de hablar?-preguntó Álvaro.
-Soy un ruido de fondo-dijo él.
-Ya, pero es que es constante. Para al menos para respirar.
-Blas y yo debatimos cómo podía hablar tanto sin ahogarse. Aún nos lo seguimos preguntando-dije yo.
-Se calla cuando come.
-Ni eso, David. Ha arrasado con mi nevera y ya te puedo asegurar yo que callado no estaba-dijo Dani.
Empezó entonces una batalla verbal contra Carlos, sólo porque el pobre pecaba de hablar demasiado.
Él miró a Sigrid, ya que era la que le solía defender siempre, pero parece ser que esta vez mi amiga no estaba por la labor.
¿Quién la entendía?
Yo era de las que lideraban la batalla, pero verle ahí, sólo e indefenso ante el peligro (volvemos de nuevo a exagerar, pues solo no estaba, estaba con nosotros y por peligro entiéndase nuestras réplicas) me reblandeció el alma (si es que yo tenía de eso).
-Bueno, ya dejadle. Yo soy una auténtica desastre y no tengo que pasar por esto.
Pero nada, me dieron gaitas fritas (es decir, me ignoraron salvajemente).
-¡MALDITA SEA, YA DÉJADLE EN PAZ!
Al gritar, pararon todos de hablar y se me quedaron mirando.
No porque hubiera gritado, no por supuesto, si no porque hubiera salido en defensa de Carlitos, cosa poco usual.
-Podía darle por matar personas, pero no, prefiere hablar. ¿Qué tiene de malo? Venga, ya parad.
Me miraron más raro aún por lo extraño de mi argumento defensivo, pero parece que les convenció, asintieron y nos olvidamos del tema, por lo que seguimos el camino a casa.
Camino en el cual Carlos no se separó de mí, ya que estaba "eternamente agradecido".
-Eh, no te flipes, no te defendí por ti, lo hice porque sino no se iban a callar y estoy cansada, así que quiero volver a casa. De hecho, yo estaba de acuerdo con lo que decían.
-Bueno, pero el caso es que lo hiciste.
-Eres de los míos, ¿recuerdas?-dije, señalándole el sombrero-No te iba a dejar tirado así como así. Como Sigrid.
-Yo creí que...
-Es una amiga traidora, Carlos. Vas a tener que aprender a vivir con ello. Yo lo he hecho. Nunca sabes por dónde te va a salir ni cómo te va a traicionar, pero lo hará. Siempre lo hace.
-¿Y tú no traicionas?
-Yo también, pero menos. A ver, dime cuándo te he traicionado yo a ti.
-Mm, me tiraste el sombrero a la piscina, me provocaste un ataque de risa en pleno concierto, juegas vilmente con mis sentimientos cuando hay chocolatinas de tu bolso de por medio mm...
-Ya Carlos, ya. Pero hoy he salido en tu defensa, ¿no? Pues eso compensa.
Tardamos en llegar a casa, ya que nos habíamos ido a tomar por saco con eso de andar (si ya decía yo que andar no podía ser bueno de ninguna manera...) y dijeron que ya se había hecho algo más tarde de lo normal, así que ya nos veríamos mañana (excusas, excusas, excusas).
-¡Y como os metáis con Carlos por el camino os pego!-dije, cuando nos despedimos.-Eso lo hacéis cuando yo esté delante y pueda participar.
-¡Será posible...!-dijo Carlos, víctima hoy de otra traición más.
Subimos Sigrid y yo a casa y la intercepté antes de que entrara a su cuarto.
-¿Qué ha pasado hoy?-pregunté.
-¿Qué?
-Que qué ha pasado hoy. Con Carlos. No has acudido a su rescate como sueles hacer.
-¿Y?
-Que me ha tocado a mí. ¿Sabes lo que ha supuesto eso para mí? Me paso la mayor parte del día pensando en darle con nuestro amado felpudo en la cara y hoy me toca salir en su defensa. Eso era tarea tuya. Tú le dijiste a él que le defenderías de esos burros, donde estoy incluida...
-Ya, lo sé. ¿Y tú cómo sabes eso?
-Joer, como que me lo ha dicho. Será que no habla el niño. Si se acordara, seguro que me contaría los nueve meses que pasó en la tripa de Encarni.
-¿Encarni?
-Su madre.
-¿Te dijo el nombre de su madr...?
-Habla mucho, ya te lo dije.
Nos reímos las dos y, cuando paramos, nos quedamos mirando.
-¿Por qué?-le pregunté.
-No lo sé.
Suspiré y me apoyé en la pared.
-¿Qué nos está pasando?-pregunté, aunque sabía que mi amiga no podría darme una respuesta.
-No lo sé.
-Hoy estás que no sabes nada.
-Y tú nunca sabes nada, así que chst.
-Oye que te doy la paliza de antes que no le pude dar a Carlos, eh.
-Venga.
-Nah, estoy cansada. Mañana recuérdamelo.
Ella se rió.
No me lo recordaría, lo sé.
-¿Y qué tal con Blas?-preguntó.
-¡Oh, muy bien! Me lo pasé muy bien. ¿Sabes? Dijo que le gustaban mis ojos.
-¿Y tú qué le dijiste?
-Bueno, yo primero dije que me gustaban los suyos. Y él dijo "Pues tenemos un problema, porque a mí me gustan los tuyos" y yo dije que desde cuándo eso era un problema.
-¿Y?
-Y se afeitó esta mañana y yo le dije que no, que eso mal, que a mí la barba suya me gusta.
-Ya lo comprobamos ayer. ¿Qué más?
Y le conté aquella tarde.
Mientras ella hacía la cena yo me puse a coger los libros de Ghostgirl y a leer las frases y reflexiones que había en ellos, ya que aquel fragmento que cogí me había encantado y quería buscar más. Para ello, no podía esperar a terminarme los libros. De todas maneras, esta era ya la cuarta vez que me los leía.
En el tercero, "Loca por amor", di con algo que me interesó.
"But the thoughts we try to deny
Take a toll upon our lives
We struggle on in depths of pride
Tangled up in single minds".
[Pero los pensamientos que intentamos negar
Pasan factura a nuestras vidas.
Avanzando penosamente en abismos de orgullo
atrapados en mentes únicas]
¡Sí! Este era perfecto.
Lo copié en una hoja y, de nuevo, lo pegué en la pared, aunque intenté ponerlo en algún sitio escondido de los ojos de Carlos.
Iba ya a cerrar el libro, cansada, cuando le di un codazo, tirándolo de la mesa y haciendo que cayera sobre mi pie. Tras soportar un dolor mortal, ya que pensé que moriría (si no exagero no soy yo) cogí el libro del suelo y leí la reflexión por la cual se había abierto.
"Todos caemos:
Se dice que caes en las redes del amor por algo. Como una piel de plátano de una de esas películas mudas, el amor puede hacerte resbalar y caer de culo cuando menos te lo esperas. Entonces, o bien te levantas de un salto, impertérrito, o bien te quedas paralizado. Sea como fuere, ya siempre llevarás ese recuerdo contigo. El futuro dirá si es una pequeña cicatriz o una lesión permanente lo que deja".
Pensé que tenía razón, así que también lo copié y lo pegué en la pared en el mismo instante en el que Sigrid me llamaba a voces.
-¡Comida, comida, comida!-dije, yendo corriendo al salón.
-No, teléfono-dijo ella, tendiéndomelo.
-Maldita sea. ¿Y cena cuándo?
-Ahora.
-Mm, vale. ¿Si?
-¡Hija mía! Ya no quieres a tu madre, no me llamas...
-Jo, mamá, no te hagas la víctima, es que se me olvida.
-Claro, qué excusa.
-Bueno, ¿qué pasa?
-¿Dónde habéis estado esta tarde? Llamé, pero no estábais.
-¿No pudiste llamarme al móvil?
-Ay, hija, es que no entiendo estas tecnologías...
-Bueno, no importa, ¿qué pasa?
-Ah, no, primero dime dónde estábais.
Madres controladoras. Seguro que o bien tienes una o conoces a alguien que la tiene.
-Sigrid salió con una inmensa mayoría de Auryn y yo me fui con Blas.
-¿Quién es Blas?
-Blas es Blas, mamá, de la banda, esos chicos que te dije que conocimos en París. ¿Ya no te acuerdas?
-Ah, sí, los Aurín esos.
-NO, MAMÁ, AURYN.
-¿Ese es con el que te fuiste por la noche?
-No, ese era Carlos. Bueno, que no importa, ¿qué pasa?
-¿Recuerdas que te dije que tenía una sorpresa para ti?
-Emm... No.
-Bueno, pues ahora tengo dos.
-¡Bien! No sé por qué, pero ¡bien!
-Te llamé esta tarde para que te pasaras, pero nada, no te pude coger en casa.
-Ya.
-Tu padre y yo, después de mucho hablarlo, hemos decidido darte mi coche. Sí, vale, sabemos que no es un último modelo, pero así al menos...
-¡No importa mamá! ¡Es genial! Verás cuando se lo diga a Sigrid. Oh, gracias mamá.
-Y luego, ¿recuerdas lo mucho que decías que querías un perro?
-Sí, lo recuerdo. Dijistéis que me comprásteis uno y luego era de peluche. No tuvo gracia.
Ella se rió al recordarlo.
-¿Te acuerdas de Alicia?
-¿Tu amiga?
-Exacto. Está buscando casa para uno de sus pastores alemanes. Dijo que si yo quería uno, pero ya sabes, así que pensé en ti.
No podía creermelo.
¿Coche y perro? ¿El mismo día? Iba a morir.
Creo que Carlos tenía razón con eso de la suerte de Auryn. La próxima vez que quedáramos, iríamos juntos a echar la lotería.
-¡Sí! ¡Lo queremos, lo queremos, lo queremos!
-¡Lo sabía! Pues aquí está, mira, saluda.
El perro, si de verdad estaba allí, no dijo ni mu.
-Es que es tímido-intentó excusarle mi madre.
-¿Y cómo se llama?
-Pluto, pero cuando empieces a llamarle por otro nombre se acostumbrará al nuevo.
-Sí, porque Dios, pobre chucho con ese nombre... ¿Edad?
-Rondará el año y medio, o los dos.
-Iremos mañana a por él. Dios, a Sigrid le va a dar algo.
Después de un rato más, colgué y fui corriendo hacia Sigrid.
La cogí de los hombros y la zarandeé.
-COCHE, PLUTO, ES DE MI MADRE Y NO ES NUEVO PERO ES PASTOR ALEMÁN Y LADRA Y AHORA ES NUESTRO Y...
-No me entero de nada.
-Que mi madre me da su viejo coche y vamos a tener un pastor alemán de dos años llamado Pluto pero que le cambiemos el nombre.
-¿DE VERDAD?
-DE LA BUENA.
Empezamos a cantar y a bailar por toda la casa, hasta que me entró más hambre y cenamos.
-¿Tanto tiempo para unos huevos fritos?
-Vete por ahí, anda.
-Para no defender a Carlos, le robas sus frases. Pobrecillo, colega.
Hablamos con los chicos un rato por el grupo (todo empezó porque yo pregunté si se habían metido con Carlos y ellos dijeron que un poquillo, pero nada, sólo para hacerle de rabiar) y quedamos en casa por la tarde, al día siguiente, para presentarle a alguien muy especial.
"¿No habreís adoptado un pato?" tanteó Carlos.
"¿Cómo lo sabes? :o" dije yo, y todos nos reímos.
Por la mañana, aunque raras, Sigrid y yo estábamos más animadas.
No era para menos. ¡Un chucho en casa! ¡Nuestro! ¡Alguien al que no tendría que hacerle la comida porque ya viene hecha! Un regalo del cielo.
-Sigrid, ¿y si se mea en el felpudo?-dije yo, sufriendo por esa idea.
-Así Carlos no se lo lleva.
Lo que me estuve riendo no tiene nombre.
Se nos pasó muy lento el día universitario, pero a ver, nosotras no controlábamos el tiempo, que más quisiéramos.
Fuimos a casa a comer y después fuimos corriendo (sí, yo también corrí) hasta la estación y ala, rumbo a Torrejón de Ardoz.
Estábamos prácticamente a punto de llegar cuando vimos un niño, de unos ocho o nueve años, que miraba muy entretenido por la ventana y canturreaba. Parecía ser que iba con su madre, que se había dormido en la silla.
De repente, el niño se puso a cantar más alto.
-AURYYYYYYYYYN, AURYYYYYYYYYN.
Sigrid y yo nos miramos, nos reímos y saqué el móvil para grabar al niño, cantando Auryn.
Después, se lo enviamos por WA a los chicos.
"Mirad qué nos hemos encontrado en el tren"
Su respuesta fue inmediata.
"JAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA"
"Adoptad a ese niño"
"Y un cuerno, Carlos" le dijo Sigrid.
"Mejor que un pato..."
Bajamos del tren y corrimos hacia mi casa.
-Mira Sigrid, algún día, ese coche será mío...-dijo, señalando al coche de mi madre.
-Ese día ha llegado Cris, ese día ha llegado.
Subimos a mi casa corriendo, repartimos saludos y vimos al perro.
Era tan cuquis que nos enamoramos de él al instante. (Por supuesto, no era amor, amor, ya me entendéis...)
Mientras Sigrid jugaba con el chucho, mi madre me estuvo dando una charla sobre el coche.
-¿Y cómo lo vamos a llamar?-dijo Sigrid.
Por supuesto, el nombre de Pluto nos horrorizaba a las dos.
-Salchiperro, Rex, Tobi, Peter... Yo qué sé, no se me dan bien los nombres.
-Ya veo, ya.
-¡Mamá! ¿Tienes algo de chocolate? Me apetece.
-¿Qué hija?
-¡Chocolate!
El perro ladró, abandonó a Sigrid en el suelo y se tiró sobre mí.
Aunque aún era pequeño, su tamaño era bastante grande y casi muero aplastada.
-Creo que le ha gustado ese nombre.-dijo Sigrid.
-¿Chocolate?
El perro volvió a ladrar.
-Pues mejor que Pluto... Lo llamamos Chocolate.
-Pues entonces verás con Carlos.
-JAJAJAJAJAJAJAJA.
Tras comer chocolate y que mamá nos diera para el camino, nos metimos en el coche.
Sigrid se sentó atrás con Chocolate (ahora debería acostumbrarse a llamarse así) y yo, no quedó otra, me tocó conducir.
-Tenemos que comprarle un collar y eso.-dijo mi amiga.
-Sí. Suerte que mi madre nos ha dado un cuenco y algo de comida.
-Y también una cama.
-Lo que quieras.
-Y sus champoos y chuches y...
-No si al final el perro va a vivir mejor que yo.-dije, y nos reímos.
Aparqué con suerte (la de Auryn. ¿Quién necesita tréboles de cuatro hojas teniendo a esos cinco niños por amigos?) y subimos a casa.
Dejamos a Chocolate que investigara su nueva casa.
Se le vio feliz, corriendo por ella.
-¡SUELTA MI CONVERSE, PERRO DEL DEMONIO!
-Cris, sólo quería jugar con ella.
-Que juege con tus Vans, no te digo.
-De eso nada.
Se subió a los sillones, pisó el mando y encendió la tele, exploró nuestras habitaciones, corrió por la cocina y finalmente se tumbó en el suelo del salón.
-Bueno, parece que se ha hecho un Tour guiado por la casa él mismo.-dije.
-Sí. ¿Cuándo vienen los niños?
Miré el reloj.
-En breves. Vamos a sacar las cosas de Choco que mi madre nos ha dado.
-Vamos, pues.
-¡Chocolate, ven! Vamos a darte un poco de agua.
El chucho, que parecía que agradecía que le hubiésemos cambiado el nombre, nos siguió a la cocina.
Le eché agua en su cuenco mientras Sigrid se encargaba de guardar su comida y demás.
-¿Quién es el perro más guapo del mundo, eh? ¿Quién? ¿Tú? ¡Sí, tú!
-Cris me das miedo.
-¿Sabes? Creo que este perro me ha despertado mi instinto maternal.
-¿Pero tú tienes de eso?
-Ahora creo que sí, no sé.
Nos llegó un WA del grupo.
Carlos decía "Mirad dónde estoy", junto con una foto.
Era una foto de él sobre nuestro felpudo.
-¿Cómo se atreve? Choco, ahora cuando veas a un rubio entrar, atacas.
-¡No lo hagas Chocolate!- le prohibió Sigrid-Cris, no le enseñes esas cosas al perro.
Chocolate nos miró, dividido.
-Sigrid, es mi hijo, tiene que aprender a defenderme.
-Tú espera aquí con él y luego lo sacas al salón, yo iré a abrirles.
-Vale.
Les oí hablar y tal mientras iban al salón.
-¿Y Cris?
-¿Ya se perdió otra vez? Y luego dice que no, pero siempre está perdida... A ver, ¿faltamos alguno de nosotros? Ah, no, se perdió sola esta vez.
-CARLOS CÁLLATE LA BOCA.-dije.
-Ah, está en la cocina.
Todos se rieron.
Cuando di por sentado que todos estaban en el salón, salí con el perro.
Antes de que pudiera hacer las presentaciones, Carlos gritó de emoción y se tiró al suelo a juguetear con Chocolate.
Este, en vez de atacarle como yo bien le dije, se puso a rodar por el suelo con Carlos.
Ten hijos para esto.
-Bueno, pues... Eso, ahora tenemos perro.
-Y coche.-recalcó Sigrid.
-Sí, hemos adoptado perro y coche en un mismo día.
Todos se pusieron a  decir que qué bonito, que no sé qué, que por qué Carlos lo acaparaba todo para él...
-Se llama Chocolate-informé.
Todos se rieron y a Carlos casi le da algo.
-¿De verdad? ¿Y por qué?
-Estábamos en casa de Cris, recogiendo al perro, ella le preguntó a su madre si tenía chocolate y el perro se tiró contra ella... Así que le bautizamos así.
-Así que Carlos, como encuentre un solo mordisco en el perro iré a por ti-dije, amenazándole con el mando de la tele.
-Vale, lo recordaré.
Parece ser que Chocolate se enteró de esto, huyó despavorido (quizá fuera porque Dani fue a la cocina y quiso ver si le caía algo de comer) y Carlos se lanzó a perseguirle.
-¡Chocolate! ¡Ven aquí!
-Jo Carlos, ahora decir que persigues el chocolate tiene su lógica, ¿eh?
-Tú calla, Dani.
Al final, Choco fue el que cazó a Carlos y, como premio, le chupó toda la cara de un lenguetazo.
Nos reímos mortalmente porque incluso le dejó el flequillo, babeado, hacia arriba.
-Ah, Dios mío.
Sigrid le dio algo para que se limpiara y se fue a peinarse al baño, pero al rato ya estaba de nuevo jugando con Chocolate.
-¿Sabes, Carlos? Te veo con futuro como César Millán.-le dije.
-JAJAJA.
Dani al final nos convenció para jugar a Slender, pero con Carlos y el perro, uno ladrando y el otro hablando, no había ambiente, así que les dejé que se fueran a mi habitación y yo me quedé con Chocolate y Carlos en el salón (para velar por la seguridad de mi perro, más que nada).
-Parace que te ha caído bien Choco.-le dije.
-Sí, mucho. Mejor que tú.
-Eres un...
-¡Era broma!-dijo, riéndose.-¿A qué hora tiene que salir?
-Y yo qué sé. Soy su madre, no su reloj biológico, hay cosas que no sé.
-¿Su madre?
-Sí, es que Choco me ha despertado mi instinto materal, entonces es mi hijo. ¿Algo que decir?
-Que quiero sacarlo.
-Pues... Vale, voy contigo. Avisaré a estos.
-¿Tiene correa?
-Ahora te la doy, no te pongas nervioso.
Fui a la cocina y busqué en la bolsa la correa del chucho que mamá nos dio. Esta madre mía, siempre estaba en todo.
Se la di a Carlos y le dejé ahí, intentando ponérsela, mientras yo iba a mi cuarto.
-Eh, chicos.-Me quedé un poco rota, porque estaba todos sentados en mi cama, con el ordenador sobre las piernas de Dani y habían bajado las persianas-Que... Carlos y yo vamos a sacar a Choco, ¿vale?
-¡Sí, vale, cierra, que entra luz!
-¡Esperad, que voy con vosotros!
-Eso, Blas, que ya nos los conocemos. Luego no aparecen por ninguna parte.
-Sois tontos pero os quiero-les dije.
Blas y yo fuimos al hall, donde Carlos y Choco esperaban, este último sentado en el suelo con la correa puesta.
-Te repito que tienes madera de César Millán.
-Lo sé.
Salimos a la calle.
Carlos iba el primero, y él llevaba al perro.
Blas y yo íbamos detrás, como si fuéramos sus guardaespaldas.
Nos reímos porque Carlos se lo pasaba genial paseando al perro.
-Oye Carlos, si tanto te gusta, vente a sacarlo más veces.
-Te da pereza, ¿verdad?
-Cómo me conoces.
Les acabé conduciendo a un parquecito cercano donde admitían perros y Carlos se puso como loco, me dio la correa y se puso a jugar con Chocolate a correr por ahí y vete a saber.
-Está loco-le dije a Blas mientras veía a Carlos perseguido por Choco.
-¿Y ahora te das cuenta?
Los dos nos reímos.
-Creo que le ha hecho a él más ilusión el perro que a vosotros.
-Oh, es muy posible. Ya me comentó que le gustaban mucho.
Nos tronchábamos de risa cuando Carlos encontró un palo y, en lugar de tirarlo y esparar que Chocolate se lo trajera, echaban los dos a correr en una especie de carrera por ver quién cogía el palo.
En una de esas veces, lo tiró entre unos arbustos y los dos, tanto Choco, como Carlos se tiraron de cabeza en ellos por el palo.
No podía parar de reírme.
-Me lo pasé ayer muy bien, de verdad. ¿Crees que podríamos repetirlo otro día?-le dije a Blas.
-Oh, sí, claro. Cuando quieras.
-O más bien cuando puedas tú, ¿no crees? No soy yo quién tiene que grabar un nuevo album. ¡Eh! ¡Ya te está volviendo a salir!-dije, pasando mi mano por su cara.
-Sí, no me dura mucho.
-No importa, a mí me gusta. Como tus ojos.
-Y a mí los tuyos.
-Vaya problema que tenemos, ¿eh?-dije, sonriéndole.
Él me sonrió a su vez y, entonces, no sé bien qué pasó.
Mi mano, la que aún tenía en su mejilla, avanzó hasta que mi brazo quedó tras su cuello, su brazo abarcó mi cintura y ambos nos lanzamos hacia delante a la vez, sincronizados, para que nuestros labios se juntaran.
Con la otra mano, la que me quedaba libre, le tomé de la cara, atrayéndolo más hacia mí, mientras él me estrechaba, con ayuda del brazo que me rodeaba, contra él.
Quería parar, deternerme, coger aire, separarme. Darle un minuto a mi corazón, el cual se sacudía como un pájaro encerrado en una jaula, para poder reponerse y luego seguir así. Una y otra vez.
Pero otra parte de mí no quería detener aquel momento y era mucho más fuerte que la otra.
-¡Lo tengo!-dijo Carlos, saliendo con el palo en la mano del arbusto.



¡Hola! Aquí @CrisSombrerita con el 15. No sé muy bien qué opinaréis de esto así que, ¿qué tal si me lo decís? :)

jueves, 28 de marzo de 2013

Capítulo 14: Compras peligrosas.

-Sigrid-
Bajamos al supermercado. (Con los chicos también, en casa los íbamos a dejar, que luego, nos encontrábamos sin felpudo).
-Venga, coged un carro.-dije.
-Si, mamá.-dijo Carlos.
-JAJAJAAAAAAAAAAAAAJAJAJAJA
Esa fue Cris.
Fuimos por los enormes pasillos del Mercadona, que tanto amaba, (yo sí, Cris no porque se perdía).
-¿Podemos coger eso?-dijo Cris, señalando a unos cereales de ositos de chocolate.
Por si no lo dije antes, Cris amaba el chocolate.
-No Cris, tienes en casa.
-Ya no tengo...-dijo ella.
-¿Cómo que “ya no tengo”? ¿Qué quieres decir con eso?
Ella me miraba.
-¿Te lo has comido a escondidas?
-Es que no lo escondes bien...-se justificó ella.
-¿Le escondes los ositos de chocolate?-dijo Blas.
-Eso intento.-dije.-Cada vez que compró los tengo que esconder en un sitio diferente, pero siempre me los encuentra...
-Con Carlos es así también.-dijo Dani.
-Si, cada vez que compramos tabletas de chocolate, las escondemos, pero casi nunca nos las encuentra.
-Que suerte, debéis esconderlas bien...
Dani llevaba el carro, porque, mientras hablábamos, nos habíamos metido por bastantes pasillos en los que no habíamos cogido absolutamente nada.
-¿Entonces puedo coger el chocolate?-dijo Cris.
-Coge, por favor, por faaaaaaaaaaaaaaaa.-dijo Carlos.
Ya sabiendo lo del chocolate y Carlos, su famosa relación con éste, cogí unas tabletas.
-¡O SEA, QUE TE LAS PIDE CARLOS Y SE LAS DAS Y TE LAS PIDO YO Y NO!
-Las voy a seguir escondiendo igual, si es por eso por lo que gritas. Os daré dos filas de chocolate a cada uno, hasta que dure.
-Joooooooooo.
Estaba delante, cogiendo cosas y metiéndolas al carro, vamos, lo necesario, cuando oí que Cris se quejaba.
-¡AU!
-¿Qué coñ...?
Me callé cuando vi porque se había echo daño.
Miré a David, que era el que llevaba el carro ahora.
Cris estaba sentada en la cosa rara de los carros en las que se ponen los bebés y, claro, al lanzar yo las patatas fritas, le había dado a ella.
-¿Qué querías que hiciese?-me dijo David.
-¿Decirla que se bajase? Bah, ya da igual, estoy acostumbrada.
-¿Sí?-me dijo Carlos.
-Oh, y tanto que sí. Antes lo hacía mucho, pero después la dije que tenía ya una edad y que no podía hacer ciertas cosas.
-Oh.
Éramos cinco chicos y dos chicas y la gente nos miraba.
Creo que mas que a nosotros miraban a Cris, por lo del carro.
En un momento, me giré a coger un par de cosas, y cuando me giré, Cris no estaba.
-Dónde. Esta. Cris.-dije.
-¿Qué pasa ahora, Sigrid?-dijo Blas, girándose.
Estaban todos girados al contra del carro, así como dato.
-¿DÓNDE ESTA?-gritaron todos, asustando a una dependienta que había por ahí.
Fuimos en su busca.
Bueno, Blas fue más rápido que los demás.
Me dijeron que era muy atlético, pero no me lo creía.
Al rato, me llego un WA. (A mí y a los demás)
“Cris esta conmigo, en la zona de las frutas” nos dijo eso Blas.
Nos encontramos en esa zona justo cuando Cris era alejada de la fruta a fuerza de Blas.
Dios, ese niño tenía demasiada fuerza.
Pasó una cosa en el super que debe ser mencionada.
Yendo hacía la caja, porque ya teníamos todo lo que necesitábamos y una señora se nos quedó mirando a mi y a Carlos (es que se turnaban el carro, porque se cansaban)
-¿No es un poco grande vuestra hija para ir en el carro?
Carlos y yo nos miramos, flipando vamos.
-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA-se rieron los demás.
-No es nuestra hija, ni si quiera un matrimonio, somos amigos que hemos venido a comprar.-dije.
Los demás no hacían más que reírse.
-Además,-proseguí.-en el caso de que fuese mi hija, ¿qué más le da a usted que vaya en el carro? ¿Le ha hecho algo, le ha pegado o gritado? ¿No, verdad? Pues eso.
La señora se fue refunfuñando, de cómo podía haber una juventud así, tan maleducada.
Pero que me daba igual, sinceramente.
-Guau, pobre señora.
-De pobre nada, Álvaro.
-JAJAJAJAJAJAJA-se rieron los demás.
Salimos del supermercado, aún riéndonos del tema de la señora.
Fuimos a casa, comentando la relación entre Cris y el chocolate y Carlos y el chocolate.
Interesantísimo, vamos.
Llegamos a casa, (llevando yo y Blas las bolsas. Los demás eran unos vagos y dijeron “qué eso ellos no lo hacían”)
-¿Dónde quedaron esos “hombres hechos y derechos” de París?
-Se los comió Carlos.-comentó Cris.
-JAAAAAAAAAAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.
-Ya estamos... siempre yo, siempre yo.-dijo el aludido.
Fuimos en el ascensor, y la tontería con la cabeza de Carlos (por parte de Cris) comenzó.
-Carlos, cuidado.
-¿Qué? ¿Por qué?-dijo éste, asustado.
-Porque igual no te entra la cabeza en el ascensor.
-JAAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Eso fue cruel, pero incluso Carlos se rió.
Ya en casa, empecé a guardar las cosas.
Guardé todo... excepto el chocolate.
-¿¡DÓNDE ESTA EL CHOCOLATE!?
Fui al salón, que era donde estaban Cris y Carlos.
Estaban comiendo el chocolate.
-¡Dadme el chocolate!
Empezaron a correr por la casa, conmigo detrás.
-Si es que siempre son los mismos, lo que yo os diga.-dijo Dani.
Al final les conseguí atrapar, tirándome encima de ellos.
-Y no tendréis chocolate hasta que a mi me de la gana.
Ellos se echaron en el sofá, haciendo pucheros.
Me daba igual.
Me fui a mi habitación, la cual estaba llena de frases o proverbios.
En clase de artes, en el libro ponía una frase que me había gustado:
“La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad.”
Lo puse en la pared.
Me gustaba porque me sentía identificada.
“La amistad” era Cris en persona, te alegraba cuando estabas triste y te quitaba todo el peso de encima que te molestaba.
Luego estaban los chicos, ellos te alegraban solo con verles.
De repente se abrió la puerta y me asusté tanto que me caí de la cama.
-Pero mujer, no te mates.
-No, Carlos, tranquilo. Si me muero, ¿quién te defiende de esos burros?
Ambos reímos.
-¿Querías algo?-pregunté.
-Si, que quieren que vayas para ver que hacemos esta tarde-noche.
-Oh, voy.
Fuimos al salón, para ver que querían.
-¿Qué hacemos hoy?-dijo Blas.
-Tú estudiar.-le dije a Cris.-Que tienes examen de francés.
-¿Qué? ¡Eso no es verdad!
-Lo sé, era por hacerte rabiar.
Me pegó una colleja.
Los chicos se reían de la estúpida situación.
-Ya... claro.-dijo David.
-¿Sois así siempre?-dijo Blas.
-Casi siempre si.
-Habíamos pensado...-empezó Álvaro.
-No pienses que me acojonas.-salté yo.
-JAJAJAJAJAJAJAJAJA
-Habíamos pensado.-se paró un momento, a ver si yo decía algo.-Habíamos pensado que podíamos ir a mi casa.-dijo Dani.
-Oh.-dijo Cris.-Guay.
-Si, vale.
-Allí por lo menos no habrá razones para las que alguien-dijo recalcando el alguien.-revelé mis secretos.
-JAAAAAAAAAAAAAAAAAJAJAJAJA.
Todos aceptamos la idea de Dani, que era muy buena.
-¡Pero la he pensado yo!-saltó Carlos.
-Que vas a saber pensar tú...-le dijo Cris.
Todos nos reímos de eso.
Nos montamos en el metro.
Carlos y yo no hacíamos más que el idiota, molestando a todo el que podíamos.
El caso es que Cris estaba hablando con Dani de no sé que cosa, pero se veía interesante, así que Carlos y yo nos levantamos de nuestros asientos y nos sentamos en el suelo, justo delante de ellos.
Ellos se percataron de nuestra presencia y, cada vez que intentaban hablar, no podían porque les incomodaba nuestra mirada. (Y nuestra presencia, que yo lo sé)
Así que nos pusimos a hablar los cuatro.
-Y fue bueno cuando Sigrid y yo nos conocimos.-dijo Cris riéndose.
-Es verdad.-dijo Blas. (Todos habían venido ya)-Nunca nos habéis contado como os conocisteis.
-Vosotras sabéis de nosotros pero... no nosotros de vosotras.-dijo Álvaro.
-Bueno,-dije.-pues os lo contamos ahora.
Ellos se pusieron alrededor de nosotras.
-Teníamos tres años.-dijo Cris.-Era una tarde bastante calurosa, todo el mundo estaba con sus madres y sus padres en el parque. Yo era una niña muy cabezona y me bajé al parque los cubos pero tenía un problema... se me habían olvidado las palas en casa.
Los chicos se rieron, incluso yo.
-Entonces vi a una niña en el arenero, con unas palas, pero sin cubos... Entonces pensé “A ella se le han olvidado las palas” y me acerqué a ella.
Los chicos nos miraban interesados.
-Ahora sigue contando tú, Sigrid, que me he cansado.
-JAJAJAJAAAAAAJAJAJAJA-se rieron los chicos.
-Vaaaaaaaaaaaaaaaaale. Bueno, el caso, es que cuando Cris se acercó a mi, la miré durante unos segundos y me acerqué las palas a mi, porque eran mías.-dije recalcando el mías.-Y no me las iba a quitar nadie. Comprenderme, era mi primera semana en Madrid y mi primer día de parque, jo.
-Espera, espera.-dijo Carlos.-¿No eres de Madrid?
-No, claro que no.-dije.-Soy de La Rioja.
-Nunca he estado allí.-dijo Dani.
-Es precioso.-dijo Cris.
Yo me la quedé mirando.
-Pero si nunca has ido.
-Ya, pero he buscado muchas veces fotos.
-Ella tiene suerte.-dije.-Tiene a su madre aquí y la puede ver cuando quiera, en cambio, mi madre se fue a La Rioja de vuelta hace mucho.
-Si, la dejó con mi madre, porque eran buenas amigas. Pero bueno, continua la historia.
-Eso, jo.-dije, haciendo que todos se rieran.-Cris se acercó a mi y me dijo “¿Podemos jugar juntas? Es que no tengo palas...” y bueno... eso. Se nos pasó la tarde volando, y ninguna nos queríamos ir. Desde ese día, nunca nos separamos y nuestras madres hablan siempre.
-Sep.-dijo Cris.
-Dios, que bonito.-dijo Álvaro haciendo que lloraba en el hombro de Carlos.
-Es muy emotivo.-aclaro David.
-Ya veo, ya.-dijimos Cris y yo a la vez.
Todavía faltaba un cacho de trayecto, pero, ¿qué mas daba? Se podían hacer muchas cosas.
Yo me agarré a la pierna de Blas, haciendo que este se asustase y corriese por todo el metro.
-Que juventud esta...-dijo un abuelo.-No se saben comportar en ningún lado...
-O igual es que usted es muy soso...-dije.
-¿Dijo usted algo, señorita?
-¿Yo? Dios me libre.
Todos nos reímos de eso.
Después de varias chorradas más (que no contaré, no habría tiempo) llegamos por fin a casa de Dani. (Después de una larga caminata)
-Pasad.-dijo.
-Oh, tienes el felpudo.-dijo Cris, mirando a Carlos.
-Si JAJAJA
Entramos a su casa, la cuál era muy, pero que muy grande. (Quizás este exagerando)
-¿Tienes comida?-dijo Carlos.
-No, me como los mocos, no te fastidia.-dijo Dani.
Todos nos reímos de eso.
Nos hizo un tour guiado por la casa (como lo hicimos nosotras)
Pasamos por delante de la cocina.
-Esta es la cocina.-dijo Dani.
Fuimos un poco más adelante.
-Un baño.
Y en el pasillo, tres habitaciones.
-Y estas las habitaciones.
Vi una que estaba bastante demasiado desordenada.
-Esta es de Carlos, seguro vamos.
-¿Cómo lo sabes?-dijo David.
-Por los sombreros-dije señalándolos.-y por el desorden.
-¡EH!-se quejó Carlos.
-Estate orgulloso, eres casi tan desordenado como Cris.
-¡EH!
-Y pensáis igual, perfecto.
-¡EH!-dijeron a la vez.
Fuimos a la cocina, pero perdimos a Blas y a Cris.
Cogimos patatas, palomitas, chocolate...
-Me vais a pagar la comida del resto de la semana.
Nos reímos bastante rato del comentario de Dani.
Nos sentamos en el sofá, dónde estaban Cris y Blas.
-Pensaba que os habíais perdido.-dije.
-No nos perderás tan rápido de vista.-dijo Blas.
Estuvimos viendo la tele, una peli de miedo.
Decían que era de miedo, pero más que miedo, yo sentía asco.
En cambio los chicos eran unos miedícas, a la mínima saltaban del susto.
Cuando acabo la peli, en la que Cris y yo estábamos tan tranquilas mientras los chicos estaban muertos de miedo.
-Que barba más... barba.-dijo Cris tocando la barba de Blas.
Todos nos la quedamos mirando.
-¿Gracias?
-JAAAAAAAAAAAAAAAAAJAJAJAJAJA
Nos estuvimos riendo un rato, pero les dimos la mala noticia de que nos teníamos que ir.
-Jooooooooooooooooooooooooo. Pero, ¿por qué?
-Pues porque mañana tenemos uni Álvaro.
Nos despedimos de ellos (¡Tardamos 10 minutos en ello!)
Nos fuimos al metro y nos montamos, esta vez sin hacer ninguna tontería, porque los chicos no estaban y sino, no tenía sentido.
Nos bajamos del metro y salimos a la calle, pero, desafortunadamente, estaba lloviendo.
-Mierda, y yo sin capucha ni paraguas.
Después de decir eso, vi como Cris se estaba poniendo la capucha.
-¿Cómo es que llevas capucha tú, Cris?
-El hombre del tiempo dijo que llovería.
-¡Pero si nunca crees en el hombre del tiempo!-protesté.
Ella se encogió de hombros.
Fuimos lo más rápido posible a casa y cuando llegamos al portal, Cris no hacía mas que reírse de mí.
-No te rías, que esto es culpa tuya.-dije.
Subimos a casa. (Estábamos hambrientas y yo, a parte de eso, empapada)
-Cómo te sigas riendo me sé de una que se va a tener que hacer la cena.-dije.
-¿Quieres que queme la casa?-me dijo mi amiga.
Yo la miré.
-No, mejor hago yo la cena, que no importa.
Ella se quedó riendo en el sofá.
Yo fui a mi habitación, a ponerme algo que no estuviese mojado (y fuese algo más cómodo)
Cuando terminé de vestirme, fui a la cocina, a hacer la cena.
No me apetecía hacer mucho, así que hice... un sándwich.
A ver, hambre había, pero también había vagueza, y yo de esa tenía mucha.
Llevé al salón los sándwiches con un par de vasos de coca-cola.
-Cris, la cena ya está.-dije desganada.
-¿Qué te pasa? ¿Sigues enfadada?-dijo preocupada.
-¿De verdad crees que si estuviese enfadada te haría la cena?
-Tienes razón. Igual te pasa algo, a mi no me puedes engañar, te conozco cómo a la palma de mi mano.
-Pues que mal conoces a la palma de tu mano.-dije riéndome.
Ella me fulminó con la mirada.
-De verdad no me ocurre nada. Si me pasa algo te diré, ¿si?
Ella asintió.
-Igual gracias por preocuparte.
-De nada.
Yo sonreí.
-Ah. Una cosa.-dijo mi amiga.
-¿Qué?-dije mirándola.
-No hables así, ¿vale? Me recuerdas a los argentinos.
-¿Qué tienes en contra de ellos?
-No me gustan, sin más.
Yo la miré raro.
-Pues vale, chica.-dije riéndome.
Nada más terminé de cenar, me fui a  la habitación.
No estaba de humor para nada.
Cris empezó a aporrear la puerta.
-¡Sigrid, Sigrid!
-¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeee?
-¿De verdad que no te pasa nada?
Yo no la contesté.
Estuvo aporreando la puerta un rato, hasta que se cansó y se fue.
Lo peor de todo ¡es que ni yo misma sabía lo que mierdas me pasaba!
Era frustrante.
Yo al completo era frustrante.
Puse la alarma en el móvil y me dormí.
Si dormía, seguro que se me olvidaba el tema.