[Antes del capítulo, quiero decir que, a quién le guste eso de las bandas sonoras, yo soy mucho de escribir con una canción en bucle y he pensado en deciros siempre esa canción, por si alguien quiere (o puede) escucharla mientras lee y pueda sentirse más dentro de la historia. En este caso, como sospecharéis posiblemente, la canción ha sido "Wonderland", de Taylor Swift. Espero que os guste el capítulo :) ¡Nos leemos de nuevo al final!]
-¡Estuve apunto
de caerme!
-¿En
serio?-inquirí, preocupada.
-¡Sí! Buah y
estaba alto aunque no demasiado pero tampoco me habría hecho gracia
caerme, ¿sabes?
-Me puedo
imaginar, ¿se puede saber quién te manda subirte a una roca en
medio del monte tan alejada del suelo?
-No sé Cris,
sólo buscaba inspiración...
-Eso y una forma
original de matarte.
-Bueno ya sabes
que me va el riesgo.
-Y tanto.
-¿Y tú qué
tal? ¿Cómo lo llevas?
-Yo, bueno...
Me mordí el
labio.
¿Le contaba la
verdad o qué? ¿Acaso iba a mentirle? Bueno, ciertamente, ocultar
cierta información no estaba considerado como mentir... ¿No?
¿O de verdad
quería que se enterara de lo que hacía en su ausencia?
-Bueno, yo como
siempre.
-¿Y eso cómo
es?
-Pues, ya sabes,
con Sara, el loco del loro, el perro y eso... Bueno, aunque tengo
novedades.
-¿Si? Cuenta.
-He estado
quedando con unos amigos de la uni.
-¿Amigos?
-Había amigas
también.
-¿Amigos?
-Bueno más bien
son compañeros, no los considero amigos.
-Ya me extrañaba
a mí.
-Jajajaja ya
sabes que soy una anti social.
-Lo sé. Mm, el
curso está apunto de empezar si mal no recuerdo, ¿no?
-Sí, en un par
de días empieza o así. No sé.
-¿No sabes?
-No.
-Tampoco se te
nota muy preocupada.
-Es que no lo
estoy jajajaja
Estoy mucho más preocupada por
saber cuándo te volveré a ver.
-Bueno, espero
que tus nuevos amiguitos te informen bien.
-Sí, sí,
tranquilo. Estoy que no pierdo ojo al grupo de clase.
-Perfecto. ¿Qué
más cosas?
-Bueno, he
cambiado de móvil. Gracias al sudor y esfuerzo de mi duro trabajo
con vosotros este verano, he podido costearme un iPhone igualito al
tuyo.
-¿En serio? Así
podré darte el cambiazo sin que te des cuenta porque el mío ya
chochea...
-¡Sí, cómo
que no me voy a dar cuenta!
-Jajajajaja me
alegro de que tengas ya tú tan deseado móvil.
-Tan deseado no,
el otro lo tenía mordido por Choco y sabes que es verdad así que
deja de reírte...
-Jajajajaja
tienes razón.
-Y bueno, pues
por lo demás, no hay mucho nada más que contar. Sara y yo estamos
deseando veros.
-Ya queda menos.
Suspiré.
-Sí, ya queda
menos.
Este era ya el
tercer día desde aquella patada que le metí a la maleta (que sigue
tirada en el suelo de mi cuarto) En teoría, si todo seguía como me
habían dicho, los chicos tenían que volver en cuatro días. Cuatro
interminables días con sus interminables veinticuatro respectivas
horas.
Era demasiado
tiempo. Simplemente, era demasiado tiempo.
Como me
prometió, Carlos llamaba todas las veces que podía o me mensajeaba,
pero ni todos sus mensajes y llamadas juntas terminaba de llenarme el
vacío que sin él sentía. Cuando hablábamos, intentaba no decirle
continuamente todo lo que le echaba de menos o cuánto me dolía su
ausencia, ya que eso no lo haría ningún bien. Así que, aunque en
mi mente no cesase de repetirlo, las palabras que expresaba eran
otras.
Busqué
distracciones. Organizar y meter en cajas mis cosas para la mudanza
no era una opción, ya que mis ganas de seguir con ello eran nulas
por el momento por mucho que se lo hubiera prometido a Carlos. Él
también me había hecho una promesa que no había cumplido (vale que
él no tenía la culpa de ello, pero aún así dolía) aunque de vez
en cuando estuve en casa haciendo que hacía algo y en verdad algo
hice. Pero no me distraía. Ni cocinar (que ya estaba dando primeros
pasos importantes en la cocina), ni hacer la compra, ni pasear al
perro ni nada de lo que hacía parecía distraerme.
Con motivo del
comienzo de las clases, para lo cual quedaba relativamente poco (y de
las cuales mis ganas eran cero) el grupo de clase, creado el primer
año y al que nunca hice el menor caso, comenzó a echar humo y, de
repente, me pareció de lo más interesante. Quizá el año pasado
debí de haberme intentado integrar un poco más con mis compañeros,
ya que, aparte del nombre de uno o dos, pocos me sonaban.
Entonces, cuando
sugirieron ir a tomar algo unos cuantos, les puse que contaran
conmigo, cosa que sorprendió ya que nunca había hablado en el
grupo, aparte que era como la rara de clase (y desde todo lo de Auryn
seguro que me había vuelto más rara aún) no era normal que me
relacionara con ellos.
Fue mi “querido
amigo” Pedro. Ese que me robaba los bolis y se llevó un puñetazo
por tocarme el gorro.
-¡Hombre,
Pedrito! Cuánto tiempo macho, ¿qué tal todo?
Quizá no debí
haberle preguntado, porque se ve que se emocionó de que pareciera
interesarme por su vida (que no fue así, yo sólo lo dije como un
acto de cordialidad y educación) y se puso a rajar lo que no había
rajado en su vida.
Qué rollo.
Mis compañeros
tenían pinta de majos, aunque eran un poco tontos o al menos eso me
pareció. Pero no parecía que fueran malas personas, que era lo que
importaba. Quizá consiguiera llevarme medio bien con alguno
(entiéndase medio bien por “no matarme con nadie”)
Había dos que
no paraban de darse mimos todo el rato como si estuvieran solos en el
mundo. Le pregunté a Pedro por la historia de los dos tortolitos
esos.
-Ah, pues se
conocieron el primer día de clases y a la semana ya estaban
saliendo.
-¡Válgame
Dios! ¿Y cómo no me enteré yo de nada?
Él se encogió
de hombros.
-Pues fue lo más
comentado durante bastante tiempo...
Fruncí el ceño.
-... Hasta que
se comenzó a hablar de ti.
Le miré y
después miré al resto, los cuales me devolvieron la mirada.
-La cola para
los autógrafos empieza allí, por si os interesa-dije, señalando a
mi derecha.
Se rieron de la
gracia, pero no entiendo por qué, sino lo hice con intención de
hacerles reír, sino de mandarles a la mierda.
Yo como siempre
cargándome toda posible relación social con el mundo. Y luego me
preguntaba que por qué no tenía amigas.
Con la bromita
caí bien y no me hicieron preguntas al respecto, bueno, sólo una,
de un tal Antonio, que me preguntó sino me cansaba eso de llevar una
doble vida en plan Hannah Montana,por un lado era una estudiante
ejemplar (no sé de dónde se sacaría eso de ejemplar, pero fue de
agradecer que usara ese adjetivo conmigo) y luego me codease con
estrellas (también fue todo un detallazo que calificase a Auryn como
estrellas)
Ese día decidí
que podría sobrevivir a los dos años de carrera que me quedaban
junto a estas personas.
Cuando ya me
iba, Antonio me persiguió.
-¿Y tú qué
quieres?-le dije amablemente con el tono más borde que pude poner.
Me tendió una
servilleta y un boli.
-¿Un autógrafo
estaría bien?
En ese momento
decidí que ese chaval me caía bien.
Quedé con él
un par de veces en los siguientes días, mientras sacaba a Choco y
eso. Era bueno tener a alguien con el que apenas tenía relación y
que no sabía nada de mí. Que me podía descubrir poco a poco.
Le conté la
situación que estaba viviendo con Carlos y que esta era la única
razón por la que había aceptado a ir a esa quedada de clase y
socializar un poco.
-Te entiendo, yo
estoy viviendo algo parecido. Mi... Bueno. El caso es que sólo
podemos vernos dos veces al año.
-¿De
verdad?-dije, con el corazón encogido.
-No, pero ¿a
que lo tuyo ahora no te parece para tanto?
Le miré mal.
-Cada minuto sin
él son años.
Y me dio la
respuesta que me abrió los ojos.
-Entonces no
dejes que esos años pasen.
Ese día
mientras cenaba con mi amiga, le conté mi plan.
-Mañana vamos a
ver a los chicos.
-¿Ya vienen
mañana?
-No, no. Aún
no.
-¿Entonces?
-Vamos a ir
nosotras.
Y así fue como
a la mañana siguiente íbamos camino del reencuentro en mi coche.
Conducía yo. Y
estaba nerviosa. No sabía por qué, pero lo estaba.
Para sorpresa
nuestra, no nos costó llegar (es decir, que no me perdí)
Dejamos el coche
en el aparcamiento.
-Genial ¿y
ahora cómo sabemos dónde están?-dije, fastidiada.
-¿Y si les
llamamos?
-Nooo, que es
una sorpresa.
-Es verdad, es
verdad.
-Echemos a andar
y preguntamos a alguien si los ha visto.
-A falta de una
idea mejor...
Apenas
llevábamos cinco minutos andando cuando vi a Carlos de espaldas.
El corazón me
dio un bote tan grande que pensé que se me escapaba del pecho y mis
piernas fueron más rápidas que mis labios ya que, antes de que
pudiera pronunciar palabra alguna o llamarle siquiera, ya estaba
corriendo a su encuentro.
Le abracé por
detrás y él gritó, asustado.
-¡Hola!-le
dije, simplemente.
Carlos se giró
y me miró.
-¡Cris!
Me abrazó, me
levantó del suelo y empezó a girar.
Al final se
cansó, me dejó donde estaba y entonces le besé. Dos. Tres. Mil
veces. Como si no existiera nada más en el mundo que nosotros y mis
ganas de besarle.
Incluso me
olvidé de que mi amiga estaba ahí.
-¡Sara,
muchacha! ¿Qué tal? Cuánto tiempo.
-Ya ves.
-Ah, sí. Los
demás están en el descampado. Iba para allá, pero...
-Tranquilo, dime
por dónde queda y ya voy yo.
-Menuda sorpresa
se van a llevar, yo... Wow, estoy sorprendido.
-Es lo que
tienen las sorpresas, Carlos, que te sorprenden-dije, poniendo los
ojos en blanco.
Él se rió.
Carlos le indicó
el camino a Sara y, mientras se iba, rezamos un par de Padre nuestros
para que no se perdiera. Cuando pareció que tomaba el camino
correcto, Carlos me cogió de las manos, se puso a bailotear, a dar
vueltas otra vez y a abrazarme.
-¿Cómo has
venido hasta aquí con el coche? No puedo creerlo.
-Lo que supongo
que no puedes creer es que no me haya perdido. Bueno, he tenido una
pequeña ayudita... Ese GPS es ideal.
-Blas se va a
volver loco de contento cuando oiga eso.
-Jajajajaja
-¿Sabes? Te
confesaré algo.
Le miré.
-Mañana mismo
iba yo a ir a verte. No sé si alguien iba a llevarme o si habría
tenido que ir haciendo auto stop, pero mañana iba a ir a verte como
fuera. Esto es todo muy bonito, con mucho campo y todo eso, pero nada
es igual sin ti.
-Oh.
Sonrió.
-No me lo
esperaba, la verdad. Te agradezco que hubieras pensado en hacer eso,
pero ya estoy yo aquí, vine para evitar que hicieras cualquier
locura.
-Las mejores
locuras se hacen por amor.
-Cállate-dije,
enrojeciendo.
-Ay, echaba de
menos hacerte de rabiar. Es tan divertido.
Gruñí.
Echamos a andar
y dijo que íbamos a dar una vuelta para que viera cómo era el sitio
y que luego nos reuniríamos con los demás.
-Así que bueno,
dime ¿qué tal con tus amiguitos?
-Deja de
llamarlos así, son compañeros nada más. Bueno, menos uno.
-¿Eing?
-Se llama
Antonio y es un gran chico. Estoy segura de que te caerá bien.
-Sí, ya, bueno.
-¡En serio!
Además, está loco. Me comparó con Hannah Montana y me pidió un
autógrafo.
Carlos enarcó
una ceja.
-Ya, yo tampoco
lo entendí muy bien pero bueno... Estampar una firma inventada en
una servilleta no creo que sea muy grave.
-Ya veo. ¿Y por
qué dices que es amigo tuyo si sólo sois compañeros?
-No, a ver. Con
los compañeros sólo quedé un día, pero a él le he visto más
veces.
-Ah.
Me detuve y le
solté la mano.
-¿Ah? ¿Eso es
todo lo que tienes que decir?
-¿Y qué es lo
que quieres que te diga? ¿Que mientras yo estoy aquí alejado del
mundo tú estás por ahí con amigos nuevos?
-No, no quiero
que digas eso. Te recuerdo que lo de que te quedases aquí fue
decisión tuya, vuestra, de quién fuera. No mía. Yo sólo he hecho
lo que consideraba que era bueno para mí.
-¿Y qué es
según tú, bueno para ti?
-Distraerme.
Necesita distraerme de tu ausencia.
-¿Un clavo saca
otro clavo?
Me estaba
empezando a enfadar y no quería perder los estribos.
-No sé qué
tonterías estás diciendo, Carlos.
-Quizá no sepa
lo que digo, pero digo lo que parece.
-Tú has estado
aquí casi dos días rodeado de chicas y no se me ha ocurrido ni un
sólo instante desconfiar de ti. ¿Y tú a la mínima desconfías de
mí? ¿Es por lo de Blas, verdad? Como le hice eso a Blas piensas que
te puedo hacer lo mismo a ti también, ¿no?
-No...
-No, déjame
seguir. ¿Esa es la imagen que tienes de mí? ¿Que sino me estás
vigilando todo el rato, extenderé mis alas y volaré con otro?
Porque Carlos, puede que no sepa lo que estoy diciendo, pero digo lo
que parece que insinúas.
-Por supuesto
que no pienso eso.
-Pues entonces
dime por qué no confías en mí.
-Confío en ti.
Estaba llegando
a mi límite.
No podía
aguantarlo más.
-Pues
demuéstrame que confías en mí.
-No sé cómo
hacerlo ahora mismo, sólo sé que estoy siendo sincero cuando digo
que confío en ti más que en mi mismo.
Él siguió
hablando, pero dejé de escucharle.
Lo necesitaba.
Eché mano a mi
bolsillo, saqué un paquete de cigarrillos, saqué uno, lo encendí
y, por fin, tras unas horas sin hacerlo, fumé.
-¡¿Qué estás
haciendo?!
Del susto casi
se me cae el cigarro.
-¡¿Desde
cuándo fumas?!
Suspiré.
-Digamos que
desde hace un par de días.
-¿Pero estás
tonta? ¿Sabes que eso mata?
-Eso dicen, pero
por un poco no creo que pase nada... A mi me mata más rápidamente
el estar sin ti.
-¿Desde cuándo
fumas?
-Ya te lo he
dicho. Un par de días.
-¿Por qué?
Me encogí de
hombros.
-No podía estar
más sin ti. Ya no sabía qué hacer... ¡Me estaba volviendo loca!
-Loca tienes que
estar para hacer eso.
-¡Tú no
estabas para decirme qué o no hacer! Y cuando Antonio me ofreció,
no pude decirle que no...
-¡Y encima ese!
¡Ha sido ese! ¿Hay algo más que hayas hecho con él y no me hayas
dicho?
Le crucé la
cara de un guantazo.
-Es gay, Carlos.
Acto seguido me
saqué el cigarrillo de la boca y le solté el humo en la cara.
Me di media
vuelta, dispuesta a irme, pero él me agarró del brazo y tiró,
atrayéndome hacia él.
-Podrías haber
empezado por ahí.
Sonreí,
sarcástica.
-Quería
comprobar si confiabas en mí.
-Confío en ti.
Di otro calada.
-Sólo tengo
demasiado miedo a perderte.-dijo.
Volví a
soltarle el humo en la cara e hice ademán de soltarme.
Entonces él me
quitó el cigarro.
-Prométeme que
vas a dejarlo.
-¿Por qué iba
a hacerlo?
-Te diría que
por tu salud, pero como veo que eso te importa poco, hazlo por mí.
Se lo arrebaté.
-Te prometo que
lo haré en cuanto cures el daño que me han hecho hoy tus palabras.
Me giré y ya me
iba, cuando vi que seguía.
-No me sigas.
Quiero estar sola.
Fui hasta el
coche.
No me siguió.
Me dejé caer en
el asiento y me agarré al volante.
Y entonces
derramé todas las lágrimas que no había querido que él viera.
-Carlos-
No podía dejar
que se fuera así, por lo que fui tras ella.
-No me sigas.
Quiero estar sola.
Por un momento,
dudé si hacerla caso o no, ya que no quería dejar las cosas así,
pero supe que aquello, al menos hoy, no tenía arreglo, y que
seguirla no nos iba a hacer ningún bien.
La vi marcharse,
hasta que desapareció, con el corazón en un puño, aún sin dar
crédito a lo que había pasado. ¿Cuándo había cambiado tanto? ¿Y
cómo le había dado por tal locura? La chica que dejé en Madrid
hace días distaba mucho de la versión con la que hoy me había
encontrado.
Me di la vuelta
y me dirigí donde estaba el resto, en contra de dónde a mí me
hubiera gustado ir. Por cada paso hacia delante que daba, quería dar
dos hacia atrás, hacia el aparcamiento donde sabía que ella estaba
y tratar de recuperar la versión anterior. Mi versión.
¿Era culpa mía
este cambio? Por teléfono no noté nunca nada extraño o fuera de lo
común en ella. ¿Fue porque le fastidié los planes? No, no creo que
ella le diera tanta importancia a eso... Entonces, ¿qué había
pasado?
Me vieron llegar
desde lejos. No pude verlos, pero imaginé su sorpresa al verme solo.
Estaban sentados
alrededor de un árbol. Bueno, menos Dani, que estaba apoyado en el
tronco de pie.
-¿Y
Cris?-preguntó David.
-En el
aparcamiento, supongo.
-¿Supones?
Me encogí de
hombros.
-Sí, nos hemos
peleado.
-¿Qué? ¿Y
eso?
En vez de
contestarle, me giré y miré a Sara.
-¿Desde cuándo
fuma?
-¿Qué?
-Que desde
cuándo fuma.
-¿Quién?
¿Cris? Eso es imposible, ella no...
-Sí, ella sí
fuma. Me ha echado el humo en la cara dos veces, así que puedo
asegurarte que lo hace.
Las caras de
todos eran de verdadera sorpresa.
No quería ni
imaginarme cómo sería la mía.
-Pues no lo sé
Carlos, yo nunca la he visto hacerlo... Como no haya empezado con
esos amigos nuevos.
-¿Amigos
nuevos?-preguntó Dani.
-Son compañeros
de la uni -aclaré- Bueno, menos Antonio.
-¿Antonio?
-Es gay.
-Ah, gran
información que nos despeja grandes dudas.
Nos quedamos en
silencio. Uno muy incómodo. Nadie sabía qué decir y yo no quería
decir nada. Al menos, no a ellos.
-Creo que será
mejor que me vaya con ella-dijo Sara.
-Te acompañamos.
Mientras
caminábamos rumbo al aparcamiento, Dani me dio unas palmaditas en el
hombro.
-Vamos tío, que
no es el fin del mundo.
-No lo será de
tu mundo, del mío...
-Si siempre os
estáis peleando y tirando los trastos a la cabeza. Es normal en
vosotros.
-Ya, pero esta
vez es distinto.
-¿En qué?
-Esta vez nos
hemos dicho cosas horribles y además ella... Bueno.
-David también
fuma y mírale, no le pasa nada. Bueno, cada día es más tonto, pero
no creo que eso tenga que ver con el tabaco.
David giró la
cabeza.
-¡Te he oído!
Ambos nos
reímos.
Llegamos al
coche y la vi ahí, con el móvil. Y fumando.
No me hizo falta
fijarme mucho para darme cuenta de que había estado llorando.
Blas le dio unos
golpecitos en el cristal y ella bajó la ventanilla.
-¿Está libre
este taxi?
-Bueno, para ti
puede.
Eso consiguió
hacerla reír un poco.
Fue a dar una
calada y Blas le dio en la mano sin apenas fuerza.
-Eso es caca,
mujer. ¿Hay que decírtelo como a los niños pequeños?
-¿De repente te
has convertido en mi padre o qué?
-Algo así.
Cris gruñó y
Blas la revolvió el pelo.
-Hay formas más
inteligentes de matarse.
-Sí, como
haciendo eso-dijo ella, dándole un manotazo para apartarle del
pelo.-¿Nos vamos, Sara?
-Sí, ya nos
vamos.
-Nos vemos
pronto-dijo Blas.
-Sí, eso
espero.
Subió la
ventanilla y, sin mirarnos siquiera, arrancó y se marchó.
Blas me puso la
mano en el hombro y me apretó.
-Chico, lo
tienes jodido.
-Cris-
No le dirigí a
mi amiga palabra alguna en el camino de vuelta.
Encendí la
radio y me limité a fumar y a conducir.
Supuse que ya
estaría al tanto de todo.
Una vez en casa
y tras haber comido algo, mientras recogía, mi amiga pronunció las
primeras palabras.
-¿Por qué no
me dijiste nada?
Suspiré.
-Puedo dejarlo
cuando quiera.
-Ese no es el
caso. Ni siquiera debiste haber empezado.
-Ya, ya lo sé.
Regañarme ahora no os va a servir de nada.
-Ya, pero...
-Es igual.
“¿Sales?”
Miré el mensaje
de Antonio sin muchas ganas.
“No me apetece, he tenido
movida...”
“Un Frappe si me lo cuentas”
“Hecho”
No iba a negarme
a un Frappe si me invitaban. Seguían siendo mi perdición.
-Así que eso es
lo que pasó.-dije, soltando el humo.
Antonio chascó
la lengua.
-Eres una bruta.
Y una diva. Eso de echarle el humo en la cara...
-¡Es que me
sacó de quicio!
-Ya lo veo.
Estábamos en un
banco del parque de los perros (bautizado así en honor a Choco nada
más porque era su sitio favorito en el mundo cuando salía de casa)
-Y encima vas y
le dices que soy gay.
-¿No lo eres?
-Sí, pero jolín
¿tanto se me nota?
Asentí con la
cabeza.
-Vaya por Dios.
Le palmeé el
hombro.
-Me caes muy
bien.-dije.
-Pues menos mal.
-Jajajajaja.
-¿Y qué
piensas hacer? Porque tus últimas palabras sonaron muy extremas.
-Pues no sé, la
verdad. Soy muy, ¿cómo era? Ah, sí. No me acuerdo.
-Vaya cabeza.
-¿Espontánea
puede ser? No, eso no, aunque también. ¡Impulsiva! Sí, eso es. Soy
muy impulsiva, me dejo llevar por la situación y digo cosas que
luego bueno...
-Entiendo.
Un perro se me
acercó y le acaricié.
-Así que bueno,
supongo que le debo una disculpa y él tenía razón en la mayoría
de las cos.. ¿Choco?
Al fijarme bien
en el perro, me di cuenta que no era otro que mi inseparable pastor
alemán.
-Tú debes de
ser el famoso Antonio.
Alcé la cabeza
al reconocer la voz.
-Y tú el famoso
Carlos.
-Sí, famoso soy
un rato, la verdad.
No quería
reírme, pero lo hice.
Carlos sólo
sonrió.
-¿Qué haces
aquí?-le pregunté.
-Sacar al
perro-dijo, señalando a Choco como si fuera la cosa más obvia del
mundo-¿No lo ves?
-No, joder, que
qué haces aquí en Madrid. ¿No estabais por ahí componiendo?
-Ah, sí, bueno.
Enarqué una
ceja.
-Bueno-dijo
Antonio, adelantándose a toda respuesta posible de Carlos y
levantándose del banco-Veo que se avecina algo grande y creo que
sobro. Macho, un placer.
Le dio la mano,
una palmada en el hombro y, haciendo una reverencia, se fue.
Carlos me miró
estupefacto.
-¿Me ha llamado
macho?
-Sí.
-¿Pero eso...?
-Es Antonio. Es
demasiado especial. Como la reverencia al final. Según él soy una
diva, ¿sabes? Y hay que tratarme como tal.
Él asintió,
aún asimilando todo lo de Antonio. No le culpaba por su cara de
estupefacción, yo los primeros ratos con él había tenido la misma
cara.
-¿Qué haces
aquí?-repetí.
El cigarro se me
consumió, lo tiré al suelo y lo apagué.
-Como si no lo
supieras.
-Sórprendeme.
Choco, eso no se come joder.
El tonto del
perro trataba de comerse la colilla que había tirado al suelo. Le
aparté la cabeza con el pie, la cogí y, apuntando, la encesté en
la papelera de al lado.
Me aplaudí
interiormente por mi hazaña.
-He venido por
ti.
-¿Tú solo?
-No, los demás
también.
-¿Los demás
también han venido por mí?
-Más quisieran,
pero no. Para ti sólo he venido yo.
-¿Por qué
razón? Aún os quedaban un par de días para componer, si mal no
recuerdo.
-No podía dejar
las cosas como las habíamos dejado esta mañana.
-¿Por?
Me miró mal.
-¿Tú sí?
Ahogué un
suspiro.
Antonio había
sido listo. Había huido ante el peligro.
-No, yo tampoco.
-Pues ya que tú
te fuiste, me tocó venir a mí.
-No, si te
parece me doy una vuelta por el bosque hasta que se me pase el cabreo
y luego vuelvo para hablarte, ¿no? Quizá tendría que haber hecho
eso. Si es que no pienso.
-¿De dónde
habrás sacado ese genio que te gastas últimamente?-dijo, cruzándose
de hombros.
-De la
desesperación de estar sin ti-dije, poniéndome las manos en la
cara.
Tras un momento,
las retiré.
-Aunque ya tenía
mala ostia antes de conocerte.
-Y que lo digas.
Nos miramos y
nos reímos, aunque fui la primera en serenarme.
-Aunque me esté
riendo ahora, sigo brutalmente molesta por tus palabras esta mañana.
Te has comportado como un verdadero imbécil.
-¿Yo?
¿Yo?-dijo, mirando al perro-¿Yo?-dijo a una mujer que pasaba por su
lado en ese momento y le miró mortalmente asustada- ¿Yo siendo un
imbécil? Perdona pero no soy el que a la mínima se pone a jugar con
su salud porque está triste.
-¿Ya estás
otra vez con lo de que fumo? David también lo hace y...
-¡Otra como
Dani! A ver, aprecio mucho y quiero y todo a David, pero ya es
mayorcito para decidir qué hace con su vida y a mí me importa lo
que hagas tú con la tuya porque estoy saliendo contigo, no con él.
Me levanté del
banco.
-No creo que
debamos seguir con esto aquí en medio del parque.
-¿Adónde vamos
entonces?
Pensé por un
momento.
-Vamos a mi
casa. O la que lo era antes.
-Bien.
Mi amiga Sara
recogía la casa ya que no habíamos estado por la mañana y ella iba
en camino de ser una de esas maníacas con el orden, la limpieza y
todo eso. O, al menos, eso le decía yo siempre, medio en broma medio
en serio.
Estaba
preocupada por mí. Al igual que el resto de mis amigos, no se
esperaba tal cambio en mí ni mis nuevos gustos, pero para ella era
peor ya que era la que había estado aquí conmigo, como que me
habían dejado a su cargo y, de alguna manera, me había rebelado y
ella había fallado en su cometido.
No hacía mucho
rato que me había ido con Antonio, sino me habría tocado limpiar
también. Lo odiaba.
Cuando acabó,
se tumbó en el sillón y se puso a leer un rato, queriendo despejar
la mente y desconectar un poco del mundo, aunque Paco no paraba de
hablar y de quejarse, así que a él le puso la tele, aunque bajito,
para que la dejase en paz. Funcionó.
Llamaron al
timbre cuando apenas había leído dos capítulos.
Choco fue
corriendo a la puerta, ladrando.
-Cris, ¿cuántas
veces te diré que te lleves las llaves en...? Oh.
-Hola, Sara.
-Oh, Carlos. No
te esperaba.
-Me lo imagino,
así como me imagino por lo que acabas de decir que Cris no está en
casa.
El perro, loco
de contento, no hacía más que meterse entre las piernas de Carlos
mientras montaba un escándalo ladrando. Algo muy típico en Choco.
-No, no está.
Se fue con ese tal Antonio hace un rato.
-Bueno, entonces
sacaré al perro y a ver si la veo.
-Voy a darte la
correa. ¿Qué tal estás?
Carlos se
encogió de hombros.
Mi amiga le dio
la correa y enganchó a un muy alegre Choco.
-Ah, sí. Yo que
tú me vestiría, quizá en un rato tengas visita.
-¿Qué?
Pero antes de
que pudiera preguntarle algo más, niño y perro ya estaban bajando
las escaleras.
“En fin”,
pensó, “a saber si es cierto. Este chico a veces se
entera de la mitad de las cosas o las entiende como quiere, pero, si
fuese cierto, ¿quién vendría? Espero que no... No creo”
Negó con la
cabeza y volvió al sillón y a su libro.
De nuevo, dos
capítulos y medio esta vez, llamaron al timbre.
Abrió.
-¡Hola!
-Ah, Blas, eres
tú.-suspiró, aliviada.
-¿Es que
esperabas a alguien que no fuera yo?
-Para serte
sincera, no esperaba a nadie, aunque Carlos me había dicho algo al
respecto.
-¿Ya ha venido?
Sara asintió.
-Pero Cris no
estaba, así que cogió el perro y fue a buscarla.
Blas puso los
ojos en blanco.
-Qué raro en
él.
-Ya ves.
-¿Por qué
habéis venido ya? No me ha dado tiempo a preguntarle a Carlos antes.
-¿Puedo pasar y
te cuento o te cuento aquí en el rellano?
-¡Ay, perdón
no me he dado cuenta! Pasa, pasa.
Cuando pasaron
al salón, Paco giró la cabeza y se le quedó mirando.
Por suerte, no
le dijo nada. Blas le caía bien.
-¿Te apetece ir
a dar una vuelta? He estado desconectado de la ciudad unos días.
-Oh, sí, claro.
Tenía pensado irme con Cris al Fnac a mirar unas cosas, pero ella
hizo otros planes.
-A mí me parece
bien.
-Entonces espera
un momento que me visto.
-No hay
problema.
En un rato, ya
estaban en la sección de libros del Fnac.
-Pues sí hija,
nos tuvimos que venir porque Carlos no paraba de lloriquear por las
esquinas como un perrito abandonado.
-Ay,pobrecito.
-Para pobrecitos
nosotros que le tuvimos que aguantar.
-¡Qué malos
sois!
-Los peores, ¿no
lo sabías?
-Jajajajaja.
-¿Y querías
mirar un libro en especial?
-Pues la verdad
es que no. Me encantan los libros y de vez en cuando me dejo caer por
aquí.
-Tú mira
tranquila que prisa no tengo.
Tras casi una
hora de acá para allá, salieron del Fnac y se toparon con Dani de
frente.
-¿Y vosotros
dos de dónde venís?
-Del Fnac-dijo
Blas señalando sin girarse el edificio.
-Ah, pues tiene
sentido si os he visto salir de ahí ahora mismo.
-Jajajajaja ¿y
tú adónde vas?
-Al Fnac que iba
a mirar unos cd.
Blas y Sara se
miraron.
-¿Le
acompañamos?
-Venga, vale.
Veinte minutos
después, salían los tres del Fnac y se fueron a tomar algo por los
alrededores, mientras discutían sobre la música internacional y los
cd que Dani se había comprado.
Dejamos al perro
en casa de Sara. No quería ningún tipo de distracciones mientras
hablábamos.
-Mm, ¿no está
Sara?
-Creo que está
con Blas.
-Ah, eso es
perfecto.
Bajamos a mi
casa.
Pasé yo primero
y él cerró la puerta.
Me detuve en el
pasillo para mirarle.
Carlos estaba
mirando el salón, observando la pila de cajas (hay que ver la
cantidad de cosas que he podido acumular en un solo año en aquella
casa y no quería desprenderme de nada) que allí había.
Pasó la mano
por encima de la que tenía más cerca.
-No sé dónde
vamos a meter todo esto en casa.
-Encontraremos
sitio, ya lo verás.
Mi respuesta le
iluminó la cara.
-¿Te puedo
decir una cosa? Bueno te la voy a decir igual. Cuando sonríes así,
tan de oreja a oreja, te pareces al gato de Cheshire, el de Alicia en
el país de las maravillas.
-Lo que me
faltaba, encima te metes con mi sonrisa.
-No, si adoro a
ese gato. Tiene una sonrisa bonita, aunque perturbadora.
-¿Así que te
perturbo cuando sonrío?
-Es agradable
para mí.
Él rió.
-Sólo tú eres
capaz de encontrar parecidos entre sonrisas.
-Será porque
estoy enamorada de tu sonrisa y no dejo de verla por todas parte,
incluso cuando cierro los ojos. Quizá sea por eso y porque, cuando
sonríes y sé que esa sonrisa la he provocado yo, es como si
flotara, como si no estuviera aquí, como si estuviera...
-¿En el país
de las maravillas, Alicia?-aventuró él, con la tan famosa sonrisa
del gato en la cara.
-¡Eres tan
perturbador!-dije, con un suspiro, aunque sin poder disimular una
sonrisa.
Aunque la
sonrisa se me borró de la cara al entrar en mi cuarto y ver todas
las cosas a medio meter en las cajas y la maleta aún tirada en el
suelo y toda la ropa desperdigada. Recordé entonces qué habíamos
venido a hacer a casa y por qué se había liado todo.
Él apareció
tras mi espalda.
Su roce fue como
una descarga eléctrica.
-Pero, ¿qué ha
pasado aquí?
Entré y recogí
la maleta del suelo.
-Digamos que no
me tomé muy bien lo de no poder verte en una semana.
Metí la ropa
del suelo dentro sin miramientos, sin importar si se arrugaba y me
senté en el borde de la cama.
Le miré y le
extendí la mano.
Él agarró y se
sentó a mi lado.
Creí que no
sabía cómo empezar la conversación, cuando lo hizo.
-Hueles a ya
sabes qué.
Puse los ojos en
blanco.
-Bueno, al menos
yo no voy apestando a desconfianza, ¿sabes?
Hizo una mueca
ante mi contraataque.
-¿Es que te
crees que te vas dos días y ya te voy a reemplazar? Esa idea ni
siquiera existe para mí desde que acepté que te quiero y que lo voy
a seguir haciendo dándome igual todo. Y, no, no digas lo que estás
pensando porque ya lo sé. Este es tu trabajo, viajar de acá para
allá y no siempre puedo acompañarte, lo sé. Y sé que piensas que
si sólo por una semana se ha líado todo esto, ¿qué pasará cuando
sea un mes? ¿O incluso más?
Carlos fue a
decir algo.
-No, espera
déjame terminar. Me da igual cuánto tiempo tenga que esperar para
verte y cuánto me duela la espera. Lo esperaré. Y es mi elección.
No voy a dejar que la mierda de la distancia se interponga también
entre nosotros. Si te vas meses, los esperaré. El tiempo que te
vayas no será nada comparado a cómo sería un sólo minuto sin
tenerte. Y sí, dejaré de fumar. Puedo hacerlo, es fácil. No hay
nada que me guste más que tú.
Él rió ante
esto último.
-¿Lo
prometes?-dijo.
-Lo prometo.
Esto sólo ha sido una tontería. Todo fue tan inesperado... Pero
gilipolleces así sólo las cometes una vez en la vida y, para que te
quede claro, quiero estar contigo. Siempre. En esta vida y si hay
otra, también en esa. Nunca te atrevas a volver a dudarlo.
-Me estás
clavando las uñas.
Aflojé la
presión que le hacía en la mano.
-Ay, perdón, la
emoción, ya sabes.
Me estaba riendo
cuando me besó.
Fue un beso que
hablaba por él, respondía a cada cosa que le había dicho a su
manera. Había que decir que me gustaba que respondiera así.
Y de nuevo esa
sensación de elevarme por encima del cielo, de que no tenía los
pies en el suelo aunque sabía que estaban ahí, de que, de alguna
manera, estaba flotando por el aire. De que estaba en el país de las
maravillas. Con él.
Podía oír a
Taylor Swift dulcemente en mi mente cantar:
“But darling, we found
wonderland
You and I got lost in it
And we pretended it could last
forever
We found wonderland
You and I got lost in it
And life was never worse but
never better”
[Pero cariño, encontramos el
país de las maravillas
Tú y yo nos perdimos en él
Y pretendimos que podía durar
para siempre.
Encontramos el país de las
maravillas
Tú y yo nos perdimos en él
Y la vida nunca más empeoró
pero tampoco mejoró]
-Prométeme
una cosa-dijo, separándose unos milímetros de mí, hablando sobre
mis labios, haciendo que aterrizase en mi cuerpo de nuevo.
-Lo
que quieras.
Estaba
sorprendida. Normalmente yo siempre le hacía prometer cosas a él,
pero raramente era al revés.
-Prométeme
que jamás vas a desaparecer de mi vida.
-Prometido-dije,
besándolo.
Sin
embargo, no pude cumplir del todo mi promesa.
¡Hola de nuevo! ¿Qué tal el capítulo? Espero que os haya gustado tanto como a mí me gustó escribirlo. Lo primero de todo, como siempre últimamente, lamento haberos hecho esperar para subir. La vida auryner y universitaria te quita mucho tiempo para todo. Deciros también que muchas gracias a todas aquellas que me léeis y habéis tenido la bendita (y he subrayado bendita para recalcarla) de esperar a que pudiese subir. En serio, muchas gracias.
Dos años ya de esta novela. Cómo pasa el tiempo... Sí, sí. La empecé en enero de 2013, el sábado 5 de enero de 2013 para ser más exactos y ya estamos a 3 de enero de 2015. DIOOOOOOOS. Flipo. Y flipo más sabiendo que hay gente que me leyó desde el principio y sigue haciéndolo el primer día. Sois eternas (más que esta novela) Por supuesto gracias a las que descubrís mi novela por algún casual, la léeis y os gusta. Tanto nuevas como viejas incorporaciones son bien recibidas, ¡cualquiera que gaste tiempo leyéndome es bien recibido!
Por último (pero no menos importante) decir que estoy publicando en Wattpad esta novela (podéis encontrarme bajo el nombre de Crisvila7 sigo de vuelta) por si a alguien le resulta más cómodo leer desde allí y que seguramente, en breves, empiece una nueva novela (lo cual no quiere decir que vaya a terminar esta) ¿Qué os parece?
¡Y por dios! ¡¡Feliz año 2015!! (Qué cabeza la mía...)
Ya os dejo que esto es más largo que el capítulo, dios santo.
Para cualquier cosa, podéis comentarme en el blog, en twitter (@CrisSombrerita) o en ask (CrisBieberHoranStyles)
¡¡MIL GRACIAS!!