[Antes del capítulo, quiero decir que, a quién le guste eso de las bandas sonoras, yo soy mucho de escribir con una canción en bucle y he pensado en deciros siempre esa canción, por si alguien quiere (o puede) escucharla mientras lee y pueda sentirse más dentro de la historia. En este caso, como sospecharéis posiblemente, la canción ha sido "Wonderland", de Taylor Swift. Espero que os guste el capítulo :) ¡Nos leemos de nuevo al final!]
-¡Estuve apunto
de caerme!
-¿En
serio?-inquirí, preocupada.
-¡Sí! Buah y
estaba alto aunque no demasiado pero tampoco me habría hecho gracia
caerme, ¿sabes?
-Me puedo
imaginar, ¿se puede saber quién te manda subirte a una roca en
medio del monte tan alejada del suelo?
-No sé Cris,
sólo buscaba inspiración...
-Eso y una forma
original de matarte.
-Bueno ya sabes
que me va el riesgo.
-Y tanto.
-¿Y tú qué
tal? ¿Cómo lo llevas?
-Yo, bueno...
Me mordí el
labio.
¿Le contaba la
verdad o qué? ¿Acaso iba a mentirle? Bueno, ciertamente, ocultar
cierta información no estaba considerado como mentir... ¿No?
¿O de verdad
quería que se enterara de lo que hacía en su ausencia?
-Bueno, yo como
siempre.
-¿Y eso cómo
es?
-Pues, ya sabes,
con Sara, el loco del loro, el perro y eso... Bueno, aunque tengo
novedades.
-¿Si? Cuenta.
-He estado
quedando con unos amigos de la uni.
-¿Amigos?
-Había amigas
también.
-¿Amigos?
-Bueno más bien
son compañeros, no los considero amigos.
-Ya me extrañaba
a mí.
-Jajajaja ya
sabes que soy una anti social.
-Lo sé. Mm, el
curso está apunto de empezar si mal no recuerdo, ¿no?
-Sí, en un par
de días empieza o así. No sé.
-¿No sabes?
-No.
-Tampoco se te
nota muy preocupada.
-Es que no lo
estoy jajajaja
Estoy mucho más preocupada por
saber cuándo te volveré a ver.
-Bueno, espero
que tus nuevos amiguitos te informen bien.
-Sí, sí,
tranquilo. Estoy que no pierdo ojo al grupo de clase.
-Perfecto. ¿Qué
más cosas?
-Bueno, he
cambiado de móvil. Gracias al sudor y esfuerzo de mi duro trabajo
con vosotros este verano, he podido costearme un iPhone igualito al
tuyo.
-¿En serio? Así
podré darte el cambiazo sin que te des cuenta porque el mío ya
chochea...
-¡Sí, cómo
que no me voy a dar cuenta!
-Jajajajaja me
alegro de que tengas ya tú tan deseado móvil.
-Tan deseado no,
el otro lo tenía mordido por Choco y sabes que es verdad así que
deja de reírte...
-Jajajajaja
tienes razón.
-Y bueno, pues
por lo demás, no hay mucho nada más que contar. Sara y yo estamos
deseando veros.
-Ya queda menos.
Suspiré.
-Sí, ya queda
menos.
Este era ya el
tercer día desde aquella patada que le metí a la maleta (que sigue
tirada en el suelo de mi cuarto) En teoría, si todo seguía como me
habían dicho, los chicos tenían que volver en cuatro días. Cuatro
interminables días con sus interminables veinticuatro respectivas
horas.
Era demasiado
tiempo. Simplemente, era demasiado tiempo.
Como me
prometió, Carlos llamaba todas las veces que podía o me mensajeaba,
pero ni todos sus mensajes y llamadas juntas terminaba de llenarme el
vacío que sin él sentía. Cuando hablábamos, intentaba no decirle
continuamente todo lo que le echaba de menos o cuánto me dolía su
ausencia, ya que eso no lo haría ningún bien. Así que, aunque en
mi mente no cesase de repetirlo, las palabras que expresaba eran
otras.
Busqué
distracciones. Organizar y meter en cajas mis cosas para la mudanza
no era una opción, ya que mis ganas de seguir con ello eran nulas
por el momento por mucho que se lo hubiera prometido a Carlos. Él
también me había hecho una promesa que no había cumplido (vale que
él no tenía la culpa de ello, pero aún así dolía) aunque de vez
en cuando estuve en casa haciendo que hacía algo y en verdad algo
hice. Pero no me distraía. Ni cocinar (que ya estaba dando primeros
pasos importantes en la cocina), ni hacer la compra, ni pasear al
perro ni nada de lo que hacía parecía distraerme.
Con motivo del
comienzo de las clases, para lo cual quedaba relativamente poco (y de
las cuales mis ganas eran cero) el grupo de clase, creado el primer
año y al que nunca hice el menor caso, comenzó a echar humo y, de
repente, me pareció de lo más interesante. Quizá el año pasado
debí de haberme intentado integrar un poco más con mis compañeros,
ya que, aparte del nombre de uno o dos, pocos me sonaban.
Entonces, cuando
sugirieron ir a tomar algo unos cuantos, les puse que contaran
conmigo, cosa que sorprendió ya que nunca había hablado en el
grupo, aparte que era como la rara de clase (y desde todo lo de Auryn
seguro que me había vuelto más rara aún) no era normal que me
relacionara con ellos.
Fue mi “querido
amigo” Pedro. Ese que me robaba los bolis y se llevó un puñetazo
por tocarme el gorro.
-¡Hombre,
Pedrito! Cuánto tiempo macho, ¿qué tal todo?
Quizá no debí
haberle preguntado, porque se ve que se emocionó de que pareciera
interesarme por su vida (que no fue así, yo sólo lo dije como un
acto de cordialidad y educación) y se puso a rajar lo que no había
rajado en su vida.
Qué rollo.
Mis compañeros
tenían pinta de majos, aunque eran un poco tontos o al menos eso me
pareció. Pero no parecía que fueran malas personas, que era lo que
importaba. Quizá consiguiera llevarme medio bien con alguno
(entiéndase medio bien por “no matarme con nadie”)
Había dos que
no paraban de darse mimos todo el rato como si estuvieran solos en el
mundo. Le pregunté a Pedro por la historia de los dos tortolitos
esos.
-Ah, pues se
conocieron el primer día de clases y a la semana ya estaban
saliendo.
-¡Válgame
Dios! ¿Y cómo no me enteré yo de nada?
Él se encogió
de hombros.
-Pues fue lo más
comentado durante bastante tiempo...
Fruncí el ceño.
-... Hasta que
se comenzó a hablar de ti.
Le miré y
después miré al resto, los cuales me devolvieron la mirada.
-La cola para
los autógrafos empieza allí, por si os interesa-dije, señalando a
mi derecha.
Se rieron de la
gracia, pero no entiendo por qué, sino lo hice con intención de
hacerles reír, sino de mandarles a la mierda.
Yo como siempre
cargándome toda posible relación social con el mundo. Y luego me
preguntaba que por qué no tenía amigas.
Con la bromita
caí bien y no me hicieron preguntas al respecto, bueno, sólo una,
de un tal Antonio, que me preguntó sino me cansaba eso de llevar una
doble vida en plan Hannah Montana,por un lado era una estudiante
ejemplar (no sé de dónde se sacaría eso de ejemplar, pero fue de
agradecer que usara ese adjetivo conmigo) y luego me codease con
estrellas (también fue todo un detallazo que calificase a Auryn como
estrellas)
Ese día decidí
que podría sobrevivir a los dos años de carrera que me quedaban
junto a estas personas.
Cuando ya me
iba, Antonio me persiguió.
-¿Y tú qué
quieres?-le dije amablemente con el tono más borde que pude poner.
Me tendió una
servilleta y un boli.
-¿Un autógrafo
estaría bien?
En ese momento
decidí que ese chaval me caía bien.
Quedé con él
un par de veces en los siguientes días, mientras sacaba a Choco y
eso. Era bueno tener a alguien con el que apenas tenía relación y
que no sabía nada de mí. Que me podía descubrir poco a poco.
Le conté la
situación que estaba viviendo con Carlos y que esta era la única
razón por la que había aceptado a ir a esa quedada de clase y
socializar un poco.
-Te entiendo, yo
estoy viviendo algo parecido. Mi... Bueno. El caso es que sólo
podemos vernos dos veces al año.
-¿De
verdad?-dije, con el corazón encogido.
-No, pero ¿a
que lo tuyo ahora no te parece para tanto?
Le miré mal.
-Cada minuto sin
él son años.
Y me dio la
respuesta que me abrió los ojos.
-Entonces no
dejes que esos años pasen.
Ese día
mientras cenaba con mi amiga, le conté mi plan.
-Mañana vamos a
ver a los chicos.
-¿Ya vienen
mañana?
-No, no. Aún
no.
-¿Entonces?
-Vamos a ir
nosotras.
Y así fue como
a la mañana siguiente íbamos camino del reencuentro en mi coche.
Conducía yo. Y
estaba nerviosa. No sabía por qué, pero lo estaba.
Para sorpresa
nuestra, no nos costó llegar (es decir, que no me perdí)
Dejamos el coche
en el aparcamiento.
-Genial ¿y
ahora cómo sabemos dónde están?-dije, fastidiada.
-¿Y si les
llamamos?
-Nooo, que es
una sorpresa.
-Es verdad, es
verdad.
-Echemos a andar
y preguntamos a alguien si los ha visto.
-A falta de una
idea mejor...
Apenas
llevábamos cinco minutos andando cuando vi a Carlos de espaldas.
El corazón me
dio un bote tan grande que pensé que se me escapaba del pecho y mis
piernas fueron más rápidas que mis labios ya que, antes de que
pudiera pronunciar palabra alguna o llamarle siquiera, ya estaba
corriendo a su encuentro.
Le abracé por
detrás y él gritó, asustado.
-¡Hola!-le
dije, simplemente.
Carlos se giró
y me miró.
-¡Cris!
Me abrazó, me
levantó del suelo y empezó a girar.
Al final se
cansó, me dejó donde estaba y entonces le besé. Dos. Tres. Mil
veces. Como si no existiera nada más en el mundo que nosotros y mis
ganas de besarle.
Incluso me
olvidé de que mi amiga estaba ahí.
-¡Sara,
muchacha! ¿Qué tal? Cuánto tiempo.
-Ya ves.
-Ah, sí. Los
demás están en el descampado. Iba para allá, pero...
-Tranquilo, dime
por dónde queda y ya voy yo.
-Menuda sorpresa
se van a llevar, yo... Wow, estoy sorprendido.
-Es lo que
tienen las sorpresas, Carlos, que te sorprenden-dije, poniendo los
ojos en blanco.
Él se rió.
Carlos le indicó
el camino a Sara y, mientras se iba, rezamos un par de Padre nuestros
para que no se perdiera. Cuando pareció que tomaba el camino
correcto, Carlos me cogió de las manos, se puso a bailotear, a dar
vueltas otra vez y a abrazarme.
-¿Cómo has
venido hasta aquí con el coche? No puedo creerlo.
-Lo que supongo
que no puedes creer es que no me haya perdido. Bueno, he tenido una
pequeña ayudita... Ese GPS es ideal.
-Blas se va a
volver loco de contento cuando oiga eso.
-Jajajajaja
-¿Sabes? Te
confesaré algo.
Le miré.
-Mañana mismo
iba yo a ir a verte. No sé si alguien iba a llevarme o si habría
tenido que ir haciendo auto stop, pero mañana iba a ir a verte como
fuera. Esto es todo muy bonito, con mucho campo y todo eso, pero nada
es igual sin ti.
-Oh.
Sonrió.
-No me lo
esperaba, la verdad. Te agradezco que hubieras pensado en hacer eso,
pero ya estoy yo aquí, vine para evitar que hicieras cualquier
locura.
-Las mejores
locuras se hacen por amor.
-Cállate-dije,
enrojeciendo.
-Ay, echaba de
menos hacerte de rabiar. Es tan divertido.
Gruñí.
Echamos a andar
y dijo que íbamos a dar una vuelta para que viera cómo era el sitio
y que luego nos reuniríamos con los demás.
-Así que bueno,
dime ¿qué tal con tus amiguitos?
-Deja de
llamarlos así, son compañeros nada más. Bueno, menos uno.
-¿Eing?
-Se llama
Antonio y es un gran chico. Estoy segura de que te caerá bien.
-Sí, ya, bueno.
-¡En serio!
Además, está loco. Me comparó con Hannah Montana y me pidió un
autógrafo.
Carlos enarcó
una ceja.
-Ya, yo tampoco
lo entendí muy bien pero bueno... Estampar una firma inventada en
una servilleta no creo que sea muy grave.
-Ya veo. ¿Y por
qué dices que es amigo tuyo si sólo sois compañeros?
-No, a ver. Con
los compañeros sólo quedé un día, pero a él le he visto más
veces.
-Ah.
Me detuve y le
solté la mano.
-¿Ah? ¿Eso es
todo lo que tienes que decir?
-¿Y qué es lo
que quieres que te diga? ¿Que mientras yo estoy aquí alejado del
mundo tú estás por ahí con amigos nuevos?
-No, no quiero
que digas eso. Te recuerdo que lo de que te quedases aquí fue
decisión tuya, vuestra, de quién fuera. No mía. Yo sólo he hecho
lo que consideraba que era bueno para mí.
-¿Y qué es
según tú, bueno para ti?
-Distraerme.
Necesita distraerme de tu ausencia.
-¿Un clavo saca
otro clavo?
Me estaba
empezando a enfadar y no quería perder los estribos.
-No sé qué
tonterías estás diciendo, Carlos.
-Quizá no sepa
lo que digo, pero digo lo que parece.
-Tú has estado
aquí casi dos días rodeado de chicas y no se me ha ocurrido ni un
sólo instante desconfiar de ti. ¿Y tú a la mínima desconfías de
mí? ¿Es por lo de Blas, verdad? Como le hice eso a Blas piensas que
te puedo hacer lo mismo a ti también, ¿no?
-No...
-No, déjame
seguir. ¿Esa es la imagen que tienes de mí? ¿Que sino me estás
vigilando todo el rato, extenderé mis alas y volaré con otro?
Porque Carlos, puede que no sepa lo que estoy diciendo, pero digo lo
que parece que insinúas.
-Por supuesto
que no pienso eso.
-Pues entonces
dime por qué no confías en mí.
-Confío en ti.
Estaba llegando
a mi límite.
No podía
aguantarlo más.
-Pues
demuéstrame que confías en mí.
-No sé cómo
hacerlo ahora mismo, sólo sé que estoy siendo sincero cuando digo
que confío en ti más que en mi mismo.
Él siguió
hablando, pero dejé de escucharle.
Lo necesitaba.
Eché mano a mi
bolsillo, saqué un paquete de cigarrillos, saqué uno, lo encendí
y, por fin, tras unas horas sin hacerlo, fumé.
-¡¿Qué estás
haciendo?!
Del susto casi
se me cae el cigarro.
-¡¿Desde
cuándo fumas?!
Suspiré.
-Digamos que
desde hace un par de días.
-¿Pero estás
tonta? ¿Sabes que eso mata?
-Eso dicen, pero
por un poco no creo que pase nada... A mi me mata más rápidamente
el estar sin ti.
-¿Desde cuándo
fumas?
-Ya te lo he
dicho. Un par de días.
-¿Por qué?
Me encogí de
hombros.
-No podía estar
más sin ti. Ya no sabía qué hacer... ¡Me estaba volviendo loca!
-Loca tienes que
estar para hacer eso.
-¡Tú no
estabas para decirme qué o no hacer! Y cuando Antonio me ofreció,
no pude decirle que no...
-¡Y encima ese!
¡Ha sido ese! ¿Hay algo más que hayas hecho con él y no me hayas
dicho?
Le crucé la
cara de un guantazo.
-Es gay, Carlos.
Acto seguido me
saqué el cigarrillo de la boca y le solté el humo en la cara.
Me di media
vuelta, dispuesta a irme, pero él me agarró del brazo y tiró,
atrayéndome hacia él.
-Podrías haber
empezado por ahí.
Sonreí,
sarcástica.
-Quería
comprobar si confiabas en mí.
-Confío en ti.
Di otro calada.
-Sólo tengo
demasiado miedo a perderte.-dijo.
Volví a
soltarle el humo en la cara e hice ademán de soltarme.
Entonces él me
quitó el cigarro.
-Prométeme que
vas a dejarlo.
-¿Por qué iba
a hacerlo?
-Te diría que
por tu salud, pero como veo que eso te importa poco, hazlo por mí.
Se lo arrebaté.
-Te prometo que
lo haré en cuanto cures el daño que me han hecho hoy tus palabras.
Me giré y ya me
iba, cuando vi que seguía.
-No me sigas.
Quiero estar sola.
Fui hasta el
coche.
No me siguió.
Me dejé caer en
el asiento y me agarré al volante.
Y entonces
derramé todas las lágrimas que no había querido que él viera.
-Carlos-
No podía dejar
que se fuera así, por lo que fui tras ella.
-No me sigas.
Quiero estar sola.
Por un momento,
dudé si hacerla caso o no, ya que no quería dejar las cosas así,
pero supe que aquello, al menos hoy, no tenía arreglo, y que
seguirla no nos iba a hacer ningún bien.
La vi marcharse,
hasta que desapareció, con el corazón en un puño, aún sin dar
crédito a lo que había pasado. ¿Cuándo había cambiado tanto? ¿Y
cómo le había dado por tal locura? La chica que dejé en Madrid
hace días distaba mucho de la versión con la que hoy me había
encontrado.
Me di la vuelta
y me dirigí donde estaba el resto, en contra de dónde a mí me
hubiera gustado ir. Por cada paso hacia delante que daba, quería dar
dos hacia atrás, hacia el aparcamiento donde sabía que ella estaba
y tratar de recuperar la versión anterior. Mi versión.
¿Era culpa mía
este cambio? Por teléfono no noté nunca nada extraño o fuera de lo
común en ella. ¿Fue porque le fastidié los planes? No, no creo que
ella le diera tanta importancia a eso... Entonces, ¿qué había
pasado?
Me vieron llegar
desde lejos. No pude verlos, pero imaginé su sorpresa al verme solo.
Estaban sentados
alrededor de un árbol. Bueno, menos Dani, que estaba apoyado en el
tronco de pie.
-¿Y
Cris?-preguntó David.
-En el
aparcamiento, supongo.
-¿Supones?
Me encogí de
hombros.
-Sí, nos hemos
peleado.
-¿Qué? ¿Y
eso?
En vez de
contestarle, me giré y miré a Sara.
-¿Desde cuándo
fuma?
-¿Qué?
-Que desde
cuándo fuma.
-¿Quién?
¿Cris? Eso es imposible, ella no...
-Sí, ella sí
fuma. Me ha echado el humo en la cara dos veces, así que puedo
asegurarte que lo hace.
Las caras de
todos eran de verdadera sorpresa.
No quería ni
imaginarme cómo sería la mía.
-Pues no lo sé
Carlos, yo nunca la he visto hacerlo... Como no haya empezado con
esos amigos nuevos.
-¿Amigos
nuevos?-preguntó Dani.
-Son compañeros
de la uni -aclaré- Bueno, menos Antonio.
-¿Antonio?
-Es gay.
-Ah, gran
información que nos despeja grandes dudas.
Nos quedamos en
silencio. Uno muy incómodo. Nadie sabía qué decir y yo no quería
decir nada. Al menos, no a ellos.
-Creo que será
mejor que me vaya con ella-dijo Sara.
-Te acompañamos.
Mientras
caminábamos rumbo al aparcamiento, Dani me dio unas palmaditas en el
hombro.
-Vamos tío, que
no es el fin del mundo.
-No lo será de
tu mundo, del mío...
-Si siempre os
estáis peleando y tirando los trastos a la cabeza. Es normal en
vosotros.
-Ya, pero esta
vez es distinto.
-¿En qué?
-Esta vez nos
hemos dicho cosas horribles y además ella... Bueno.
-David también
fuma y mírale, no le pasa nada. Bueno, cada día es más tonto, pero
no creo que eso tenga que ver con el tabaco.
David giró la
cabeza.
-¡Te he oído!
Ambos nos
reímos.
Llegamos al
coche y la vi ahí, con el móvil. Y fumando.
No me hizo falta
fijarme mucho para darme cuenta de que había estado llorando.
Blas le dio unos
golpecitos en el cristal y ella bajó la ventanilla.
-¿Está libre
este taxi?
-Bueno, para ti
puede.
Eso consiguió
hacerla reír un poco.
Fue a dar una
calada y Blas le dio en la mano sin apenas fuerza.
-Eso es caca,
mujer. ¿Hay que decírtelo como a los niños pequeños?
-¿De repente te
has convertido en mi padre o qué?
-Algo así.
Cris gruñó y
Blas la revolvió el pelo.
-Hay formas más
inteligentes de matarse.
-Sí, como
haciendo eso-dijo ella, dándole un manotazo para apartarle del
pelo.-¿Nos vamos, Sara?
-Sí, ya nos
vamos.
-Nos vemos
pronto-dijo Blas.
-Sí, eso
espero.
Subió la
ventanilla y, sin mirarnos siquiera, arrancó y se marchó.
Blas me puso la
mano en el hombro y me apretó.
-Chico, lo
tienes jodido.
-Cris-
No le dirigí a
mi amiga palabra alguna en el camino de vuelta.
Encendí la
radio y me limité a fumar y a conducir.
Supuse que ya
estaría al tanto de todo.
Una vez en casa
y tras haber comido algo, mientras recogía, mi amiga pronunció las
primeras palabras.
-¿Por qué no
me dijiste nada?
Suspiré.
-Puedo dejarlo
cuando quiera.
-Ese no es el
caso. Ni siquiera debiste haber empezado.
-Ya, ya lo sé.
Regañarme ahora no os va a servir de nada.
-Ya, pero...
-Es igual.
“¿Sales?”
Miré el mensaje
de Antonio sin muchas ganas.
“No me apetece, he tenido
movida...”
“Un Frappe si me lo cuentas”
“Hecho”
No iba a negarme
a un Frappe si me invitaban. Seguían siendo mi perdición.
-Así que eso es
lo que pasó.-dije, soltando el humo.
Antonio chascó
la lengua.
-Eres una bruta.
Y una diva. Eso de echarle el humo en la cara...
-¡Es que me
sacó de quicio!
-Ya lo veo.
Estábamos en un
banco del parque de los perros (bautizado así en honor a Choco nada
más porque era su sitio favorito en el mundo cuando salía de casa)
-Y encima vas y
le dices que soy gay.
-¿No lo eres?
-Sí, pero jolín
¿tanto se me nota?
Asentí con la
cabeza.
-Vaya por Dios.
Le palmeé el
hombro.
-Me caes muy
bien.-dije.
-Pues menos mal.
-Jajajajaja.
-¿Y qué
piensas hacer? Porque tus últimas palabras sonaron muy extremas.
-Pues no sé, la
verdad. Soy muy, ¿cómo era? Ah, sí. No me acuerdo.
-Vaya cabeza.
-¿Espontánea
puede ser? No, eso no, aunque también. ¡Impulsiva! Sí, eso es. Soy
muy impulsiva, me dejo llevar por la situación y digo cosas que
luego bueno...
-Entiendo.
Un perro se me
acercó y le acaricié.
-Así que bueno,
supongo que le debo una disculpa y él tenía razón en la mayoría
de las cos.. ¿Choco?
Al fijarme bien
en el perro, me di cuenta que no era otro que mi inseparable pastor
alemán.
-Tú debes de
ser el famoso Antonio.
Alcé la cabeza
al reconocer la voz.
-Y tú el famoso
Carlos.
-Sí, famoso soy
un rato, la verdad.
No quería
reírme, pero lo hice.
Carlos sólo
sonrió.
-¿Qué haces
aquí?-le pregunté.
-Sacar al
perro-dijo, señalando a Choco como si fuera la cosa más obvia del
mundo-¿No lo ves?
-No, joder, que
qué haces aquí en Madrid. ¿No estabais por ahí componiendo?
-Ah, sí, bueno.
Enarqué una
ceja.
-Bueno-dijo
Antonio, adelantándose a toda respuesta posible de Carlos y
levantándose del banco-Veo que se avecina algo grande y creo que
sobro. Macho, un placer.
Le dio la mano,
una palmada en el hombro y, haciendo una reverencia, se fue.
Carlos me miró
estupefacto.
-¿Me ha llamado
macho?
-Sí.
-¿Pero eso...?
-Es Antonio. Es
demasiado especial. Como la reverencia al final. Según él soy una
diva, ¿sabes? Y hay que tratarme como tal.
Él asintió,
aún asimilando todo lo de Antonio. No le culpaba por su cara de
estupefacción, yo los primeros ratos con él había tenido la misma
cara.
-¿Qué haces
aquí?-repetí.
El cigarro se me
consumió, lo tiré al suelo y lo apagué.
-Como si no lo
supieras.
-Sórprendeme.
Choco, eso no se come joder.
El tonto del
perro trataba de comerse la colilla que había tirado al suelo. Le
aparté la cabeza con el pie, la cogí y, apuntando, la encesté en
la papelera de al lado.
Me aplaudí
interiormente por mi hazaña.
-He venido por
ti.
-¿Tú solo?
-No, los demás
también.
-¿Los demás
también han venido por mí?
-Más quisieran,
pero no. Para ti sólo he venido yo.
-¿Por qué
razón? Aún os quedaban un par de días para componer, si mal no
recuerdo.
-No podía dejar
las cosas como las habíamos dejado esta mañana.
-¿Por?
Me miró mal.
-¿Tú sí?
Ahogué un
suspiro.
Antonio había
sido listo. Había huido ante el peligro.
-No, yo tampoco.
-Pues ya que tú
te fuiste, me tocó venir a mí.
-No, si te
parece me doy una vuelta por el bosque hasta que se me pase el cabreo
y luego vuelvo para hablarte, ¿no? Quizá tendría que haber hecho
eso. Si es que no pienso.
-¿De dónde
habrás sacado ese genio que te gastas últimamente?-dijo, cruzándose
de hombros.
-De la
desesperación de estar sin ti-dije, poniéndome las manos en la
cara.
Tras un momento,
las retiré.
-Aunque ya tenía
mala ostia antes de conocerte.
-Y que lo digas.
Nos miramos y
nos reímos, aunque fui la primera en serenarme.
-Aunque me esté
riendo ahora, sigo brutalmente molesta por tus palabras esta mañana.
Te has comportado como un verdadero imbécil.
-¿Yo?
¿Yo?-dijo, mirando al perro-¿Yo?-dijo a una mujer que pasaba por su
lado en ese momento y le miró mortalmente asustada- ¿Yo siendo un
imbécil? Perdona pero no soy el que a la mínima se pone a jugar con
su salud porque está triste.
-¿Ya estás
otra vez con lo de que fumo? David también lo hace y...
-¡Otra como
Dani! A ver, aprecio mucho y quiero y todo a David, pero ya es
mayorcito para decidir qué hace con su vida y a mí me importa lo
que hagas tú con la tuya porque estoy saliendo contigo, no con él.
Me levanté del
banco.
-No creo que
debamos seguir con esto aquí en medio del parque.
-¿Adónde vamos
entonces?
Pensé por un
momento.
-Vamos a mi
casa. O la que lo era antes.
-Bien.
Mi amiga Sara
recogía la casa ya que no habíamos estado por la mañana y ella iba
en camino de ser una de esas maníacas con el orden, la limpieza y
todo eso. O, al menos, eso le decía yo siempre, medio en broma medio
en serio.
Estaba
preocupada por mí. Al igual que el resto de mis amigos, no se
esperaba tal cambio en mí ni mis nuevos gustos, pero para ella era
peor ya que era la que había estado aquí conmigo, como que me
habían dejado a su cargo y, de alguna manera, me había rebelado y
ella había fallado en su cometido.
No hacía mucho
rato que me había ido con Antonio, sino me habría tocado limpiar
también. Lo odiaba.
Cuando acabó,
se tumbó en el sillón y se puso a leer un rato, queriendo despejar
la mente y desconectar un poco del mundo, aunque Paco no paraba de
hablar y de quejarse, así que a él le puso la tele, aunque bajito,
para que la dejase en paz. Funcionó.
Llamaron al
timbre cuando apenas había leído dos capítulos.
Choco fue
corriendo a la puerta, ladrando.
-Cris, ¿cuántas
veces te diré que te lleves las llaves en...? Oh.
-Hola, Sara.
-Oh, Carlos. No
te esperaba.
-Me lo imagino,
así como me imagino por lo que acabas de decir que Cris no está en
casa.
El perro, loco
de contento, no hacía más que meterse entre las piernas de Carlos
mientras montaba un escándalo ladrando. Algo muy típico en Choco.
-No, no está.
Se fue con ese tal Antonio hace un rato.
-Bueno, entonces
sacaré al perro y a ver si la veo.
-Voy a darte la
correa. ¿Qué tal estás?
Carlos se
encogió de hombros.
Mi amiga le dio
la correa y enganchó a un muy alegre Choco.
-Ah, sí. Yo que
tú me vestiría, quizá en un rato tengas visita.
-¿Qué?
Pero antes de
que pudiera preguntarle algo más, niño y perro ya estaban bajando
las escaleras.
“En fin”,
pensó, “a saber si es cierto. Este chico a veces se
entera de la mitad de las cosas o las entiende como quiere, pero, si
fuese cierto, ¿quién vendría? Espero que no... No creo”
Negó con la
cabeza y volvió al sillón y a su libro.
De nuevo, dos
capítulos y medio esta vez, llamaron al timbre.
Abrió.
-¡Hola!
-Ah, Blas, eres
tú.-suspiró, aliviada.
-¿Es que
esperabas a alguien que no fuera yo?
-Para serte
sincera, no esperaba a nadie, aunque Carlos me había dicho algo al
respecto.
-¿Ya ha venido?
Sara asintió.
-Pero Cris no
estaba, así que cogió el perro y fue a buscarla.
Blas puso los
ojos en blanco.
-Qué raro en
él.
-Ya ves.
-¿Por qué
habéis venido ya? No me ha dado tiempo a preguntarle a Carlos antes.
-¿Puedo pasar y
te cuento o te cuento aquí en el rellano?
-¡Ay, perdón
no me he dado cuenta! Pasa, pasa.
Cuando pasaron
al salón, Paco giró la cabeza y se le quedó mirando.
Por suerte, no
le dijo nada. Blas le caía bien.
-¿Te apetece ir
a dar una vuelta? He estado desconectado de la ciudad unos días.
-Oh, sí, claro.
Tenía pensado irme con Cris al Fnac a mirar unas cosas, pero ella
hizo otros planes.
-A mí me parece
bien.
-Entonces espera
un momento que me visto.
-No hay
problema.
En un rato, ya
estaban en la sección de libros del Fnac.
-Pues sí hija,
nos tuvimos que venir porque Carlos no paraba de lloriquear por las
esquinas como un perrito abandonado.
-Ay,pobrecito.
-Para pobrecitos
nosotros que le tuvimos que aguantar.
-¡Qué malos
sois!
-Los peores, ¿no
lo sabías?
-Jajajajaja.
-¿Y querías
mirar un libro en especial?
-Pues la verdad
es que no. Me encantan los libros y de vez en cuando me dejo caer por
aquí.
-Tú mira
tranquila que prisa no tengo.
Tras casi una
hora de acá para allá, salieron del Fnac y se toparon con Dani de
frente.
-¿Y vosotros
dos de dónde venís?
-Del Fnac-dijo
Blas señalando sin girarse el edificio.
-Ah, pues tiene
sentido si os he visto salir de ahí ahora mismo.
-Jajajajaja ¿y
tú adónde vas?
-Al Fnac que iba
a mirar unos cd.
Blas y Sara se
miraron.
-¿Le
acompañamos?
-Venga, vale.
Veinte minutos
después, salían los tres del Fnac y se fueron a tomar algo por los
alrededores, mientras discutían sobre la música internacional y los
cd que Dani se había comprado.
Dejamos al perro
en casa de Sara. No quería ningún tipo de distracciones mientras
hablábamos.
-Mm, ¿no está
Sara?
-Creo que está
con Blas.
-Ah, eso es
perfecto.
Bajamos a mi
casa.
Pasé yo primero
y él cerró la puerta.
Me detuve en el
pasillo para mirarle.
Carlos estaba
mirando el salón, observando la pila de cajas (hay que ver la
cantidad de cosas que he podido acumular en un solo año en aquella
casa y no quería desprenderme de nada) que allí había.
Pasó la mano
por encima de la que tenía más cerca.
-No sé dónde
vamos a meter todo esto en casa.
-Encontraremos
sitio, ya lo verás.
Mi respuesta le
iluminó la cara.
-¿Te puedo
decir una cosa? Bueno te la voy a decir igual. Cuando sonríes así,
tan de oreja a oreja, te pareces al gato de Cheshire, el de Alicia en
el país de las maravillas.
-Lo que me
faltaba, encima te metes con mi sonrisa.
-No, si adoro a
ese gato. Tiene una sonrisa bonita, aunque perturbadora.
-¿Así que te
perturbo cuando sonrío?
-Es agradable
para mí.
Él rió.
-Sólo tú eres
capaz de encontrar parecidos entre sonrisas.
-Será porque
estoy enamorada de tu sonrisa y no dejo de verla por todas parte,
incluso cuando cierro los ojos. Quizá sea por eso y porque, cuando
sonríes y sé que esa sonrisa la he provocado yo, es como si
flotara, como si no estuviera aquí, como si estuviera...
-¿En el país
de las maravillas, Alicia?-aventuró él, con la tan famosa sonrisa
del gato en la cara.
-¡Eres tan
perturbador!-dije, con un suspiro, aunque sin poder disimular una
sonrisa.
Aunque la
sonrisa se me borró de la cara al entrar en mi cuarto y ver todas
las cosas a medio meter en las cajas y la maleta aún tirada en el
suelo y toda la ropa desperdigada. Recordé entonces qué habíamos
venido a hacer a casa y por qué se había liado todo.
Él apareció
tras mi espalda.
Su roce fue como
una descarga eléctrica.
-Pero, ¿qué ha
pasado aquí?
Entré y recogí
la maleta del suelo.
-Digamos que no
me tomé muy bien lo de no poder verte en una semana.
Metí la ropa
del suelo dentro sin miramientos, sin importar si se arrugaba y me
senté en el borde de la cama.
Le miré y le
extendí la mano.
Él agarró y se
sentó a mi lado.
Creí que no
sabía cómo empezar la conversación, cuando lo hizo.
-Hueles a ya
sabes qué.
Puse los ojos en
blanco.
-Bueno, al menos
yo no voy apestando a desconfianza, ¿sabes?
Hizo una mueca
ante mi contraataque.
-¿Es que te
crees que te vas dos días y ya te voy a reemplazar? Esa idea ni
siquiera existe para mí desde que acepté que te quiero y que lo voy
a seguir haciendo dándome igual todo. Y, no, no digas lo que estás
pensando porque ya lo sé. Este es tu trabajo, viajar de acá para
allá y no siempre puedo acompañarte, lo sé. Y sé que piensas que
si sólo por una semana se ha líado todo esto, ¿qué pasará cuando
sea un mes? ¿O incluso más?
Carlos fue a
decir algo.
-No, espera
déjame terminar. Me da igual cuánto tiempo tenga que esperar para
verte y cuánto me duela la espera. Lo esperaré. Y es mi elección.
No voy a dejar que la mierda de la distancia se interponga también
entre nosotros. Si te vas meses, los esperaré. El tiempo que te
vayas no será nada comparado a cómo sería un sólo minuto sin
tenerte. Y sí, dejaré de fumar. Puedo hacerlo, es fácil. No hay
nada que me guste más que tú.
Él rió ante
esto último.
-¿Lo
prometes?-dijo.
-Lo prometo.
Esto sólo ha sido una tontería. Todo fue tan inesperado... Pero
gilipolleces así sólo las cometes una vez en la vida y, para que te
quede claro, quiero estar contigo. Siempre. En esta vida y si hay
otra, también en esa. Nunca te atrevas a volver a dudarlo.
-Me estás
clavando las uñas.
Aflojé la
presión que le hacía en la mano.
-Ay, perdón, la
emoción, ya sabes.
Me estaba riendo
cuando me besó.
Fue un beso que
hablaba por él, respondía a cada cosa que le había dicho a su
manera. Había que decir que me gustaba que respondiera así.
Y de nuevo esa
sensación de elevarme por encima del cielo, de que no tenía los
pies en el suelo aunque sabía que estaban ahí, de que, de alguna
manera, estaba flotando por el aire. De que estaba en el país de las
maravillas. Con él.
Podía oír a
Taylor Swift dulcemente en mi mente cantar:
“But darling, we found
wonderland
You and I got lost in it
And we pretended it could last
forever
We found wonderland
You and I got lost in it
And life was never worse but
never better”
[Pero cariño, encontramos el
país de las maravillas
Tú y yo nos perdimos en él
Y pretendimos que podía durar
para siempre.
Encontramos el país de las
maravillas
Tú y yo nos perdimos en él
Y la vida nunca más empeoró
pero tampoco mejoró]
-Prométeme
una cosa-dijo, separándose unos milímetros de mí, hablando sobre
mis labios, haciendo que aterrizase en mi cuerpo de nuevo.
-Lo
que quieras.
Estaba
sorprendida. Normalmente yo siempre le hacía prometer cosas a él,
pero raramente era al revés.
-Prométeme
que jamás vas a desaparecer de mi vida.
-Prometido-dije,
besándolo.
Sin
embargo, no pude cumplir del todo mi promesa.
¡Hola de nuevo! ¿Qué tal el capítulo? Espero que os haya gustado tanto como a mí me gustó escribirlo. Lo primero de todo, como siempre últimamente, lamento haberos hecho esperar para subir. La vida auryner y universitaria te quita mucho tiempo para todo. Deciros también que muchas gracias a todas aquellas que me léeis y habéis tenido la bendita (y he subrayado bendita para recalcarla) de esperar a que pudiese subir. En serio, muchas gracias.
Dos años ya de esta novela. Cómo pasa el tiempo... Sí, sí. La empecé en enero de 2013, el sábado 5 de enero de 2013 para ser más exactos y ya estamos a 3 de enero de 2015. DIOOOOOOOS. Flipo. Y flipo más sabiendo que hay gente que me leyó desde el principio y sigue haciéndolo el primer día. Sois eternas (más que esta novela) Por supuesto gracias a las que descubrís mi novela por algún casual, la léeis y os gusta. Tanto nuevas como viejas incorporaciones son bien recibidas, ¡cualquiera que gaste tiempo leyéndome es bien recibido!
Por último (pero no menos importante) decir que estoy publicando en Wattpad esta novela (podéis encontrarme bajo el nombre de Crisvila7 sigo de vuelta) por si a alguien le resulta más cómodo leer desde allí y que seguramente, en breves, empiece una nueva novela (lo cual no quiere decir que vaya a terminar esta) ¿Qué os parece?
¡Y por dios! ¡¡Feliz año 2015!! (Qué cabeza la mía...)
Ya os dejo que esto es más largo que el capítulo, dios santo.
Para cualquier cosa, podéis comentarme en el blog, en twitter (@CrisSombrerita) o en ask (CrisBieberHoranStyles)
¡¡MIL GRACIAS!!
Endless Road
sábado, 3 de enero de 2015
viernes, 24 de octubre de 2014
Capítulo 45: Ley de Murphy
-¿Crees
que hacemos bien dejándola sola?
-Es lo que ella quiere, Cris.
-Ya, pero... Ha dicho que sola estaría bien pero muchas veces no es lo que dices...
-Sino lo que tu voz esconde. Entiendo lo que quieres decir, pero creo que de verdad quiere estar un rato sola.
Suspiré.
No podría creerme que la relación de mis amigos hubiese acabado así. Siempre les veía tan... Unidos. Nunca les habría pensado ya separados.
Se ve que las cosas nunca son como las esperas.
Pasamos por casa y cogimos a Choco. Carlos decía que se tenía que ir adaptando a su nueva (y definitiva) casa.
Cuando llegamos a casa de Carlos el panorama no era muy alentador.
Álvaro seguía en la misma postura en la que le habíamos dejado y los demás estaban sentados a su lado, intentando meterle en la conversación, sin mucho éxito.
Cuando nos vieron entrar, todos levantaron la cabeza, pero al vernos con los hombros hundidos se dieron cuenta de que no traíamos buenas noticias.
Los chicos suspiraron y Álvaro giró la cabeza para mirar al mismo punto fijo al que estaba mirando cuando llegamos.
-Bueno...-dijo Dani.
-Sí, bueno-dije yo.
Choco lloriqueó, fue hacia Álvaro y le puso la cabeza encima de la pierna.
Creí recordar que los animales tenían un sexto sentido para detectar los estados de ánimo de la gente que querían y reaccionaban conforme a ellos.
Ahora lo estaba pudiendo comprobar.
-¿Qué hacemos? ¿Salimos por ahí a comer?-preguntó David, más que para matar el silencio que por otra cosa.
-Por mí, no.-dijo Álvaro, muy quedamente.
-Bueno, ¿en ese caso os quedáis a comer?-inquirió Carlos.
-Creo que será mejor que nos vayamos y nos veamos luego.
-Sí, está bien.
-Álvaro, si quieres quedarte, está bien.-le dije, viendo que ni se movía ni decía nada.
-Vale.-dijo, únicamente.
Nos despedimos de nuestros amigos con la promesa de que luego nos veríamos y cerré la puerta.
Volví al salón.
Carlos se había sentado al lado de Álvaro y le había puesto una mano en el hombro, mientras que con la otra le acariciaba la cabeza a Choco.
No alcanzaba a oír lo que le decía, pero podía imaginármelo.
-Bueno... ¿Qué queréis que haga?-pregunté.
Carlos me miró.
-Si tenemos que esperar a que tú hagas algo, vamos listos.
Hice un intento de mirarle mal, pero tenía razón. Si a partir de ahora iba a vivir con él, tenía que aprender a cocinar. Quería demostrarle que podía hacerlo y que podía alimentarnos a los dos. En cuanto pudiera, me pondría en serio a aprender.
-Será mejor que vaya yo.-dijo Carlos, levantándose y yendo a la cocina.
Su inseparable hijo le siguió, más contento que unas castañuelas.
Debía ser el único feliz en esta casa.
Me crucé de brazos y suspiré.
No se me daban bien estas cosas,pero supongo que era lo que tocaba.
Me dejé caer al lado de mi amigo y, al contrario que el resto de nuestros amigos, me limité a cogerle del brazo y apoyarme sobre él, en lugar de hablar.
Y así nos quedamos mientras oíamos a Carlos trastear en la cocina y a Choco por ahí correteando.
Durante la comida intenté dar conversación, pero Álvaro no hablaba y Carlos no me seguía.
Eso me dolió bastante. Me dejaba sola con todo el peso de la conversación y a mi también me dolía esta situación, pero no me daba por vencida.
Tras comer me dejaron a mi recogiendo y demás y cada uno se echó en un sillón.
Me les quedé mirando, sin saber muy bien a quién echar una mano.
-¿Os apetece que hagamos algo? ¿O vemos una peli o algo?
-Lo que quieras-me contestó Carlos.
Suspiré.
Mi novio era de gran ayuda en estos momentos. Nótese la ironía.
-Haced lo que queráis, pero os voy a decir una cosa. Poniéndoos así no vais a ganar nada. Hubo un tiempo, hace no mucho, que me sentí así o incluso peor y hubo alguien que me enseñó que no podías hundirte, no importa lo hondo que cayeras. Y ahora mismo no reconozco a esa persona.
Tras un breve silencio, llamé a mi perro y me le llevé a dar una vuelta, dejándolos a los dos solos.
Quizá necesitaban estar un poco solos y pensar. Eso siempre venía bien.
Pero cuando volví a casa, estaban los dos igual.
Aprovechando que Álvaro fue al baño, me eché sobre Carlos y le pellizqué.
-¡Ah! ¡Qué daño!
-Te jodes.
Me miró con pena.
-Te ha dolido, ¿no?
Asintió.
-Pues así me duele a mí esta situación. No me gusta verte torturado. Esto no es culpa tuya, ¿vale? Y ya puedes dejar de sufrir tontamente porque entonces me voy a enfadar y la puedo líar y no queremos eso. Hay cosas que no puedes controlar y esta es una de ellas.
Le acaricié la cara.
-Hiciste lo que creías que era correcto y no salió como esperabas. Bueno, pues de todo se aprende. Pero ahora ambos nos necesitan y yo no puedo hacerla sola. Yo te necesito a ti. Y si te pierdo como lo estoy haciendo ahora, no sé cómo me recuperaría de eso.
-Eso no va a pasar nunca. Esto, lo... Lo que les ha pasado. Eso no nos pasará nunca.
Sonreí y le abracé.
-Te ayudaré. Estaba tan... Distraido pensando en lo que había pasado que no me había parado a pensar en cómo te sentías. Perdóname. Te ayudaré.
Le abracé más fuerte.
-Mm ¿interrumpo algo?
Nos giramos.
Era la primera vez en todo el día que Álvaro hablaba sin que le preguntaran nada.
-¿Te apetece ir a correr?-le pregunté.
Sin embargo, las cosas no fueron mejor cuando nos marchamos de nuevo a la gira. Pensé que a Álvaro le haría bien estar lejos de casa y de todo recuerdo que hubiese podido crear con Sara, pero no era suficiente. Seguía siendo un alma en pena, apenas hablaba y desde luego no era como antes. En el escenario no se le notaba, pero antes y después de subirse a él, nosotros se lo notábamos. A ver, estámos todo el día con él, como para no darnos cuenta. Nunca le dejábamos solo o al menos no mucho tiempo. Siempre solía haber alguien con él, haciéndole compañía e intentando entretenerle. Pero Carlos tampoco se quedaba atrás en todo esto. Daba igual lo que yo le dijera que seguía haciéndose responsable de la situación de su amigo y, aunque en casa me prometió que me ayudaría, la promesa debió quedarse en Madrid, porque por su parte no recibí prácticamente nada, al contrario, tenía que ayudarle yo a él. No era que me importase, pero a veces se hacía demasiado duro tratar de animar a dos personas a la vez cuyo ánimo no estaba muy por la labor de levantarse. Solíamos hacer muchas cosas juntos los 3, a veces pasábamos las noches hablando y hablando hasta quedarnos dormidos. Ellos me contaban a mí historias sobre sus vidas o anécdotas sobre su profesión y yo, por mi parte, les contaba algún mito o leyenda aparte de mi vida (que tenía poca)
No se puede decir que esos días fueran de los más felices de mi vida, pero en aquellos momentos en los que a nadie parecía importarle nada, a mí me importaban ellos y en ningún momento demostré cuán desgaste había sufrido en este período.
Hablaba con Sara casi a diario. Intentaba no mencionarle a Álvaro ni el pésimo humor que tenían los chicos y endulzaba nuestros días, cuando en verdad eran más bien amargos.
Pero, aunque obviamente Álvaro era el que peor lo estaba pasando con todo esto, para mí era una tortura ver a Carlos destrozado y sintiéndose tan culpable. Me lo intentaba ocultar porque sabía que podría enfadarme, pero le conocía mejor de lo que pensaba y no podía escondérmelo.
No me separaba un sólo minuto de él y buscaba mil maneras de distraerlo. Me recordaba a cuando yo estuve en su estado y él estuvo ahí, al pie del cañón, sin flaquear un solo segundo. Ahora me tocaba a mí ser igual. Por él, aunque fuera. Se lo debía.
-Echo de menos a mi Carlos.-dije, abrazándole por detrás.
Él me rozó los brazos con las yemas de los dedos.
-Estoy aquí. Y llevo aquí ya tiempo.
-No, no. Echo de menos a mi Carlos de antes. Aquel que estaba siempre con una sonrisa en la cara y un pincel para dibujarle una a todo el mundo.
No pude verle la cara,pero supe que sonreí de aquella manera que hacía que me latiese el corazón como si se me fuese a escapar del pecho.
-Me gusta cuando empleas ese tono posesivo refiriéndote a mí.
-Es que eres mío. Y mataré a todo aquel que ponga eso en duda.
Rió.
-Tú siempre tan bruta.
-Pero sólo porque quiero protegerte.
Se dio la vuelta y, poniéndome una mano en la cabeza, como sabía que odiaba profundamente, me despeinó.
Ya sabía lo que estaba pensando, que costaba creer que una chica tan pequeña, que ni rozaba el metro sesenta de altura, hablase de protegerle a él. Sin embargo, sus palabras fueron bien distintas.
-Cuesta creer que una chica tan pequeña me haya robado tan profundamente el corazón.
Le sonreí y le besé.
Sabía que lo estaba pasando mal por algo que era ajeno a él pero que él no lo consideraba así y eso sólo hacía que le quisiera aún más, ya que demostraba la clase de persona que era, de esa clase de persona que sabes que sólo encuentras una vez en la vida y no te puedes permitir perder. Por suerte para mí, esta persona era mía. Y lucharía todos los días de mi vida porque siguiera siendo así.
Tras esa charla, Carlos se animó y empezó a ayudar a Álvaro con más y más entusiasmo hasta que consiguió que este volviese hasta casi la normalidad.
Así estaban las cosas cuando tocó volver a Madrid a hacer un concierto en unas fiestas de un pueblo y empezamos a hacer planes.
-¿Entonces no vas a poder venir?
-No creo Cris, he estado hablando con unas chicas de la uni y es prácticamente seguro que quedaremos...
-Mm, ¿y no lo podríais dejar para otro día? Qué solicitada estás últimamente.
-A ver, se avecina volver a empezar y los compañeros vuelven y...
-Ya, ya. Ya me puedo imaginar.
-Y además, ¿yo qué pinto allí?
-Son tus amigos. Si te ven, se alegrarán.
-¿Todos?
Suspiré.
-Sabes muy bien la respuesta a esa pregunta.
Hubo un breve silencio.
-De verdad que no puedo pasarme, Cris.
-Está bien, no pasa nada. Otra vez será.
-Sí... ¿Y con Carlos qué tal?
-Oh, pues muy bien. Aquí seguimos, como siempre. Debo dejarte, pero nos veremos pronto.
-¡Claro!
Decidí reservarme para mí el hecho de que Sara no iba a venir al concierto, ya que había aquí gente (hacéos una idea) que tenía la esperanza de que sí y no tenía fuerzas para hacérselas perder.
Carlos estaba contento,pues decía que al fin iba a poder ver a Choco y yo me puse a hablar con Blas sobre Tomás. Se había puesto muy grande, así como quién no quería la cosa.
Álvaro no decía nada. Suponía en qué estaba pensando.
Fue una alegría volver a Madrid. Quizá no hubiéramos estado mucho tiempo fuera, pero siempre agradecía volver a casa (aunque ciertamente mi casa o mi futura casa aún no me había dado tiempo a pisarlas)
Antes de que empezara el concierto, mientras los chicos se preparaban para salir de un momento a otro, decidí darme una vuelta por allí. A ver, no podría perderme ¿no? Sólo quería ir a ver un poco el ambiente.
Me asomé por una valla y hubo gente que se puso a gritar por lo que me asusté y me fui por otro lado y entonces, más alejado, creí ver algo.
-¿No me digas qué...? Vaya.
Me dirigí hacia allí.
-Que le digo que sí les conozco...
-Y tanto que les conoce. Déjala pasar.
El segurata me miró raro, a ver me había despeinado un poco por el susto antes, pero me reconoció de verme por ahí trotando tras Carlos y compañía así que dejó pasar a mi amiga.
-Anda que sino vengo a salvarte la vida...
-¿Sigues siendo igual de exagerada?
-Uy, eso no ha cambiado. ¿Es que no me vas a dar un abrazo?
Lo hizo y nos reímos.
-Pero ¿no que no venías que ya habias quedado?
-Sí,pero dije "¿qué demonios?" Y me planté aquí.
-Claro, como aquí tienes enchufe...
-Ahora que lo dices no me vendría mal cargar el móvil...
Reí con ganas.
Echaba de menos momentos de estos de risas sinceras con mi amiga.
Oímos gritos y música y supimos que el concierto había empezado.
-Bueno, pues vamos para allá.
-¿Me verán?
-No lo sé, yo siempre me suelo poner en un mismo sitio y para allá que iba.
-Bueno.
Vimos las dos el concierto, hablando de esto y lo otro como podíamos. Puede que no nos oyéramos, pero había ganas de hablar y era difícil de resistirse a la tentación.
-Venga, vamos, que esto se acaba ya.
Sara suspiró detrás mía mientras me seguía.
Ay, si ella supiera lo de estos días.
Nos sentamos a esperar en el camerino y, como siempre, en cuanto entraron por la puerta me tiré sobre Carlos como si en vez de horas hiciera semanas que no le veía.
Pero claro, esas veces mi amiga no había estado y todos se quedaron plantados nada más entrar.
-¡Hola!-dijo ella al ver que nadie decía nada.
-¡Sorpresa!-dije yo, echándola una mano-¿A qué no os lo esperábais? Pues yo tampoco porque me la encontré intentando colarse.
-¡No me quería colar!
-No, poco, sólo querías entrar dentro.
-Anda, cállate.
-Jajajajajajaja.
-Y será verdad. Mira que intentar colarte, Sara...-dijo Carlos riéndose y yendo a saludarla.
-¡Ay, qué no fue así!
Dejé que los demás fueran a saludarla y me fui con Álvaro, que estaba apoyado en la pared, sin perderse ni un solo detalle pero sin decir nada tampoco.
-¿No saludas?-dije, apoyándome a su lado en la pared.
Miró al suelo.
-Dime que esto no lo has preparado tú.
-¿Perdona? Osea, ¿me ves cara de Carlos o cómo va esto? No. Ella me dijo que no iba a venir y es verdad que estaba discutiendo con un guardia porque no la dejaba pasar. Yo tampoco sabía nada.
Se me quedó mirando como evaluando si tenía cara de Carlos o no y luego suspiró.
-Bueno, tranquilo, no te agobies. ¿Vamos fuera?
-Venga.
Me le llevé a que le diera un poco el aire.
Aunque desde mi posición sólo pudiera verle la espalda, pude suponer la cara que estaba poniendo.
Le entendía muy bien. Tampoco para mí había sido fácil volver a ver por primera vez a Blas tras lo que nos había pasado.
Y a Álvaro le había pillado completamente por sorpresa, aunque estoy segura que se hacía una idea de que vendría. Bueno, supongo que una parte de él quería que este encuentro sucediera y otra, no.
Unos brazos me abrazaron por detrás y acto seguido, la cabeza de Carlos se apoyó en mi hombro, dejando un beso en mi mejilla.
-¿Qué tal anda?-dijo, señalando con la mirada a Álvaro.
Me encogí de hombros.
-¿Y Sara?
-Ahí la dejé con el resto. Estaba muy entretenida con Blas.
Asentí con la cabeza.
Carlos se separó de mí, fue hacia Álvaro y le puso un brazo sobre los hombros.
-Pues se ha quedado buena noche, ¿no crees?
Cada uno nos marchamos a casa tras el concierto ¡Iba a ser un gusto dormir al fin en mi cama después de tanto ir y venir de sitios! Bueno, en casa de Carlos, claro, que decía que dejara ya de llamarla su casa y la dijera "nuestra".
Me costaba un poco que me entrase en la cabeza que iba a vivir con él.
-Qué sueño-dijo tirándose sobre la cama.
-Ya ves.
-Podría dormir un día entero y ni darme cuenta.
Reí.
-¿Qué te ha contado Sara?
-¿No que tenías sueño?
-Se me ha quitado de repente-dijo, bostezando.
-Ya, si lo veo jajajaja. Pues nada, hemos estado hablando de nuestras cosas y eso.
Me miró mal.
-¿Qué esperabas?
-No sé.
-Se podía hablar poco ahí, no sé si lo sabes. Hemos quedado para desayunar mañana, de todas maneras.
-¿Puedo ir?
-¿Me tienes que pedir permiso?
-Iba a ir de todos modos.
-Entonces no duermes un día entero.
-Bueno, otro día será.
-Jajajajaja.
Me tiré a su lado y escondí la cabeza en su cuello.
-Estoy por decirle a Álvaro que se mude con nosotros.
-¡Pero bueno! ¿Vas a acoger a todo el mundo en esta casa o qué?
-No mujer, pero él necesita que le echemos un cable...
-Sí, uno al cuello, no te digo. No sé si sería lo ideal para él venirse aquí con nosotros...
-Ya, puede que tengas razón. Puede que tenga que mudarme yo con él.
-¡Eh! ¿Y qué pasa conmigo?-dije, intentando parecer ofendida pero sin conseguirlo.
-Jajajajajaja. Sólo quiero ayudarle... Pero no sé cómo.
-Es que quizás está en un punto en el que ya nadie puede ayudarle, ni siquiera tú. Quizá ahora sólo él mismo pueda ayudarse... Hay heridas que sanan mejor en solitario.
-Eso no tiene sentido.
-Pero me ha quedado muy bonito así que a dormir, venga.
-¿De verdad crees que no podemos ayudarle?
Me le quedé mirando.
-De verdad creo que ya hemos hecho todo lo posible por ayudarle y que ya no podemos hacer más. Es cosa suya.
-Está bien, tienes razón.
A la mañana siguiente, llegamos un poco tarde a desayunar con Sara.
-Las culpas a él-dije, señalándole.
-¡Eh!
-Bueno bueno no pasa nada, tampoco os habéis retrasado tanto, hombre.
Carlos se puso a comer y estuvo escuchando la mayor parte del tiempo, así que estuvimos hablando nosotras.
Nos estuvo contando cómo habían sido sus días aquí sin nosotros y cómo llevaba, bueno, eso.
Carlos, que hasta entonces había estado callado (u ocupado zampando, depende de cómo queramos verlo) decidió abrir la boca y contar todo lo que yo no le conté a Sara.
Esta se nos quedó mirando tras saberlo todo.
-¿Él está así?
-¿Acaso no se le nota?-dije, sin mirarla.
-Bueno, sí... Pero yo no sabía todo eso.
-Pues ya lo sabes. Lo que no sé es por qué no te lo contaron en su momento...-dijo Carlos mirándome.
Le retiré la mirada.
Mis motivos tuve y él no era nadie para recriminármelo.
-No dije nada porque iba a saltar. Aparte de tener que ayudar al alma en pena, este-dije, señándole- estaba igual, lloriqueando por ahí pensando que era culpa suya todo esto cuando no es así. Y lo sentí y lo siento mucho por Álvaro, pero cuando la cosa le salpica a Carlos, esto se convierte en asunto personal. Bueno, ¿queda claro?
Se me quedaron mirando raro en plan "¿quién es esta y por qué se parece tanto a Cris?".
-Veo que tengo mucha información que asimilar.-dijo mi amiga.
-¡Y tanta!-dijo Carlos, mirándome-¿Se lo has contado?
-¿Contarme el qué?
-Ah, sí. Que me mudo.-dije.
-¿Qué?
-Pero a casa de Carlos, no muy lejos.
-¿En serio?
Asentí.
-Ay, qué me decís, cuánto me alegro en serio. ¿Y cuándo te mudas?
-Por septiembre o así, ¿no?
-Sí, en cuanto acabe la gira de verano y pueda ayudarla a traérse sus cosas.
-También yo podría echar una mano, si quieres.
-¡Claro!
Seguimos charlando largo rato hasta que Carlos se puso pesado y dijo que quería empezar con la mudanza.
-Es lo que ella quiere, Cris.
-Ya, pero... Ha dicho que sola estaría bien pero muchas veces no es lo que dices...
-Sino lo que tu voz esconde. Entiendo lo que quieres decir, pero creo que de verdad quiere estar un rato sola.
Suspiré.
No podría creerme que la relación de mis amigos hubiese acabado así. Siempre les veía tan... Unidos. Nunca les habría pensado ya separados.
Se ve que las cosas nunca son como las esperas.
Pasamos por casa y cogimos a Choco. Carlos decía que se tenía que ir adaptando a su nueva (y definitiva) casa.
Cuando llegamos a casa de Carlos el panorama no era muy alentador.
Álvaro seguía en la misma postura en la que le habíamos dejado y los demás estaban sentados a su lado, intentando meterle en la conversación, sin mucho éxito.
Cuando nos vieron entrar, todos levantaron la cabeza, pero al vernos con los hombros hundidos se dieron cuenta de que no traíamos buenas noticias.
Los chicos suspiraron y Álvaro giró la cabeza para mirar al mismo punto fijo al que estaba mirando cuando llegamos.
-Bueno...-dijo Dani.
-Sí, bueno-dije yo.
Choco lloriqueó, fue hacia Álvaro y le puso la cabeza encima de la pierna.
Creí recordar que los animales tenían un sexto sentido para detectar los estados de ánimo de la gente que querían y reaccionaban conforme a ellos.
Ahora lo estaba pudiendo comprobar.
-¿Qué hacemos? ¿Salimos por ahí a comer?-preguntó David, más que para matar el silencio que por otra cosa.
-Por mí, no.-dijo Álvaro, muy quedamente.
-Bueno, ¿en ese caso os quedáis a comer?-inquirió Carlos.
-Creo que será mejor que nos vayamos y nos veamos luego.
-Sí, está bien.
-Álvaro, si quieres quedarte, está bien.-le dije, viendo que ni se movía ni decía nada.
-Vale.-dijo, únicamente.
Nos despedimos de nuestros amigos con la promesa de que luego nos veríamos y cerré la puerta.
Volví al salón.
Carlos se había sentado al lado de Álvaro y le había puesto una mano en el hombro, mientras que con la otra le acariciaba la cabeza a Choco.
No alcanzaba a oír lo que le decía, pero podía imaginármelo.
-Bueno... ¿Qué queréis que haga?-pregunté.
Carlos me miró.
-Si tenemos que esperar a que tú hagas algo, vamos listos.
Hice un intento de mirarle mal, pero tenía razón. Si a partir de ahora iba a vivir con él, tenía que aprender a cocinar. Quería demostrarle que podía hacerlo y que podía alimentarnos a los dos. En cuanto pudiera, me pondría en serio a aprender.
-Será mejor que vaya yo.-dijo Carlos, levantándose y yendo a la cocina.
Su inseparable hijo le siguió, más contento que unas castañuelas.
Debía ser el único feliz en esta casa.
Me crucé de brazos y suspiré.
No se me daban bien estas cosas,pero supongo que era lo que tocaba.
Me dejé caer al lado de mi amigo y, al contrario que el resto de nuestros amigos, me limité a cogerle del brazo y apoyarme sobre él, en lugar de hablar.
Y así nos quedamos mientras oíamos a Carlos trastear en la cocina y a Choco por ahí correteando.
Durante la comida intenté dar conversación, pero Álvaro no hablaba y Carlos no me seguía.
Eso me dolió bastante. Me dejaba sola con todo el peso de la conversación y a mi también me dolía esta situación, pero no me daba por vencida.
Tras comer me dejaron a mi recogiendo y demás y cada uno se echó en un sillón.
Me les quedé mirando, sin saber muy bien a quién echar una mano.
-¿Os apetece que hagamos algo? ¿O vemos una peli o algo?
-Lo que quieras-me contestó Carlos.
Suspiré.
Mi novio era de gran ayuda en estos momentos. Nótese la ironía.
-Haced lo que queráis, pero os voy a decir una cosa. Poniéndoos así no vais a ganar nada. Hubo un tiempo, hace no mucho, que me sentí así o incluso peor y hubo alguien que me enseñó que no podías hundirte, no importa lo hondo que cayeras. Y ahora mismo no reconozco a esa persona.
Tras un breve silencio, llamé a mi perro y me le llevé a dar una vuelta, dejándolos a los dos solos.
Quizá necesitaban estar un poco solos y pensar. Eso siempre venía bien.
Pero cuando volví a casa, estaban los dos igual.
Aprovechando que Álvaro fue al baño, me eché sobre Carlos y le pellizqué.
-¡Ah! ¡Qué daño!
-Te jodes.
Me miró con pena.
-Te ha dolido, ¿no?
Asintió.
-Pues así me duele a mí esta situación. No me gusta verte torturado. Esto no es culpa tuya, ¿vale? Y ya puedes dejar de sufrir tontamente porque entonces me voy a enfadar y la puedo líar y no queremos eso. Hay cosas que no puedes controlar y esta es una de ellas.
Le acaricié la cara.
-Hiciste lo que creías que era correcto y no salió como esperabas. Bueno, pues de todo se aprende. Pero ahora ambos nos necesitan y yo no puedo hacerla sola. Yo te necesito a ti. Y si te pierdo como lo estoy haciendo ahora, no sé cómo me recuperaría de eso.
-Eso no va a pasar nunca. Esto, lo... Lo que les ha pasado. Eso no nos pasará nunca.
Sonreí y le abracé.
-Te ayudaré. Estaba tan... Distraido pensando en lo que había pasado que no me había parado a pensar en cómo te sentías. Perdóname. Te ayudaré.
Le abracé más fuerte.
-Mm ¿interrumpo algo?
Nos giramos.
Era la primera vez en todo el día que Álvaro hablaba sin que le preguntaran nada.
-¿Te apetece ir a correr?-le pregunté.
Sin embargo, las cosas no fueron mejor cuando nos marchamos de nuevo a la gira. Pensé que a Álvaro le haría bien estar lejos de casa y de todo recuerdo que hubiese podido crear con Sara, pero no era suficiente. Seguía siendo un alma en pena, apenas hablaba y desde luego no era como antes. En el escenario no se le notaba, pero antes y después de subirse a él, nosotros se lo notábamos. A ver, estámos todo el día con él, como para no darnos cuenta. Nunca le dejábamos solo o al menos no mucho tiempo. Siempre solía haber alguien con él, haciéndole compañía e intentando entretenerle. Pero Carlos tampoco se quedaba atrás en todo esto. Daba igual lo que yo le dijera que seguía haciéndose responsable de la situación de su amigo y, aunque en casa me prometió que me ayudaría, la promesa debió quedarse en Madrid, porque por su parte no recibí prácticamente nada, al contrario, tenía que ayudarle yo a él. No era que me importase, pero a veces se hacía demasiado duro tratar de animar a dos personas a la vez cuyo ánimo no estaba muy por la labor de levantarse. Solíamos hacer muchas cosas juntos los 3, a veces pasábamos las noches hablando y hablando hasta quedarnos dormidos. Ellos me contaban a mí historias sobre sus vidas o anécdotas sobre su profesión y yo, por mi parte, les contaba algún mito o leyenda aparte de mi vida (que tenía poca)
No se puede decir que esos días fueran de los más felices de mi vida, pero en aquellos momentos en los que a nadie parecía importarle nada, a mí me importaban ellos y en ningún momento demostré cuán desgaste había sufrido en este período.
Hablaba con Sara casi a diario. Intentaba no mencionarle a Álvaro ni el pésimo humor que tenían los chicos y endulzaba nuestros días, cuando en verdad eran más bien amargos.
Pero, aunque obviamente Álvaro era el que peor lo estaba pasando con todo esto, para mí era una tortura ver a Carlos destrozado y sintiéndose tan culpable. Me lo intentaba ocultar porque sabía que podría enfadarme, pero le conocía mejor de lo que pensaba y no podía escondérmelo.
No me separaba un sólo minuto de él y buscaba mil maneras de distraerlo. Me recordaba a cuando yo estuve en su estado y él estuvo ahí, al pie del cañón, sin flaquear un solo segundo. Ahora me tocaba a mí ser igual. Por él, aunque fuera. Se lo debía.
-Echo de menos a mi Carlos.-dije, abrazándole por detrás.
Él me rozó los brazos con las yemas de los dedos.
-Estoy aquí. Y llevo aquí ya tiempo.
-No, no. Echo de menos a mi Carlos de antes. Aquel que estaba siempre con una sonrisa en la cara y un pincel para dibujarle una a todo el mundo.
No pude verle la cara,pero supe que sonreí de aquella manera que hacía que me latiese el corazón como si se me fuese a escapar del pecho.
-Me gusta cuando empleas ese tono posesivo refiriéndote a mí.
-Es que eres mío. Y mataré a todo aquel que ponga eso en duda.
Rió.
-Tú siempre tan bruta.
-Pero sólo porque quiero protegerte.
Se dio la vuelta y, poniéndome una mano en la cabeza, como sabía que odiaba profundamente, me despeinó.
Ya sabía lo que estaba pensando, que costaba creer que una chica tan pequeña, que ni rozaba el metro sesenta de altura, hablase de protegerle a él. Sin embargo, sus palabras fueron bien distintas.
-Cuesta creer que una chica tan pequeña me haya robado tan profundamente el corazón.
Le sonreí y le besé.
Sabía que lo estaba pasando mal por algo que era ajeno a él pero que él no lo consideraba así y eso sólo hacía que le quisiera aún más, ya que demostraba la clase de persona que era, de esa clase de persona que sabes que sólo encuentras una vez en la vida y no te puedes permitir perder. Por suerte para mí, esta persona era mía. Y lucharía todos los días de mi vida porque siguiera siendo así.
Tras esa charla, Carlos se animó y empezó a ayudar a Álvaro con más y más entusiasmo hasta que consiguió que este volviese hasta casi la normalidad.
Así estaban las cosas cuando tocó volver a Madrid a hacer un concierto en unas fiestas de un pueblo y empezamos a hacer planes.
-¿Entonces no vas a poder venir?
-No creo Cris, he estado hablando con unas chicas de la uni y es prácticamente seguro que quedaremos...
-Mm, ¿y no lo podríais dejar para otro día? Qué solicitada estás últimamente.
-A ver, se avecina volver a empezar y los compañeros vuelven y...
-Ya, ya. Ya me puedo imaginar.
-Y además, ¿yo qué pinto allí?
-Son tus amigos. Si te ven, se alegrarán.
-¿Todos?
Suspiré.
-Sabes muy bien la respuesta a esa pregunta.
Hubo un breve silencio.
-De verdad que no puedo pasarme, Cris.
-Está bien, no pasa nada. Otra vez será.
-Sí... ¿Y con Carlos qué tal?
-Oh, pues muy bien. Aquí seguimos, como siempre. Debo dejarte, pero nos veremos pronto.
-¡Claro!
Decidí reservarme para mí el hecho de que Sara no iba a venir al concierto, ya que había aquí gente (hacéos una idea) que tenía la esperanza de que sí y no tenía fuerzas para hacérselas perder.
Carlos estaba contento,pues decía que al fin iba a poder ver a Choco y yo me puse a hablar con Blas sobre Tomás. Se había puesto muy grande, así como quién no quería la cosa.
Álvaro no decía nada. Suponía en qué estaba pensando.
Fue una alegría volver a Madrid. Quizá no hubiéramos estado mucho tiempo fuera, pero siempre agradecía volver a casa (aunque ciertamente mi casa o mi futura casa aún no me había dado tiempo a pisarlas)
Antes de que empezara el concierto, mientras los chicos se preparaban para salir de un momento a otro, decidí darme una vuelta por allí. A ver, no podría perderme ¿no? Sólo quería ir a ver un poco el ambiente.
Me asomé por una valla y hubo gente que se puso a gritar por lo que me asusté y me fui por otro lado y entonces, más alejado, creí ver algo.
-¿No me digas qué...? Vaya.
Me dirigí hacia allí.
-Que le digo que sí les conozco...
-Y tanto que les conoce. Déjala pasar.
El segurata me miró raro, a ver me había despeinado un poco por el susto antes, pero me reconoció de verme por ahí trotando tras Carlos y compañía así que dejó pasar a mi amiga.
-Anda que sino vengo a salvarte la vida...
-¿Sigues siendo igual de exagerada?
-Uy, eso no ha cambiado. ¿Es que no me vas a dar un abrazo?
Lo hizo y nos reímos.
-Pero ¿no que no venías que ya habias quedado?
-Sí,pero dije "¿qué demonios?" Y me planté aquí.
-Claro, como aquí tienes enchufe...
-Ahora que lo dices no me vendría mal cargar el móvil...
Reí con ganas.
Echaba de menos momentos de estos de risas sinceras con mi amiga.
Oímos gritos y música y supimos que el concierto había empezado.
-Bueno, pues vamos para allá.
-¿Me verán?
-No lo sé, yo siempre me suelo poner en un mismo sitio y para allá que iba.
-Bueno.
Vimos las dos el concierto, hablando de esto y lo otro como podíamos. Puede que no nos oyéramos, pero había ganas de hablar y era difícil de resistirse a la tentación.
-Venga, vamos, que esto se acaba ya.
Sara suspiró detrás mía mientras me seguía.
Ay, si ella supiera lo de estos días.
Nos sentamos a esperar en el camerino y, como siempre, en cuanto entraron por la puerta me tiré sobre Carlos como si en vez de horas hiciera semanas que no le veía.
Pero claro, esas veces mi amiga no había estado y todos se quedaron plantados nada más entrar.
-¡Hola!-dijo ella al ver que nadie decía nada.
-¡Sorpresa!-dije yo, echándola una mano-¿A qué no os lo esperábais? Pues yo tampoco porque me la encontré intentando colarse.
-¡No me quería colar!
-No, poco, sólo querías entrar dentro.
-Anda, cállate.
-Jajajajajajaja.
-Y será verdad. Mira que intentar colarte, Sara...-dijo Carlos riéndose y yendo a saludarla.
-¡Ay, qué no fue así!
Dejé que los demás fueran a saludarla y me fui con Álvaro, que estaba apoyado en la pared, sin perderse ni un solo detalle pero sin decir nada tampoco.
-¿No saludas?-dije, apoyándome a su lado en la pared.
Miró al suelo.
-Dime que esto no lo has preparado tú.
-¿Perdona? Osea, ¿me ves cara de Carlos o cómo va esto? No. Ella me dijo que no iba a venir y es verdad que estaba discutiendo con un guardia porque no la dejaba pasar. Yo tampoco sabía nada.
Se me quedó mirando como evaluando si tenía cara de Carlos o no y luego suspiró.
-Bueno, tranquilo, no te agobies. ¿Vamos fuera?
-Venga.
Me le llevé a que le diera un poco el aire.
Aunque desde mi posición sólo pudiera verle la espalda, pude suponer la cara que estaba poniendo.
Le entendía muy bien. Tampoco para mí había sido fácil volver a ver por primera vez a Blas tras lo que nos había pasado.
Y a Álvaro le había pillado completamente por sorpresa, aunque estoy segura que se hacía una idea de que vendría. Bueno, supongo que una parte de él quería que este encuentro sucediera y otra, no.
Unos brazos me abrazaron por detrás y acto seguido, la cabeza de Carlos se apoyó en mi hombro, dejando un beso en mi mejilla.
-¿Qué tal anda?-dijo, señalando con la mirada a Álvaro.
Me encogí de hombros.
-¿Y Sara?
-Ahí la dejé con el resto. Estaba muy entretenida con Blas.
Asentí con la cabeza.
Carlos se separó de mí, fue hacia Álvaro y le puso un brazo sobre los hombros.
-Pues se ha quedado buena noche, ¿no crees?
Cada uno nos marchamos a casa tras el concierto ¡Iba a ser un gusto dormir al fin en mi cama después de tanto ir y venir de sitios! Bueno, en casa de Carlos, claro, que decía que dejara ya de llamarla su casa y la dijera "nuestra".
Me costaba un poco que me entrase en la cabeza que iba a vivir con él.
-Qué sueño-dijo tirándose sobre la cama.
-Ya ves.
-Podría dormir un día entero y ni darme cuenta.
Reí.
-¿Qué te ha contado Sara?
-¿No que tenías sueño?
-Se me ha quitado de repente-dijo, bostezando.
-Ya, si lo veo jajajaja. Pues nada, hemos estado hablando de nuestras cosas y eso.
Me miró mal.
-¿Qué esperabas?
-No sé.
-Se podía hablar poco ahí, no sé si lo sabes. Hemos quedado para desayunar mañana, de todas maneras.
-¿Puedo ir?
-¿Me tienes que pedir permiso?
-Iba a ir de todos modos.
-Entonces no duermes un día entero.
-Bueno, otro día será.
-Jajajajaja.
Me tiré a su lado y escondí la cabeza en su cuello.
-Estoy por decirle a Álvaro que se mude con nosotros.
-¡Pero bueno! ¿Vas a acoger a todo el mundo en esta casa o qué?
-No mujer, pero él necesita que le echemos un cable...
-Sí, uno al cuello, no te digo. No sé si sería lo ideal para él venirse aquí con nosotros...
-Ya, puede que tengas razón. Puede que tenga que mudarme yo con él.
-¡Eh! ¿Y qué pasa conmigo?-dije, intentando parecer ofendida pero sin conseguirlo.
-Jajajajajaja. Sólo quiero ayudarle... Pero no sé cómo.
-Es que quizás está en un punto en el que ya nadie puede ayudarle, ni siquiera tú. Quizá ahora sólo él mismo pueda ayudarse... Hay heridas que sanan mejor en solitario.
-Eso no tiene sentido.
-Pero me ha quedado muy bonito así que a dormir, venga.
-¿De verdad crees que no podemos ayudarle?
Me le quedé mirando.
-De verdad creo que ya hemos hecho todo lo posible por ayudarle y que ya no podemos hacer más. Es cosa suya.
-Está bien, tienes razón.
A la mañana siguiente, llegamos un poco tarde a desayunar con Sara.
-Las culpas a él-dije, señalándole.
-¡Eh!
-Bueno bueno no pasa nada, tampoco os habéis retrasado tanto, hombre.
Carlos se puso a comer y estuvo escuchando la mayor parte del tiempo, así que estuvimos hablando nosotras.
Nos estuvo contando cómo habían sido sus días aquí sin nosotros y cómo llevaba, bueno, eso.
Carlos, que hasta entonces había estado callado (u ocupado zampando, depende de cómo queramos verlo) decidió abrir la boca y contar todo lo que yo no le conté a Sara.
Esta se nos quedó mirando tras saberlo todo.
-¿Él está así?
-¿Acaso no se le nota?-dije, sin mirarla.
-Bueno, sí... Pero yo no sabía todo eso.
-Pues ya lo sabes. Lo que no sé es por qué no te lo contaron en su momento...-dijo Carlos mirándome.
Le retiré la mirada.
Mis motivos tuve y él no era nadie para recriminármelo.
-No dije nada porque iba a saltar. Aparte de tener que ayudar al alma en pena, este-dije, señándole- estaba igual, lloriqueando por ahí pensando que era culpa suya todo esto cuando no es así. Y lo sentí y lo siento mucho por Álvaro, pero cuando la cosa le salpica a Carlos, esto se convierte en asunto personal. Bueno, ¿queda claro?
Se me quedaron mirando raro en plan "¿quién es esta y por qué se parece tanto a Cris?".
-Veo que tengo mucha información que asimilar.-dijo mi amiga.
-¡Y tanta!-dijo Carlos, mirándome-¿Se lo has contado?
-¿Contarme el qué?
-Ah, sí. Que me mudo.-dije.
-¿Qué?
-Pero a casa de Carlos, no muy lejos.
-¿En serio?
Asentí.
-Ay, qué me decís, cuánto me alegro en serio. ¿Y cuándo te mudas?
-Por septiembre o así, ¿no?
-Sí, en cuanto acabe la gira de verano y pueda ayudarla a traérse sus cosas.
-También yo podría echar una mano, si quieres.
-¡Claro!
Seguimos charlando largo rato hasta que Carlos se puso pesado y dijo que quería empezar con la mudanza.
-¿Tú
estás tonto?-le dije- No hay ganas.
-Jum.-se
quejó.
-Bueno,
yo os dejo aquí debatiendo lo que vais a hacer, tengo que ir a hacer
unas cosas.
-Oh,
sí, claro-dijimos ambos a la vez.
Nos
despedimos de nuestra amiga y echamos a piedra, papel o tijera para
decidir qué hacíamos. Sorprendentemente, gané yo, así que nos
fuimos a casa a ver un par de capítulos de Sobrenatual, que
últimamente, por razones de la vida, la teníamos muy abandonada.
-Sara-
No
podía dejar de darles vueltas a lo que Carlos me había contado
acerca de Álvaro, así que, antes de pensármelo dos veces, ya me
encontraba rumbo a Alcalá con el coche de mi amiga.No tenía llaves, así que respiré hondo un par de veces antes de llamar al telefonillo. Confiaba en que me abriera, pero tal y cómo habían ido las cosas en la noche de ayer, podía pasar cualquier cosa.
Antes de que pudiera llamar, una pareja salió y me sujetó la puerta amablemente para dejarme pasar.
Se lo agradecí con una sonrisa y entré.
Ya enfrente de la puerta de la casa de Álvaro, llamé sin pensarlo. Sabía que, si lo pensaba, sería peor.
Esperé un poco y volví a llamar. Nada. Una de dos, o no estaba o no quería verme. Podría entender perfectamente cualquiera de las dos posibles opciones.
Giré para dirigirme hacia el anscensor. Otra vez sería.
-¿Sara?
Ahí estaba su voz de nuevo, llamándome por mi nombre. No pude evitar estremecerme al oírla. Hacía semanas que no la escuchaba.
Me di la vuelta.
Un Álvaro confundido, empapado y enrollado en una toalla me observaba desde la puerta.
-¿Te estabas duchando?
Me maldecí a mí misma por malgastar lo primero que le decía de esa manera. ¿Acaso no era obvio que lo había estado haciendo?
-Sí, bueno, en ello estaba cuando oí el timbre. No todos tardamos tan poco.
Sonreí involuntariamente al recordar nuestra pequeña broma personal.
-¿Podemos hablar?
-Ah, sí, claro. Pasa.
Le seguí hasta el salón.
-Si quieres esperarme aquí, no tardo en vestirme.
-Claro.
Se marchó al baño y yo me quedé viendo las fotos que adornaban su salón.
Sonreía con cada una de ellas, pero especialmente en las que salía de niño. Me pregunté por qué, pero antes de que pudiera darme una respuesta a mí misma, apareció.
-Ya estoy aquí. ¿Quieres tomar algo?
-No, gracias. He estado desayunando con Cris y Carlos hace nada.
-Carlos también, ¿eh? Ese no se pierde una.
-No y menos cuando se trata de comida.
-Ya le conoces.
-Sí, bueno. El caso es que estuvimos hablando y me contaron cosas...
-Me puedo imaginar. ¿Esos dos hablando de mí? Me temo que sé lo que es.
Asentí.
-Y bueno, quería hablar de nosotros, si es que aún queda algo de eso...
-No creo que quede nada, la última vez que nos vimos me dejaste muy claro que se había acabado. Asi que, por lo que a mí respecta, no hay nada de qué hablar.
-Eso no es así y lo sabes. Sólo te pedí un tiempo.
-Ah, ¿qué no significa lo mismo?
-No.
Se me quedó mirando.
-¿Qué es lo que quieres decirme?
-Quería explicarte mis motivos.
-Creo que ya me los explicaste la última vez.
-Si es así, quiero volver a hacerlo. No estoy hecha para las relaciones a distancia. Cuando estaba con Martín-puso mala cara al oír el nombre- él también estuvo fuera un tiempo y seguramente fuera uno de los grandes desencadenantes de nuestra ruptura, pero no lo pasé ni la mitad de mal que cuando tú no estás. ¿Sabes por qué?
-No.
-Porque a ti te quiero como a nadie más antes.Y tu ausencia se hacía, y se hace, cada día más y más pesada y más difícil de llevar. Así que pensé que si nos tomábamos un tiempo, si me distancia un poco de ti, esa sensación iría desapareciendo, pero no fue así, sigue ahí. Mis días son una completa rutina. Trabajo y cuido al enano, que bueno, al menos me mantiene algo distraída. Pero, ¿y luego? ¿Qué me encuentro luego cuándo llego a casa? Aparte de las mascotas, nada. Para más inri, hasta mi prima se marchó. Estoy sola. Al menos tú tienes la suerte de contar con los chicos y Cris. Yo no tengo de eso. No tengo nada.
Tras un, lo que a mí me pareció un largo minuto de silencio, al fin habló.
-¿Por qué me has contando todo esto?
-Porque ahora sé cómo lo has pasado tú y necesitaba decirte cómo ha sido para mí, que vamos, tampoco es que yo haya estado de fiesta aquí.
-Ya, pero ¿pretendías algo?
-No, no lo sé.
-Yo aún tengo fechas por delante, es decir, no voy a poder estar aquí.
-Lo sé.
-Así que eso es lo que hay. Ya hablaremos más adelante de esto, si eso.
-Vale.
Nos quedamos mirándonos.
-Bueno, pues me voy a ir ya. Ya te dije lo que te tenía que decir.
-Bien. Ya nos veremos. Te acompaño a la puerta.
-Gracias.
Una
vez en el coche, esperé 20 largos minutos antes de arrancar y
marcharme. Todavía tenía toda la conversación en la cabeza.
-Cris-
Estuvimos
viendo capítulos hasta que Carlos se empezó a poner pesado con que
quería ver a Choco, así que nos encaminamos a casa de Sara, tras
que esta nos confirmara que estaba en ella.
Paco se puso tan loco de contento por verme que en su afán de abrazarme (entenderlo cómo podáis) batía las alas tan rápido que perdía alguna que otra pluma.
-Ay Sara, ¡qué me come!
-Que no, que le di de comer antes, es imposible que vuelva a tener hambre.
Choco se puso muy contento de ver a Carlos y los dos se pusieron a jugar y a correr por la casa.
Cuánto se habían echado de menos esos dos.
-¿Qué hacemos ahora?-dijo Carlos mientras Choco le lamía una oreja (arg)
Sara y yo nos miramos y nos encogimos de hombros al mismo tiempo.
-La verdad es que a mí me gustaría mirar algo de ropa, con tanto ir y venir apenas tengo tiempo de mirar nada.-dije, más para mí que para ellos.
-A mí tampoco me vendría mal una sesión de compras-añadió mi amiga.
Carlos nos miraba con cara de "por Dios no me hagáis esto".
-Bueno, pues vamos a ello.
Cogimos mi coche (era muy agradable volver a conducirlo) y nos dirigimos al centro comercial.
Carlos, cómo no, me estuvo asesorando, fiel a su sentido de estilista.
Al final cada una acabamos con un par de bolsas e incluso Carlos se compró alguna que otra camiseta y un par de vaqueros.
-Y así es como echamos la mañana.
-Sí, gastando dinero.
-Jajajajajaja derrochadores de nosotros.
-¿Solías hacer lo mismo con S?
-Sí... Bastante.
Me quedé pensativa.
Desde que mi amiga se había ido, apenas había hablado con ella.
-Joder, ¿de verdad estáis aquí?
-Mira que sois envidiosos, en serio.
-¡Qué te calles!
Aquella discusión, tan conocida por mí, me sacó de mis pensamientos.
-Pero...
-Hola, eh-dijo Dani, dándome dos besos.
Qué manía tenía siempre, si sabía que odiaba ir regalando besos por el mundo.
Quizá lo hiciera por eso.
A su lado estaba Álvaro, que nos miraba a todos con una media sonrisa. Nos saludó (a Sara también) y se perdió en la infinidad de su móvil.
-¿Qué hacéis aquí?-les preguntó mi amiga.
-Lo mismo que vosotros, supongo-dijo Dani, alzando las bolsas para que pudiéramos verlas.
-Si es que en cuanto tenemos un día libre nos vamos de compras porque somos unos obsesos.
-Y tanto.
-Bueno-dije, mirando la hora en el móvil- ¿Y si comemos?
-Me gusta como piensas-dijo Carlos, lo que me hizo poner los ojos en blanco.
-Venga, pues, ¿adónde vamos?-inquirió Sara.
-Al Foster-dijeron Carlos y Dani a la vez.
Les miramos todos enarcando una ceja.
-Guay.
-Blas está por aquí-dijo Álvaro levantando la cabeza del móvil.
-Pues dile que se venga, que le esperamos allí.-dijo Dani echando a andar.
Acabábamos de pedir las bebidas cuando Blas se presentó.
Pero no venía solo.
-¡Hola, Rebe!
-¡Hola chicos! ¡Cuánto tiempo!
-Ya ves, parecen años.
-¿Y David?-inquirió Blas.
-Ese está durmiendo. Ya le conoces.
Entablamos una larga conversación durante la comida, en la que tratamos parte de la gira (y lo que nos quedaba) hasta la marcha de Sigrid.
-A mi no me ha vuelto a llamar-dijo Sara.
-Ni a mi tampoco-dije.
-Eso sí que es raro.
Rebeca había estado muy callada todo este tiempo.
-¿Te pasa algo?-dije, dándole con el brazo para llamarle la atención.
-Mm, bueno... Este tema...
Blas suspiró.
Mi mirada pasó de la suya a la de él y viceversa.
-¿Qué pasa con este tema?
-Bueno, yo solo estaba aquí de prácticas y...
-Se te han acabado.-dijo Álvaro, acabando la frase por ella.
Rebeca asintió.
-Y no he encontrado trabajo aquí asi que... Bueno, vuelvo a casa, hasta que encuentre algo.
Me sonaba que vivía por el norte, pero no sentía que fuese adecuado preguntar ahora dónde vivía.
-Vaya panorama que tenemos últimamente...-dijo Dani-La gente no hace más que irse.
Todos cruzamos miradas, como preguntándonos "¿habrá un siguiente? ¿Quién será?".
Yo por mi parte me quedé pensativa. Mi círculo de amigas (o lo que creia entender por amigas) se iba reduciendo drásticamente. Siempre había sido una chica de pocas amigas, pero esto ya era rozar mucho el límite.
-¿Y entonces qué vais a hacer con lo vuestro?-les preguntó Álvaro.
¿Qué? ¿Cómo? ¿A qué se estaba refieriendo?
Rebeca y Blas se rieron.
-No, no, si no estamos juntos, no.
-¿Y entonces lo de esa noche?-dijo Dani-Vamos si os vimos todos.
-¿Todos? Yo nunca he visto eso, eh. Ni siquiera sé de qué estáis hablando-dijo Carlos, mirándoles a todos.
-La noche del cumple de Cris-explicó Álvaro-Tú te fuiste con ella, Sara se quedó en casa y nosotros salimos y...
-Cosas que pasan-dijo Blas.
Así que cosas que pasan.
-Pero sólo fui ahí, luego ya nada-añadió Rebeca.
-Ah-dije.
Sobre la mesa se cernió un abrupto silencio.
Me pasé las manos por los brazos, ya que me había quedado fría. ¿Era eso posible en pleno agosto?
-¿Van a querer postre?
La camarera no pudo haber elegido momento mejor para aparecer.
Después de la comida, dimos un par de vueltas más por allí y decidimos volver a casa a dejar las bolsas y coger el perro para que saliese.
No pronuncié palabra apenas en toda la tarde ni miraba a nada ni a nadie en particular.
Solo me agarraba a la mano de Carlos como si fuera lo último que me quedaba y lo último que pudiese hacer y dejaba que él me arrastrara de aquí para allá.
Él había intentado por varios medios hacerme hablar o integrarme en el grupo, ya que con tanto silencio me estaba excluyendo, pero no obtuvo resultados.
-¿Qué te pasa, preciosa?-me dijo a como a mitad de la tarde.
Le miré.
-Estoy bien.
-No, no lo estás.
Me encogí de hombros.
No es que él fuera a entender si le explicaba.
Para que me dejara de meter presión con la mirada me fui un rato con Sara y me agarré a ella.
David se nos había unido nada más dejar a Choco en casa y nos habíamos pateado toda Gran Vía y alrededores.
Eso ya, para algunos de nosotros, era todo un reto.
Ya que él se había perdido la comida, David sugirió cenar algo por ahí y despedirnos de Rebe.
-Iros vosotros, yo no voy.
Todos se giraron para mirarme.
-¿Cómo que no vienes?-preguntó David.
-Me quiero ir a casa. Así que ya nos vemos mañana.
-Pues podemos ir a casa de Carlos y...
-También es mi casa-dije, interrumpiendo a Dani.
-Bueno, pues vamos a tu casa y...
-No tenemos comida-observó sabiamente Carlos.
-Pues podemos pedir algo y...
-¡Sólo me quiero ir! ¿Qué parte de eso no entendéis? ¡No tenéis que venir, vosotros iros!
Y dicho lo cual me di la vuelta y emprendí el camino a casa dando grandes y fuertes pasos.
Estaba rabiosa. Aquello me había sacado de mis casillas.
En ese momento alguien me agarró del brazo y tiró.
Gruñí y me giré para golpear a quien fuera.
Al ver que era Carlos (cosa que me pude suponer) gruñí para mis adentros y tiré con fuerza para que me soltara el brazo.
-¿Se puede saber qué te pasa, eh?
Le miré con sorpresa, aunque aún seguía con el enfado reflejado en los ojos.
Él estaba enfadado. Enfadado de verdad. Creo que no había visto así a Carlos nunca. O al menos, no conmigo.
-Lo que me pase es asunto mío.
-Si es tuyo, también es mío. Asi que ya lo estás soltando.
Me limité a quedármele mirando, aún sabiendo cuánto le molestaba eso.
-Oh y ahora te callas. Qué bien. Ah, no, que llevas toda la tarde así. Da igual todo lo que haya hecho para tratar de conseguir que un par de palabras saliesen de tu boca, a ti no te ha dado la gana de hablar. Y todo porque Blas se lió con otra.
Abrí los ojos desmesuradamente.
Lo sabía. Sabía lo que me pasaba.
Aunque bueno, ahora que lo pensaba, quizá fuera un poco obvio. Desde que lo habían contado en la comida, había dejado de ser yo.
-Es que fue el día de mi cumpleaños...
-¿Y? Ya no estábais juntos.
-Ya, ya lo sé.
-¿Pues entonces? Supéralo, ya está. Cosas que pasan. Él hace su vida, tú haces la tuya.
-A mí no me hables así. Hago lo que me da la gana, hablo lo que me da la gana y me afecta lo que me da la gana y sino te gusta, pues te jodes. Tú te enamoraste de mí y empezaste a joder todo lo nuestro.
Después de haber dicho eso, supe que no tuve que haberlo dicho.
Estiré el brazo para tocarlo, pero él se apartó.
-Eh, Carlos...
-Siento mucho lo que hice.
-Ey, no Carlos, no-dije, agarrándole la cara-Estaba enfadada, ¿vale? He dicho eso porque estaba ciega de rabia y digo cosas que no pienso. Nadie me había contado esto...
-Yo no lo sabía.
-Lo sé cariño, lo sé. Sé que tú no lo sabías, pero nuestros amigos sí y... Bueno. Además la noche de mi cumpleaños... Pero lo siento mucho. No te he tenido que decir estas cosas ni pagarlo contigo. Estaba furiosa con ellos...
Suspiró.
-Sino te hubieses enamorado de mí, yo no tendría lo más bonito que se puede tener en la vida. Y lo tengo superado eso, créeme. Ahora eres y serás, tú. Es solo que no puedo con las, bueno... En este caso no son mentiras, pero sí nos han ocultado algo que creo que era importante...
-No le des más vueltas.
Sonreí y le abracé.
-Lo siento mucho, de verdad.
-No pasa nada. En serio. Te entiendo.
Al apartarme le cogí las manos.
-Entonces, ¿vienes conmigo a casa?
-Sabes que sí. Me ha encantado cuando le has dicho a Dani "¡También es mi casa!"-dijo, dándome un beso en la mejilla- Se cagó encima del susto.
-Jajajajaja ¡anda ya! Tampoco lo dije con esa voz de ogro reprimido.
-Ogro reprimido,dice. ¿Y si de camino a casa compramos una pizza?
-¡Pizzaaaa!-dije levantando los brazos al aire.
Sabía que le había hecho daño y que no se le había olvidado aunque pareciera que todo seguía igual. Tenía que demostrarle que él era el único, hoy, mañana y siempre, pero ¿cómo?
Tras nuestra breve estancia en Madrid, volvimos a movernos por toda España, aunque cada vez veíamos más cerca el final del verano y, con ellos, mis dias con ellos en la gira.
Pero resultaron ser menos de los que pensé.
-¿Qué es eso de MCA?
-Ya te lo he dicho, es una especie de campamento que hacemos y...
-No, si ya me ha quedado muy claro, mi verdadera pregunta es, ¿de verdad quieres que vaya yo allí?
-Claro, ya sabes que vas en calidad de...
-Sé de lo que voy.
-Es tu trabajo.
Negué con la cabeza.
-No podéis obligarme a ir.
Él se me quedó mirando con sorpresa.
-Nadie va a obligarte a ir.
-Mejor, porque no iré.
-Pero yo pensaba...
-¿Qué pensabas?
-Pensaba que querías ir para estar conmigo.
-Allí estaré de cualquier manera menos contigo. Y es como tiene que ser. Esos días no son para nosotros, tienes gente a la que debes dedicarte. Y yo lo entiendo. Y lo acepto. Y tú deberías hacer lo mismo con mi decisión de no ir. No haré más que estorbar. Es mejor que no vaya, ni en calidad de nada, créeme.
-Tienes razón.
Le acaricié la cara al ver que, aunque lo entendía, no parecía muy feliz con la idea.
-Ey, no me pongas esa cara. Yo te esperaré en nuestra casa. Iré empaquetando mis cosas para cuando vengas mudarme finalmente y tengo que ir preparando el equipaje para nuestro fin de semana en el spa, ¿te acuerdas?
El sonrió.
-Me acuerdo.
-¿Ves? Todo eso no se va a hacer solo. Así que tú ve, son solo dos días y medio y yo mientras tanto me ocuparé de todo eso. Estaremos tan ocupados los dos que no nos daremos cuenta de la ausencia del otro.
-Eso no será así. Yo siempre me acordaré de ti.
Esta vez fui yo quién sonrió.
-Más te vale.
Y le abracé.
Más tarde llamé a mi amiga para contárselo.
-Oh, vaya.
-Ya ves... Le he dicho que estaría bien, pero no sé si sobreviviré a esos días...
-¡Qué tonta eres! ¿Y por qué no ibas a sobrevivir?
-Pues porque bien es sabido que no sé cocinar, me moriré de la pena de echarle de menos, el aburrimiento la pena de echarle de menos...
-Ya, ya me ha quedado claro. ¿Y por qué no te vienes conmigo a casa?
-Es que le dije que empezaría a empaquetar las cosas para la mudanza y eso...
-Puedes hacerlo, te puedo ayudar y a la vez puedes quedarte en mi casa.
-Mm, pues tienes razón, sí. Pues por mí bien, me gusta la idea de vivir contigo unos días.
-Y con Paco.
-Eso ya me gusta menos, eh.
-Jajajajajaja.
A Carlos le pareció bien que en su ausencia fuera a estar con Sara y dijo que la llamaría para darle estrictas normas sobre mi cuidado. A saber lo que entendía él por eso.
Y así fue como me quedé en casa de mi amiga tras despedirme largamente de Carlos.
-Cuidate mucho, duerme bien, saca a Choco y come, recuerda. Haz eso y cuando vuelva te encontraré sana y salva.
-Que síiii Carlos, tranquilo. Sobreviviré. Estaré bien. Haz el favor de tener cuidado tú, que la gente está muy loca, no te comas todas las porquerías que veas y hazme saber que estás bien todas las veces que puedas.
-Así lo haré, no te preocupes. Contaré cada segundo que pase, pues será un segundo menos que quede para verte.
Tras besarle y abrazarle largamente, con el corazón encogido, me dirigí a casa de mi amiga Sara.
Cuando me abrió la puerta, me tiré a sus brazos.
Me palmeó la espalda.
-Ya, tranquila. Ya verás como se pasa en seguida y Carlos está aquí antes de lo que esperas.
-Apenas acaba de irse y parece que han sido años.
-Bueno, bueno qué exagerada, como siempre.
Paco me recibió con una calurosa bienvenida, como siempre.
-Estaba haciendo la comida, ¿quieres ayudarme?
Me encogí de hombros.
Ciertamente no tenía ganas de nada, pero recordé que me había prometido a mí misma que aprendería a cocinar para alimentarnos decentemente a Carlos y a mí.
-Está bien.
La seguí a la cocina.
Paco, loco de amor, también nos siguió y se posó en mi hombro, pero Sara le echó.
-¿Tú sabes cocinar mucho?-pregunté.
-¿Cómo?
-Es decir que si sabes muchas recetas y eso.
-Bueno, no me considero ninguna profesional, pero sé hacer bastantes cosas, ¿por qué?
-Bueno es que ahora, si voy a vivir con Carlos pues tendremos que comer y él no podrá estar la mayoría del tiempo y bueno, supongo que es algo que yo podría hacer.
-A mi no me importa enseñarte.
-¿A ti quién te enseñó?
-Mi madre. Hablando de madres, ¿sabe la tuya que te vas con Carlos?
-Algo sabe-dije, distraída, cogiendo una sartén y observándola.
-Eso no me suena muy bien.
Dejé la sartén y me centré en unos tuppers.
-Digamos que desde lo de Blas, no es que hablemos mucho. Era su yerno ideal y todo eso y Carlos no era mucho de su agrado. Pero las cosas han salido así.
-Ya entiendo.
-Pero bueno, se acostumbrará. La entiendo. ¿Qué dices que vamos a cocinar hoy?
Después de echarle una mano y apuntar la receta y los pasos en un cuadernillo que me prestó y tras comer, nos tiramos cada una en un sillón.
Sara hacía zapping, así distraídamente y yo no hacía más que mirar el móvil, suspirar y dejarlo a mi lado.
Hacía rato que Carlos no me escribía.
Choco no hacía más que intentar chuparme las piernas y al final le acabé dejando un hueco en el sillón y se tumbó a mi lado, medio aplastándome. No me molestó, pues me recordaba que Carlos hacía igual.
Mi amiga estuvo sugiriendo qué podríamos hacer, pero no me apetecía nada. Tal y como estaba, estaba agusto, esperando que Carlos volviese a manifestarse.
Ya bien entrada la tarde y sin haberme movido del sillón, Sara dijo que ya era hora de hacer algo.
-Ay, ¿el qué quieres que hagamos?
-Se acabó hacer el vago, hay que sacar a Choco y le prometiste a Carlos que empezarías a preparar tu mudanza.
Gruñí, pues no me apetecía nada moverme, pero aún así lo hice.
Sacamos a pasear a Choco y nos dimos una larga vuelta por la zona y luego fuimos a mi casa.
-Como puedes ver, ahí te dejé las cajas que conseguí.
-Son más que perfectas para guardar mis cosas, muchas gracias.
-¿Por dónde te gustaría empezar?
-Mm, no sé. Quizá por el salón. Tengo demasiadas cosas aquí.
-En eso estoy de acuerdo contigo.
Mientras guardábamos mis cosas en las cajas, estuve perdida en mis recuerdos. Había creado demasiados momentos en ese salón junto a Auryn y, en especial, junto a la persona que más echaba de menos en ese momento.
-Bueno, yo creo que basta por hoy.-dijo Sara tras un buen rato.
-¡Menos mal que lo has dicho! Porque estaba hecha polvo.
-¡Pero si tampoco hemos hecho tanto!
-Es más de lo que ya hago habitualmente.
Ella negó con la cabeza.
Subimos a su casa y me dio otra lección de cocina mientras hacíamos la cena. Estaba totalmente decidida a enseñarme y yo iba a muerte a aprender.
Tras cenar, volvimos a tirarnos cada una en un sillón.
-¿Te apetece que ponga una película?
-Sí, venga.
-¿Cuál quieres ver?
-Mm, no sé. ¿Una de miedo?
-Carlos me dijo que de esas no.
-¿Quéeee? ¿Por qué?-me quejé.
-Porque luego te dan miedo y no duermes.
-¡Eso es mentira! ¡Si eso le pasa a él!
-A mí es lo que me dijo.
-¿Y le crees?
Mi amiga se encogió de hombros.
Al final acabamos poniendo una de Saw, que me encantaban.
En mitad de la película, mientras un hombre sufría una muerte muy, muy desagradable me llamaron al móvil.
Chillé más que el hombre al mirar la pantalla y ver que era Carlos.
Corrí y fui a una habitación a hablar.
Descolgué y me tiré encima de la cama.
No pude evitar rodar sobre ella mientras oía la voz que tanto ansiaba oír.
Hablamos por un, lo que a mi parecer fue, un breve rato.
-Tengo que irme, en teoría me he escapado un momento para ir al baño y se van a pensar que me he caído por él...
-¡Oh, no! No queremos que piensen eso. Anda, tira.
-¿De verdad entonces que estás bien?
-Claro, ¿no parece que lo esté?
-Sí, supongo que... ¡Álvaro que te calles coño! Pero mira que es idiota este tío, eh.
-¿Pero qué quiere ahora?
-¡Qué sé yo! ¿Cuándo se ha visto que los tontos tengan razones? En fin, bueno, me voy. Prometo llamarte tan pronto como pueda.
-Eso espero, pero anda, ve, que le oigo gritar hasta aquí. Le va a dar un síncope.
-Me echa demasiado de menos, lo sé. Si se lo preguntas directamente alomejor no te lo confiesa pero yo lo sé. ¡Qué ya voy! Bueno. Te quiero. Te llamaré pronto.
-¡Ojalá! Te quiero.
Mucho más animada, aunque sufriendo por dentro porque ya no le sentía conmigo, volví al salón con Sara a terminar de ver la peli. Cuando acabó, nos pusimos los pijamas mientras Choco intentaba impedirlo quitándonos las cosas. De verdad este perro estaba tonto.
Paco se puso tan loco de contento por verme que en su afán de abrazarme (entenderlo cómo podáis) batía las alas tan rápido que perdía alguna que otra pluma.
-Ay Sara, ¡qué me come!
-Que no, que le di de comer antes, es imposible que vuelva a tener hambre.
Choco se puso muy contento de ver a Carlos y los dos se pusieron a jugar y a correr por la casa.
Cuánto se habían echado de menos esos dos.
-¿Qué hacemos ahora?-dijo Carlos mientras Choco le lamía una oreja (arg)
Sara y yo nos miramos y nos encogimos de hombros al mismo tiempo.
-La verdad es que a mí me gustaría mirar algo de ropa, con tanto ir y venir apenas tengo tiempo de mirar nada.-dije, más para mí que para ellos.
-A mí tampoco me vendría mal una sesión de compras-añadió mi amiga.
Carlos nos miraba con cara de "por Dios no me hagáis esto".
-Bueno, pues vamos a ello.
Cogimos mi coche (era muy agradable volver a conducirlo) y nos dirigimos al centro comercial.
Carlos, cómo no, me estuvo asesorando, fiel a su sentido de estilista.
Al final cada una acabamos con un par de bolsas e incluso Carlos se compró alguna que otra camiseta y un par de vaqueros.
-Y así es como echamos la mañana.
-Sí, gastando dinero.
-Jajajajajaja derrochadores de nosotros.
-¿Solías hacer lo mismo con S?
-Sí... Bastante.
Me quedé pensativa.
Desde que mi amiga se había ido, apenas había hablado con ella.
-Joder, ¿de verdad estáis aquí?
-Mira que sois envidiosos, en serio.
-¡Qué te calles!
Aquella discusión, tan conocida por mí, me sacó de mis pensamientos.
-Pero...
-Hola, eh-dijo Dani, dándome dos besos.
Qué manía tenía siempre, si sabía que odiaba ir regalando besos por el mundo.
Quizá lo hiciera por eso.
A su lado estaba Álvaro, que nos miraba a todos con una media sonrisa. Nos saludó (a Sara también) y se perdió en la infinidad de su móvil.
-¿Qué hacéis aquí?-les preguntó mi amiga.
-Lo mismo que vosotros, supongo-dijo Dani, alzando las bolsas para que pudiéramos verlas.
-Si es que en cuanto tenemos un día libre nos vamos de compras porque somos unos obsesos.
-Y tanto.
-Bueno-dije, mirando la hora en el móvil- ¿Y si comemos?
-Me gusta como piensas-dijo Carlos, lo que me hizo poner los ojos en blanco.
-Venga, pues, ¿adónde vamos?-inquirió Sara.
-Al Foster-dijeron Carlos y Dani a la vez.
Les miramos todos enarcando una ceja.
-Guay.
-Blas está por aquí-dijo Álvaro levantando la cabeza del móvil.
-Pues dile que se venga, que le esperamos allí.-dijo Dani echando a andar.
Acabábamos de pedir las bebidas cuando Blas se presentó.
Pero no venía solo.
-¡Hola, Rebe!
-¡Hola chicos! ¡Cuánto tiempo!
-Ya ves, parecen años.
-¿Y David?-inquirió Blas.
-Ese está durmiendo. Ya le conoces.
Entablamos una larga conversación durante la comida, en la que tratamos parte de la gira (y lo que nos quedaba) hasta la marcha de Sigrid.
-A mi no me ha vuelto a llamar-dijo Sara.
-Ni a mi tampoco-dije.
-Eso sí que es raro.
Rebeca había estado muy callada todo este tiempo.
-¿Te pasa algo?-dije, dándole con el brazo para llamarle la atención.
-Mm, bueno... Este tema...
Blas suspiró.
Mi mirada pasó de la suya a la de él y viceversa.
-¿Qué pasa con este tema?
-Bueno, yo solo estaba aquí de prácticas y...
-Se te han acabado.-dijo Álvaro, acabando la frase por ella.
Rebeca asintió.
-Y no he encontrado trabajo aquí asi que... Bueno, vuelvo a casa, hasta que encuentre algo.
Me sonaba que vivía por el norte, pero no sentía que fuese adecuado preguntar ahora dónde vivía.
-Vaya panorama que tenemos últimamente...-dijo Dani-La gente no hace más que irse.
Todos cruzamos miradas, como preguntándonos "¿habrá un siguiente? ¿Quién será?".
Yo por mi parte me quedé pensativa. Mi círculo de amigas (o lo que creia entender por amigas) se iba reduciendo drásticamente. Siempre había sido una chica de pocas amigas, pero esto ya era rozar mucho el límite.
-¿Y entonces qué vais a hacer con lo vuestro?-les preguntó Álvaro.
¿Qué? ¿Cómo? ¿A qué se estaba refieriendo?
Rebeca y Blas se rieron.
-No, no, si no estamos juntos, no.
-¿Y entonces lo de esa noche?-dijo Dani-Vamos si os vimos todos.
-¿Todos? Yo nunca he visto eso, eh. Ni siquiera sé de qué estáis hablando-dijo Carlos, mirándoles a todos.
-La noche del cumple de Cris-explicó Álvaro-Tú te fuiste con ella, Sara se quedó en casa y nosotros salimos y...
-Cosas que pasan-dijo Blas.
Así que cosas que pasan.
-Pero sólo fui ahí, luego ya nada-añadió Rebeca.
-Ah-dije.
Sobre la mesa se cernió un abrupto silencio.
Me pasé las manos por los brazos, ya que me había quedado fría. ¿Era eso posible en pleno agosto?
-¿Van a querer postre?
La camarera no pudo haber elegido momento mejor para aparecer.
Después de la comida, dimos un par de vueltas más por allí y decidimos volver a casa a dejar las bolsas y coger el perro para que saliese.
No pronuncié palabra apenas en toda la tarde ni miraba a nada ni a nadie en particular.
Solo me agarraba a la mano de Carlos como si fuera lo último que me quedaba y lo último que pudiese hacer y dejaba que él me arrastrara de aquí para allá.
Él había intentado por varios medios hacerme hablar o integrarme en el grupo, ya que con tanto silencio me estaba excluyendo, pero no obtuvo resultados.
-¿Qué te pasa, preciosa?-me dijo a como a mitad de la tarde.
Le miré.
-Estoy bien.
-No, no lo estás.
Me encogí de hombros.
No es que él fuera a entender si le explicaba.
Para que me dejara de meter presión con la mirada me fui un rato con Sara y me agarré a ella.
David se nos había unido nada más dejar a Choco en casa y nos habíamos pateado toda Gran Vía y alrededores.
Eso ya, para algunos de nosotros, era todo un reto.
Ya que él se había perdido la comida, David sugirió cenar algo por ahí y despedirnos de Rebe.
-Iros vosotros, yo no voy.
Todos se giraron para mirarme.
-¿Cómo que no vienes?-preguntó David.
-Me quiero ir a casa. Así que ya nos vemos mañana.
-Pues podemos ir a casa de Carlos y...
-También es mi casa-dije, interrumpiendo a Dani.
-Bueno, pues vamos a tu casa y...
-No tenemos comida-observó sabiamente Carlos.
-Pues podemos pedir algo y...
-¡Sólo me quiero ir! ¿Qué parte de eso no entendéis? ¡No tenéis que venir, vosotros iros!
Y dicho lo cual me di la vuelta y emprendí el camino a casa dando grandes y fuertes pasos.
Estaba rabiosa. Aquello me había sacado de mis casillas.
En ese momento alguien me agarró del brazo y tiró.
Gruñí y me giré para golpear a quien fuera.
Al ver que era Carlos (cosa que me pude suponer) gruñí para mis adentros y tiré con fuerza para que me soltara el brazo.
-¿Se puede saber qué te pasa, eh?
Le miré con sorpresa, aunque aún seguía con el enfado reflejado en los ojos.
Él estaba enfadado. Enfadado de verdad. Creo que no había visto así a Carlos nunca. O al menos, no conmigo.
-Lo que me pase es asunto mío.
-Si es tuyo, también es mío. Asi que ya lo estás soltando.
Me limité a quedármele mirando, aún sabiendo cuánto le molestaba eso.
-Oh y ahora te callas. Qué bien. Ah, no, que llevas toda la tarde así. Da igual todo lo que haya hecho para tratar de conseguir que un par de palabras saliesen de tu boca, a ti no te ha dado la gana de hablar. Y todo porque Blas se lió con otra.
Abrí los ojos desmesuradamente.
Lo sabía. Sabía lo que me pasaba.
Aunque bueno, ahora que lo pensaba, quizá fuera un poco obvio. Desde que lo habían contado en la comida, había dejado de ser yo.
-Es que fue el día de mi cumpleaños...
-¿Y? Ya no estábais juntos.
-Ya, ya lo sé.
-¿Pues entonces? Supéralo, ya está. Cosas que pasan. Él hace su vida, tú haces la tuya.
-A mí no me hables así. Hago lo que me da la gana, hablo lo que me da la gana y me afecta lo que me da la gana y sino te gusta, pues te jodes. Tú te enamoraste de mí y empezaste a joder todo lo nuestro.
Después de haber dicho eso, supe que no tuve que haberlo dicho.
Estiré el brazo para tocarlo, pero él se apartó.
-Eh, Carlos...
-Siento mucho lo que hice.
-Ey, no Carlos, no-dije, agarrándole la cara-Estaba enfadada, ¿vale? He dicho eso porque estaba ciega de rabia y digo cosas que no pienso. Nadie me había contado esto...
-Yo no lo sabía.
-Lo sé cariño, lo sé. Sé que tú no lo sabías, pero nuestros amigos sí y... Bueno. Además la noche de mi cumpleaños... Pero lo siento mucho. No te he tenido que decir estas cosas ni pagarlo contigo. Estaba furiosa con ellos...
Suspiró.
-Sino te hubieses enamorado de mí, yo no tendría lo más bonito que se puede tener en la vida. Y lo tengo superado eso, créeme. Ahora eres y serás, tú. Es solo que no puedo con las, bueno... En este caso no son mentiras, pero sí nos han ocultado algo que creo que era importante...
-No le des más vueltas.
Sonreí y le abracé.
-Lo siento mucho, de verdad.
-No pasa nada. En serio. Te entiendo.
Al apartarme le cogí las manos.
-Entonces, ¿vienes conmigo a casa?
-Sabes que sí. Me ha encantado cuando le has dicho a Dani "¡También es mi casa!"-dijo, dándome un beso en la mejilla- Se cagó encima del susto.
-Jajajajaja ¡anda ya! Tampoco lo dije con esa voz de ogro reprimido.
-Ogro reprimido,dice. ¿Y si de camino a casa compramos una pizza?
-¡Pizzaaaa!-dije levantando los brazos al aire.
Sabía que le había hecho daño y que no se le había olvidado aunque pareciera que todo seguía igual. Tenía que demostrarle que él era el único, hoy, mañana y siempre, pero ¿cómo?
Tras nuestra breve estancia en Madrid, volvimos a movernos por toda España, aunque cada vez veíamos más cerca el final del verano y, con ellos, mis dias con ellos en la gira.
Pero resultaron ser menos de los que pensé.
-¿Qué es eso de MCA?
-Ya te lo he dicho, es una especie de campamento que hacemos y...
-No, si ya me ha quedado muy claro, mi verdadera pregunta es, ¿de verdad quieres que vaya yo allí?
-Claro, ya sabes que vas en calidad de...
-Sé de lo que voy.
-Es tu trabajo.
Negué con la cabeza.
-No podéis obligarme a ir.
Él se me quedó mirando con sorpresa.
-Nadie va a obligarte a ir.
-Mejor, porque no iré.
-Pero yo pensaba...
-¿Qué pensabas?
-Pensaba que querías ir para estar conmigo.
-Allí estaré de cualquier manera menos contigo. Y es como tiene que ser. Esos días no son para nosotros, tienes gente a la que debes dedicarte. Y yo lo entiendo. Y lo acepto. Y tú deberías hacer lo mismo con mi decisión de no ir. No haré más que estorbar. Es mejor que no vaya, ni en calidad de nada, créeme.
-Tienes razón.
Le acaricié la cara al ver que, aunque lo entendía, no parecía muy feliz con la idea.
-Ey, no me pongas esa cara. Yo te esperaré en nuestra casa. Iré empaquetando mis cosas para cuando vengas mudarme finalmente y tengo que ir preparando el equipaje para nuestro fin de semana en el spa, ¿te acuerdas?
El sonrió.
-Me acuerdo.
-¿Ves? Todo eso no se va a hacer solo. Así que tú ve, son solo dos días y medio y yo mientras tanto me ocuparé de todo eso. Estaremos tan ocupados los dos que no nos daremos cuenta de la ausencia del otro.
-Eso no será así. Yo siempre me acordaré de ti.
Esta vez fui yo quién sonrió.
-Más te vale.
Y le abracé.
Más tarde llamé a mi amiga para contárselo.
-Oh, vaya.
-Ya ves... Le he dicho que estaría bien, pero no sé si sobreviviré a esos días...
-¡Qué tonta eres! ¿Y por qué no ibas a sobrevivir?
-Pues porque bien es sabido que no sé cocinar, me moriré de la pena de echarle de menos, el aburrimiento la pena de echarle de menos...
-Ya, ya me ha quedado claro. ¿Y por qué no te vienes conmigo a casa?
-Es que le dije que empezaría a empaquetar las cosas para la mudanza y eso...
-Puedes hacerlo, te puedo ayudar y a la vez puedes quedarte en mi casa.
-Mm, pues tienes razón, sí. Pues por mí bien, me gusta la idea de vivir contigo unos días.
-Y con Paco.
-Eso ya me gusta menos, eh.
-Jajajajajaja.
A Carlos le pareció bien que en su ausencia fuera a estar con Sara y dijo que la llamaría para darle estrictas normas sobre mi cuidado. A saber lo que entendía él por eso.
Y así fue como me quedé en casa de mi amiga tras despedirme largamente de Carlos.
-Cuidate mucho, duerme bien, saca a Choco y come, recuerda. Haz eso y cuando vuelva te encontraré sana y salva.
-Que síiii Carlos, tranquilo. Sobreviviré. Estaré bien. Haz el favor de tener cuidado tú, que la gente está muy loca, no te comas todas las porquerías que veas y hazme saber que estás bien todas las veces que puedas.
-Así lo haré, no te preocupes. Contaré cada segundo que pase, pues será un segundo menos que quede para verte.
Tras besarle y abrazarle largamente, con el corazón encogido, me dirigí a casa de mi amiga Sara.
Cuando me abrió la puerta, me tiré a sus brazos.
Me palmeó la espalda.
-Ya, tranquila. Ya verás como se pasa en seguida y Carlos está aquí antes de lo que esperas.
-Apenas acaba de irse y parece que han sido años.
-Bueno, bueno qué exagerada, como siempre.
Paco me recibió con una calurosa bienvenida, como siempre.
-Estaba haciendo la comida, ¿quieres ayudarme?
Me encogí de hombros.
Ciertamente no tenía ganas de nada, pero recordé que me había prometido a mí misma que aprendería a cocinar para alimentarnos decentemente a Carlos y a mí.
-Está bien.
La seguí a la cocina.
Paco, loco de amor, también nos siguió y se posó en mi hombro, pero Sara le echó.
-¿Tú sabes cocinar mucho?-pregunté.
-¿Cómo?
-Es decir que si sabes muchas recetas y eso.
-Bueno, no me considero ninguna profesional, pero sé hacer bastantes cosas, ¿por qué?
-Bueno es que ahora, si voy a vivir con Carlos pues tendremos que comer y él no podrá estar la mayoría del tiempo y bueno, supongo que es algo que yo podría hacer.
-A mi no me importa enseñarte.
-¿A ti quién te enseñó?
-Mi madre. Hablando de madres, ¿sabe la tuya que te vas con Carlos?
-Algo sabe-dije, distraída, cogiendo una sartén y observándola.
-Eso no me suena muy bien.
Dejé la sartén y me centré en unos tuppers.
-Digamos que desde lo de Blas, no es que hablemos mucho. Era su yerno ideal y todo eso y Carlos no era mucho de su agrado. Pero las cosas han salido así.
-Ya entiendo.
-Pero bueno, se acostumbrará. La entiendo. ¿Qué dices que vamos a cocinar hoy?
Después de echarle una mano y apuntar la receta y los pasos en un cuadernillo que me prestó y tras comer, nos tiramos cada una en un sillón.
Sara hacía zapping, así distraídamente y yo no hacía más que mirar el móvil, suspirar y dejarlo a mi lado.
Hacía rato que Carlos no me escribía.
Choco no hacía más que intentar chuparme las piernas y al final le acabé dejando un hueco en el sillón y se tumbó a mi lado, medio aplastándome. No me molestó, pues me recordaba que Carlos hacía igual.
Mi amiga estuvo sugiriendo qué podríamos hacer, pero no me apetecía nada. Tal y como estaba, estaba agusto, esperando que Carlos volviese a manifestarse.
Ya bien entrada la tarde y sin haberme movido del sillón, Sara dijo que ya era hora de hacer algo.
-Ay, ¿el qué quieres que hagamos?
-Se acabó hacer el vago, hay que sacar a Choco y le prometiste a Carlos que empezarías a preparar tu mudanza.
Gruñí, pues no me apetecía nada moverme, pero aún así lo hice.
Sacamos a pasear a Choco y nos dimos una larga vuelta por la zona y luego fuimos a mi casa.
-Como puedes ver, ahí te dejé las cajas que conseguí.
-Son más que perfectas para guardar mis cosas, muchas gracias.
-¿Por dónde te gustaría empezar?
-Mm, no sé. Quizá por el salón. Tengo demasiadas cosas aquí.
-En eso estoy de acuerdo contigo.
Mientras guardábamos mis cosas en las cajas, estuve perdida en mis recuerdos. Había creado demasiados momentos en ese salón junto a Auryn y, en especial, junto a la persona que más echaba de menos en ese momento.
-Bueno, yo creo que basta por hoy.-dijo Sara tras un buen rato.
-¡Menos mal que lo has dicho! Porque estaba hecha polvo.
-¡Pero si tampoco hemos hecho tanto!
-Es más de lo que ya hago habitualmente.
Ella negó con la cabeza.
Subimos a su casa y me dio otra lección de cocina mientras hacíamos la cena. Estaba totalmente decidida a enseñarme y yo iba a muerte a aprender.
Tras cenar, volvimos a tirarnos cada una en un sillón.
-¿Te apetece que ponga una película?
-Sí, venga.
-¿Cuál quieres ver?
-Mm, no sé. ¿Una de miedo?
-Carlos me dijo que de esas no.
-¿Quéeee? ¿Por qué?-me quejé.
-Porque luego te dan miedo y no duermes.
-¡Eso es mentira! ¡Si eso le pasa a él!
-A mí es lo que me dijo.
-¿Y le crees?
Mi amiga se encogió de hombros.
Al final acabamos poniendo una de Saw, que me encantaban.
En mitad de la película, mientras un hombre sufría una muerte muy, muy desagradable me llamaron al móvil.
Chillé más que el hombre al mirar la pantalla y ver que era Carlos.
Corrí y fui a una habitación a hablar.
Descolgué y me tiré encima de la cama.
No pude evitar rodar sobre ella mientras oía la voz que tanto ansiaba oír.
Hablamos por un, lo que a mi parecer fue, un breve rato.
-Tengo que irme, en teoría me he escapado un momento para ir al baño y se van a pensar que me he caído por él...
-¡Oh, no! No queremos que piensen eso. Anda, tira.
-¿De verdad entonces que estás bien?
-Claro, ¿no parece que lo esté?
-Sí, supongo que... ¡Álvaro que te calles coño! Pero mira que es idiota este tío, eh.
-¿Pero qué quiere ahora?
-¡Qué sé yo! ¿Cuándo se ha visto que los tontos tengan razones? En fin, bueno, me voy. Prometo llamarte tan pronto como pueda.
-Eso espero, pero anda, ve, que le oigo gritar hasta aquí. Le va a dar un síncope.
-Me echa demasiado de menos, lo sé. Si se lo preguntas directamente alomejor no te lo confiesa pero yo lo sé. ¡Qué ya voy! Bueno. Te quiero. Te llamaré pronto.
-¡Ojalá! Te quiero.
Mucho más animada, aunque sufriendo por dentro porque ya no le sentía conmigo, volví al salón con Sara a terminar de ver la peli. Cuando acabó, nos pusimos los pijamas mientras Choco intentaba impedirlo quitándonos las cosas. De verdad este perro estaba tonto.
-¿Dónde
dices que voy a dormir yo?-le pregunté a mi amiga.
-En
realidad nunca te lo he dicho.
-Ah,
vaya.
-¿Quieres
dormir conmigo o prefieres una de las camas de la habitación?
-¿Qué
clase de pregunta es esa? Como sino supiérais todos que odio dormir
sola.
Ella
se rió, dándome la razón.
Choco
lloraba bajo la cama porque Sara no le dejaba subirse a ella y él
estaba acostumbrado a ser el amo y señor indiscutible de la cama.
Eso era algo que Carlos y yo ya teníamos bastante asumido, pero
comprendía que mi amiga no.
-Y
bueno, ¿qué te ha contado Carlos antes?
-¿Cómo
sabes qeue ha sido Carlos quien ha llamado?-pregunté, sorprendida.
-Hija,
con ese chillido que has pegado, como para no adivinarlo...
-¿Tan
previsible soy en la vida?
Mi
amiga asintió.
Pues
vaya.
-Pues
nada, un poco de todo y un poco de nada. Ha sido muy breve, tenía
prisa. Dijo que iba al baño para poder hablar conmigo y luego Álvaro
no hacía más que llamarle a gritos, qué oportuno.
-Ah.
-Ahí
va, lo siento, no me acordaba que...
-No
importa.
Suspiré.
-Y
bueno, ¿has hablado con él o algo?
-¿Con
Álvaro, dices?
-Ajá.
-No,
bueno, no... ¿Recuerdas ese día que fuimos a desayunar con Carlos?
-Mm,
sí. ¿Cómo olvidarlo?
-Bueno,
pues tras eso fui a hablar con él a su casa.
-¿Ah,
sí? ¿Y qué pasó?
-Nada,
sólo le conté cómo fue mi situación durante su ausencia y eso.
-Puedo
entender eso. Vamos, que básicamente fuiste a decirle que no te
habías olvidado de él. No me mires con esa cara, sé que parezco
tonta, pero sé más de lo que os pensáis.
-¡Pero
serás tonta!
-Si
ya te había dicho que lo era, no dices nada nuevo.
Ambas
nos reímos.
-¿Y
él que te dijo?
Sara
se encogió de hombros.
-Creí
que sabías más de lo que pensábamos.
-Bueno,
si no lo sé, lo acabaré descubriendo, por eso no te preocupes.
-Pues
cuando me cuentas. ¿Y tú con Carlos todo bien entonces?
-Bueno.
-¿Bueno?
¿Qué pasa?
-Por
pasar pasan ciertas cosas.
-¿Cómo
por ejemplo?
-Como
que me falta ahora mismo, pero bueno. Intento vivir con ello.
-Contra
eso no podemos hacer nada.
-Ya,
si de cierta manera lo elegí yo así.
-¿Qué
más? ¿Te da cosa irte a vivir con él?
-¿Qué?
No, no jajajaja. Estoy encantada con esa idea.
-¿Entonces?
-El
otro día le hablé bastante mal y sé que no le sentó nada bien y
que no se le ha olvidado por mucho que haga el ganso y hace que no se
acuerda.
-Mm,
¿el otro día cuándo?
-El
último día que estuvimos con Rebeca y eso. Cuando me marché porque
no quería ir a cenar con vosotros.
-Y
lo que te perdiste. Lo pasamos bastante bien.
La
miré mal.
-No
es por ser borde, pero me da un poco igual. No quería estar más con
Blas y ella, no después de que nadie me dijera absolutamente nada
sobre lo que pasó la noche de mi cumpleaños. Bueno, le dije que si
me daba la gana ponerme mal por eso, que lo iba a hacer y que si él
no se hubiera metido en medio que lo nuestro no se habría perdido.
-Oh.
-Sí,
oh. Y aunque me dijo que no pasaba nada, sé que sí. A mí me dice
alguien eso y es lo último que me dice. No sé cómo me pasó algo
así.
-Porque
te quiere mucho.
-Lo
debe de hacer, sí, aunque no me lo explique. Y yo igual y quiero
demostrárselo, aunque no sé cómo.
-Algo
se te ocurrirá.
-Sí.
Seguro que sí.
La
mañana siguiente me la pasé tirada en el sillón en el salón
mientras mi amiga hacía la casa. No es que fuera por no ayudarla
(que también, no me apetecía absolutamente nada) sino que le
gustaba hacerlo.
De
Carlos no supe mucho, por no decir prácticamente nada, hasta la
noche, que volvió a llamarme otro rato.
Me
había pasado todo el día en el sillón, ayudando a Sara a hacer
cena y comida, sacamos al perro y vuelta al sillón. Bueno, también
había estado comiendo enormes cantidades de helado de chocolate.
-Bueno
mujer, ánimate. Podría ser peor.
-¿Ah,
sí? ¿Me dices cómo?
-No
sé, pero piénsalo. Todo podría ir peor.
-¿A
ti te ha caído un cubo de pesimismo en la cabeza o qué te pasa?
-No,
sólo te echo demasiado de menos y eso me quita las ganas de todo,
menos de ti.
-Pero
qué tonto eres.
-Jo,
cada vez que te digo algo bonito me dices tonto y sino lo digo me
regañas. Mujeres, ¿quién os entiende?
-Tú
no, desde luego.
-Ni
falta hace que lo jures.
-Jajajaja
bueno pero ya nos vemos mañana, ¿no?
-¡Sí!
-Estoy
deseando ver tu cara de feo otra vez.
-Siento
decirte que en este día y medio que llevamos sin vernos, me he
vuelto mucho más guapo. Quizá caigas desmayada a mis pies. Sólo te
aviso para que te vayas haciendo a la idea de lo que es mi belleza.
-Buenoooo,
buenoooo eso tengo que verlo yo. Foto ya.
-Ah,
no. Te esperas a mañana.
-Pues
no me parece bien, qué quieres que te diga.
-Es
que se aprecia mejor en directo.
-Excusas,
pero bueno, me esperaré. ¿Y me vas a traer algo de recuerdo?
-¿Y
qué quieres? Si aquí solo hay piedras, campo, palos y... Más
piedras.
-Qué
diversidad.
-Pero
bueno si veo una piedra que me recuerde a ti, te la traigo. No te
preocupes.
-Nah,
si es eso, no te molestes, ¿eh?
-Jajajajajaja,
bueno, debo irme.
-Mañana
nos vemos.
-Cuento
los segundos que quedan para ello.
A
la mañana siguiente estuve canturreando y bailando con Paco,
mientras que Choco no hacía más que ponerse en medio de cada baile,
intentando sabotearlos.
-Muy
animada te veo, ¿no?
-¡Síiiii!-dije,
abrazando a mi amiga.
Ella
se rió.
-Sí,
sí, pero sé de uno que se va a mosquear cuando sepa que no has
hecho la maleta como dijiste que harías.
-Noooo-dije,
echándome las manos a la cabeza-¡Se me había olvidado por
completo!
Bajé
a casa y me pasé la mayor parte de la mañana peleándome con mi
ropa, intentando hacer una maleta en condiciones.
Iba
a subirme ya a casa de Sara de nuevo, mortalemente cansada (contra
menos haces, menos quieres) cuando Carlos me llamó.
-¡Hola!
-Ey,
hola, ¿qué tal estás?
-Bien,
aquí esperándote, ¿y tú?
-Aquí
estoy.
-¿Te
pasa algo?
-No.
-¿Entonces
qué pasa?
Se
calló por unos segundos.
-No
volvemos hoy. MCA se acaba ya, pero hemos decidido que nos vamos a
quedar aquí nosotros para componer.
-¿Cuánto
tiempo vais a estar?
-Una
semana, al menos.
Me
senté en la cama.
No.
Había aguantado un par de días y pensaba que ya se había acabado.
¿Ahora una semana?
Miré
la maleta, que estaba a mi lado.
-Pero
eso...
-Ya,
ya lo sé. Todos nuestros planes a la mierda. Pero no le puedo hacer
nada.
-No,
si lo entiendo. De verdad lo entiendo y eso es lo de menos, podemos
retrasarlo cuanto queramos.
Suspiré.
Toda
la felicidad que había sentido se me había ido de golpe, como si me
hubiesen echado encima un cubo de agua helada y todo el calor se
escapara de mi cuerpo. Y escuchar su voz, por una vez, no ayudaba en
nada.
-¿Estás
enfadada?
-No,
claro que no, ¿debería estarlo?
Y
era verdad. No estaba enfadada. Solo me sentía terrible y
dolorosamente derrotada por la vida.
-No
sé, acabo de joderte todos los planes y toda tu ilusión con una
llamada y un par de palabras.
-No
estoy enfadada. Entiendo la situación y estoy de acuerdo con ella.
-Bien.
Lo bueno es que podremos hablar mucho más a menudo. ¡Ni notarás
que no estoy ahí!
-Algo
es algo. Me alegra saberlo. ¿Te importa si hablamos luego? Tengo una
maleta que deshacer.
-Ah,
sí, claro. Ya entiendo.
-Hablamos
luego, te lo prometo.
-Lo
siento.
-No
tienes por qué, está bien, en serio. Sólo necesito un rato para
mí.
-Hablaremos
tanto como pueda y estaré ahí antes de que te des cuenta. Te
quiero.
-Yo
también te quiero. Luego hablamos. Besitos.
Colgué
sin oír su respuesta y tiré el móvil sobre la cama.
No
sólo todo había salido mal, sino que encima le había hecho
sentirse a él peor.
Me
levanté y comencé a caminar por la habitación.
De
verdad no quería que él se sintiera mal.
No
le culpaba de nada, no tenía por qué sentir nada. Verdaderamente
entendía e incluso apoyaba lo que iban a hacer. Lo que me había
sentado mal era lo ilusionaba que estaba y que todo eso se me fuera
esfumado así, en cuestión de segundos.
Y
no sólo eso, sino que haría tendría que volver a vivir una cuenta
atrás para volver a verle. Y esta vez, bastante más larga que la
primera.
Le
pegué una patada a la maleta que estaba sobre la cama y aún
abierta, la cuál cayó al suelo y desparramó todo su interior por
el suelo, cogí el móvil y salí dando un portazo de aquel sitio que
ya no sentía como mi casa.
Sí,
Carlos. Las cosas SÍ que habían ido a peor .Como bien decía la ley
de Murphy:"Si algo puede salir mal, saldrá mal". Y
aún ninguno de los dos sabía lo mal que las cosas iban a ponerse.
Esto sólo había empezado.
¡Hola! Cuánto tiempo desde la última vez, ¿verdad? Pues ya estoy aquí otra vez (y con un capítulo de 23 hojas, nada más y nada menos *icono de la carita que le cae la gotita por la frente jejejeje*) Lamento no haber subido desde agosto, pero verdaderamente no he tenido absolutamente nada de tiempo, aunque espero que esto compense. Sé que lo suelo decir siempre, pero de verdad espero que no pase tanto tiempo hasta la próxima vez que suba un capítulo.
Como siempre, os agradezco a cada una de las personas que me leéis, que no sabéis lo feliz que me hacéis haciéndolo (y aún más cuándo os conozco en persona, que sí, ya conozco a unas cuantas de vosotras eh y, aunque no lo parezca, me acuerdo de vosotras :P)
Os quiero, @CrisSombrerita
Suscribirse a:
Entradas (Atom)