domingo, 29 de diciembre de 2013

Capítulo 40:¿Sabes? Creo que te quiero.

-Cris-
Carlos me despertó zarandeándome a la mañana siguiente mascullando algo que sonaba como comprar pan para llegar tarde.
O algo similar.
-¿Eh?-dije, medio adormilada.
-Digo que te vayas levantando, que ya es hora y que voy a ir a casa a cambiarme, a coger algunas cosas y compraré pan.
-Sí, sí, sí vale.
Dicho eso, me tumbé de nuevo y cerré los ojos.
-¿Pero quieres despertar, bella durmiente?-dijo, tirándose encima mía como era su costumbre.
Me giré y le miré.
-Ella despertó con un beso de su príncipe azul.
-Qué lástima que a mí me guste más el amarillo.
-Jajajaja.
-Pero quizás funcione igual.
Acto seguido me besó dulcemente y por un largo período de tiempo (que cualquiera diría que me había despertado hace instantes con prisas ¿sabéis?)
-Oidme, que yo no quiero interrumpir nada ni nada de eso, pero...-dijo S, que estaba apoyada en el marco de la puerta, señalando el reloj.
-Ya va, ya va-dijo Carlos incorporándose-Asegúrate de que se levanta, la muy perezosa.
-Oye tú. Menudo fue a hablar.
Él se fue y yo me di una ducha rápida y me vestí con unos vaqueros cortos, una camiseta que ponía "Geek" y mis fieles Converse.
No acababa de ponerme el desayuno cuando Carlos volvió a aparecer.
-¿Y mi desayuno?
-¿Qué tú no habías desayunado ya?
-No, he estado muy ocupado.
-Oh, mi pobre niño. Ahora te lo pongo.
Mientras lo hacía, S y él cuchicheaban entre sí.
-Que sepas que darle pena para que te ponga el desayuno no te va a durar siempre.
-Chst, tú calla mientras dure.
-¿Decís algo que merezca yo saber?-dije, cruzándome de brazos y enarcando una ceja.
-No, no. Qué va.
-Tonterías, ya sabes.
-Ah, bueno. Toma, anda. Y no me des más lástima porque a la próxima te lo pones tú.
-Me ha pillado.
-Es que es muy lista.
-Tú, S, calla y ponte a hacer la comida.
-¿Y por qué yo?
-Pues porque no estás haciendo nada y Carlos y yo tenemos que desayunar.
Mi amiga cerró la boca, resignándose, y miró a Carlos.
-Es que es muy lista.-le dijo este.
-Ya lo veo. Joder Carlos, has comprado barras de pan como para darle de comer a medio pueblo.
-Anda, exagerada.
-S, haz los bocadillos y ya. Hay que ver lo que le gusta a esta mujer protestar...
-¡Habló la inocente!-dijo, dándome una colleja.
Carlos se partió de risa.
Cuando todo estuvo listo lo metimos en una mochila inmensa que tenía S y se la dimos a Carlos para que la llevara.
-¿Y por qué yo?
-Porque eres el hombre de la casa y es tu deber.
-Pues vaya.
- Es lo que hay.
Carlos estuvo como cosa de quince minutos para despedirse del perro.
Nos lo tuvimos que llevar arrastrando.
Abajo ya nos esperaban los demás.
-¡Pero seréis tardones!-exclamó Álvaro alzando los brazos al cielo.
-Tú a callar, señor puntualidad.-le dije mientras le lanzaba a Carlos las llaves del coche para que fuera guardando las cosas en el maletero.
-¿Y si no quiero?
-Uhhhhhh.
-Pues te obligo.
-A ver cómo.
-¡No os peguéis vengaaaaa!-dijo Blas, como siempre, tratando de poner paz.
-Si es que más que nada, porque luego Álvaro no sale vivo de ahí y a ver qué hacemos con Auryn...-dijo David.
-Podríais hablar con Adri, seguro que estaría muy interesado.
-Es una opción, sí.
Álvaro se puso a lloriquear.
-Sé un hombre y defiende tu honor-le dijo S.
-¿Qué hombre?-dijo Carlos.
-¿Qué honor?- inquirió Dani.
Álvaro intentó estrangularlos a los dos.
-Anda, vámonos antes de que esto acabe en desgracia.
Todos asentimos ante el comentario de Sara.
Habíamos quedado con mi hermano, Rebe y Adri en la puerta del parque de atracciones.
Cuando llegamos, ella estaba allí.
-¡Qué puntualidad!-exclamó David.
-Mejor no saques el tema de la puntualidad a relucir...
-¡Hola chicos!
-¡Hola!
Cuarto de hora más tarde, hicieron acto de presencia mi hermano y Adri, echándose mutuamente, la culpa del retraso.
-¡Ha sido él!
-¡Qué va tío! ¡Te dije que bajaras ya que se hacía tarde!
-¡A mí no me dijiste nada, si te estaba yo esperando!
-¡Serás mentiroso!
-¡Chicos, chicos!-dije, metiéndome en medio- Que nos da igual de quién sea la culpa, callaros ya y entremos.
-Vale.
-Cuando se pone así, da miedo-le susurró mi hermano a Carlos.
-A mi me lo vas a decir, que lo vivo cada día...
-¿Habláis de mí o algo?
-Sí, decíamos lo bella que estás hoy.
-Sí, y lo maravillosa que eres siempre.
-Si estábais hablando de la mala ostia que me gasto siempre, podéis decirlo sin miedo y sin peloteos.
Acto seguido, me agarré a un brazo de Sara y eché a andar con aire ofendido fingido.
Entramos al parque y nos paramos en todo el medio.
-Qué calor, por Dios.
-Bueno, ¿adónde vamos?
-Blas, saca el mapa y guíanos.
-Bueno, voy.
-Con él, nunca nos perdemos.
-Se le da muy bien eso de orientarse-le expliqué a Rebe y Adri.
-Ah, eso está bien.
-¿Ya te has orientado?
-Si saber sé dónde estamos, el problema es saber adónde queréis ir.
-Vamos a los rápidos y ya-dijo Alberto-Sin más discusión.
-Pues vamos.
Éramos bastantes, pero entramos todos en una barca de esas.
Nos reímos de mi hermano ya que le cayó un enorme torrente de agua proveniente de un chorro y luego este y la mitad de la barca se rió de la restante cuando una ola nos caló enteros y formó un enorme chaco en la barca.
-Cris, S, cuidado, que si os caéis en el charco, podéis ahogaros.
-Joder Dani, en serio, que la de los chistes malos suelo ser yo.
Nos bajamos y miramos a Blas.
-A mi no me miréis que sólo sé dónde están las cosas.
-Jo, qué frío.
-Anda Carlos si antes te quejabas de que tenías calor.
-Sí, pero eso fue antes de mojarme.
-¡Oh!-dije.
Abrí la mochila que Carlos seguía llevando y le tendí una toalla.
-Preví que esto podría pasarte con lo friolero que eres.
-¿Sabes? Creo que te quiero.
-¿Sólo lo crees?
Mi hermano dio unas palmadas.
-¡Bueno, chicos! ¡No hay nada que ver! Sigamos andando.
Encontramos una montaña rusa, "Tifón" o algo así se llamaba (quizá no, ya sabéis lo pésima que soy con los nombres) y Dani se empeñó en subir.
-Yo debo confesar que estas cosas me dan algo de miedo.
Todos se me quedaron mirando,
-Yo te tenía por una mujer más valiente.
Taladré a David con la mirada.
Carlos me pasó un brazo por los hombros.
Me parecía la cosa más mona del mundo empapado y sujetando la toalla que le cubría.
-Yo te protegeré.
Le sonreí.
Me gustaba cuando me decía eso, porque sabía que lo decía de verdad.
-Gracias. Sé que lo harás.
Luego al final él gritó más que nadie en la atracción y nos partimos de risa.
Nos encontramos con un grupo de auryners y les dejamos un rato para que se hicieran fotos y tal mientras las niñas (como nos llamaban ellos a S, Sara, Rebe y a mí), mi hermano y Adri mirábamos el mapa buscando posibles atracciones a las que podríamos ir.
-A ver, ¿ya habéis decidido ruta?-nos preguntó Dani.
-Pues no, la verdad.
-Echemos a andar y en lo que nos mole, nos montamos.
-Genial.
Pasamos por los autos de coche, vimos que no había cola y corrimos como unos posesos (no había ninguna razón para correr, pero nosotros somos especiales y no nos regimos por las mismas reglas que los demás mortales)
-¿Te montas conmigo?-dijo Carlos poniéndome ojitos.
-¿Tú al volante? Eso me da algo de miedo.
-Te protegeré, ya lo sabes.
Enarqué una ceja.
-¿De qué se supone que vas a protegerme aquí?
-Bueno, es una manera de decir que me portaré bien y seré bueno.
-Carlos, tratándose de ti, eso es absolutamente imposible.
Él se rió.
-Cómo me conoces.
Al ser nuestro turno, él no me dio tiempo a arrepentirme de mi decisión ya que me cogió de la mano y me arrastró hacia uno de los coches más próximos.
Vi que Álvaro y Sara se ponían juntos en otro, S y Blas, Rebe y David y Dani solo, al igual que mi hermano.
-Bueno, pues allá vamos-dijo Carlos, cogiendo el volante.
-Te juro que como me mates, te mato.
El encantador sonido de su risa llenó mis oídos y no dijo nada, pues arrancó.
Le oí canturrear.
Se le veía feliz.
-Ey, pues no lo haces tan mal.
-Pues claro que n...
Dani nos golpeó y exclamó "¡Ajá!", dándose a la fuga.
Y claro está, Carlos se lanzó en su persecución mientras yo ponía los ojos en blanco.
Se llevó por delante a Blas y a S, que se unieron a la persecución, pero para darnos caza a nosotros.
Todo se volvió una locura, todos persiguiéndonos a todos, chocándonos y yo pensando que me tendría que pintar las uñas.
-¿Qué tal tengo el pelo, Carlos?
-¿Me lo tienes que preguntar ahora? ¿No puede ser luego?
-Mi pelo no puede esperar.
-Pero si tu pelo siempre está perfecto.
Ronroneé, contenta.
-Pero ¿ahora cómo está?
Sonrió y me lo acarició.
-Perfecto, como tú.
Le di un beso en la mejilla justo cuando la atracción se acabó.
Tras eso fuimos al tiovivo. Nos parecía un poco infantil, pero no pudimos no montarnos.
Según Blas, era nuestra alma de Peter Pan y los niños perdidos.
Corrí a montarme sobre un caballo, a mi lado estaba Sara sobre un tigre y Rebe, sobre lo que parecía un pato, pero no estábamos muy seguras.
-¡Chicas, vamos por vosotras!
Nos giramos y vimos a Carlos y a Álvaro montados los dos en un carro tirado por caballos con ojos rojos. Daban miedo. Los caballos, digo.
-Pues nada, a ver si nos cogéis.-dijo Rebe.
-¡Uh! ¿Eso es un reto?
-En toda regla.
-¡Vamos!
Se bajaron y corrieron hacia donde estábamos.
De un salto, Carlos se subió a mi corcel y me agarró por detrás.
-Normalmente, los príncipes azules usan caballos blancos.
-Ya te dije que a mí me gusta más el amarillo.

-Y es por eso que estamos montados en un caballo marrón. 
 Los dos nos reímos mientras veíamos a Álvaro haciendo diversos intentos por subirse al tigre y Rebe que le miraba como si decidiendo si ayudarle o no.
 -¿Pero te vas a subir o qué?-le dijo Blas, que iba en un elefante por detrás.
 -Sí, ¡es que esto sube y baja!
 -Uhhh sube y baja. 
Se me quedó mirando.
 -Carlos, controla a esta niña. 
-¡Eh!
 -Tú cállate y sube ya.
 Al final lo logró, no sin esfuerzo.
 Lástima que no acababa de subirse cuando el viaje se acabó.
 Carlos, Rebe y yo nos estuvimos riendo de él un buen rato mientras nos miraba como si quisiera matarnos. 
Pasamos de montar en unos pájaros que volaban de arriba a abajo (le estuvimos a Álvaro con la coña del arriba abajo un rato hasta que nos mandó a la mierda) y corrimos (es decir, nos desplazamos a nuestro paso) a la barca vikinga.
 Carlos nos miró raro.
 -Ahí nos podemos mojar. 
-Vamos, friolero. 
-Mm. 
-Si quieres me quedo contigo y no subimos.-le dije. 
-Nah, no pasa nada. Pero si tengo frío, quizá puedas ayudarme. 
-Encantada. 
Esperamos un rato la cola y después ocupamos todos la barca. Mi hermano, Dani y Álvaro iban los primeros y los demás más atrás, cobardes de nosotros (eso nos decían ellos) Al final se mojaron solo los primeros y los demás salimos intactos.
 -Tengo hambre-dijo mi hermano mientras paseábamos por la zona infantil. 
-¡Qué casualidad! Estaba pensando en lo mismo.-dijo Carlos.
 -Choca. 
Se pusieron los dos a hacer una especie de saludo secreto extraño. 
Rebe encontró una atracción de caballos (habíamos estado hablando en el tiovivo que era su animal favorito) y le vimos en la cara que quería montar. 
Mi hermano, Blas y David pasaron pero todos los demás corrimos a montarnos en uno. 
Carlos me silbó.
 -Eh, Cris. He encontrado uno blanco. 
Y me guiñó un ojo. 
-Jajajaja eres imposible. 
Fui hacia donde estaba y me senté delante. Él me rodeó la cintura con los brazos y tomó las riendas. 
-Hay algo que deberías saber de esta atracción.-le dije. 
-¿Mm? -Hay algo que os va a doler mucho. 
No tuvo tiempo de decir nada, pues el caballo empezó a andar y todos lanzaron un alarido. El caballito te hacía polvo en las partes más íntimas de la vida. 
Cuando nos bajamos, todos los chicos estaban encorvados, lamentándose. Echamos a andar y ellos se quedaron algo rezagados.
 Les esperamos al lado de la estatua de un dragón rojo con gafas. Qué rara me había parecido siempre esa estatua. 
-Bueno ¿y si comemos antes de seguir con la otra parte del parque? 
Todos aplaudimos ante las palabras de Blas. 
Fuimos a un trozo de césped que había en el merendero y ahí nos dejamos caer todos. Comimos y después nos tiramos cuan largos éramos, para descansar un rato. 
Apoyé la cabeza sobre el pecho de Carlos y allí perdí el conocimiento (me quedé medio dormida, traducción) 
Blas dijo que éramos unos sosos y unos aburridos y que se iba a dar una vuelta. 
Un gruñido de todos le respondió. 
-Espera, voy contigo.-dijo Sara, incorporándose.
 -No os vayáis muy lejos. 
-Sí, que os podéis perder. 
-Nah, Álvaro. Con Blas va segura. Yo nunca me he perdido con él.
 -Os perdísteis en la Rioja.
 -Eso fue porque no se fijaba por dónde íbamos, estábamos entretenidos... 
-Vale, se acabó. 
 Los dos cogieron carretera y manta y se marcharon, dejándonos a los demás tirados en el suelo o jugando a las cartas (mi hermano se las había traído) 
-Demos una vuelta por esta parte, así sabremos lo que hay y será más fácil guiar a la manada-dijo Blas. 
-Me parece bien.
 -Qué conformista. 
-Claro. ¿Y qué tal estás? Hace tiempo que no hablamos. 
-Cierto. Estamos cada uno a lo suyo y tal... Bueno, aquí estoy. No puedo quejarme. ¿Tú como me ves?-dijo, parándose y mostrándose ante Sara. 
-Jajajaja yo te veo bien, como siempre.
 -Pues ale, ya está. ¿Y tú qué tal? 
-Oh, yo también bien. ¿No se me ve así?
 -Se te ve genial. Ups, espero que Álvaro no me haya oído, no me gustaría llevarme una colleja.
 -¡Anda ya!
 -El otro día me dio una. No sé qué decíamos Carlos y yo de ti, pero era bueno eh, era bueno y fue y nos pegó a los dos. A ver, a Carlos siempre le da pero ¿a mi? ¿Yo qué hice? 
Sara se partía de risa.
 -Tú sabrás qué hiciste.
 -Te juro que sigue siendo un misterio, porque no lo sé. Espero descubrirlo algún día. ¿Te apetece un helado? Tanto hablar me ha dado hambre. 
Ella le miró raro. 
-Pero mira que sois curiosos todos vosotros. Pero sí, quiero uno. 
-Pues te invito yo, pero no se lo digas a quien ya sabes o...-dijo, señalándose la nuca. 
-Jajajajaja y si le digo que no me invitaste te dará por no ser un caballero.
-Hagamos lo que hagamos, estoy perdido. 
Ambos soltaron una sonora carcajada. 
Por nuestra parte, seguíamos tirados en el trozo de césped donde nos habían dejado. 
-Yo no te quiero decir nada, Álvaro, de verdad, pero a mí me da que esos dos se han fugado y... 
-¿Quieres callarte, so melón? 
-Eso Carlos. No le hagas pensar cosas raras al chaval.-dije. 
-Tú cómo le defiendes ¿eh? 
-Hombre, es mi paisano. 
-Yo también lo soy-dijo Adri. 
Todos le ignoramos. 
-Te recuerdo que esta mañana casi le pegas. 
-No importa. Eso está olvidado. 
-Si te quedas más tranquilo, voy a dar una vuelta a ver si les veo-dijo Dani, incorporándose y estirándose- Necesito estirar las piernas. 
-Eres todo un culo inquieto-le dijo S. 
-Cierto es. ¿Alguien se viene? 
-Yo misma-dijo, levantándose. 
-Yo voy en busca de los baños-dijo Rebe. 
-Yo también-dijo mi hermano. 
-¿Me abandonáis todas y me dejáis sola con tanto hombre?-dije, con fingida angustia. 
-¿Es que tienes miedo?-dijo mi hermano, mirándome con una sonrisa. 
-De ti, mucho. 
-Yo te protejo, ya lo sabes-dijo Carlos, dándome de nuevo con la cabeza en el brazo. 
-Bien, iros todos pues, yo me quedo con mi protector. 
Me di la vuelta, le atrapé y le besé.
-Oye, que nosotros aún seguimos aquí-dijo David.
Les gruñí por lo bajo. 
-Pues nada, seguid con los vuestro.
Carlos se rió sobre mis labios y se separó un poco. Esperaba que fuera para decirme una de esas frases suyas tan empalagosas que tanto me gustaban.
-Me apetece un helado. 
Vale, creo que no. 
-Ams.-dije, empujándole por lo que se me quedó mirando sin entender. 
-¿Qué pasa? 
-Nada. 
Él lloriqueó y Álvaro le puso una mano en el hombro. 
-Ay, joven muchacho. Cuánto te queda por aprender sobre las mujeres. 
-Y me lo dice el que deja que su novia se escape por ahí con... 
-¡Qué te calles! 
-Cris siempre ha sido muy así, de todas maneras-dijo Adri-Tienes que saber lo que quiere y cuándo lo quiere sin que te lo diga. 
-¿Y tú no puedes tener la boquita cerrada?-dije, con mosqueo. 
-Sólo intentaba echarle una mano a Carlos. 
-Mucha complicidad entre hombres veo yo aquí. 
-¿Y qué culpa tenemos si tus amigas te han abandonado? 
-Qué cruel ha sido eso, David.
 Dicho esto apoyé la cabeza sobre Álvaro fingiendo echarme a llorar mientras este me daba unos golpecitos mientras decía "ea, ea". 
-Es toda una reina del drama. 
-Y que lo digas. 
-Os metéis conmigo porque soy la única chica. 
-Pero si yo sólo quería un helado... 
Le gruñí.
-Así vas mal.-le avisó Adri.
-Ya, ya sé cómo voy, ya. 
-Vaya tela. 
Carlos lloriqueó y me golpeó de nuevo el brazo con la cabeza. 
-Oins, si a veces te mataba a tortas, pero te revivía a besos.-dije, abrazándole. 
Álvaro, David y Adri se partieron de risa. 
-Ey, callaros, porque es de las cosas más bonitas que me ha dicho. 
-¡Cómo serán las otras cosas que te diga entonces! 
-Es que Cris no es mucho de cosas empalagosas y tal... 
-Dejemos de discutir lo que le digo o no le digo a Carlos o...-dije, entrecerrando los ojos. 
-¿Estáis molestando a mi hermanita o qué?-dijo mi hermano apareciendo junto con Rebe-Digo, para unirme yo también. 
-Sois lo peor. 
-Pero ya lo sabíamos.-dijo Blas. 
Nos dimos la vuelta y vimos a Sara y a Blas. 
-¡Hombre! Mirad quienes son. 
-Yo quiero un helado. 
-Pues ahí tienes-dijo Blas señalando un punto a su espalda. 
-Genial. 
Y echó a correr (andar rápido) arrastrándome. 
La recompensa de toda esa carrera fue que me invitó a un granizado. 
-¿Me das un poco? 
Sabía que compartir algo con él era igual a salir perdiendo, pero no me importaba. 
-Claro, si tú me das helado. 
-Por supuesto. ¿Qué tal estará Choco? 
-Seguro que bien. Es un perro muy listo, se las apañará. 
-Eso espero. 
Nos reunimos con los demás y nos dimos cuenta de que S y Dani no estaban. 
-Qué genial. 
-Los llamamos y les esperamos en un sitio, tú no te angusties. 
-No, sino lo hago. 
Blas les llamó y quedamos con ellos enfrente de la mina de las arañas. 
-Ya que estamos aquí ¿entramos? 
-Ni hablar-me negué- Ahí dentro está tan oscuro que no puedes ver más allá de tus narices y además hay arañas. 
-Pero son de mentira, no me seas cobarde-dijo Carlos, "el que siempre me protegería" 
-Habló el que en la cabaña estuvo gritando y corriendo en círculos con lo brazos en alto hasta que maté a una araña minúscula. 
Él me miró con ojos dolidos por la traición. 
-¡Me dijiste que jamás lo contarías! 
-Mentí. Y ahora vamos a la atracción. 
-Pero ¿no decías que...?-comenzó Sara. 
-He cambiado de opinión. ¿Venís? 
Nos subimos todos a dos vagones juntos. 
-Guau, si esto tiene hasta pistolas. 
-Claro, hay que matar a las arañas. 
-Qué pasote. 
-Nah, en verdad es una mierda. Ya lo descubrirás. 
Arrancó la atracción y nos metimos en el túnel más oscuro en el que había entrado. 
-Tio, si esto no dispara. 
-Intenté avisar. 
-Qué asco. Pero si no veo nada. 
-¡Qué genial es todo! 
-¿Carlos? ¿Dónde estás? ¡No te veo! 
-Bueno... 
No veía nada y quería agarrar a Carlos, así que empecé a dar manotazos al aire a ver si le encontraba. 
-¡Ah! 
-Ay, lo siento Álvaro. 
Enganché lo que parecía su brazo. Joder ¿dónde coño se había puesto el niño? 
-¡Oh, Carlos! ¡Al fin te encuentro! ¿Por qué coño no respondes cuando te llamo? 
-Pero si estoy aquí-dijo una voz a mi derecha-Llevo aquí todo el tiempo disparándome con David. 
-Sí, yo soy Blas. 
-¡Ah, Blas! Ay Dios mio, lo siento. Yo no... ¿Carlos quieres dejar de dispararle mientras me disculpo? 
 -Vale.
 La atracción fue tan penosa que decidimos ignorarla. Tras eso se montaron en un par de montañas rusas cuyo nombre no soy capaz de recordar (y digo montaron porque yo me quedé en tierra) y otras cosas de aspecto peligroso (a mi todo lo que sea levantar los pies del suelo me parece peligroso) 
-¡Oh, la jungla de Tarzán! 
Nos montamos (ya que estábamos... Además no parecía muy peligroso) en unas barcas y dimos una vuelta por una "selva" que me puso los pelos de punta. 
-Pero no te asustes, Cris, mira, si son de mentira...-dijo Dani estirando un brazo hacia uno de los cocodrilos que asomaban la cabeza por encima del agua. 
-Yo no haría eso por... 
No me dio tiempo a avisarle, puesto que el cocodrilo, mecánico, sacó la cabeza y entrecerró las fauces. 
-¡Su puta madre...!-dijo Dani, dando un salto en la barca. 
Los niños se echaron a reír muy fuerte y la risa les duró todo el viaje. 
Pasamos por delante de la casa del terror. 
-No, no vamos a pasar ahí por si a alguien se le había ocurrido pensarlo. 
-Ah, vale. Todo aclarado entonces. 
Montamos en unos zeppelines y dimos una vuelta entera por el parque, mientras los chicos señalaban los sitios donde no habían montado y nosotras señalábamos a los chicos guapos que veíamos. 
-¡Mirad ese rubio de ahí! Parece mono. 
-Y ese de ahí, el que va con él, está como un tren. 
-Rebe, eso ya no se dice. Está pasado de moda. 
-¿Si? No me digas. Tengo que modernizarme. 
-Y ese chico de la camiseta negra promete. 
-Uhhhh. 
Oímos un carraspeo y nos giramos. Carlos y Álvaro nos miraban a Sara y a mí entrecerrando los ojos, los demás enarcaban una ceja. 
-Me da que os han oído, chicas. 
-Ya claro Rebe como si tú no hubieras dicho nada... 
Les mandamos besitos con la mano hasta que nos perdonaron. 
Cuando bajamos, nos dividimos en dos grupos, los que querían montar en más cosas y los que queríamos pasear y disfrutar de las vistas y tal. Por supuesto, Carlos iba en el primer grupo y yo en el segundo. 
-No quiero separarme de ti. 
-Oh, mi amor, yo tampoco-dije. 
Nos fundimos en un abrazo muy bello y él al instante me separó. 
-¿Qué me has llamado? 
-Me estoy metiendo en el papel, no lo estropees. 
-Vale.
 Y nos fundimos en otro abrazo. 
-Son los reyes del drama, en serio. 
Nos separaron cogiéndonos a cada uno por un brazo y a gritos dijimos que nos reuniríamos pronto. 
Yo me fui con las chicas y con Adri, la resta, querían montarse en todo. Dimos un enorme paseo por todo el parque, haciendo fotos y tal e incluso pasamos por unos puentecillos que había con unas fuentes que te empapabas si pasabas. Capitaneadas por Adri, emprendimos otra vuelta para ver si encontrábamos a los chicos. 
-Sara, estoy cansada. 
-Cris, ya volvemos a casa. 
-Pero estoy muy, muy cansada. 
-Pero si apenas hemos hecho nada hoy. 
-Pero estoy muy cansada. 
-Siempre has sido muy floja-dijo Adri. 
Como respuesta, se llevó una colleja. 
-Pues hace calor, eh. 
-Sí, aunque ya va anocheciendo. 
-Madre, si hasta yo estoy cansada. 
-¡Carlos!-salté de repente, tan de repente que se me quedaron mirando. 
-¿Dónde?-dijeron mis amigas y Adri, escrutando el horizonte con la mirada. 
-¡Allí, miradle!-dije, señalando un punto lejano y a duras penas visible. 
-Dios, pues sí es él porque el de al lado es David. ¿Cómo has podido ver que era él? 
-Él y Cris están conectados así de una manera rara y pueden sentirse a kilómetros a la redonda y cosas como esa-le explicó Sigrid. 
-Fascinante. 
-Simplemente, mi radar le detectó. Le reconocería aunque no fuera él. ¡Vamos! 
Y eché a correr. 
-¿No que estaba cansada?-dijo Rebe viéndome alejarme. 
-Me da que ya no. Anda, sigámosla antes de que se pierda. 
-Pero si es todo recto. 
-Es capaz de perderse. Te lo aseguro. 
Corrí hacia Carlos. Dani le avisó de que venía y se giró, justo a tiempo de abrir los brazos para recibirme, pues antes de llegar hasta él, pegué un salto. 
-Eh, jajaja ¿adónde ibas tan rápido? 
-A ti. 
-Oh. 
-No me fastidies que vais a empezar otra vez con vuestras escenitas a lo Romeo y Julieta...-dijo David poniendo los ojos en blanco. 
-No, no somos ni Romeo ni Julieta...-canté. 
En ese momento vinieron las niñas y Adri. Empezó una conversación enorme de qué habíamos hecho cada uno mientras, guiados por Adri y Blas, empezábamos a dar otra vuelta (que yo deseé que fuera la última) 
Lloriqueé por lo bajo. 
-¿Qué te pasa? 
-Estoy cansada, Carlos. ¿Me puedes llevar un rato? 
-¿No eres una niña muy mayor para eso? 
-Yo qué voy a ser mayor. 
Se partió de risa. 
-Tienes razón. Anda, súbete. 
-Wiii, solo un rato, te lo prometo. 
Me subí a su espalda (la mochila se la habíamos dado a S) y allí me pasé buena parte del paseo. 
-Creo que va siendo hora de ir yéndonos a casa-dijo mi hermano (¡bendito fuera!)-Mi hermana se ha quedado dormida. 
-Mmmm-dije, cuando me sacudió.-¡Estate quieto, payaso, con lo agusto que estoy! 
-No, si ya jajajajajaja. 
Volvimos a los coches tras despedirnos de mi hermano, Rebe y Adri. 
-Álvaro, ¿conduces tú? Que no me apetece. 
-¿Te fias de mí? 
-Claro. 
 -Ohhh. 
Volvimos sanos y salvos a casa. 
-Vente conmigo a casa-me dijo Carlos agarrándome de la mano. 
-Estoy cansada y tendría que ducharme y... 
-Yo te llevaré y te recuerdo que en mi casa hay ducha. Por si se te había olvidado. 
-Mm, vale. Me has convencido. 
Él sonrió. 
-Tengo grandes dotes de persuasión. 
-Lo sé. 
-Jajajaja ¿y tú dónde vas?-preguntó girándose hacia Álvaro. 
-A casa con Sara, ¿dónde te crees sino? 
-Ah. -¡Vamos!-dijo Sara, tirando de él-Que Paco lleva solo todo el día. 
-Cuánta preocupación. 
Nos despedimos en el ascensor de los dos y fuimos a casa, con Carlos a la cabeza. Nada más entrar en casa se abalanzó sobre Choco, a darle mimitos y abrazos. 
-Le voy a sacar mientras te espero-dijo, cogiendo carretera, manta y correa. 
-¿Me abandonas hoy también?-dijo S. 
-Lo siento, ya sabes que los chicos se van ya y quiero pasar todo el tiempo que... -Ya, lo sé, lo sé. Tranquila. 
-¿Te pasa algo? 
-Nah, qué va. Haz lo que sea que tengas que hacer, no le hagas esperar mucho al chaval. 
-Mm, vale. 
Cogí el mismo bolso que usaba siempre para meter mil cosas, lo llené con las primeras cosas que encontré y me lo colgaba al hombro cuando Carlos apareció. 
-¿Lista?
 Asentí. 
-¡S, nos vamos! 
-¡No os deis con la puerta en el culo al salir! 
Los dos nos miramos confusos, pero decidimos no comentar nada. 
Llegamos a su casa y me dejó ducharme primero. Sin secarme apenas el pelo y en pijama me tiré sobre él, que estaba en el sillón, muy entretenido con la tele y el móvil. 
-Te toca. 
-Ah, bien. Qué bien hueles. 
-¡No me muerdas! 
-Es que no cené. 
-¿Quieres que te prepare algo? 
Se me quedó mirando inexpresivo. 
-¿No te fías de mí o qué? 
-Oh, no es eso. Solo me ha sorprendido. 
-Bueno, voy a la cocina antes de que me arrepienta. Y tú tira para la ducha. 
-Vooooy. 
Le curioseé por la cocina a ver qué encontraba e hice lo más sencillo y fácil que encontré por ahí. Cuando acabé, él no había terminado de ducharse así que me tumbé en el sillón y me quedé prácticamente dormida hasta que Carlos me despertó. 
-Ay, tienes ahí la cena. 
-Si tienes tanto sueño, vete a la cama y ahora iré yo. 
-Vale. 
-¿Hace falta que te lleve?-dijo viéndome cómo me levantaba. 
-No, no. No te preocupes. 
Antes de tocar siquiera la almohada, ya estaba dormida, pero abrí los ojos al sentirle. 
-Ya creí que no venías. 
-Tampoco he tardado tanto, anda.
 Le abracé y oí que decía algo más, pero no lo entendí puesto que me quedé dormida de nuevo, hasta que me despertó a la mañana siguiente el sonido de mi móvil.
 Tenía misteriosamente el brazo de Carlos sobre la cara. Lo retiré y busqué mi móvil a tientas. Oí a Carlos refunfuñear. Di finalmente con el teléfono. 
-¿Si?-dije, bostezando. 
-Criiiiiis. 
-¿Álvaro? 
Carlos se incorporó al momento. 
-¿Qué hace Álvaro llamándote? 
-Es mi primo, bobo, no Gango. 
-Ah, vale. 
Se volvió a tumbar y se quedó medio dormido. 
-¿Qué pasa, Álvaro? 
-Carlos. 
-Sí, Carlos está aquí. ¿Qué...? 
-Cris, soy yo. S. -¿Has secuestrado a mi primo o qué? 
-Sí claro, no tengo una cosa mejor que hacer. No, a ver. Ha venido tu tía hace rato y me lo ha dejado aquí en casa, por lo que me preguntaba si ibas a tardar mucho en volver... 
-¿Qué? ¿Y eso?
-No sé, pero creo que el niño se queda hasta mañana. Dice que es muy pesado con eso de ver a Carlos y eso y que ella tiene que hacer unas cosas y que ya que con nosotras se porta tan bien...
Suspiré. 
 -Ya, vale, entiendo. Está bien, en un rato estoy allí. 
-Vale, perfecto. 
Colgué y me dejé caer de espaldas sobre la cama. 
-Carlos-dije, zarandeándole. 
-Estoy despierto y lo he oído todo. 
-¿Te vas a venir? 
-Parece ser que el niño me ama. 
-Sí, bueno. 
-Jajajaja no te pongas celosa. 
-No lo hago. Pues si te vas a venir, venga. Arriba. 
-Vale. 
Desayunamos, nos vestimos y volvimos a casa. 
Álvaro y Choco corrieron hacia Carlos. Fue cómico verle coger al niño en brazos y a Choco dar saltos y ladrar a su alrededor. 
-¿Por qué me pasa esto a mí?-suspiró.
Les dejamos a los tres jugando en el salón y me puse a ayudar a S a tender la ropa. 
-¿Y cuál es el plan para hoy?-pregunté.
-Pues no sé, ayer estuvimos hablando de ir a casa de David y darnos un baño en la piscina y tal. 
-¿Ah si? ¿Hablamos de eso? ¿Y dónde estaba yo? 
-No sé, quizá fuera cuando te fuiste con Carlos a por el helado y eso. 
-Es posible. Entonces ¿se hace o no? 
-No sé, podemos preguntar. 
-Pregunta, pregunta. 
-Dicen que sí, que ese es el plan. 
-Pues si nos llevamos al niño habrá que llevar cosas de esas para que no se ahogue. 
-Quieres decir manguitos. 
-Sí. O una tabla para que se agarre a lo Titanic, qué más da. 
-Sí, y un bañador. 
-No tendrá nada de eso en la bolsa ¿no? 
-Espera, voy a mirar. 
Mi amiga se fue y yo seguí tendiendo. 
Tardó tanto en volver que yo pensaba que me había abandonado para que hiciera la tarea yo sola. 
-No, no tiene. 
-Bueno, pues vayamos a comprárselo. Carlos, vamos a ir a comprarle unas cosas al niño ¿te vienes? 
-Sí claro, aquí me voy yo a quedar. 
Nos fuimos los tres y el niño, que no soltaba a Carlos ni aunque su vida dependiera de ello y este que iba entre contento y "por qué demonios no me quitáis al niño de encima". 
-A ver, vosotros que sois unos expertos-dije mirando a S y Carlos- Vosotros decís qué bañador y manguitos le van más. 
-¿Dónde me has visto tú a mí la cara de experto? 
-Sí, eso. Y además el que sabe de niños es Dani. 
-Sí, llamémosle y preguntémosle. "Eh, Dani, tenemos una duda existencial. ¿Tú qué consideras que es mejor para el niño, manguitos de Caillou o de Pocoyó? ¿O quizá de Peppa Pig?" 
Los dos se rieron tanto que Álvaro y yo nos asustamos. 
-Que elija el niño y ya está. 
Álvaro se decantó por unos manguitos de Scooby Doo y un bañador de Bob Esponja. 
-A David le va a gustar mucho tu bañador-le dijo Carlos. 
Álvaro, feliz, zarandeó su nuevo bañador por el aire.
 Volvimos a casa y Carlos se fue a sacar a Choco junto con Álvaro, que era su sombra, mientras nosotras decidíamos qué hacer de comida.
Se oía a Álvaro reírse, a Carlos gritar y a Choco ladrar en el salón.
-Qué estarán haciendo esos tres...
-Vete a saber.
-Nah, el comedor está muy lejos.
S me miró raro.
Carlos, S y yo comimos spaggetis y Álvaro estaba inmerso en su potito.
-¿Sigues alimentándote de eso? Hijo, así no vas a crecer.-le dijo Carlos.
Álvaro miró el potito y después nos miró a nosotros.
-Álvaro quiere ser un niñio grande.
-Se dice "niño", cielo.
-Y claro que vas a ser un niño grande. Te harás muy grande y serás más alto que nosotros.
-Y entonces nos darás collejas con la barbilla.
Álvaro se rió y S y yo miramos mal a Carlos.
-Así que venga, si quieres hacer eso, tienes que comerte el potito.
-Sí, sí, sí.
Tras comer, me dormí la siesta en el sillón con Choco a mis pies mientras Carlos y S cuidaban al niño, que jugaba con un Spiderman y unos dinosaurios que se había traído.
Carlos me despertó y me dijo que me fuera preparando para ir a casa de David.
Refunfuñando (tengo muy mal despertar) fui a mi cuarto, me puse el bañador y me vestí.
-Bueno, vámonos. Pero una cosa, ¿cómo llevo al niño en el coche sin su...?
S silenció mi pregunta poniéndome en las manos la sillita.
-Veo que mi tía está en todo.
Ella solo asintió con la cabeza.
En apenas un breve rato, llegamos a casa de David.
Menos mal, porque no aguantaba más el cd que Álvaro me había hecho poner (las mejores canciones de Dora la exploradora y sus amigos)
-¡Anda!-dijo David al abrir-¿Y este niño tan guapo?
-David, por favor, vas a sonrojarme-dijo Carlos.
-¡Pero si el decía al niño!
-Ah.
Pasamos.
Sara, Álvaro (qué raro que el señor puntualidad ya estuviese allí) y Dani estaban allí.
-¿Y Blas?-pregunté.
-Ahora viene. Supongo. Ya debería estar aquí.
-Ah.
-¡Anda! ¡Pero mirad quién es!
Álvaro junior se lanzó de cabeza de los brazos a Carlos a encima de Álvaro.
-Cuánto tiempo sin verte, meloncín.
Vino Blas y Dani le echó la bronca por llegar tarde.
Pobre.
-Bueno, pues vamos todos a bañarnos.
-Ven, Álvaro-los dos me me miraron-Toma tu bañador.
-Ah, el pequeño.
-Enséñales lo que mola tu bañador.
-¡Miraa!-dijo, enseñándolo.
-¡Halaaaaa, qué morro! Es de Bob esponja.
-¡Yo quiero otro igual! ¿No había para mí?
-No. Tú eres grande.
Todos nos reímos.
-Ya te dije que a David le gustaría tu bañador.-le dijo Carlos.
-Siii. Yo te lo dejo.
-Uy, pero me da que el tuyo no me vale.
-Porque eres grande.
-Bueno, a mi no me apetece ver al niño desnudo así que toma-le tiré a Álvaro el bañador-y toma- y a Dani los manguitos.
-¿Quieres que los hinfle?
-¿Acaso mi indirecta no era suficientemente directa?
-Sí, señora.
Les dejé a los dos como encargados del niño, junto con Sara que se quedó como supervisora y los demás huimos hacia la piscina.
Álvaro apareció al rato junto con Álvaro junior (digámosle así a partir de ahora, sino es un lío) vestido ese con su bañador de Bob Esponja y sus manguitos.
-Ale, mírale qué guapo está Álvaro.
-Es confuso, porque no sé de cuál hablais.
-Ten por seguro que de ti no.-dijo Dani, apareciendo así de la nada.
-Ven al agua, Álvaro junior-le dije.
Álvaro le dejó en el suelo y el pequeño, se acercó y metió un pie.
-Está fría.
-¡Qué va a estar fría!
-¡Cabezón, ven!-le llamó Carlos.
-¡Carlos!
Y al instante el niño se tiró y empezó a chapotear cerca de Carlos.
-Es íncreible-dije.
Estuve un rato y me salí, pero los cinco y Sara estuvieron bastante tiempo en el agua con el niño, jugando de acá para allá. 
S pasaba un poco del tema, normal.
Ya había tenido suficiente niño en casa.
Mirándoles jugar y divertirse, no pude evitar que se me encogiera el corazón al pensar que, en breve, carecería de estos momentos. Que estos sólo serían posibles en mis recuerdos.
No sabía cuántos días quedaban para su marcha, no quería contarlos.
No quería saberlos.
Tan solo quería dormir cuando se fueran y despertar cuando regresaran. Dormir esperando su regreso para no vivir esos angustiosos días sin ellos y ser despertada a su vuelta por... ¿Por qué no? Por un beso de Carlos.
Sonreí.
Vaya, quién iba a decirme a mí que acabaría por gustarme ese estúpido cuento.
Todos los cuentos tienen un final feliz, pero ¿y si mi vida no era uno de esos cuentos?
Aquella pregunta borró mi sonrisa al instante, porque apoyaba el mal presentimiento que tenía de que, si se iban, nada volvería a ser igual.


Buenas, gentecilla. Como siempre, soy @CrisSombrerita.
Sinceramente, no puedo creerme que, en apenas unas semanas, vaya a hacer un año de que tuve la idea de esta novela y la empecé. Cuando comencé, pensaba que apenas tendría unos cuantos capítulos y que nadie la leería, pero me equivoqué, y me alegro de haberme equivocado hace un año.
Más de 102.000 visitas e incontables personas que leéis Endless Road.
Es simplemente íncreible.
Ha sido todo un año que hemos ido atravesando juntos por medio de capítulos y ha sido un año maravilloso. ¿Cuántos más cumpliremos juntos?
Un beso enorme.
@CrisSombrerita


sábado, 7 de diciembre de 2013

Capítulo 39: El efecto de tus labios en mí.

-Cris-
-¡Carlos, deja la tarta!
-¡Pero yo quiero un trozo!
-Bueno, y lo tendrás, pero después de cenar.
Me miró con su mejor (y ensayada) cara de pena, pero como vio que no conseguía nada, miró a S y Sara.
Tampoco consiguió nada.
-Jum, vale.
Y haciéndose el mortalmente dolido, fue al salón.
-Ve con él-me dijo Sara.
No tuvo que repetírmelo dos veces.
Estuvimos los dos peleándonos por el mando de la tele (algunas cosas nunca cambian) hasta que nos dijeron que a cenar.
Él comió el doble de lo habitual.
-Parece que no hubieras visto la comida en días...-observó S.
-Es que se me quitaron las ganas de comer-dijo, mirándome.
-Oh.
-Pero bueno, ahora me dais tarta y todo olvidado.
Le cedí también mi trozo.
No compensaba por su comentario, pero me hacía sentir algo mejor.
Nada más comer, se tiró al suelo con Choco, al cual empezó a hacerle cosquillas.
El perro comenzó a retorcerse por el suelo, riéndose a su manera.
Empecé a hacerles fotos.
No podía recordar la última vez que fui tan feliz haciéndolas.
Choco al final se cansó y, pasando por encima de Carlos, tirado este en el suelo cuan largo era (que debió de pisarle, porque se quejó), se fue a la cocina, donde el suelo era más fresquito.
Sigrid le dio a Carlos con un cojín, porque no reaccionaba.
-Ay, que estaba muy agusto.
Dicho lo cual, me cogió de la pierna, me tiró al suelo y se subió al sillón.
-¡Animal!-dijo Sara-¡Qué la matas!
-Nah, qué va. Suelo hacerlo a menudo.
-Es cierto-dijo S, confirmándolo-Y luego ella hace así-siguió mientras me levantaba del suelo, le golpeaba y después me tiraba encima de él- Y luego ya se quieren como siempre.
-Interesante, sin duda.
Las miré mal a las dos.
Estuvimos viendo un par de pelis (Carlos quería empezar la segunda temporada de Sobrenatural, pero le dije que S y Sara no habían visto la primera y que sería injusto para ellas. Aunque sabía que tenía razón, me estuvo mirando con cara de pena como cosa de media hora o más) hasta que Sara se subió a casa y S se durmió en el sillón.
-Yo me iré yendo...-dijo Carlos levantándose del sillón.
-Tú no vas a ninguna parte.-dije, agarrándole del brazo.
- Si tampoco pensaba irme, sólo quería ver cómo reaccionabas-dijo, mirando cómo mi mano aferraba su brazo.
-Debí de recordar que eras tonto.
Se soltó y se encaminó al baño.
-Lo soy porque hace tiempo me pediste que lo fuera.
-Me dijiste que, por mí, podrías ser cualquier cosa.
Él se rió.
-Pero no llegué a darte una respuesta, solo te dije tonto.
-Pues lo seré hasta que me lo digas.
Al salir del baño, le estaba esperando.
-Sé tú mismo, pero hazme el favor y sigue siendo tonto un rato.
Se rió y me abrazó.
-Dejaros de abracitos por el pasillo-dijo S, pasando por nuestro lado.
Carlos la atrapó y la unió al abrazo.
-¡Ah, no! ¡Socorro!
La dejó irse y fuimos a mi cuarto.
-¡Me pido este lado de la cama!-dijo, tirándose sobre esta.
-¡Es el mío!
-¡Ah! Pues de aquí no me muevo-dijo, agarrándose al colchón.
Al final le hice rodar hasta su lado.
-Si me levanto a apagar la luz, ¿me quitarás mi sitio?
-Sí-dijo, totalmente sincero.
-¿Y vas a dormir en vaqueros?
-Bueno, si me ayudas a quitármeAHH... ¿Por qué me pellizcas?
Riendo, apagué la luz, me desvestí y, abriendo la ventana, me metí en la cama.
-Qué mala eres conmigo.
-Qué va y lo sabes.
-Cierto.
-¿Por qué te estás moviendo tanto?
-Qué no veo para quitarme la ropa.
Me reí.
-¿Desde cuándo te hace falta luz para eso?
-Si me echaras una mano... ¡Ah! Pero no para darme un manotazo...
-Calla y a dormir.
-Pero ayúdame.
Me giré, le di un beso y volví a mi postura original.
-Eso no era lo que quería, pero me sirve.
-Jejejeje.
Al final se desvistió y se estuvo quieto.
Pasó un brazo por encima mío y me atrajo hacia él.
-Te quiero-me susurró al oído, cosa que me hizo estremecer.
Me giré para decírselo también, pero sus labios callaron mi respuesta al juntarse con los míos.
Desperté cuando Choco empezó a lamerme la cara.
-Pero, ¿qué...?
Carlos se partía de risa.
-¿Y tú de qué te ríes?
Volvió a reírse como respuesta y yo le imité al ver los pelos que tenía. De seguro Choco se los dejó así al despertarle igual que a mí.
-Me río porque me hace gracia.
-Dios, la lógica de tu argumento es tan sólida...
Nos pusimos a pelear y Choco, ladrando, se subió a la cama y se puso a saltar encima nuestra.
Me pisó los riñones, me quejé y se fue huyendo.
Cobarde.
El resultado de la batalla no fue otro que yo inmovilizada en los brazos de Carlos, mientras este se reía contra mi oído, dejándome sorda.
Qué niño.
Me sonó el teléfono, un wa y extendí el brazo para cogerlo, ya que estaba en la mesita, pero Carlos me atrajo más hacia él, alejándome de mi objetivo.
Desistí en mi intento de cogerlo. Si se había empeñado en tenerme atrapada entre sus brazos sin posibilidad de huida, así iba a ser. Ya le conocía a estas alturas de la vida.
-Me quedaría así para siempre.
Aquella afirmación me dejó sin aliento.
Me dio un beso en la mejilla.
-Pero ahora tengo hambre.
Reí mientras se levantaba y yo cogía el móvil.
Sara me decía que si me apetecía ir de compras con ella. Por supuesto que quería. Faltaría más.
-¿Es táctil?-dijo Carlos, dándole a la pantalla con el dedo.
-¿Y tu cara lo es?-dije, hundiéndole el dedo la mejilla.
Se rió.
-¿Qué quería Sara de ti?
-¿Celoso?
-Mucho.
-Jajajaja sólo quería saber si iba con ella de compras.
-Déjame adivinar... Mm... Tú... Compras... Vas ¿a que sí?
-¡Cómo me conoces!
Fuimos a desayunar y oímos cómo Sigrid regañaba a Choco por volcar su cuenco de agua.
-¿Qué le dices a mi hijo?
Ya salió la vena paternal de Carlos.
-¿Tu hijo, dices? Tú lo limpias pues-le dio la fregona y ella se sentó a seguir desayunando a la mesa.
Yo me encogí de hombros y nos puse el desayuno a los dos.
Ella acabó antes que nosotros dos, se fue al cuarto y salió vestida.
-Nos vemos luego o algo ¿vale?
-¿Adónde vas?
-¿Pero no te vienes de compras?
-Ah, no. Pero cómprame algo si quieres, en eso eres libre.
-¡Pero qué cara tienes!
-Jajajaja lo sé. ¡Me voy!
-Pero ¿adónde vas?
Se marchó sin responder a Carlos.
-¿Adónde va?-me preguntó, mirándome de forma lastimera.
-No lo sé, pero apostaría a...
-¿Quieres apostar?
-Borra esa sonrisa pícara de tu cara. No voy a apostar nada, porque...
-Porque pierdes, claro está. Puedes decirlo sin miedo.
Le di una colleja.
-De seguro se va con Dani. Y sino, lo preguntas. Me voy a vestir, no quiero llegar tarde.
Lloriqueó a mi alrededor mientras me vestía y tal.
-Pero qué te pasa, Carlos.
-Que no me llevas contigo y lloro.
-¿Quieres venir?
-En verdad no puedo, sino iría.
-Ya iremos otra vez.
-¿A qué a mí si me vas a traer algo?
-¿Un regalo te refieres?
-Claro.
-Mm, me lo pensaré.
-Jum.
-Valeee, te traeré algo.
-¡Weee!
-Sara-

Con los primeros rayos del sol me desperté, pensando en qué podría hacer hoy.
Me apetecía ir de compras, ya que tenía algo en mente pensado y no había encontrado antes una ocasión de ir. Me levanté y fui a desayunar con la compañía de Paco, que sólo hacía que pedirme galletas insistentemente y sin descanso.
Mientras desayunaba, le mandé un WA a Cris por si le apetecía venirse conmigo. Tardó en contestar, pero aceptó. Le mandé también uno a mi prima, pero ella declinó mi oferta porque ya tenía otros planes.
Cuando terminé, recogí las cosas del desayuno y me puse a limpiar un poco la casa, a esperar a que fuese la hora que había acordado con Cris. Puse el disco de los chicos que Álvaro me había regalado antes de empezar a salir, y a ritmo de Auryn  me puse a limpiar, con Paco revoloteando allí por donde iba.
Cuando terminé, me fui corriendo a la ducha y después me arreglé. Me puse unos pantalones vaqueros cortos, una camiseta de tirantes blanca y unas sandalias. También me ricé el pelo, pero me hice una coleta porque hacía mucho calor.
 Apagué el Cd, me despedí de Paco y bajé al portal donde había quedado con Cris, que a los pocos minutos bajó con Carlos. Nos despedimos de él (la despedida de ellos dos fue un tanto dramática, como si jamás volvieran a verse en la vida) con la promesa de que cuando termináramos las compras le avisaríamos para que viniesen a tomar algo a mi casa.
Cris y yo fuimos tratando diversos temas por el camino, pero evitamos mencionar  la marcha de los chicos. A pesar de que ayer lo arregló con Carlos, prefería hablar con ella en un lugar más tranquilo sobre ese tema (aunque Dios sabe qué lugar podría ser ese)
Una vez en el centro comercial, nos dedicamos a entrar en todas las tiendas que había por ahí. Cuando nos cansamos nos fuimos a comer, y Cris me pidió que no la llevase al McDonald´s. Carlos la había cansado de este sitio. Yo me reí porque sabía que era cierto y sabía cómo era el novio de mi amiga.
Estábamos comiendo tranquilamente las dos, cuando Cris de repente me preguntó cómo reaccioné  al enterarme de que los chicos se iban.
- Bueno, que digamos al principio no muy bien pero hablé con Álvaro y aclaramos las cosas. 
- Eso está bien.
Yo le sonreí y seguimos comiendo hasta que Carlos la llamó y me pasó su móvil.
- ¿Si?- conteste
- ¿Me puedes decir hasta cuándo vais a estar por ahí? 
- Pues hijo no lo sé. ¿Por qué lo preguntas?
- Echo de menos a Cris y aquí hay conmigo un pesado que dice que hace dos días que no te ve y que no aguanta más.
- Vaya dos os habéis juntado. Cris también te echa de menos y dile a tu amigo que en unas horitas nos vemos, así que haga el esfuerzo de esperarse. 
- Bueeenooo, está bien. Pero no tardéis mucho, ehh.
- No Carlos, no tardamos. Anda te paso a tu novia. Nos vemos luego.
Tras la comida, disimulando, fui llevando a Cris hasta una tienda de lencería. Cuando llegamos a la tienda, Cris me miró con una cara de querer matarme.
- ¿Qué hacemos aquí?
- Bueno, había pensando en comprar algo aquí, ¿ya sabes?
- Mm. No, no sé.- contestó Cris que seguía mirándome de manera muy rara.
- Quería comprar algo en esta tienda para sorprender a Álvaro. -dije poniéndome algo roja.
- ¿Sorprenderlo? ¿Para qué?
- Para darle chispa a la relación. Siempre está bien sorprender de vez en cuando a tu pareja. 
- Interesante. ¿Y por qué ahora?
- Qué mejor manera de despedirme de él que con una sorpresita de estas- le señalé la tienda.
- Qué vergüenza, señor.
- Qué va, mujer. No somos ni las primeras ni las últimas chicas que entraran. Venga, vamos dentro.
- Está bien.
Una vez conseguí convencer a Cris, entramos en la tienda y empezamos a mirar por dentro todo lo que había. Una de las dependientas  se acercó amablemente para saber si podía ayudarnos.
- Pues sí. Muchas gracias- contesté.
- ¿Qué es lo que estás buscando?- preguntó la dependienta.
Me quedé sorprendida cuando se dirigió sólo a mí, por lo que me giré para mirar a Cris y vi que me había dejado sola con la dependienta y ella se había ido a mirar otras cosas por la tienda.
- Bueno, me gustaría sorprender a mi novio. ¿Qué me aconseja?- pregunté algo tímida.
-No sé exactamente cuál será su estilo, pero un picardía siempre es una muy buena elección. Acompáñeme y le muestro varios modelos.
-Por supuesto. Discúlpeme un segundo que voy a buscar a mi amiga.- le dije a la chica y me fui directa a por Cris.
- Cris, ¿estás bien? ¿Quieres que nos vayamos?
- Oh no. Solo que esto me da un poco de corte estar aquí, pero venga vamos que la chica te está esperando.
Le sonreí y nos fuimos con la dependienta, que nos estuvo enseñando varios modelos de picardías. Finalmente, tras probarme unos cuantos modelos, me decanté por uno de color negro muy sencillito. Cris, que la pobre había estado ahí dándome consejos, terminó también cogiéndose un picardías.
-Cris-
Dios, qué vergüenza.
¿Cómo se me había ocurrido seguir a Sara a un sitio así?
-Hemos hecho una buena compra, ¿no crees?
-Recuérdame cómo te seguí hasta ahí dentro.
-No sé, te pareció bien.
-¿Y cómo me convenciste para que me comprara esto?
-Ahí no te dije nada, te empezaste a probar, te gustó ese y te lo compraste.
-Mm, cierto. Le prometí a Carlos un regalo...-dije, recordando.
-Bueno, ¿y qué mejor que ese?-dijo, mirando mi bolsa.
-¡Tonta!-dije, medio empujándola entre risas-¡No digas esas cosas!
-Ay, pobre. Que te sonrojas.
La gruñí y se rió.
-¿Me ayudas a buscarle algo?
-Claro, cómo no iba a hacerlo.
-Siempre pudiste haberte negado.
-Qué va. Venga, vamos.
Estuvimos de tienda en tienda hasta que di con una camiseta que me encantó.
-Creo que se la tomaré prestada alguna que otra vez.
-¿La compras para ti o para él?
La miré mal y se rió.
Tras eso y un par de Frannpuchinos (sabéis que sin él, no soy nada) fuimos a su casa.
Dejó las bolsas en su cuarto mientras Paco me cubría de besos en el sillón.
-¡Sara! ¡Ayuda!
-Ains, si es que Paco es tan mimoso.
-Ya, ya, pero es que me está clavando el pico.
-Ay, que no controla la fuerza de su amor.
-¡Sara!
-Ya voy, ya voy.
Dejó el móvil (nada más irnos del centro comercial hablamos con los chicos para decirles que vinieran), ya que decían que estaban al caer y acudió en mi rescate.
No acababa de quitarme a Paco de encima cuando llamaron al timbre.
-¿Cuándo le vas a dar unas llaves a Álvaro? El pobre estará cansado de llamar a la puerta.
-Si yo por mí se las hubiera dado ya, lo que pasa es que temo que las pierda. Con lo desastre que es...
-Debo darte la razón en eso. Pero ve a abrirles o te tirarán la puerta abajo.
-Uh, eso sí que no.
En cuanto les dejó entrar, aparecieron en estampida (es decir, rápidamente) y Carlos vino a mí, aunque tropezó con el sillón y se cayó sobre este.
-Adónde ibas tan deprisa...-dije riendo mientras iba hacia él.
Sara y Álvaro fueron a reencontrarse, pero Paco llegó al reencuentro antes que ella y atacó a mi paisano.
Hay cosas que nunca cambian, ya digo.
-¡Cris!-dijo Carlos, volviendo en sí de repente-¡Cris!
-Qué, Carlos, qué. Yo también te he echado de menos-dije, abrazándole.
-¿Qué me has traído?
-¡Ah!-dije, apartándole-¿Así que por el interés te quiero Inés, no?
-¿Quién es Inés?
-A la que quieres por el interés.
-Eh, tiene su gracia.
-Pues ale, ríete.
-¿Te has enfadado?
Mi sola mirada le respondió.
-Pero mira que eres enfadica.
Quiso abrazarme y llegué a morderle.
-¡Ay! Qué dolor más grande.
-No me vas a dar pena.
Hizo un puchero, me reí y le abracé.
Sara seguía regañando a Paco por atacar a Álvaro.
-¿Seguís sin llevaros bien?-le pregunté.
-Es él. Que me odia. Y yo qué le hice para eso.
-Quitarle a la novia.
-Pero yo pensé que te quería a ti.
-¿Quéeeee? ¿Cómo es eso?-saltó de repente Carlos.
Los dos nos reímos.
-Tengo hambre, Sara.
-Carlos, ya sabes dónde tengo la cocina.
-Ohh, vale.
Se dirigió a la cocina y Álvaro le siguió. Quien sabe si porque también tenía hambre o porque no quería ser menos que mi melón.
-Cómo son estos hombres.
-Ya ves.
Paco también fue a la cocina y entonces empezaron los gritos tales como "¡Álvaro quítamelo! ¡Ah, lo tengo en la cabeza!". Tras eso, no tardaron mucho en volver al salón.
Carlos se dejó caer a mis brazos con la cabeza por delante, como era habitual en él.
Álvaro fue más suave y se sentó en el sillón para luego rodear a Sara con sus brazos.
-Y bueno, ¿qué tal vuestras compras?-preguntó.
-Pues bastante bien.
-Sí, Cris me ha arrastrado a todas las tiendas.
-¡Ah, no es verdad!
-Claro que lo es. Eres una compradora compulsiva.
-¡Nooooo!¡Mentira!
-Siempre nos llevas a todas las tiendas. A todas.
-Bueno, vale. Eso sí es cierto.
-¡Puta!
Paco, que hasta entonces había estado insultando a un cuadro, revoloteó sobre nuestras cabezas y aterrizó en la mesa, tirando todo lo que había sobre esta.
-¡Paco!-le regañó Sara mientras Álvaro y Carlos se reían.
-Cómo la lias-le dije.
Tras eso, se tiró contra mí, como si quisiera que le salvase de la regañina de Sara.
-No Paco, más besos no. Déjame en paz. Serías el típico tío sobón, en serio.
-Sin duda-comentó Sara.
-Es por eso que él es un loro y nosotros hombres.-dijo Álvaro.
-O que él es demasiado hombre para ser un hombre y por eso es un loro.-dije con aire inocente.
-¡Diooooos!-dijo Carlos, riéndose-¡Te ha dejado planchadoooo eh!
Me miró mal al caer en el sentido de mis palabras.
Sara agarró a Paco y se lo llevó a la cocina, donde seguíamos oyendo sus insultos.
Era un buen loro, muy cariñoso y todo eso, pero un pesado.
-La lavadora no me funciona, jo-dijo Sara, a su vuelta.
-¿Y eso?
-No sé, esta mañana no se quería encender y ahora le doy y tampoco.
-Menos mal que es esta, si llega a ser la de la cabaña nos quedamos a medias-dijo Álvaro.
Carlos y yo nos quedamos rotos.
-Cállate, cállate-dijo Sara, empezando a pegarle.
-¿Os quedaríais a medias en qué?
Sara se escondió tras Álvaro.
-Carlos, no preguntes-le regañé.
-Joo, pero yo quiero saber.
-No tienes por qué saberlo todo.
-¡Pero yo quiero! Venga, decidme.
-¡Carlos!
-Por favor.
Insistió por un rato mientras yo le regañaba y Álvaro y Sara no decían nada.
Paco insultaba en la cocina.
-Bueno, está bien, díselo-dijo Sara, saliendo de su escondite-Sino no se callará nunca.
-Ser un pesado te consigue muchas cosas en la vida.-dijo, mirándome triunfante.
Puse los ojos en blanco.
-¿Lo contáis o no?
-Joder tío, ya va.
-Que sois unos lentos, cóñez.
Sara volvió a esconderse tras Álvaro.
Mm. No estaba entendiendo nada.
-Bueno pues que cuando estábamos de vacaciones estuvimos... Ya sabes, en la lavadora.
La cara de Carlos fue todo un poema.
-Em, creo que me voy a la cocina con Paco.
Me levanté para irme pero Carlos me agarró.
-¿Encendida o apagada?
Intenté soltarme.
-Encendida.
-Pero ent...
-Carlos, se acabaron las preguntas.-le dije.
-Pero...
-Deberíamos hacer todos juntos algo especial. ¿No creéis?-dije tomando asiento de nuevo y desviando la conversación.
-Sí, creo que tienes razón.-dijo Álvaro.
-Pero algo especial ¿cómo qué?-preguntó Carlos.
-Pues no sé. Podemos quedar mañana todos para comer y hablarlo.-comentó Sara.
-Me parece bien.
-Y depende de lo que hagamos y tal, podríamos decírselo a mi hermano, Adri y Rebe.
-Cierto.
-Pues genial, se lo comento yo a estos.
Álvaro cogió el móvil y se centró en él.
Carlos miraba a Sara como si quisiera decirla algo y, como seguro que lo acababa diciendo, fuera lo que fuera, decidí intervenir.
-Pobre Paco, sólo ahí en la cocina...
-Y bien que está ahí-respondió Álvaro.
-Pues sí-le respaldó Carlos.
Sara les miró mal a los dos.
-Iré a sacarle.
Al momento ya estaba el pajarraco revoloteando sobre nuestras cabezas, mimándonos con insultos.
Estuvimos pensando ideas sobre qué podíamos hacer, pero la verdad, poco se nos ocurría.
-No, Carlos. No te vamos a llevar a Barcelona otra vez para que vuelvas al museo ese.
-Sería algo muy especial... Jo.
-Puede que para ti, pero para los demás...
-Pues para los demás también.
Le miramos todos mal.
-Tenéis que reconocer que mi idea es buena-dijo él, sin inmutarse.
-Buenísima-le dije.
-Si ya lo sabía yo. Bueno, pues nos vamos a ir yendo ¿no? Que hasta mi casa hay un trecho.
-Pero si tu casa está a dos calles y, ¿quién te ha dicho que me voy a ir contigo?
-Me lo he dicho yo solo.
-Ah, bueno.
-Así que venga, vamos. Dejemos a estos dos dándose besitos en el sillón.
-¡Eh!
Álvaro le tiró un cojín y Sara dijo que por qué eran siempre sus cojines los que se usaban como proyectiles.
-Voy a por mis bolsas.
Fui al cuarto de mi amiga y las cogí.
-¿Ya?-dijo Carlos, que me esperaba en el pasillo.
-Sí, vamos. Bueno, no, espera.
-¿Mm?
Le di un beso.
Uno largo.
-Ya podemos irnos.
-Podemos quedarnos más si quieres...
Me reí.
-Podemos seguir luego.
-Vale.
Nos despedimos de Sara y Álvaro y nos fuimos.
Los dos se quedaron diciendo lo raros que éramos, pero Paco interrumpió su entretenida charla atacando la tele.
-¡Paco, compórtate!
-¡Sexy!
-Es todo un impresentable...
-Y qué lo digas.
El pajarraco se posó en la mesa y se puso a picotear el mando, cambiando de canal.
-¿Suele hacer eso?
-Cuando le apetece ver la tele sí... ¡Eh, espera! ¡Esa peli me gusta!
Sara le arrebató el mando y pasó los canales hasta encontrar la película.
-¿Cuál es?
-Un paseo para recordar. Me encanta.
-Mm, no me suena.
-Perdona que te diga pero Auryn estáis un poco verdes en esto del cine...
-Totalmente, no te lo niego. Pero ya estáis vosotras para ayudarnos en eso.
-Y en lo que haga falta.
Él la abrazó, cubriéndola con sus brazos y después la besó.
Paco les vio y empezó a insultar, revoloteando por encima de Álvaro.
-Dios, déjanos en paz, en serio.
Paco estuvo insultando y gritando hasta que Sara le dijo que se callara que no oía la película.
El pájaro se calló y se fue al pasillo, perdiéndose en la infinidad de este.
-Pobrecillo.-dijo Álvaro.
-¿Tú compadeciéndote de Paco? Si al final acabaréis queriéndos, ya lo verás.
-No sé qué decirte. Cuando no me está insultando, es majo.
-Hoy estás irreconocible.
-Será porque todo me da igual mientras esté contigo.
Como respuesta, Sara le besó y él, al no esperárselo, cayó sobre el sillón de espaldas.
-Uh, parece que la irreconocible ahora eres tú.
Ella sonrió sobre sus labios, después se incorporó, quedando sentada sobre él y le quitó la camiseta.
-Definitivamente, estás irreconocible. Pero me gusta.
Volviendo a Carlos y a mí, caminábamos por la calle. No me había dejado pasar por casa e íbamos a comprar algo para cenar.
- ¿Qué quieres cenar?
-Mientras que no me lleves ya sabes dónde...
-Tranquila Cris, te lo prometo.
Le di un beso.
-Me apetece pizza.
-A mí también. ¡Qué casualidad! Estamos compenetrados.
Sonreí y le abracé.
-¿Quieres que te lleve las bolsas?
-No, que las mirarás a ver qué hay dentro. Ya te conozco.
-¿Y por qué no quieres que mire?
-Porque hay una sorpresa dentro.
-Entonces insisto en llevarte las bolsas. No puedo dejar que cargues con ellas, qué clase de caballero sería si lo hiciera.
-No te las voy a dar, te pongas como te pongas.
-Ya te pillaré desprevenida ya y las veré.
-A ver si eres capaz.
Compramos una pizza y un par de cosas más que le hacían falta y tiramos hacia su casa.
-Cuánto voy a echar menos venir aquí cuando no estés...-dije, una vez dentro, pasando la mano por un mueble.
-Si quieres te dejo una llave y puedes venir cuando quieras.
-¿Si?
-Sí y asi me puedes limpiar y me ahorro contratar a alguien para ello...
-¿Qué?
Él se rió mucho y me agarró la cara.
-Me encanta cuando te mosqueas.
Fui a decirle algo y me besó.
-Y me gusta callarte así cuando vas a replicarme. ¡Ah!
-Y a mí me gusta pellizcarte cuando te pones en plan romanticón.
-Joooo.
Le abracé y fui a guardar las bolsas en su cuarto.
-Carloooooos.
-Dime.-dijo, apareciendo.
-Te quiero.
-¿Nadie te dijo lo adorable que eres?
-Tú, ahora mismo.
-Jajajaja ¿vas buscando la segunda temporada?-dijo, tendiéndome el ordenador.
-Claro.
Cenamos viendo un par de capítulos.
-Dios, bendigo el día en que me recomendaste esta serie.
-Te dije que te gustaría. Si es que yo tengo muy buen gusto.
-No hay más que verme a mí para ver que tu última afirmación es cierta.
-¡Serás creído!-dije, empujándole y riéndome.
-Anda vamos a ver unos cuántos más.
-¿Quieres acabar la segunda temporada ya o qué?
-Claro, quiero empezar la tercera.
-Pues si supieras cómo acaba la segunda... Puff.
-¿Qué? Vamos a vernos todos los capítulos ahora mismo.
-Jajajajaja.
Nos vimos dos más.
-¿Otro?
-Mm, primero quisiera cambiarme de ropa y ponerme cómoda.
- Claro. ¿Necesitas que te preste algo?
-Sí, pero ya lo cojo yo.
Fui a su cuarto e iba a abrir su armario cuando recordé mis compras del día.
Rebusqué en las bolsas y saqué el picardías.
Mm, ¿por qué no?
Sorprenderlo, seguro que iba a hacerlo.
Su cara seguro que no tenía precio.
Me lo puse y, aunque me sentía algo rara, fui vestida con ello al salón.
-¿Voy poniendo el siguiente capít...?
Se interrumpió al verme.
Fue a decir algo, pero le puse un dedo en la boca.
Viniendo de él, podía esperarme que dijera cualquier cosa. Ya le conocía.
Quiso cogerme, pero retrocedí y negué con el dedo.
-Si quieres tu regalo, vas a tener que cogerlo.
-Como si pudieras ir muy lejos.
Tenía razón, pero tenía que intentarlo.
Mientras se intentaba levantar del sillón (sin mucho éxito), apagué la luz y corrí, atravesando la cocina, hasta la terraza de esta.
Le oí llamarme la casa y me aguanté la risa lo que pude.
Como no me encontraba llamándome por mi nombre, recurrió a otras artimañas.
-¡Qué me da miedo la oscuridad!
Ni por esas.
Pasé de mi escondite y decidí ir a buscarlo, porque me daba que se había perdido en su propia casa.
Pasaba por la cocina cuando me atrapó, asustándome.
-¡Ajá! ¡Te atrapé!
Quise decirle algo, pero me besó y calló cualquier respuesta que pudiera haberle dado.
Sentí sus manos subiendo y bajando por mi cuerpo, cosa que me hacía perder la cordura.
Retrocedí, atrayéndolo hacia mí conforme retrocedía hasta que choqué con algo.
Carlos me cogió y me subió sobre la lavadora.
-¿Qué haces?
-Probar cosas nuevas.
Y antes de que pudiera decir cualquier cosa, me besó, convenciéndome.
Desperté a la mañana siguiente y él no estaba a mi lado.
Suspiré.
Dónde demonios se habría metido.
-¿Carlos? ¡Carlos!
-¡Voy, voy!
Apareció en la puerta.
-Creí que estabas dormida.
-Lo estaba hasta que me desperté.
-Dios, tienes razón. Con lo lógico que es, ¿cómo no me di cuenta antes?
-¿Siempre tienes que ser tan sarcástico?
-Si te das cuenta, sólo es contigo.
-Por qué será, me pregunto.-dije, estirando los brazos hacia él y abriendo y cerrando las manos, invitándole a venir hacia mí.
Él sonrió y aceptó mi invitación, puesto que se tiró sobre mí.
-¡Serás bruto!
-Jajajajaja lo siento.
-Anda que... Vaya manera de despertarme qué tienes.
-Sino te he despertado.
-¡Por eso!
Me besó.
-¿Así te gusta más?
-Es agradable.
-Para la próxima, me lo apunto.
-Mm, vale. A ver si es verdad. ¿Qué hacías levantado sin mí?
-El desayuno. Se supone que era una sorpresa, pero...
-Podría haber seguido siendo una sorpresa si no me lo hubieras dicho.
-¡Maldición, es cierto!
-Jajajajaja.
-Pero bueno, aunque no sea ya una sorpresa, vamos. Que tengo hambre.
-Y cuándo no, Carlos, y cuándo no.-dije levantándome y yendo tras él.
-Cierto. ¿Y dónde vamos a comer hoy?
-¿Por qué preguntas eso?
-¿No te acuerdas que lo hablamos ayer con Sara y Álvaro para ver qué hacíamos especial y todo eso?
-¡Ah, cierto! Pues no sé.
-Lo voy a preguntar. Lo preguntaré si encuentro mi móvil. ¿Has visto mi móvil?
-¿Tengo cara de haberlo visto?
-Tienes cara de tonta, pero eso ya lo sabías.
Le gruñí y él se rió.
Pero mira, en serio, que le gustaba meterse conmigo.
-Toma, tu teléfono.
-¡Ah! ¿Dónde estaba?
-Sobre la mesa, ciego.
-Jo, no te metas conmigo.
Me le quedé mirando con cara de incredulidad. De verdad, este chico era un caso.
Desayunamos mientras discutíamos con los demás sobre lo de la comida.
-¡Ah!-dije, dando una palmada-¡Pero si yo tenía otra sorpresa para ti!
-¿Otra?-dijo Carlos, enarcando una ceja.
-Espera, que voy por ella.
Fui a su cuarto y le traí la bolsa.
-Toma.
-Uh, ¿qué será? ¡Ohh! Me encanta. Cómo me conoces ya.
-¿Te gusta? ¿No me lo dices para que no me disguste?
-¿Qué? ¡No! Si a ti siempre te digo las verdades a la cara, ya lo sabes.
-Ah, sí, es cierto. Me olvidaba de que tú eres todo sinceridad.
-Muchas gracias, de verdad.
Me abrazó y sigo agradeciéndomelo un rato, hasta que me cansé de oírle decir "gracias" y le besé.
-¿Por qué sonríes?-le pregunté al separarnos.
-Es el efecto que producen tus labios en mí.
Me quedé sin saber qué decir.
-Y ya veo el efecto que te producen mis palabras-dijo, riéndose y cogiéndome un moflete, que seguramente estaría enrojecido.
-¡Quita!-dije, dándole un manotazo y quebrándoseme la voz por culpa de una sonrisa involuntaria que se me creó.
-Jajajajaja.
-¿Y si hacemos la comida aquí en tu casa?
-Como cambias de tema.
Le hice burla.
-Pero la verdad es que es una buena idea. Nunca hemos comido ni nada aquí.
-Es que sólo prácticamente vengo yo.
-¿Y por qué no te mudas aquí ya directamente y te ahorras el tener que venir?
-¿Y qué pasa con S?
-Supongo que tienes razón.
Sin embargo, algo cambió en él a partir de eso. Por un tiempo, estuvo más callado y distante.
-A todos les parece bien venir aquí-le informé.
-Pues no tengo mucho para comer, hay que bajar a comprar.
-Claro, vamos.
-¿No te vas a perder en el supermercado?
-Por supuesto que no.
-Ah, bueno. Te llevaré de la mano por si acaso.
-Menudo eres tú.
La verdad es que sí que me perdí. Bueno, no me llegué a perder, sólo me despisté un poco mientras él miraba en la sección de congelados y yo me fui a mirar por ahí.
-Que no se te puede sacar de casa, de verdad.
-Jum-le lloriqueé.
Nos repartimos las bolsas. Él se empeñaba en llevarlas todas, pero le dije que ni hablar. Volvió a mencionar lo de que era un caballero y tal y le dije que las princesas se llevaban sus propias bolsas.
Volvimos a casa y le ayudé a sacar las cosas y a preparar la comida.
-Oye, Carlos.
-¿Mm?
-¿Te pasa algo?
-Nada.
-¿No será lo que dijimos antes, no?
-¿Pero no dije que nada?
Me crucé de brazos.
-Ya, pero no te creo. Sabes que tengo un sexto sentido para saber cómo te sientes.
-¿Y qué si fuera eso?
-Sólo quiero decirte que por mí, me mudaría contigo ahora mismo. Bueno, volvería a por el perro a mi casa. Pero tú ahora tienes una gira y no vas a estar y tampoco puedo dejar a S así, sola. Después del verano y que las cosas estén más estables, volvemos a hablarlo, ¿vale?
-Vale. Tienes razón, lo siento, no sé qué se me pasó por la cabeza.
-Pues que no quería vivir contigo.
-Pues sí. ¿Me lees la mente?
-Ya sabes que sí.
-Oh, vaya.
-Dame un abrazo, tonto.
-Claro-dijo, haciéndolo-Ahora démonos prisa con esto, esta gente estará al llegar.
-Pues que se esperen.
-¿Sabes? Tienes razón.
-Como en todo.
Él estaba a punto de echarme de la cocina porque yo no hacía más que estar en medio cuando llamaron a la puerta.
Fue la excusa ideal para sacarme de allí y me mandó a abrir.

-Anda, pero si son los puntuales.
-Supongo que hablas por mí-dijo mi paisano.
Sin embargo, me puse a hablar con Sara y, al sentirse ignorado, se fue a la cocina.
-Oye, Cris, ¿esa camiseta no es la que le regalaste a Carlos?-inquirió Sara.
-Sí, pero me la he puesto yo.
-Vamos, que la compraste para ti.
-Claro que no.
-¿Y dónde está aquí la gente?-preguntó Álvaro, apareciendo así como de repente.
Seguramente en la cocina le ignoraron más.
-Si no están es que no han llegado-aclaré.
-Oh, Dios. Tu lógica es sumamente aplastante.
-Últimamente se nos ha puesto en plan filosófico, ¿sabes? Siempre está con la lógica y eso.-dijo Carlos, apareciendo en el salón.
-Oye, dejadme en paz.
-¿Por qué? Es divertido.
Iba a darle un golpe al cabezón cuando llamaron al timbre.
-Uy, te has salvado.
-Bendito sea el que fuera.
-¡Hola, Blas! ¿Sabes que has salvado a Carlos?
-Jo, pues sí lo sé vengo más tarde...
-Cuánto se me quiere por ahí...
Vino David y finalmente Sigrid y Dani.
-¿Y Choco?-le preguntó Carlos a S.
-Pues en casa, no me lo he traído.
La miró mal.
-Pues muy mal por tu parte, de verdad.
-¿Qué? ¿Y eso por qué?
-Porque lo digo yo.
-¿Y tú quién eres?
-Dios, así que tratáme con respeto.
-A ti no te voy a tratar con nada.
-Pues no comes postre en mi casa.
Después de ese breve enfrentamiento, pusimos la mesa y comimos discutiendo sobre nuestras vidas.
En verdad los que hablaban era Dani y Blas, los demás les escuchábamos.
Es que ellos eran los que tenían buenas ideas siempre (más Blas que Dani, pero no era para decírselo al segundo, que sino...)
-Pues podemos ir al teatro.
-Sí o a una carrera de caballos.
-O al circo.
-Sí, o a la luna, no os jode.-salté.
Los dos me miraron mal.
-A mí la idea de Cris me gusta-dijo David.
-Y a mí. Me apunto.-añadió Carlos.
-Carlos, acoplado.
-¡No es verdad!
-Bueno, gente, a ver. Serierdad.-dijo S.
-Será como si cualquier cosa con nosotros puede ser seria.
Álvaro, David y yo aplaudimos a Dani, que hacía saludos de grandeza.
Qué tío.
-¿Y por qué no simplemente vamos al parque de atracciones?-sugirió Sara- Está por aquí cerca y podemos pasar todo el día allí.
Nos la quedamos mirando y después empezamos a aplaudir.
-Era algo tan sencillo y nosotros aquí complicándonos la vida pensando...
-Es que sí.
-Pues ale, apañado. ¿Cuándo vamos?
-¿Y por qué no mañana?
-Sí, o ahora mismo, vamos corriendo.
-Mañana está bien.
-Pues mañana.
-¿Se lo digo a Adri y a mi hermano?
-¡Claro, díselo!
-¿Y a Rebe?
-También, también. No vamos a dejarla fuera de esto.
-Por qué me da que mañana la liaremos por allí...
-¡Tú también cómo eres, Sara! Con lo buenos que somos nosotros...
-Eso no termina de ser del todo cierto.
-Pues también es verdad.
-A ver, dejad de hablar y poneros a recoger la mesa-dijo Carlos-A ver si pensáis que se va a recojer sola.
-Pero tendrás morro, macho, que es tu casa.
-Y a mí qué, a recoger. Eh Cris, no te sientes en el sillón y vamos.
-¿Quéee? ¿Yo también?
-Sí hombre claro.
-Tú lo flipas. Yo paso.
-Pues lloro.
-Serás manipulador, a veeer ¿qué recojo?
-La mesa.
Tras recoger la dichosa mesa y la cocina, nos acomodamos todos en el salón para descansar y que nos asentara la comida.
-¿Te ha dicho alguien ya que va a venir?-me preguntó Blas.
-Mm, sí. Mi hermano, de momento. Los demás no dan señales de vida.
-Oh, vaya.
Estuvimos hablando sobre qué iba a ser de nuestras vidas cuando ellos se fueran y cómo sería la suya cuando se marcharan.
Sobre eso estábamos tratando cuando empecé a discutir con S.
-¡Qué no, S! ¡Qué me pasaré la vida tirada por ahí lloriqueando y no me lo vas a impedir! ¡Paso de lo que me dices y paso de lo que quieres que haga! ¡Paso doble!
Entonces Dani, que estaba a mi lado, se empezó a reír como si no hubiera mañana, entendí y me reí también.
Todos nos miraban como si estuviéramos locos.
-¿De verdad no lo habéis pillado?
-No.
-Jajajajajajaajajajaja paso doble. ¿Lo pilláis? ¡Pasodoble! ¡El baile! Dios si es buenísimo.
-Jajajajajajajajaja.
-Seguimos sin pillarlo.
-Déjalo, Cris. Nosotros estamos más cerca del suelo y lo entendemos, pero a esta gente estar más alejada del nivel del suelo no les hace bien y no entienden.
Le llovió una colleja de Sara.
-¡Anda! ¿Por qué me pegas?
-¡Jaaaaaaajaaaaa!-se rió Blas.
Recibió otra.
-¡Ah! ¿Y a mí?
-Por tontos los dos.
-Al menos esta vez no fue a mí.-dijo Carlos, aliviado.
-¿En serio que no lo habéis pillado? Porque...
Dani vio venir la mano y calló al instante.
-Ay, pobre. Ven que te doy un abrazo que ahora me siento mal.-dijo Sara, abrazándole.
-Primero me pega, luego me abraza. 
-¿Y yo qué?-se oyó a Blas decir, pero nadie le respondió.
-David se ha dormido-me chivé, cambiando de tema.
Se había quedado frito en el sillón y a Carlos no se le ocurrió otra cosa que empezar a zarandearlo gritando que había fuego y estábamos ardiendo.
Claro, el pobre, cuando se despertó, le echó una bronca que para qué.
Nada, en verdad sólo le dijo que a veces parecía tonto.
David tenía mal despertar, por lo que parecía.
-Adri también se apunta-dijo Álvaro, mirando mi móvil.
-Ah, qué bien.¡Oye tú! ¿Qué haces con mi móvil?-dije, dándome cuenta de que era el mío.
-Ups.
-Ey que no es por echaros de mi casa ni nada pero tengo un perro al que sacar.-informó Carlos.
-Bueno, pues vamos todos-dijo David.
Agarré mis bolsas y tiramos hacia mi casa.
Choco se puso loco de contento al verme y se tiró hacia a mí.
Supongo que iba a por mí, aunque Carlos estaba detrás.
Le cogimos y dimos una vuelta, acabando en el amado parque de Choco.
El perro se fue a jugar por ahí (Carlos le dijo que dejara en paz a los abuelos y no se fuera muy lejos) y nosotros nos sentamos en el césped a planear lo de mañana.
-¿Qué os parece si quedamos a las diez?
-¿Quéeeee? Muy pronto.
-Qué va a ser eso pronto, David.
-Eso para mí es madrugar.
-Bueno, a las diez. ¿Nos repartimos en los coches?
-¿Ya me toca ser chófer otra vez?-dije.
-Eso parece.
-Pues jum, pero vale. Qué remedio.
-¿Y Rebe y Adri?
-En metro también se llega, no es por nada.
-¿Y Alberto?
-Ese que se busque la vida.
-Serás cruel, Cris. Bueno, pues en eso quedamos.
-Comemos allí, ¿no?
-Sí, pero yo creo que con unos bocadillos será suficiente.
-Mm, bocadillos.
-Pues ale, apañao.
Estuvimos por allí hasta que Choco se cansó y se puso a intentar morderle las orejas a Dani mientras Carlos le animaba. Tuve que regañarles a los dos.
Volvimos a casa y cenamos allí mientras veíamos un mapa que S tenía guardado de la última vez que fuimos al parque de atracciones.
-¡Yo quiero ir aquí!
-¡Y yo aquí!
-Oye que acabo de caer en una cosa.
Todos me miraron con cara de susto.
-¿Y con quién se queda Choco mañana? No se puede quedar solo todo el día.
-¡Ahhh! ¡Es verdad!
-Carlos no llores. Encontraremos una solución.
Si Dani no murió ese día, aún no sé por qué fue.
Pero poco le faltó.
-¿Y yo qué voy a hacer con Paco?-se preguntó Sara.
-Bueno, no es que el loro nos importe mucho...
La mirada que le echó a Carlos fue terrible.
-Le sacáis cuando os vayáis a ir y cuándo volvais. Tampoco le va a pasar nada por una vez.
-Buenoooo, Blas. Si tú lo dices, será verdad.
A la hora de marcharse, hubo uno que no quería irse.
-Que yo me quedo.-dijo, cabezota.
-Ay, Carlos. Cómo eres. Pues vale, quédate.
-Weeeee.
-¡Guau, guau!
Mientras veía a Carlos y Choco rodar por el suelo caí en que no tenía especial ilusión por mañana. Que debería agradarme la idea, pero, por algo, no lo hacía.
Tenía un presentimiento con respecto a mañana.
¿O quizá no era sobre mañana? ¿Y si era sobre pasado, el otro...O incluso más allá?
¿Y si era sobre que él se marchara?
Y si cuando él volviera... ¿Todo fuera distinto?
Odiaba la simple idea de que se marchase.
Pero más odiaba la idea de temer su marcha.



¡Hola, gentecilla! Soy @CrisSombrerita Siento la espera, pero es que entre la uni y esas movidas, no he tenido absolutamente nada de tiempo para escribir. Ruego vuestro perdón. Espero que os guste el capítulo y nada, que me parece increíble que en un mes, #EndlessRoad haga ya un año. ¿Podéis creerlo? ¡Porque yo no! ¿Tan rápido pasa el tiempo? No puede haber pasado un año desde que se me ocurrió escribir esta novela. ¡Si aún no ha pasado ni la mitad de lo que pensé que pasaría en enero de 2013! Eso quiere decir que quedan muchas sorpresas por venir.
Lo bueno viene ahora.
Gracias por estar ahí desde el principio, desde meses o ahora mismo.
Besos.