domingo, 2 de febrero de 2014

Capítulo 41: Yo te quiero mostrar un fantástico mundo.

-Cris-
-¡Eh, Cris!
-¿Si, Carlos?
Esperaba otra cosa romántica por su parte en plan "ven conmigo que no puedo soportar tu ausencia" o algo similar.
-¡Si te vas a quedar ahí sentada todo el día podrías ir haciendo la cena o traerme algo de comer!
Puse los ojos en blanco.
Últimamente no acertaba mucho con él.
-¡Ve tú! ¡No soy tu criada!
-¡Pero Cris, si es un acto por amor!
-¡Los cojones!
Pasó a plan adorable, haciendo pucheros y poniendo ojitos.
Sabía que eso siempre funcionaba conmigo.
-Ay, está bien.
-Weeeeeeeee.
-No sabes cuánto te odio.
-Pues para odiarme bien que me dices que me am...
Me acerqué al borde de la piscina y le pisé la cabeza para hundirle y callar lo que iba a decir.
Acto seguido me dirigí al interior de la casa y a la cocina.
Oí risas a mis espaldas y a mi primo llamando desesperadamente a Carlos.
Di un par de vueltas en círculos pensando en la cocina de David y mientras lo hacía apareció Carlos tapado con dos toallas (dato a observar, la mía y la suya)
-¿Tienes frío?-le pregunté acercándome y colocándole las toallas, que llevaba puestas de cualquier manera.
-Mucho.
-Eres un friolero.
-Lo sé.
-¿Cómo puedes tener frío incluso en verano?
-No lo sé.
-¿Qué te pasa?
Me miraba fijamente y eso empezaba a preocuparme.
Enarqué una ceja, molesta por su falta de respuesta.
Iba a regañarle por ignorarme cuando me besó. Y no era un beso como los que solía darme, era uno que me decía sin palabras "Te quiero. Aquí. Y ahora, pues se me acaba el tiempo".
Sí, yo también sentía que se nos agotaba el tiempo y demasiado rápido.
Los días parecían horas y las horas segundos cuando estaba a su lado. Todo tiempo con él me parecía poco.
Él soltó las toallas para abrazarme y yo le rodeé con mis brazos, tratando de demostrarle con mis besos que sentía lo mismo.
David entró y se dirigió a la nevera.
-No os liéis en mi cocina, tengo habitaciones de sobra.
-¿Te callas?
-Ya me voy, ya.
Al marcharse David, le aparté.
-Estás helado.
-Ya te dije que tenía frío.
Cogí una de las toallas y se le eché por encima.
-¿Sigues queriendo algo de com...?
Me interrumpí al sorprenderme puesto que me agarró por detrás.
-No te quiero echar de menos porque no quiero estar sin ti.
Parpadeé un par de veces fuertemente para aguantarme las lágrimas y le supliqué en silencio a mi corazón que siguiera en mi pecho y no se saliera de ahí.
-¿A ti no te pasa lo mismo?-me preguntó, abrazándome un poco más fuerte.
Me giré para abrazarle yo también y esconder la cabeza en su pecho, aunque la giré de modo que él pudiera oírme.
-Me pasa exactamente lo mismo, Carlos. Desde el mismo instante en que nos dijisteis que os marchábais, pero no quería que me lo notaras, así que lo he estado escondiendo.
-¿Por qué?
-Porque no quería que te sintieras mal. Tienes que irte porque tienes que hacerlo y yo no puedo retenerte aquí porque entiendo que tengas que marcharte, aunque no soporte la idea.
-Yo no quiero irme, quiero quedarme contigo-dijo, sonando como un niño pequeño enfadado.
Me reí y le revolví el pelo.
-Lo siento, pero no. Tienes que ir. Y no hay más que hablar.
Él iba a decir algo cuando apareció Álvaro.
-¿Habéis visto al cabezón?
-Estoy aquí ¿no me ves?-dijo Carlos.
Él le miró mal.
-¡Tú no! ¡El otro!
-¿Qué ya habéis perdido a mi primo?-dije girándome hacia él con fuego en los ojos.
Álvaro retrocedió intimidado.
-No, no, si estamos jugando al escond...
Se oyó una risa de niño pequeño por ahí.
-¡Ajá!-dijo y salió corriendo.
Carlos y yo nos miramos.
-¿Tanto le gustan los niños?
-Le gusta todo lo que le haga caso.
-Mm ¿interesante? Bueno a ver, buscate algo de comer y vamos con los demás.
Así lo hizo y regresamos a la piscina.
-¿Y mi primo y el barbas?
-Aquí estamos.
-¡Hola, Álvaro! ¿Qué tal te lo estás pasando? ¿Estas personas se portan bien contigo?
Todos me miraron raro.
-Siiii.
-Muy bien, mi amor.
Lo cogí en brazos y vi a Carlos mirar mal al niño.
Me eché a reír, aunque nadie entendió el chiste.
En ese momento me sonó el teléfono.
-¡Móvil!-gritó Dani agitando mi bolso a los cuatro vientos.
Le di el niño a Blas, que pasaba en ese momento por ahí y le hice una seña para que me lo lanzara.
Así lo hizo, lo atrapé y cogí el teléfono.
Por qué no me sorprendió al ver que era mi tía.
-Voy adentro a hablar.
Me estuvo preguntando qué tal el niño y yo se lo estuve contando.
-No te importaría quedártelo esta noche ¿verdad? Hace tiempo, desde que está él, que no voy tranquilamente al cine y...
-Sí, sí, sí. No te preocupes. Aquí está con todos y está estupendamente. No hay ningún problema.
-Muchas gracias, hija. Qué buena eres.
Acordé con ella los últimos detalles, me despedí y colgué. Tras eso, volví junto a mis amigos.
-Que nos lo tenemos que quedar esta noche-afirmé.
-¿A quién se lo dices?-preguntó Dani.
-A quien se lo quiera quedar. ¿Lo quieres tú?
-Bueno, seguro que con Breaker se lleva bien...
-¡El niño no va a ir con tu gato zarrapastroso!
-¡Mi gato no es zarrapastroso, cabezón!
Sara intentó detenerlos a los dos antes de que alguno pudiera salir herido.
-El niño no ha merendado ¿voluntarios?-dije trayendo su potito de frutas y una cuchara.
Carlos, Álvaro y Dani me miraron y extendieron las manos.
-Emm... Estoy confusa-dije mirándoles a los tres.
-Trae, yo lo haré.
Sara me quitó las cosas de las manos, agarró al niño, se sentó con él y empezó a darle de merendar.
Los tres casos perdidos se fueron tras ella, discutiendo por esto y por lo otro.
-S ¿qué haces tanto tiempo en el agua? Te vas a arrugar como una vieja.
-Es que estoy haciendo largos.
-¿Y?
-Es que tengo que superar el récord de Dani...
-¡Pues sigue nadando que aún te queda!-le oí gritar.
-No me digas que te ha metido en esas apuestas raras suyas...
-¡Sí!
Puse los ojos en blanco mientras veía a mi amiga alejarse nadando.
-¿Qué pasa si te empujo?-preguntó una voz a mi espalda.
Me giré y vi a Blas.
-Pues que posiblemente sea la última cosa que hagas en tu vida.
Se rió.
-Sí, es posible que muera tras eso, sí.
-¿Y tú crees que te merece la pena correr ese riesgo?
Sonrió.
-¿Qué es la vida sin un poco de emoción?
Quiso empujarme, pero le esquivé y me agarró. Le intenté gruñir, pero más que un gruñido me salió una especie de gritito tonto que nos hizo reír.
-¡Suéltame!
-Ah, no quiero.
-¡Por fa!
-¿Pretendes que te tome en serio con eso?
-¿Por favor?
-Nah.
Me tiró y, como le tenía agarrado como si mi vida dependiera de ello, se cayó tras de mí. La verdad, a un pelo estuvimos de caernos encima de S, que nos miró horriblemente mal, como si quiera matarnos. Pero solo como si quisiera matarnos, pues en su fondo nos quería mucho. Yo lo sé.
Nos dimos cuenta y dijo que nos perdonaba si la ganábamos en una carrera. No la entendimos muy bien, pero igualmente hicimos unas cuantas con ella, en la que perdimos y ganamos todos.
Salí muerta de frío.
-Carlos, ¿podrías...?
Me tiró la toalla a la cara sin tan siquiera mirarme.
Creo que se había molestado por algo.
Ya que no tenía ninguna pinta de querer cobijarme entre sus brazos me fui con David a ver si con él tenía más suerte, que el pobre últimamente no hablaba mucho y parecía como perdido.
-Daviiiid.
-Dime.
-Carlos de momento no me adjunta y tengo frío ¿puedo sentarme contigo un rato?
-¿Ahora qué le has hecho?
-Nada, de verdad.
-¿Seguro?
Le miré mal.
-¡Sí, claro! ¿Qué no te fías de mí o qué?
-No es eso.
-¿Entonces qué es?
-No importa. ¿No tenías frío?
Me pasó un brazo por los hombros.
-Sí, gracias.
Estuvimos así un rato hablando hasta que Dani y Carlos empezaron a quejarse de que tenían hambre y David hubo de poner rumbo a la cocina.
Suspiré, me peiné el pelo con los dedos como bien pude y me dirigí donde mis amigos.
Álvaro junior me tendió los brazos para que le cogiera. Puede que quisiera mucho a los demás, pero la sangre siempre tiraba.
-¿Estás cansando, verdad cielo?
El niño asintió.
-Mírala, si así parece una madre y todo.
-No me digas eso, S, que sabes que no me gusta.
-Por eso te lo digo.
Le saqué la lengua.
Con el niño en brazos, me dirigí hacia Carlos esperando que lo que fuera que le pasase antes se le hubiese olvidado y me dejase acurrucarme contra él.
No hizo ademán de apartarse, al contrario, me pasó un brazo por los hombros y yo me estreché contra él, aunque procurando no espachurrar al niño.
Últimamente Carlos solía, cuando nos encontrábamos puestos así, meter la mano entre mi pelo y juguetear con él, sobre todo con los caracoles que me salían por dónde las orejas. No me falló y ronroneé al sentir que volvía a hacerlo.
-¿No os necesitan en la cocina?-preguntó Carlos inocentemente.
-Ahora que lo dices...
-David está allí solo...
-¡Necesitará ayuda!
Todos corrieron (o fueron a su ritmo, dependiendo de quiénes fueran) a la cocina, menos nosotros dos y Álvaro junior, que seguía en mis brazos y medio hecho sandwich entre Carlos y yo.
-¿Por qué los has echado?
-No los he echado-dijo, jugando con mi pelo-Solo necesitaba estar a solas contigo.
-Bueno...-dije, mirando hacia abajo.
-Él puede quedarse.
Liberé un brazo de los que sujetaban al niño y le acaricié la cara.
-¿Puedo preguntar qué te pasaba antes?
Oímos risas dentro de la cocina, un grito y después más risas.
Él sonrió amargamente y miró hacia otro lado.
-Nada.
Le cogí de la barbilla y le giré la cara, obligándolo a mirarme.
-Es por lo de antes con Blas ¿eh?
Intentó girar la cabeza, pero no se lo permití, manteniendo el contacto visual.
-Que sabes que te conozco como poca gente en el mundo. No puedes ocultarme las cosas, simplemente, las veo en tus ojos. Y no tienes que sentirte mal por nada. Lamento si hice algo que te molestó, pero me comportó con él como con cualquiera de nuestros amigos.
-No, soy yo quien lo siente. No debería... Bueno...
-Ya está, Carlos. Ya está. Ahora eres tú y solamente tú. Y no hay más que hablar.
-Cuando dices eso, es el fin del tema ¿no?
-Exacto. Bueno, no. No considero el tema cerrado aún.
-¿Ah, no?
-No.
Y le besé, aunque me separé al oír un gruñido del niño.
-Este niño tiene sueño.
-¿Ahora te has vuelto traductor de niños?
Me hizo burla y me reí.
-Creo que voy a decirle a David que en qué habitación puedo acostarle mientras cenamos y eso.
-Vamos.
David nos mandó por ahí y yo seguí a Carlos hasta la habitación indicada. Los recuerdos me golpearon al ver que esa habitación era la misma en la que hace tiempo entré con Carlos y le acabé dando una patada en sus partes por pesado.
Tumbé al niño en la cama y me dejé caer a su lado.
-¿No vas a cenar?-le pregunté a Carlos al verle tumbarse también-Tenías mucha hambre.
-No, ahora iré. Estoy bien.
Esperamos un poco, le colocamos al niño unos cojines a los lados para que no se cayera si rodaba y nos fuimos a cenar.
Los demás acababan de sentarse a la mesa.
-¡Al fin decidís honrarnos con vuestra presencia!-dijo Blas.
-Mm, comida-dijo Carlos.
-Al fin me libro del niño...
-¡Cómo si hubieses estado tú con él mucho hoy!-dijo Álvaro.
-También, pero para mí, poco es ya suficiente.
-¿Podemos comer? Tengo hambre.
-¡Claro!
Estuvimos hablando y comiendo, pasándolo tan bien como cada vez que nos juntábamos todos.
Incluso los niños se atrevieron a cantar algo, aunque en un tono de voz razonable para no despertar a Álvaro Junior.
Sin embargo, quién sabe por qué, el niño se despertó y vino con nosotros.
Dani lo cogió y se lo sentó encima mientras Sara le preguntaba qué tal estaba y si seguía teniendo sueño.
-Sí.-le dijo.
-Ay, ven que te cojo.
-Ahora que lo pienso-dije, rascándome en la cabeza en ademán inocente- No ha cenado.
-¿Qué no ha cenado? ¡¿Pero cómo puede ser?!
-No sé, se me ha olvidado.
-Eres un desastre-me dijo S.
La taladré con la mirada.
-Bueno, bueno. Se le da de cenar ahora y no pasa nada. Tienes hambre ¿verdad?
-Sí-dijo, bostezando.
-Cris ¿dónde tiene sus cosas?
Suspiré y me levanté de la mesa.
-Ahora te las traigo, Sara.
Fui a por la bolsa, rebusqué hasta encontrar el puré que consistiría en la cena (¿cuándo iba a cenar el pobre algo que mereciera la pena?) y se lo di a Sara que fue a calentarlo mientras le dejó el niño a Blas.
Mientras nosotros quitábamos la mesa ella y Dani se entretuvieron dándole de cenar.
-Chocolate-dijo el niño.
Carlos le miró.
-Le he enseñado bien.
-Tesoro, ahora no es hora de comer chocolate-intentó convencerle Sara.
-Juum.
Me reí al escuchar eso.
Acababa de tumbarme en el sillón cuando oí a Carlos llamándome.
-Criiiiis.
-Carlos.
-¿Puedo hablar contigo?
-Ya lo estás haciendo.
-No, no-dijo mirando a Sara, Dani y el pequeño.
-Vale.
Me levanté y le seguí afuera.
Ya había anochecido y la contaminación lumínica de Madrid impedía ver las estrellas.
Una verdadera lástima.
Vi que se sentaba en el borde de la piscina y metía las piernas dentro.
-Bueno, ¿qué...?
-Siéntate.
Me estaba empezando a preocupar. Esto no era normal.
Sin embargo, me senté a su lado y también metí las piernas en el agua.
No decía nada y me impacientaba, poniéndome nerviosa y angustiándome. ¿Es que iba a decirme algo importante y no sabía cómo hacerlo? Puff.
-Si te dijera que vinieras conmigo, ¿vendrías?
La pregunta me sorprendió por no esperármela entre tan largo silencio.
-¿Qué?
-Eso. Que si vendrías conmigo.
-Bueno yo no quiero ser ninguna carga y no sé cómo podría yo...
-¿Vendrías?
Le miré.
-No habría nada que por ti no hiciera.
-Así que vendrías.
-Sí. No sé adónde quieres ir a parar con esto, pero sí, iría.
Él sonrió.
-Entonces vente conmigo, con nosotros. Vente a la gira.
Le miré como si se hubiera vuelto loco. Es decir, yo sabía que estaba loco, pero ¿tanto?
-Estás de broma ¿no?
-¿Acaso no es lo que querías?
Su mirada dolida me hizo morderme el labio inferior.
Él pensaba que se había equivocado conmigo y que yo no quería ir.
-¡Claro que quiero irme contigo!
-¿Y con los demás no?
-Sí bueno, con ellos también.
Se rió.
Adoraba el dulce sonido de su risa.
-Pero ¿cómo quieres que vaya? No puedo ir así como así.
-Habíamos pensando en contratarte como estilista.
Exploté en risas mientras él repasaba su frase intentando encontrar el chiste. Al no dar con él, decidió preguntar.
-¿Qué te hace tanta gracia?
-¿En serio yo estilista?
-Sí, claro. Consideramos que tienes muy buen gusto al vestir. E incluso si hace falta podrías maquillarnos. Eso también lo haces bien. ¡Y fotografiarnos! Que eso te encanta.
-¿Me lo estás diciendo en serio? Quiero decir, hay gente cualificada y todo eso para ello, ¿por qué yo?
Me puso cuidadosamente un mechón de pelo rebelde tras la oreja.
-¿Y te atreves a preguntarlo?
Fruncí el cejo.
-¿Y eso no me convierte en una enchufada?
Se partió de risa.
-Eres muy divertida.
-¿Y te das cuenta a estas alturas de la vida?
-No,no-dijo, negando con la cabeza- Y no, eso no te convertiría en una enchufada.
-Solo me vais a tener trabajando como una esclava por el salario mínimo.
-Claro, ¿acaso lo dudabas?
Esta vez fui yo quien rio.
-Aunque sea así, por ti lo haría.
-¿Te vienes entonces?
Juro que de sus ojos salieron estrellitas. Lo juro.
-Claro, ¿dónde tengo que firmar?
Me abrazó.
-Mañana te llevo a firmar el contrato. Y tranquila, que el salario está bien.
-Sabes que el dinero no me importa y que voy por ti.
Me abrazó con más fuerza, diciendo algo que no entendí.
Le aparté un poco para besarle cuando, sin esperármelo, me empujó y caí al agua.
-¡Voy a matarte!
Él sólo hizo que reírse y rodar.
- Vamos adentro a secarte, anda.
-Sí bueno. Ayúdame, si tanto presumes de ser un caballero.
-Un caballero siempre está dispuesto a ayudar a una damisela en apuros.
Sonreí al coger su mano. Sabía que aquella mención a la caballerosidad le distraería de mi intención y, para cuando quiso darse cuenta, ya era tarde.
Estaba en el agua conmigo.
Entramos los dos.
-¿Qué pasó?-dijo Blas viéndonos chorreando.
-Se emocionó tanto que se cayó al agua.
Miré a Carlos con odio.
-¿Y tú?
-Yo me emocioné de tal manera que me tiré.
-¡Mentiroso! ¡Me empujaste y te lo devolví!
-Vaya ¿y no he mencionado ese pequeño detalle? Será que se me ha olvidado...
Le pegué en el brazo y nos reímos mientras nos pasaban unas toallas.
-Entonces ¿te vienes?-preguntó Dani.
-Ajá.
-¡Me vas a dejar sola!-dijo S, tirándose sobre mí y abrazándome.
-Eso no es verdad. Tienes a tu prima, a Choco, a Rebe, a mi hermano, a Adri...
-Ah pues es verdad.
Y me soltó.
-¿Y mi primo?
-Se ha dormido y está en el cuarto-me dijo Sara.
-Vale.
Estuvimos un poco más, hablando de esto y lo otro, lo que haríamos y lo que no.
Cuando Carlos y yo estuvimos decentemente secos, él cargó con el niño y lo sentó en el coche y todos tiramos para casa.
-¿Te quedas conmigo hoy?-le pregunté mientras sacaba al niño del coche y se asustaba porque este empezaba a hablar.
-¡Claro!
-¿Eso significa que tengo que dormir yo con el niño?-dijo S.
-¡No!-dije, enrojeciendo.
-Ah, vale.
Subimos todos en el ascensor mientras yo gruñía y el pequeño intentaba cazarle la orejas a Álvaro.
Nos despedimos de la parejita feliz y entramos en casa.
-Hay que sacar a este, que hoy se nos ha hecho más tarde-dije mientras Choco le intentaba morder los pies a mi primo.
-Voy-dijo Carlos, canturreando.
-Pero no tardes mucho que es de noche y eso.
-Ohh, te preocupas por mí. Tranquila, vuelvo en seguida.
Me lanzó un beso y se fue.
-¡Carlos!-le llamó Álvaro.
-Tranquilo, ahora viene. Volverá en seguida.-dije, dándole un beso en la nariz.
-Mm, tengo hambre.
-¿Todavía, S?
-Sí, no sé por qué.
-¡Tú, ponte el pijama y no vayas corriendo a la cocina!
El niño se partió de risa.
Le estaba ayudando al niño a ponerse el pijama cuando oí ladridos por el pasillo y, acto seguido, Carlos y Choco aparecieron en el salón.
El perro, muy contento, vino hacia nosotros y empezó a lamerle la cara al niño.

-Ya estoy aquí.
-Ya te veo, Carlos.
-No me has entendido-dijo, abriendo los brazos-He dicho que ya estoy aquí.
Sonreí, divertida.
-Eres un completo tonto.
-Pero solo porque sé que te gusta.
-Jajajaja.
Olvidando al niño a medio vestir, le abracé.
Álvaro aprovechó ese momento para capturar el mando de la tele y ponerse los dibujos. Qué obsesión tenía el niño, madre.
S apareció y le ayudó a mi primo a ponerse la camiseta.
-Qué vergüenza y aquí el pobre niño medio desnudo... Me da que hoy duermes conmigo, pequeño, porque el plan en el que están esos dos...
-Anda sí claro ¿y qué más?
Le dejamos ver un rato la tele y después le mandamos para mi cama.
Se fue derechito, cosa que nos sorprendió a todos.
Le seguí y casi me cierra la puerta en las narices.
-Nooo. Yo solo.-me dijo.
-¿Qué tú que solo?
-Mimir.
-Se dice dormir, anda. Habla correctamente.
-Yo solo.
Choco se coló por la puerta, Álvaro la cerró un poco más y ahí me quedé yo en el pasillo, excluida de mi propio cuarto.
Volví al salón como un alma en pena.
Me interrogaron con la mirada.
-Dice que quiere dormir solo y me ha echado.
-Qué tío.
-Pues nada, nos tocará dormir en el sillón.
-Qué lata.
-Es lo que hay.
S nos tiró unas delgadas sábanas encima.
-Bueno, que os divirtáis. Mañana hablamos.
Y se encerró en su cuarto.
-¿Y a esta qué le pasa?-pregunté.
-No sé-dijo Carlos, encogiéndose de hombros mientras se peleaba a vida o muerte con una sábana-Pero será mejor que me ayudes o me va a dar algo.
-Anda, trae.
Hicimos la cama, nos despojamos de la ropa y sin pijama (qué remedio) nos acostamos.
-La verdad es que no tengo sueño ¿y tú?-dijo, al rato.
-Nah yo tampoco. Hablemos.
-Sí, que eso es lo que mejor se nos da.
-Y qué lo digas.
-Bueno, ¿y de qué hablamos? ¿De la bella noche que hace hoy, de lo maravilloso que soy...?
-Mm.
-También podemos hablar de que soy lo mejor que te ha pasado en la vida.
-¿Ah si? ¿He dicho yo eso?
-Ah, que era lo que yo estaba pensando.
-Bobo.
Se rió.
-La verdad es que eres muy maravilloso y que sí, aunque no lo haya dicho, estoy totalmente de acuerdo con lo que estabas pensando.
-Creo... Creo que voy a llorar. Qué bellas palabras. Qué bello es todo.
-Jajajajaja pero todo es bello sólo cuando tú estás a mi lado.
Comencé a besarle en el brazo y después fui subiendo hacia su cuello.
-Ay-suspiró-Es una lástima que tengamos compañía y no estemos solos...
Reí sobre su cuello, provocándole cosquillas.
-Cómo eres, de verdad.
-No me digas que no estás pensando en lo mismo.
-Pues... Sí.
-Cómo eres, de verdad, eh. Y luego te atreves a decir de mí y todo.
-Cá-lla-te-dije, acompañando cada sílaba con un beso en el cuello mientras él se retorcía.
-Para, me haces cosquillas.-me dijo riéndose. 
-¿Seguro que sólo son cosquillas? 
-Jajajajaja sí, estate quieta o verás. 
-¿O veré qué?-dije, dándole un pequeño mordisquito. 
-La que vas a liar. 
Rodó para ponerse encima mía y se lanzó a mi cuello, que sabía que era uno de mis puntos más débiles. 
-¡No, no! ¡Estate quieto, por favor! 
-Ah, y ahora qué ¿eh? No, no ahora te lo devuelvo. 
-Noooo. 
Rompí a reír escandalosamente y me tapó la boca. 
-Calla ¿es que quieres despertar a todo el vecindario? 
Asentí con la cabeza en silencio. 
-Jajajajajaja. 
Le atrapé la cara con ambas manos y le atraje hacia mí, hasta que apoyó su frente sobre la mía. Me liberó la boca para permitirme hablar. 
-Te necesito-dije-Ahora. 
-Ahora no puede ser. 
Le puse morritos mientras le tocaba el pelo. 
-Eso es muy frustrante. 
Rió sobre mis labios. 
-Lo sé. Créeme que lo sé. Mira que te dije que fuéramos a mi casa... 
-No me lo dijiste. 
-¿No? Vaya, entonces lo pensé. 
-¡Juum! 
-De todas maneras tenías a tu primo y no te ibas a ir sin él... 
-¿Y mañana? 
-Mañana ya es otra cosa. 
-Entonces quiero que sea ya mañana... 
Me rozó los labios con los suyos, pero sin llegar a besarme, por lo que emití un gruñido de protesta. 
-Y al día siguiente, nos iremos. 
-¿Cuál será nuestra primera parada? 
-Mm, sorpresa. 
-Vamos, que no lo sabes ni tú. 
-No, de verdad es sor... Vale no lo sé. 
Reí y me besó, no sé si para callarme o qué. 
-¿De quién fue la idea de que yo fuera? 
-Mía, por supuesto. 
-¿Y a los demás no les importa? 
-¡Claro que no! Ellos encantados. Dicen que será como estar en París otra vez. 
-Solo que sin S... 
-Y sin ser París. 
Le acaricié la cara. 
-Te agradezco que pensaras en mí para irme con vosotros. Ya prácticamente me había hecho a la idea de que iba a estar sin ti... No. No a la idea de estar sin ti, sino a lo que yo sufriría porque no estuvieras. Y ahora no puedo creerme que me vaya a ir contigo. Es mejor que ir al cielo. 
-Para mí el cielo es cualquier lugar donde tú estés. 
-Así que ¿ahora mismo estás rozando el cielo? 
-No. Ahora mismo estoy en él. 
Otro beso. Sentía su piel desnuda contra la mía, acariciándome. Me encantaba. Tuve que separarme un poco, porque, como él había dicho " ahora no puede ser". 
-¿Qué habrías hecho sino te vinieras? 
-¿De verdad quieres saberlo? 
-Es que siento que no quieres hablar de ello. 
-En verdad no quiero hacerlo... Pero tampoco puedo negarme a nada que tú me pidas. 
-Aún no te he pedi... 
-Pero ibas a hacerlo.-sonreí al ver que asentía-Los primeros días los hubiera pasado muy mal. Estaría vacía por dentro, consumiéndome por los recuerdos. Dejándome llevar por ellos, como si tú aún siguieras allí... Me aferraría a tus fotos, a tu voz en las canciones... A cualquier cosa que pudiera hacerme sentirte más cercano y... También había pensado buscarme un trabajo.
 -Veo que hice bien pidiéndote que vinieras. ¿Un trabajo? ¿De qué había pensado trabajar? 
-Pues no sé, quizá en un Starbucks, como Sara... 
-Tú no puedes trabajar allí, serías su perdición con lo que te gustan los Franppuchinos. 
-Controlaría mi ansia. 
-Ya claro, como que podrías jajajaja. 
Volví a tocarle el pelo. Era algo muy relajante. 
-No creo que hubiera podido sentirme viva de nuevo hasta que volvieras. Sería como si, a tu vuelta, recuperase mi alma de nuevo. No... No podría soportarlo... Un segundo sin ti es una eternidad. 
Le besé, queriendo alejar aquella afirmación, tan verdadera, de nosotros. 
-Entonces no me mantendré ni un segundo alejado de ti-dijo, mordiendo mi labio inferior. 
Nos besamos y nos abrazamos por un rato bastante largo, dejando que nuestros besos, caricias y abrazos hablaran por nosotros. 
Llevábamos un tiempo intentando dormir cuando sentí la inmediata necesidad de decirle algo. 
-Carlos.-le susurré al oído. 
-Me llaman. 
Sonreí. 
Sólo él era capaz de cargarse un momento tan romántico de aquella forma. 
-Moriría mil veces por ti. Sin importarme la manera en que lo hiciera. 
Pasó un segundo y después él se giró para mirarme. 
-Y yo impediría mil veces que lo hicieras. 
Selló sus palabras con un beso. Palabras que quizá ninguno debiéramos olvidar. Quizá en algún futuro fueran importantes. Quizá cruciales para ambos.
Me despertó por la mañana diciendo que nos teníamos que ir a firmar eso.
-¿Tan pronto? Pero si ni S ni el niño se han despertado...
-No es pronto, es que ellos duermen mucho. Venga, arriba.
-Sí, vale, ya voy.
Fui a mi cuarto a buscar ropa y vi a mi primo y a Choco, estirados los dos cuan largos eran, durmiendo en mi cama.
Vaya dos patas para un banco.
Me puse la camiseta de "I kissed Katy Perry and she wrote a song about it", unos shorts y las Converse.
-¿Ya estás?
-Sí, pero oye, ¿qué pasa si el niño se despierta y S sigue roncando?
-Pues que la despierte.
-Eres cruel.
-Ya deberías saberlo.
Tuvimos que coger el coche y tirar para el estudio, donde nos encontramos a David, haciendo el gamba.
Entre los dos me estuvieron presentando gente que conocían y que estaba allí, pero yo, con un sueño de muerte (ni siquiera me había dejado desayunar) no prestaba mucha atención.
Firmé el dichoso papel y Carlos dijo que ya podíamos marcharnos.
Nos dirigíamos de nuevo hacia el coche cuando cayó en la cuenta de que tenía hambre.
-Por culpa de tú y de tus prisas no hemos desayunado-le acusé.
-Bueno, eso tiene fácil arreglo.
Me invitó a desayunar en un Starbucks.
Si es que decidme que no era para amarle.
-Ey-dijo mientras atacaba un muffin de chocolate- ¿No deberías llamar a tu madre?
Le miré sin entender.
-¿Qué tiene que ver mi madre en nada?
-Vamos a ver, si mi hija se fuera a recorrer mundo, al menos me gustaría que me informara.
-¡Ah! Te refieres a eso.
Enarcó una ceja.
-¿A qué sino?
-No sé.
-Pero mira que eres rara.
-Pues también. Tienes razón, luego la llamaré. Seguramente me diga que le traiga souvenirs de todos los sitios a los que vayamos.
-Entonces vas a tener que traerle mucho souvernis.
-Ay, madre. No tengo aún el salario y ya me lo estoy gastando.
Los dos nos reímos.
-Eso me recuerda una cosa.
-¿Mm?
-Me prometiste que iríamos a ver a mi madre.
-Te lo prometí y lo cumpliré. Soy mujer de palabra. Así que cuando tú quieras.
-¿Ya no tienes miedo?
-¡Yo nunca tuve miedo! Qué cosas dices. Es solo que... Bueno. No llevábamos ni dos días y eso.
Sonrió.
-Entiendo.
-¿Vamos a ver mundo? Creí que sólo nos moveríamos por España.
-De momento sí, pero quién sabe. Quizá acabemos haciendo giras mundiales.
-¿Y me llevarías contigo?
-En todo momento.
Por alguna razón mi mente comenzó a reproducir la canción de la película de Aladdin de "Yo te quiero mostrar, un fantástico mundo..." y nos imaginé a Carlos y a mí volando sobre aquella alfombra tan maja.
No pude evitar reírme ante tal panorama.
-Ey, ¿cuál es el chiste? Yo también quiero reírme.
Se lo conté.
-Menuda eres tú jajajaja.
Volvimos a casa.
-Tengo que irme a casa. Me toca hacer maleta, como a ti.
-Jum.
-Pero como no está muy lejos, vente un momento. Hay algo que quiero enseñarte.
-¡Claro!
Cuando llegamos, me planté en medio del salón.
-Bueno, ¿y qué querías que v...?
Me besó.
-Me has engañado.
-Sí y no. Te dije que mañana sí era posible.
Reí y salté sobre él, aferrándole la cintura con las piernas.
-Eres lo peor. Pero me encanta.
Cuando llegué a casa, S casi me lanza a Choco a la cabeza.
-¿Dónde estabas?
-Em, fui a firmar el contrato y eso, ¿por qué?
-Me dejaste abandonada con el niño.
-Pensé que te gustaban.
-Y lo hacen, pero tu primo y Choco son muy pesados.
-Te creo.
Les vi a los dos retorcerse por el suelo.
-Así que tú ocupas tú de ellos.
-¿Quéee? ¿Y tú dónde vas?
-A comprar, ya que nadie lo hace en esta casa.
Acto seguido, se marchó.
Miré a los dos locos.
-Jo.
Llamaron a la puerta y deduje que S se habría dejado el monedero (no era la primera vez, de hecho, yo diría que le habría ocurrido a lo menos, cinco veces)
-¿También se te han olvidado las llaves?-dije, abriendo-Ah, hola Sara. Pensé que eras S.
-La acabo de ver hace un segundo que se metía en el ascensor.
-Sí, va a comprar. O al menos eso me ha dicho.
-Si te lo ha dicho, será porque va a ello. 
-Supongo. Bueno ¿pasas? Me vienes muy bien. 
-¿Ah si? 
-No me hacía mucha gracia tener que hacer la maleta con el perro y el niño haciendo el tonto todo el rato. 
-Pobrecitos, seguro que se portan muy bien. 
-Tú que les ves con buenos ojos. ¡Mira quién ha venido, meloncín! 
-¡Holaaa!
 Dejé a los tres en el salón y me encaminé a mi cuarto, donde abrí el armario y saqué la maleta. La pusé sobre la cama y me dejé caer sobre ella. Qué lata, odiaba hacer la maleta. Recordando la sabia voz de Carlos, cogí el teléfono. Me daba más lata aún tener que llamar a mi madre. No sabía cómo iba a reaccionar ante la idea, aunque el contrato ya estuviera firmado y a mi me diera igual lo que ella opinara. Se sorprendió bastante cuando se lo dije. 
-¿Y seguro que te quieren a ti con lo patosa y desastre que eres? ¿No será que vas a seguirles por tu cuenta y me lo dices para que no me preocupe? 
-¡Claro que no, mamá por Dios! Te digo la verdad. Trabajaré para ellos. 
-Bueno hija, si es trabajo, está bien. Pero pórtate bien ¿eh? Y llama a menudo. Cuídate y no olvides traernos recuerdos de allá donde vayas. 
-Sí, claro, si ya estaba muy concienciada yo con eso. 
Tras despedirnos y repetirme mil veces que me portara bien y no les diera quebraderos de cabeza a los chicos (¿cómo podría yo hacer eso?, le pregunté inocentemente), colgamos y me puse a meter ropa y más ropa en la maleta hasta que llamaron al timbre. 
-¡Voy!-dije, corriendo hacia la puerta-Ah, hola tía. 
-¡Cariño, hola! 
-Álvaro está en el salón. 
Le presenté a Sara mientras Choco, cuya misión en la vida era lamer a todo el mundo, intentaba cubrirla de babas. 
-Oh ¿de verdad?-dijo cuando le conté que me iba con los chicos por trabajo-Vaya, yo qué pensaba ofrecerte trabajo... 
-¿Como canguro?-dije, enarcando una ceja. 
-Es que verás, he encontrado un trabajillo ahí en el barrio y el niño, bueno. Pero no te preocupes, ya encontraré a alguien... 
-¿Y qué tal Sara?-dije, señalándola con la cabeza-Vive aquí arriba, es prima de S y Álvaro ya la conoce. 
-¿Eh?-dijo ella, al oírse nombrada. 
-Que si quieres ser la canguro del niño. 
-¿De verdad? 
-¿Ves?-le dije a mi tia-Has encontrado a la persona ideal. Acordad vosotras los detalles mientras yo sigo peleándome con la maleta. 
Cuando S volvió de comprar, mi tia y mi primo hacía ya rato que se habían ido y Sara me ayudaba con la maleta, ya que no es que yo hiciera muchos progresos. 
-Necesito un descanso... 
-Ese descanso sería perfecto para sacar las cosas de las bolsas. 
-¡Jaaa! Ni en tus mejores sueños. 
-Ya te ayudo yo...-dijo Sara. 
Ellas dos se encaminaron hacia la cocina mientras yo me tiraba en el sillón y empezaba a jugar con Choco, tirándole una zapatilla. Oí a las primas hablando en la cocina y, más tarde, me llegó un inconfundible olor a comida.
No me había dado cuenta de que tenía hambre. 
Comimos las tres y después me eché una siesta en el sillón recordando todos los momentos vividos con Carlos en las últimas horas. Le echaba de menos, no podía esperar a volver a estar a su lado. 
Sonreí pensando que no nos íbamos a separar, que me iba con él. Era lo más romántico que había hecho nunca y que seguramente haría. ¿Y entonces esos malos presentimientos que tenía respecto al viaje? ¿Habrían cambiado ahora que yo iba? 
Llamaron al timbre y S me tiró un cojín para que me despertase y fuese a abrir. 
-¡Qué estaba despierta! 
-Sí, claro. 
La miré amenazadoramente y me dirigí a la puerta, donde me sorprendí al ver a Blas. 
-¿Blas? ¿Qué haces aquí? 
-Venía a ver qué hacemos con la custodia. 
-¿Custodia? ¿Qué custodia? ¿De qué hablas? 
Entonces me fijé en lo que llevaba en las manos. Era el acuario de Tomás. 
-¡Tomás, amor! ¡Cuánto tiempo! Pasa, Blas. 
Se dirigió al salón y Choco se lanzó a comérselo vivo (aunque no sé si a él o a Tomás, recordemos que una vez casi se lo come de verdad) S y Sara le saludaron mientras él intentaba proteger a Tomás. 
-Creo que aquí no puede quedarse. 
-Sí, yo igual. Se acabaría convirtiendo en merienda para perros... 
-Oid que yo estaría aquí-dijo S, molesta. Pero Blas y yo estábamos demasiado ocupados pensando qué hacer con Tomás como para prestarle atención. 
-¿Y si me la dejáis a mí?-dijo Sara. 
Los dos la miramos. 
-¿Y con Paco no va a ser peor?-le preguntó Blas. 
-Él solo come galletas. No tortugas. 
-Pues también es verdad. Toma. 
Y le dio el acuario y una bolsa con la comida. Después, se puso a explicarle cómo debía cuidarla. 
Puse los ojos en blanco. 
-Voy a seguir con la maleta. 
-Ah, pero ¿que no la tienes ya acabada?-inquirió Blas, mirándome con sorpresa. 
-Es que es muy difícil hacerla... 
-Pues date prisa que en un rato nos tenemos que subir a mi casa. 
Miré a Sara como si acabara de hablar en un idioma extinto siglos atrás. 
-¿Y esa cara? 
-Es que no sé de qué hablas. 
-Pero ¿tú lees los grupos de wa o qué?-dijo S. 
-No siempre-reconocí-¿Es que habéis dicho algo? 
-¡Pero bueno! ¿Qué estabas haciendo esta mañana? ¡Lo hemos hablado por el grupo! 
-Ah, por eso el móvil sonaba tanto... 
Recordé mi móvil y el de Carlos sonando en su casa, pero ninguno de los dos le hicimos caso. Estábamos demasiado ocupados el uno con el otro. Luego había pasado de leer los mensajes. 
-¿No los leíste? 
-No, es que eran muchos. 
Suspiraron. 
-Bueno, pues que vamos a cenar en casa de Sara. 
-Ah, muy bien. 
-Así que termina de hacer la maleta. 
-Que siiiii. 
No sin esfuerzo y tiempo, conseguí acabarla y me dejé caer encima de ella. ¡Jesús! Cuánto trabajo. Fui al salón, donde allí seguían los tres, hablando de tal y pascual y vigilando que Choco no cazara a Tomás. 
-¡Ya!-dije, tirándome sobre un sillón.
-¿No te dejas nada? ¿Estás segura?
-No, pero estoy demasiado cansada para ir a comprobarlo.
-Vaya tela contigo.
-Ya, pero bueno. Me aceptáis como soy.
-Qué remedio nos queda.
-Sí, sino Carlos nos pega.
-Como si eso os diera mucho miedo.-dije.
-Pues también. Estos tardan mucho en venir, ¿no?
-Pues sí. Si ya has hecho la maleta, ¿subimos ya a mi casa?
-Sí, claro. Vámonos.
Al subir a casa de Sara nos encontramos a David llamando al timbre. Había estado llamando un ratillo ya y se preguntaba por qué leches no había nadie en casa. 
Nos reímos de él (él también se rió, no éramos unos crueles. Bueno, al menos no tanto) un rato mientras Choco y Paco se recontraban.
-¿Dónde vas a dejar a Tomás?-le preguntó Blas a Sara en tono padre super protector de la vida.
-En un cuarto, ¿te vale o no?
-Me vale.
Ratos más tarde vinieron Dani y Álvaro juntos, que se habían encontrado en el portal y les mandamos a comprar barras de pan, que no había. De paso se llevaron a Choco, que el pobre aún no había salido.
Se fueron corriendo o algo así, muy inmersos ellos en una de sus estúpidas competiciones que sólo ellos (o ni eso) entendían.
Me estaba preguntando dónde leches estaría Carlos. Vale que nunca hubiera sido el hijo de la puntualidad, pero incluso para ser él, se estaba retrasando.
Cuando Álvaro y Dani volvieron (confiaba en que se encontraran a Carlos en el portal o algo similar), de mi querido melón no había ni rastro.
-Esto, chicos-dije-¿Le recordásteis a Carlos que veníamos aquí?
Se miraron los unos a los otros en el más absoluto silencio, que me dio la respuesta.
-¿Y por qué no lo hicísteis?
-¿Y por qué no lo hiciste tú?
-¡Ah, es verdad! ¡Soy lo peor!
Me iba a llorar a una esquina, pero Paco revoloteaba por allí y me dije que mejor que no.
-No hace falta suicidarse por esto, ya se lo digo yo-dijo David.
Le pegué.
Diez minutos más tarde, Carlos se presentaba allí.
-Joder, si es que anda que avisáis con tiempo.
-¡Si lo dijimos antes...!
-Excusas, excusas. Bueno, ¿y en esta casa cuando se come?
Cenamos todos juntos en paz y armonía. Y digo en paz y armonía porque Paco insulto mucho menos de lo normal y solo picó un par de veces a Álvaro. A Carlos solo le insultó y a Dani le robó la gorra.
Mientras cenábamos, riendo y hablando, comentando cada uno una cosa, recordando, hablando de lo que fue y de lo que vendría, nos dimos cuenta de que esa sería nuestra última cena todos juntos hasta dentro de unos días. Que todos empezábamos una nueva rutina, por así decirlo, una nueva vida, aunque fuera temporal.
Algo me decía que mis malos presentimientos no iban mal encaminados y que, aunque yo me fuera con ellos, lo que fuera que iría mal, no se arreglaba con eso.
¿Y si cuándo volviéramos algo no estuviera igual? ¿Y si no estuviéramos los mismos en la próxima cena?
Miré a todos mis amigos, temiendo perder a cualquiera de ellos y mi miraba acabó por detenerse en Carlos que estaba a mi lado, comiendo a dos carrillos, como siempre.
-¿Te pasa algo?
Le sonreí.
Era capaz de leer sin necesidad de palabras.
-Que si te pierdo, me muero.
Se atragantó y tuvimos que darle.
Cuando se recuperó (y yo del susto) retomó la conversación como si esta nunca se hubiera interrumpido.
-Tranquila. No tengo ninguna intención de perderme en ninguna parte en la que no puedas encontrarme.
-No me he enterado.
-La verdad es que yo tampoco. Resumiendo, que no me voy a ninguna parte.
Los dos nos reímos.
Quién me hubiera dicho lo equivocadas que estaban esas palabras.


Hi! Aquí @CrisSombrerita como siempre. ¿Qué os puedo decir que no sepáis ya? Bueno, que lamento haber tardado tanto en subir, pero ya casi tengo vida. Entre la uni y otras movidas... Imposible vivir, y los ratos que tengo para mí, los suelo pasar escribiendo lo que puedo. Así que agradezco vuestra paciencia y bueno, que ya sabéis dónde estoy para cualquier cosa. Gracias por todo.
:)