lunes, 14 de octubre de 2013

Capítulo 37: Eres más que ideal para mí.

-Cris-
-¿Cómo se dice en alemán "déjame en paz"?
-No lo sé, Carlos.
-Bueno, pues díselo en un idioma en que lo entienda o le meto dos ostias que ese es un lenguaje internacional. Verás como así capta el mensaje.
Me reí de él.
-Ay, Carlos. Celoso eres muy mono y haces mucha gracia.
-Pues a mí ni risa, eh.
Nos miramos y él se echó a reír.
-Ya lo veo, ya.
-Bueno, me río pero porque tu cara me hace gracia.
-¡Eh! Pues me voy con Georg.
-¿Y ese quién es? ¿Tu amigo imaginario?
-Mi amigo el alemán.
-¡Ah, no! ¡Ven aquí!
Empezamos a correr de un lado a otro mientras Dani y Blas apostaban que alguno de los dos nos caíamos al suelo.
Al final les desfraudamos porque me paré en seco, di la vuelta y me tiré a abrazarle, ante su evidente sorpresa.
-Joder pues qué desilusión.
-Ya podían haberse caído...
-¿Qué decís?-dijo Álvaro, apareciendo junto con Sara.
-Ya pensábamos que os habían secuestrado-dijo S.
-No pénsabamos eso-dijo Dani- Más bien que se habían perdido.
El mi paisano y el duendecillo rubio empezaron a pelearse mientras Blas comentaba con Sara y S qué se avecinaban nubes de tormenta por el horizonte.
-No, si te tenías que haber hecho hombre del tiempo...
-Desde luego, tienes el tipo.
-Y la voz.
-Ah, niñas, niñas, parad de halagarme que me haréis enrojecer.
David empezó a quejarse de que tenía hambre (y cuándo no) así que tiramos hacia las cabañas.
-¿Y sabes cuánto se quedan los alemanes?
-Una semana.
-Ah, bueno. Menos mal que nosotros nos vamos pasado mañana.
Enarqué una ceja.
Debía dejar de intentar comprender en todo a Carlos. Podía acabar haciéndome daño.
Como a nadie le apetecía cocinar, mandamos a unos cuantos voluntarios (Dani, Blas y Álvaro. En realidad, les mandamos a la fuerza, por lo que fueron obligados) a comprar algo de comer al bar y nosotros nos quedamos en la cabaña de Blas y Dani.
-Jo, yo quería ir a ver si estaban Josefina y su amiga.
-Pues ve, corre-dije, de mala leche, abriendo la puerta- Nadie te lo impide.
-Tu tono de voz me lo impide.
- Mi tono de voz va a matarte como vayas.
-En serio. Sois unos escenas los dos, eh. Las que os montais...-dijo S.
La miré mal.
-¿Vas o no?-dije, volviendo a Carlos.
-No. Cierra la puerta, siéntate aquí y me quedo contigo.
Así lo hice.
-Y ahora se dan mimitos. Quién les entiende...
-David, sabes que también puedo dártelos a ti. Sólo dímelo e iré...-dijo Carlos con voz seductora.
Este le puso morritos.
-Oye a ver qué va a pasar aquí-dijo S, y todos nos reímos.
En ese momento entraron los voluntarios con la cena, por lo que nos pusimos a colocar la mesa y cenamos.
Después, nos desperdigamos por el porche.
-Creo que nuestro último día de playa se nos va a frustrar por una tormenta.
-Aquí Blas, nuestro hombre del tiempo particular... ¿También puedes decirnos si las temperaturas van a bajar?
-Sí, Carlos. Mañana vas a tener que ir con bufanda.
-Guay.
Nos reímos.
-Oye ¿y si jugamos a un juego que me sé?-dijo Blas.
-No sé yo, Blas. Tus juegos siempre son... Bueno.
-Bah, que no David. Ya verás como tengo alguno que nos hace gracia.
-Eso no suena muy bien-dijo S.
-¡Venga, vamos!-dije yo.
-Pues entremos dentro.
Entramos en la cabaña.
-A ver, necesito dos voluntarios. Chico, chica o lo que queráis.
-¡Yo!-dijo Carlos, levantando mi brazo.
-Bien, Cris.
-¡Carlos! ¡Traidor!
-Jajajajaja.
-Alguien más.
-Es que Blas... Tus juegos...
Miré a mis amigas.
-No me dejéis solas en esto.
-Veeenga, yo-dijo S.
-Perfecto. Ahora iros fuera mientras explico el juego. Ah. Necesito una manta.
-¿Te sirve esta toalla?-dijo Dani, tendiéndole la suya.
-Me sirve, claro. Pero ¿vosotras dos qué hacéis todavía aquí? Fuera, vamos.
-Vale, vale, ya nos vamos.
S y yo nos sentamos en el banco del porche, esperando, hasta que Blas dijo que podíamos pasar.
-Poneos allí, en la habitación.
Así lo hicimos.
-Ahora necesito dos que sujeten la toalla.
Carlos se reía.
-Yo, venga.
-Buenoooo.-dije yo-De esto no sale nada bueno.
Él se rió más.
Supongo que sabía un chiste que yo no sabía.
-¿Alguien más?
-Sara, venga, no me dejes solo en esto-le dijo Carlos cogiendo la toalla.
-Está bien.
Cogieron ambos la toalla y la pusieron en la puerta, de modo que a S y a mí sólo se nos vieran las cabezas.
-Oye ¿de qué va esto?-dijo mi amiga.
-Os explico. Nosotros hemos pensando una prenda que vosotras tenéis. Nos vais diciendo y, si no es la que hemos pensando, os la quitáis. Así hasta que lo adivinéis.
-¿Y si no la adivinamos?-pregunté.
-Entonces pues bueno. Con qué poco os vais a quedar.
-¡Pero seréis cabrones!
Carlos ya casi lloraba de la risa.
-Empezad, venga.
-Mm, la camiseta.
-Nooooo. Ala, camiseta fuera.
-Tenéis que enseñarnosla para que veamos que os la habeis quitado.
-Sí se la han quitado, sí.
-¡Carlos, no mires!-le regañé.
Se rió tanto que se le escurrió la toalla.
-Ay, lo siento, lo siento.
-Seguro que lo sientes.
-¿Los pantalones?-dijo S.
-Noooooo. Asi que fuera.
-Ay, S. Menos mal que eres tú.
Enseñamos los pantalones.
-¿El sujetador?
-Noooooo.
-Qué putada.
Me reí de lo dicho por mi amiga.
-Ay S, que no puedo, ayudame.
-Trae que te ayudo yo.
-¡Carlos saca la mano de aquí!-dije, dándole un manotazo.
Los enseñamos fugazmente.
-¿Qué os queda?-preguntó Dani.
-Pues tienen que ser las bragas por narices, porque más no tenemos-dijo S.
-Pues nooooooooo son, asi que venga, a enseñarnoslas.
Todos se rieron.
Supongo que nuestras caras lo dijeron todo.
-Estais de coña o algo ¿no?
-¿Y cuál es la prenda entonces?
-¡La toalla!
-¡SOIS UNOS CABRONES!
- Menos insultar y más enseñar.
Lo único que consiguieron ver fue mi dedo corazón.
Nos vestimos mientras se seguían riendo.
-Última vez que jugamos a un juego de Blas...
-Pues qué lástima, porque tengo unos cuantos más...
-¡Juguemos!
-Bien, a ver. Poneos en círculo y dadme emmm... Algo.
Carlos le tendió la mano.
-Eso no me sirve.
-Desagradecido...
-¿Y esto?-dijo Dani dándole mi funda de móvil de fotos de Justin.
-Me sirve.
-¡Pero si eso es mío! ¿De dónde lo has sacado?-le dije a Dani.
Este se encogió de hombros, incapaz de darme una respuesta o sin querer dármela.
-Y lleva al niño ese en vez de mí en la funda...
Carlos seguía refunfuñando por lo bajo.
-Te vamos a empezar a llamar el Señor Refunfuños porque estás así todo el día así que o te callas o pongo fotos de Georg.
-¿Quién es Georg?-preguntó Álvaro.
-Su amigo el alemán.
-Ah, bueno.
Carlos refunfuñó más.
-El juego. Cogéis la funda y decís "por las noches, cuando acuesto a mi cerdito, le doy las buenas noches y le doy un besito en..." decís el sitio, por ejemplo, la pata delantera derecha y le dais un beso a... A la funda.
-¿Pero qué gilipollez es esta?-exclamó David.
-Es un juego que aprendí-dijo Blas, herido en su orgullo.
-Juguemos antes de que se ponga a llorar-dijo Dani, cogiendo la funda.- A ver, cuando estoy con mi cerdito y se va a dormir le doy las buenas noches y le doy un beso en... La nuca.
-¡Qué bonito!
-¡Y qué romántico!
-¡Y qué tontos que sois todos! Toma, S. El cerdito.
Esta cogió la funda.
-Mm y se lo doy en... El lomo. Ten, Carlos.
-Pues yo cuando acuesto al cerdito le doy las buenas noches y le doy un besito en los morros para a ver si se convierte en princesa.
- Ya quisieras tú.
-Eso son las ranas, panoli, no los cerditos.
-Soñar es gratis.
-Con tu suerte, te sale Josefina.-dije yo, molesta.
Se rió.
-Te toca.
-Mm y se lo doy en la nariz.
Se lo di a Álvaro y así lo hicimos todos hasta que mi funda llegó a Blas otra vez.
-Bien, ahora esto tiene una segunda parte. Tenéis que darle un beso donde habéis dicho a la persona de la derecha.
-¿QUÉEEEEEEEEEE?
Blas se rió.
-Ah. Ese es el juego.
-¿QUÉ DEBO BESARTE UN PIE?-le dijo David.
Blas solo se encogió de hombros.
-Empieza Dani.
-¿Y dónde dije yo?
-En la nuca, so tonto.
-Gracias, Álvaro. Yo también te quiero.
-Pues no me quieras tanto.
El rubio le apartó el pelo a mi amiga y le dio el beso en la nuca.
-Esto...-dijo esta- ¿Te tengo que dar un beso en la espalda?
-Creo que sí-dijo Carlos.
-Pero levántate la camiseta al menos-le dijo Blas.
-Ya sé que todos queréis verme sin camiseta, pero eso no va a ser posible.
-¡Qué te la subas!
-Jo, vale, vale.
Así lo hizo y S le dio el beso.
-Creo que me toca.-dijo bajándose la camiseta.
Después me agarró y me besó.
-¿Así es cómo besas al cerdito?-le dije tras separarnos.
-Así es como te beso a ti.
-Oh.
-Cris, bájate de la nube en la que Carlos te ha subido y venga, te toca.
-Ah, sí.
Me puse de puntillas y le di un beso en la nariz a Álvaro, este a su vez a Sara en el cuello, esta en la oreja a David y este en el pie izquierdo a Blas, quien hizo lo propio con Dani, solo que en la mano.
-Desde luego, nunca más jugamos a ningún juego propuesto por Blas-dijo David.
-¡Pues tengo más!
-¡Juguemos!
- Pues necesito dos tontos y una chica.
-Venga, S se presenta voluntaria-dije.
-¡Me has presentado tú!
Se quedaron ella, Álvaro,Carlos y Blas y Sara,David , Dani y yo nos salimos fuera hasta que Blas nos vino a buscar.
-A ver, que entre alguien. Este juego mola más cuando hay más gente, pero bueno....
-Yo mismo-dijo David.
-Ahí va un valiente-dijo Dani, viéndole entrar en la cabaña.
Minutos después, Blas volvió.
-Otro, por favor.
Sara y Dani me miraron a mí.
-Me presento voluntaria como tributo.
-¿Sigues igual de obsesionada con los juegos del hambre?-dijo, arrastrándome al interior de la cabaña.
-Claro que sí, pequeño sinsajo.
Entramos y vi a la gente puesta en fila y a David a un lado.
-A ver, eres una princesa...-comenzó explicándome Blas.
-¿Eso es por lo del juego del cerdito de antes que Carlos dijo eso?
Este se rió.
-No, no tiene nada que ver. Mira-dijo, señalándome a Carlos, Sigrid y Álvaro- Esos son caballeros.
-Pero Sigrid...
-Caballeros, dije. Uno de ellos te ha elegido como su princesa. Debes darle un beso en la mejilla a quien creas que te ha elegido. Pero cuidado. Si ese no es, puedes llevarte una bofetada y si ese caballero ya está casado, puede que te lleves otra.
-Esto...
-Ah espera que yo también soy caballero-dijo, poniéndose en la fila al lado de Carlos.
-Ya quisieras tú, so plebeyo.
-Ah, y tienes tres intentos.
-Emmm... Pues no sé.-confesé.
Creyendo que Carlos sería muy obvio, fui a S y le di un beso en la mejilla. Pero tras ello recibí una patada en el culo de David.
-Mala suerte. Ese caballero está casado.
-Ten amigas para esto-dije, mirándola mal.
-Venga, que te quedan dos intentos y tres caballeros.
-Este tiene cara de darme bofetada-dije, señalando a Álvaro, que se rió- y tú, Blas, también. Así que solo me queda uno.
-Inténtalo a ver qué pasa.
Fui hacia Carlos y fui a besarle en la mejilla, pero él movió la cabeza y me lo dio en los labios.
Para luego darme una pequeña torta.
-¡Carlos!
-¿Qué?
-¿Qué no eres tú?
-No, lo siento. Es que sino iba a ser muy obvio.
-Te cogió, pero no le dejamos. Sino, no tiene gracia.-explicó Blas.
Les miré mal a todos.
-Primero me hacéis lo de la toalla. Y ahora esto.
-Elige, venga.
Fui con miedo hacia Álvaro y le besé la mejilla, esperando recibir una sorpresa desagradable, pero eso no pasó.
Al contrario, se rió.
-¿Qué eras tú?
-Sólo ha sido por este juego, y porque a mí no me han dejado-dijo Carlos.-Por paisanidad entre vosotros.
-¿Paisanidad?-dijo Álvaro-¿Eso existe?
-Y yo qué sé. Pero me habéis entendido.
-Ahora-me explicó Blas-Si viene alguien y le da un beso a Álvaro, tienes que darle una patada a quién sea, como te ha hecho David.
-¿Y si es Sara?
-Debes defender el honor de tu caballero.
-¿Qué honor? Si este no tiene...
-¡Ey!-se quejó el paisano.
Blas rió y fue en busca de Sara. Le dio la misma explicación que a mí y esta fue hacia Álvaro primero, por lo que tuve que actuar.
-¿Pero y esto?
Carlos se rió.
-Que ese no era, intenta otra vez.
Vi en Sara la misma cara de traición que segurísimamente yo había puesto.
Se lo dio a Carlos y este le dio una caricia en la mejilla en vez de una torta.
-Tampoco soy yo.
-Jooooo.
-Venga, que no es difícil.
Se lo dio a Blas y este se rió.
-Me pillaste, soy yo.
-¿Y cómo que eres tú?
-¡Qué a mí no me dejaron!-dijo Álvaro.
-Que sino sería muy obvio-añadió David.
Blas fue a buscar a Dani y, nada más que este entró, ya todos nos estábamos riendo.
-Qué voy a ser yo una princesa anda.
-Elige, venga.
Fue hacia S y, al darle el beso, David le dio una patada.
Dani se quedó flipando.
-Pues ahora a los demás os doy la mano, que sino, os flipáis.
-Pues como hemos hecho todos.
Fue a por Álvaro y le di una patada yo.
-¿Qué me tenéis ganas o qué?-se quejó.
-Sólo te quedan dos opciones-le dijo Blas.
Fue hacia Blas y Sara le pateó.
-¿Carlos?-dijo, con incredulidad.
-Mi princesa-dijo este, haciéndole una reverencia.
Empezaron los dos a matarse en el salón mientras todos comentábamos el juego.
-Pues para mañana tengo más.
-Buenooooooo.
Arranqué a Carlos de las zarpas de Dani y los dos nos fuimos a la cabaña (pues como todos, pero cada uno a la suya) hablando sobre los juegos de Blas.
-¿Dónde los habrá aprendido?
-Vete a saber. Espérate que no se los haya inventado en el momento.
-Tú hoy te has reído de mí todo lo que has querido y más.
Se rió y me abrazó.
-Me río siempre contigo y nunca de ti.
-Seguro.
-Mm. Me gustas siempre, pero molesta, tienes tu encanto.
-¿Cómo no gustarte molesta si me paso la mitad de la vida así?
-Quizá sea eso, tienes razón.
Ambos reímos y vimos a Choco asomado a la ventana de la cabaña.
Se nos había olvidado por completo sacarlo.
Cuando echamos a andar con él, iba por delante, muy por delante, de vez en cuando girando la cabeza para mirarnos mal.
-Hemos fracasado como padres-dije.
-Pero totalmente.
-¿Crees que nos perdonará?
-No cuentes con ello.
A la mañana siguiente, a Choco ya se le había olvidado todo enfado y saltaba sobre nosotros en la cama (yo creo que eso fue una especie de venganza)
Carlos se asomó por la ventana y dijo algo inteligible.
-¿Qué?
-Que llueve.
-No, si al final Blas tenía razón. Bueno-dije, dándole unas palmaditas en la espalda-Sacas al perro tú, yo me vuelvo a la cama.
-No irás a abandonarme en esto.
-¿Quién ha dicho eso? Yo iré contigo... En esencia.
Al final acabamos los dos empapamos (no teníamos paraguas y la sombrilla era de Dani, creo) por pasear al perro que parecía que se divertía de lo lindo (maldito perro rencoroso)
No acabábamos de entrar los dos en la cabaña hechos unas sopas cuando Dani le llamó al móvil.
-Llueve-dijo solamente.
-¡No me digas! ¿En serio? ¡No me había percatado de ello hasta ahora!
-Cuánta ironía-dije mientras luchaba por quitarme la camiseta que se me había pegado al cuerpo por culpa de la lluvia.
Me sequé y me cambié de ropa mientras Carlos y Dani hablaban por teléfono (que tendrían que decirse si sacando la cabeza por la ventana podían conversar igual)
Al final Carlos se presentó en el cuarto mientras yo secaba a Choco.
- Debatíamos sobre qué podíamos hacer hoy.-dijo, sin esperar a que le preguntara.
-¿Le has dicho que podemos ir a su cabaña a seguir jugando a juegos de Blas?
-Ah, pues no. Pero se lo digo ahora.
Le quité el móvil.
-Antes de hacer más tonterías, cambiate o te quedarás helado.
-Pero...
-Nada de peros.
-Sí, señora.
-Señorita, en todo caso-dije, abandonando el cuarto-Para señoras ya están tus amigas.
Le oí reírse.
Estaba tumbada en el sillón, oyendo llover, cuando Carlos se apoyó en este, cambiado ya.
Le estiré los brazos para que viniera y se tumbó a mi lado.
-¿Al final qué habéia decidido?-le pregunté.
-No lo sé, tú te has llevado mi móvil.
-Oh, qué cierto es eso.
Se lo devolví.
-Sara, Álvaro y David duermen, los demás están atrapados en las cabañas sin saber qué hacer.
-Qué crueldad.
-Blas dice que echan una peli buena en el 11.
-¿Y tenemos que fiarnos del criterio de Blas?
-Qué otro remedio nos queda.
-Ponla, anda.
Resultó que la peli no estaba mal. Había asesinatos, fantasmas y un niño que, según Carlos, se parecía a David. Al final fue todo un drama porque en verdad el niño estaba muerto o algún rollo así. No pude enterarme porque Carlos, fiel a su persona, no se callaba nunca.
Blas y yo comentábamos la película por wa mientras Carlos zappeaba a ver si daba con otra cosa de calidad para ver.
-Uh, la que se avecina.
-No me gusta.
-¿Qué no te gusta?-dijo escandalizado, mirándome como si fuera la cosa más rara del mundo.
-No. Para nada. No le veo ninguna gracia.
-¡Pero si es divertídisima!
-No le veo la gracia recurrir al sexo siempre para hacer reír. Me gusta el humor absurdo, no el humor sexual.
-Pero mira que eres especialita...
-Los cojones. Si quieres verlo, déjalo.
Menos mal que no le quedaban ni veinte minutos (lo pilló empezado)
-Y ahora sigue zappeando.
-Sí. Anda mira. Crepúsculo.
-¡Eso no se quita!
-Jo.
Me reí de él.
Para cuando acabó la película teníamos algo de hambre. Rebuscamos en lo poco que nos quedaba de comer y nos apañamos con lo que había.
Jugamos a tirarnos entre nosotros una pelota, ya que nos divertía ver los infructuosos intentos de Choco por cogerla, hasta que se cansó y dejó de intentarlo.
Nosotros seguimos jugando a tirarla y a quien se le cayera perdía, hasta que también me cansé.
-Bueno, la gente que dormía ¿ya se ha despertado?
-Es verdad. Vamos a ver-dijo, sacando el móvil.-Sí. Están aquí hablando de lo que podemos hacer ahora.
-¿Sigue lloviendo?
El sonido de la lluvia golpeando con fuerza los cristales me sirvió como respuesta.
-Dime tú.
-Me da que sí. Bueno, ¿cuáles son sus sugerencias?
-Ya sabes las de Blas.
-Dile que se olvide.
-Vale jajajaja. Los demás dicen de ver una peli donde David y S, que esta se ha traído media de vuestra estantería de películas.
-¡Y anda que me dice nada!
-Me consta que en el coche te estuvo diciendo las que se había traído.
-¿En serio? No me suena esa parte de mi vida.
- Pues sí hija, sí. Pero me da que estábas a tu música choni y pasaste de ella...
-¡Oye!-dije, pegándole.
-¡Ah!
-¿Vamos a ir a la cabaña de estos?
-Sí, vamos.
Cuando llegamos, la gente ya estaba allí y nos llamaron tardones.
-Oye que yo siempre soy puntual-dije.
-Eso.
-A ver, estábamos mirando las pelis de S-dijo Dani.
-Qué narices las de S, si seguro que también hay alguna mía.
Empezamos a verlas todas y S se empeñó en ver "La última canción".
-No, S, que esa es un dramón y no quiero llorar.
-Bueno, pues veamos Titanic.
-Muy larga.
-¿Grease?
-Ni de coña-dijimos Carlos y yo a la vez.
-Jo, pues Ghost.
-¿Qué la peli tiene que ser de amor o qué?
-¿Y qué tal Fiebre del sábado noche?
-Cuando sea sábado, la vemos.
-¿Y "Atrápalo como puedas"?-todos me miraron con ojos inquisidores- Es genial. No puedes parar de reírte.
-¿Y tiene amor?
-Bueno... Poco y absurdo.
-Pon esa.
Les gustó tanto (acabamos todos llorando de la risa, yo inclusive, ya que aunque la había visto millones de veces, me hacía igual de gracia que la primera vez) que pusimos las dos siguientes partes, con lo que se nos fue toda la tarde.
-¿Y ahora qué hacemos?-inquirió David.
-Yo aún tengo algún que otro juego...
-Olvídate, Blas. Olvídate.
-Podríamos pasear-sugirió Álvaro-Ha parado de llover.
-¿Y seguro que no va a volver a hacerlo?
Este se encogió de hombros ante la pregunta de Sara.
-No sé. Pregúntale a nuestro hombre del tiempo.
Blas se acercó a la ventana y, con cara de entendido, examinó el paisaje que ante él se extendía.
-Hasta la noche no volverá a llover.
-Como sea verdad, me río-dijo Carlos.
-Salgamos-dijo S-Estoy cansada de estar encerrada.
Así lo hicimos.
Íbamos a tirar para el pueblo cuando nos encontramos con Georg y tres colegas suyos.
Sólo se dirigió a mí, quizá pensando que los demás no eran capaces de entenderle.
-¿Qué dice?-me preguntó Carlos mirándole con los ojos entrecerrados.
-Que si estás soltero.
-¿Qué?
Me reí.
-Que si tomamos algo con ellos.
-Ni hablar.
-Carlos...
-Y así es como el melón hace amigos-observó David.
-Dile que no.
-¿Y qué excusa pongo?
-Invéntate una.
Puse los ojos en blanco y hablé.
Georg asintió, se despidieron de nosotros y se fueron riéndose.
Nosotros echamos a andar, siguiendo nuestro camino.
-¿Qué les has dicho?-me preguntó Dani.
-Que si no se iban, Carlos les pegaría.
-Hala.
-Nah, es broma. Les dije que aquí en España no era hora de tomarse nada, que si acaso más tarde.
-Pero entonces nos buscarán más tarde-añadió Álvaro.
-Pues entonces tendremos que preocurar que no nos encuentren.
Llegamos al pueblo y dimos una última vuelta por él, despidiéndonos.
Nos tomamos algo y cenamos en un bar de por allí y después nos volvimos, ya que Blas decía que o volvíamos ya andando o tendríamos que volver en barca.
-¿Y qué hacemos?
-Podemos ir a tomar ese algo con los alemanes.
-No.
Carlos no quería ni verlos. Pobres.
-Claaaro, no podemos ir con Georg pero seguro que no pones excusas si te digo de tomar algo con Josefina y su amiga.-dije.
-Claro que no. Ellas no intentan tirarte los tejos.
-No, perdón, ellas lo que hacen es lanzarte fichitas a ti.
-Ey, vosotros dos, cálmaos-dijo S, viendo venir otra de nuestras discusiones.
Alcé la cabeza con aire ofendido, agarré a mi amiga y eché a andar con ella.
-Pero mira que sois.
Íbamos a llegar de nuevo a las cabañas cuando me solté de S y fui a Carlos.
-Ah, no, ahora no vengas, ve con Georg.
-No, no. Contigo.
Intentó resistirse, pero su resistencia fue nula y se dejó abrazar.
Y así seguimos andando.
No acabábamos de llegar a las cabañas cuando empezó a llover como si fuera gratis.
Todos miramos a Blas casi con miedo e incredulidad y Carlos, como había prometido, se rió.
- Si lo que os había dicho...
-Tú eres un mago o algo.
-Qué va, sólo observador.
-Bueno, ¿qué hacemos?
-¿Queréis jugar a alguno de...?
-Blas, que no, que lo olvides.
-Jo.
-Pero aún así vamos a pasar a tu cabaña.
-Siiiii.
Entramos y nos desperdigamos por la salita.
-Mm, qué hacemos.
-Vosotros no sé pero Carlos tiene que sacar al perro.
-¡Cris!-se quejó él-¡Pero que llueve!
-Ese no es mi problema.
Puso ojitos.
-No voy a ir contigo.
-Pues entonces no voy.
-Pobre Choco.
-Que se espere un poco.
Pasamos la última noche allí, recordando esos días, viendo fotos...
-Jo, qué pena que ya se haya acabado.
-Ay, S. Todo lo bueno tiene un final.
Quedamos a una hora de la mañana para irnos y marchamos cada uno a nuestra cabaña.
Iba canturreando cuando Carlos me atrapó por detrás y me cogió en brazos.
-¡Carlos! ¡Qué me vas a tirar!
-Verás como no.
-Bueno, más te vale.
-Y sino te cojo al primer bote.
-¡Carlos!
Se rió.
Entramos en la cabaña e hice ademán de bajarme, pero no me dejó.
-Tienes que sacar al perro.
-¿Y no puedo hacerlo luego?
Torcí el gesto.
-Y me acompañas.
-Está bien.
Cerró la puerta del cuarto tras de sí, aunque volvió a abrirla para que Choco saliera.
A la mañana siguiente, él me despertó antes que el despertador, como era su costumbre cuando estábamos juntos.
Hicimos las maletas y sacamos a Choco por allí por última vez, después nos reunimos con nuestros amigos en el parking.
Georg y dos más de los que nunca me acordaba el nombre, estaban allí.
-¿Qué hacen estos aquí?-dijo Carlos con toda su mala uva.
-Vienen a despedirse.
-¿Y cómo saben que nos vamos?
-Yo se lo dije.
Me miró mal.
-Pues despídelos por mí. Te espero en el coche.
Y cogió y, tirando del perro, se marchó con aires de grandeza ofendida.
-Hay que ver los humos que tiene el señorito.
-Lo que en verdad le pasa es que su amada Josefina no vino a despedirle a él.
-Eso es, sí-dijo él, que había oído el comentario de David.
Nos despedimos y montamos en el coche.
Carlos seguía de morros sentado en el asiento del copiloto.
-Ey.-dije, echándole los brazos, pero se apartó-No te enfades.
-Si aún tienes espacio en el maletero, seguro que te lo puedes llevar a Madrid.
-Carlos.
Se rió y me abrazó.
-¡Qué es broma!
-Imbécil, no me des esos sustos.
-Jajajajaja no puedes esperar que haga siempre las mismas tonterías.
-No, si ya.
Arranqué y mi música empezó a sonar.
-Oh, no, por favor...-dijo David por detrás.
Me reí.
Se me hizo más corto el viaje de vuelta que el de ida y, antes de darme cuenta, me encontraba en mi cuarto con la maleta sobre la cama y hablando por teléfono con Carlos.
-¿Y dónde va esta camiseta?
-Pues no sé, no estoy viendo tu armario. ¿Y esta chaqueta?
-Eso va en las perchas a la derecha, so desastre.
-Cierto. ¡Oye! ¡Te quedaste mi cinturón!
Me miré y vi que lo llevaba puesto.
-Ah, es cierto. Vas a tener que venir a buscarlo.
-Iré. Ladrona. Ya dije que te lo quedarías.
-Que no fue mi intención, jo, habérmelo pedido.
-Ya, ya. Excusa barata para quedártelo y que vaya a verte.
-Lástima. Me has pillado.
-Ah. Lo sabía.
Oí que llamaban al timbre.
-Te dejo que seguro que es mi hermano. Luego hablamos.
Así era.
-¡Hombre, pero mira quién es!
-No te hagas la sorprendida de verme, anda.
Le abracé.
-¿Y S?-preguntó.
-¡Aquí!-dijo mi amiga, apareciendo por el salón.
-¿Qué tal las dos?
Empezamos las dos a contarle cosas atropelladamente.
Se rascó la cabeza, confundido.
-No me entero de nada.
-Ya me imaginaba.
-¿Ya le has dado a Paco a Sara?
-Em, ah, sí. Acabo de dárselo. Me queda la tortuga.
-Ah, Tomás. Qué ganas de verla.
Dejé a mi hermano en el salón hablando con S mientras terminaba de deshacer la maleta y después me puse a limpiar el polvo y a barrer.
A fregar ya me dedicaría mañana. O S.
Era un gusto volver a estar en casa otra vez, aunque tendría que acostumbrarme a estar sin Carlos todo el tiempo.
Estaba bien tenerle las 24 horas del día.
Cuando terminé de hacerlo todo me dejé caer en uno de los sillones.
-¿Qué te pasa, enana?
-Que estoy cansada.
-En verdad ha conducido y ha estado arreglando la casa-dijo Sigrid.
-Y aún queda la parte más dura, poner la lavadora e ir mañana a comprar. Odio comprar comida.
-Es lo que hay, hermanita.
-¿Hay algo que podamos hacer de cenar?
-Negativo, S. Nos acabamos todo para que no se pusiera malo durante estos días.
-¿Pues qué hacemos?
-Podemos buscarnos la vida y alimentarnos o podemos morirnos esperando.
-Sólo hay que morir en una de tus opciones-observó Alberto.
-Voy perdiendo facultades.
-¿Te vas a quedar a cenar?
-Pero si no tenéis comida, S-dijo mi bro riéndose.
-Pero podemos hablar con esta gente y cenar todos juntos y así estás tú.
-Buena idea-dijimos los hermanos.
-Pues lo organizas tú, bonita.
-Vale, vaga. Ahora hablo yo con ellos.
-Y me dice vaga a mí que barrí y limpié como si no hubiera mañana.
Los chicos dijeron que sí y comentamos decírselo también a Rebe y así se la presentábamos a mi hermano.
-¿Y esa Rebe quién es?
-Pues cuando me atropelló el abuelo en bicicleta...
Y le conté la historia.
-Ah, pues genial entonces.
S y yo nos fuimos a arreglar.
Ella se puso un vestido de flores con unos tacones y yo me puse una camiseta de tirantes negra y la falda roja junto con los tacones negros.
Sabía que a Carlos le gustaría vérmela puesta.
-Wow, no os teníais que haber puesto tan guapas para mí, chicas.
-Precisamente para ti va a ser, zopenco-le dije.
-Saqué al perro mientras tanto.
-Buen chico.
Mandamos a mi hermano a buscar a Sara (aunque subió en ascensor, nos daba pereza con los tacones) así que cuando ambos aparecieron, pudimos irnos.
Habíamos quedado con los chicos en un bar del que Dani había oído hablar y al que accedimos a ir porque no pilllaba muy lejos.
Sino, a otro sitio hubiéramos ido. Eso de desplazarnos a grandes distancias no iba con nosotros.
Llegamos los primeros y buscamos una mesa para todos.
Le dijimos a un camarero con cara de Belén Esteban que esperase para preguntarnos y este nos respondió amablemente con un gruñido.
-La gente amable como ese tipo abunda en el mundo.
Nos reímos del comentario de mi hermano.
-En verdad me miró con envidia porque me ve rodeado de tanta chica guapa.
-Al, cállate ya.
-Ten hermanas pequeñas para esto.
-Jajajajaja.
En ese momento entraron los chicos, junto con Rebe, que charlaba con Carlos.
Y con quién no hablaba este niño, madre mía (con Georg por ejemplo, podría ser una opción)
El corazón me palpitó al verle con sus vaqueros grises, una de sus camisetas con mensaje y sus zapatillas.
Sonreí.
Le quería como no había querido a nadie en lo que llevaba de existencia.
Nos levantamos para recibirlos y saludarlos.
-Ey, ¿qué t...?
Interrumpí su saludo para darle un beso, cosa que le sorprendió.
-Te echaba de menos-le susurré.
-Pero si sólo han pasado unas horas desde que...
-No importa. Te echaba de menos.
-Que alguien me explique lo que mis ojos me acaban de ver.
Me giré para mirar a mi hermano.
Ups.
No recordaba que nadie, salvo Auryn, Sigrid y Sara, sabían lo de Carlos y yo.
-Esto... ¿Sorpresa?
-Y tanto que sorpresa. Ayer uno, hoy otro ¿y mañana quién? ¿Este?-dijo, señalando a Dani, que le tenía al lado.
-¿Yo por qué?-dijo el aludido.
-Porque eres un amor-dije, agarrándolo de la cara y dándole un beso en la nariz.
-¡Ahh!
Tras reírnos, nos sentamos.
Belén Esteban, digo, el camarero, se acercó con su gesto de buenos amigos (según mi hermano, era envidia), nos tomó nota y se fue.
-¿Me vas a contar cómo fue o no?
-¿El qué?
-Ya sabes.
-Al, ya no somos niños, no tengo que contártelo todo.
-Jo.
-Ya te contaré cuando eso.
-Mamá dice que a ver cuándo vas a verla. Y a ver cómo se lo explicas a ella con lo feliz que estaba con su yerno ideal.
-Pobre de mí que no soy ideal-dijo Carlos.
-Eres más que ideal para mí-dije, rozándole la mejilla con los labios.
-Esto... Por favor, si os vais a poner empalagosos, hacedlo antes de que llegue la cena. Luego no quiero echarla.
-Al, cómo eres.
Cenamos allí en el bar, picando de esto y lo otro.
Rebe preguntó dónde habíamos estado tanto tiempo, que habíamos desaparecido, por lo que empezamos a contarle las vacaciones.
Después, Dani sugirió y a tomar algo a otro sitio del cual le habían hablado.
-Pero, ¿a ti quién te habla de tantos sitios?-le preguntó Sara.
Él se encogió de hombros.
-La gente habla y yo escucho.
-Tiene sentido.-le concedió Álvaro.
-Tú a callar, so perdido. Que si te doy la dirección no llegas ni queriendo y con ayuda.
-Qué crueldad-observó S.
-Tú es que no sabes los problemas de Álvaro con la orientación...
-Pues anda que los de Cris...
-Estaba yo sin meterme con nadie y ya tuvieron que meterme a mí...
Echamos a andar hacia el lugar, que estaba unas cuantas calles más abajo.
Le fui por detrás a Carlos y me subí encima.
-¿A que me vas a dejar que beba lo que quiera?
-Obviamente no. Te dije que te ayudaría a ver el fin.
-Jo.
-Ni jo, ni ja.
-Jajajajaja ¿y un poco?
-Un poco sí.
-¿El mío y el tuyo?
-Tanto no.
-Ey.
Mi hermano se reía al vernos mientras charlaba animadamente con Álvaro, quien llevaba a Sara de la mano. Esta hablaba con Rebe y Dani.
Blas, David y S caminaban sin decir nada ni mirar a un punto fijo.
Llegamos al local.
No dejaba de ser un sitio como al que solíamos ir, para poder tomar algo y bailar si te apetecía.
Nos apalancamos en la barra y nos tomamos algo.
-¿Hoy no bailas?-me susurró Carlos.
-No-dije, acercándome más a él-Hoy sólo quiero quedarme contigo.
-Pero a mí me gusta cuando lo haces.
-Puedo hacerlo aquí-dije, moviéndome-Sin alejarme de ti.
-Uh-dijo, sonriendo-Yo no haría eso.
Me reí y le abracé.
- Sí, la verdad es que me mordió un par de veces, pero por lo demás, se portó bastante bien...
-¿Quién te mordió?-le pregunté a mi hermano.
-Paco.
-¿Y cómo va a morderte si no tiene dientes?
-Ese pájaro es el demonio-dijo Carlos.
-¡Nooo, mi Paco!-dijo Sara.-No os metáis con él.
-Pero si es la verdad...
-¿Cómo fue el reencuentro?-pregunté para evitar una discusión sobre si Paco estaba endemoniado o no.
-Vino hacia mí revoloteando y diciéndome sexy, galletas.
-Vamos, básicamente lo que dice siempre.
-Es tan mono.
-Sí, sé que lo soy, gracias.
Le di un codazo a Carlos.
Blas y Álvaro charlaban y Rebe se intentaba hacer oír para que Dani y S pudieran escucharla.
David sólo estaba perdido en su mundo.
Sigrid se cansó y nos agarró a Sara y a mí y, tirando hacia nosotras (yo me había agarrado a Carlos, fiel a mi promesa de no separarme de él) nos llevó donde un grupo tampoco muy numeroso de gente hacía un intento de bailar (y digo un intento porque no es que lo hicieran muy bien...)
-S, que quiero volver con...
-Baila.
-Pero Carlos...
-¡Baila!
Me dio miedo, así que lo hice.
En cuando tuve oportunidad me escapé de allí y di con Álvaro.
-¿Viste a Sara?
-S la tiene allí secuestrada.
-Ah, vaya. Gracias.
-Nada, paisano.
Volví con Carlos, el cual estaba muy entretenido conversando con mi hermano.
Blas, Dani y Rebe seguían a lo suyo y David miraba algo fijamente.
Seguí su mirada y vi a S bailando con un chaval alto y rubio.
¿Quién era ese?
-¿Sabes quién es?-me susurró Carlos.
-No. Iba a preguntarte lo mismo.
-Mm. Raro.
-Ya.
-David tampoco parece conocerle. Y la escena tampoco le hace gracia.
-Hombre, veremos a ver si te ríes tù si me voy con...
-Tú te estás quieta aquí.
Finalmente, las cosas se pusieron feas.
David, al que nunca habíamos visto de esa manera, se cansó, les separó a los dos y se encaró al rubio.
-Mierda. Quédate aquí.
Carlos, al que le tenía por un cobarde sin remendio, fue corriendo a frenar a David, junto con mi hermano y Álvaro.
Sigrid se marchó de allí y David no tardó en seguirla.
Esperé un poco antes de salir a buscarla y la encontré allí, apoyada en una de las paredes del local, cruzada de brazos y con el maquillaje corrido por la cara.
-¿Estás bien? Bueno, vaya pregunta más estúpida.
-¿Tú qué crees?
-Tendrás que perdonarme. Nunca destaqué precisamente por mi inteligencia.
-Pero qué tonta eres.
-¿Ves? Si hasta tú misma confirmas mi teoría.
Se rió y me abrazó.
-¿Dónde está?
-Se... Se marchó.
-¿Qué te dijo?
Negó con la cabeza.
-Se acabó.
-¿Qué se acabó?
-Sí.
-Estaba enfadado. No lo dijo en serio. En cuanto se le pase, verás como no piensa igual.
-No creo...
-Bueno, no lo vamos a discutir ahora. ¿Quieres volver a entrar?
-No, quiero quedarme aquí. Necesito que me de un poco el aire.
-Muy comprensible. Pues espérame aquí, vuelvo en seguida.
-Aquí estaré.
Entré de nuevo y les expliqué a mis amigos lo sucedido.
-Será mejor que hoy no vengas a casa-le susurré a Carlos-No creo que estuviera bien para ella.
-Está bien, tranquila. De todas maneras voy a hospedar a tu hermano en mi casa hoy.
-¿Y eso? Os vais a hacer íntimos.
Se encogió de hombros.
-Tengo que ganarme puntos con tu familia y ser su yerno ideal.
Negué con la cabeza y le abracé.
Marchamos a casa.
Blas y Dani acompañaron un trecho a Rebe porque les pillaba cerca, los demás seguimos hasta nuestras casas.
Mi hermano y Carlos nos dejaron calles antes de llegar a nuestra casa.
-Miedo me dais los dos juntos. Sed buenos.
-¡Descuida!
Álvaro, Sara, S y yo seguimos hasta casa y nos despedimos de ellos al bajarnos del ascensor.
Entramos en casa y ella se encerró en el baño durante un rato, supongo que para lavarse la cara y eso.
Acaricié a Choco y después me fui a cambiar.
Me puse el pijama y miré el móvil.
Muy bien debería estar pasándolo Carlos con mi hermano para no darme las buenas noches.
En eso pensaba cuando me vibró el teléfono.
Su habitual mensaje de buenas noches.
Oí a S meterse en su cuarto.
-Vamos, Choco. S nos necesita.
Los dos fuimos con ella, que se había metido en la cama.
-¿Qué hacéis?
-Nos venimos hoy contigo. No nos apetece estar solos.
-Tampoco a mí.
Hablamos por un rato en la oscuridad de su cuarto.
-Cuando tú me necesitaste a mí, yo te di la espalda. Y aquí estás tú, apoyándome.
-Fue distinto, S. Yo hice otras cosas que no estuvieron bien. Tù no.
-Ya, bueno...
-No importa, S. Para eso están las amigas.
Y, ¿quién sabe si después de todo no volviera a necesitar su apoyo? Y, ¿si ella volvía a darme la espalda y esta vez ni si quiera Carlos estuviera de mi parte?



¡Buenas! Aquí @CrisSombrerita. Lamento la espera, pero pufff, ¡si es que apenas tengo tiempo para mí! Pero bueno, aquí estamos con el 37. ¡37 capítulos ya, madre mía! Quién me lo iba a decir a mí cuando pensé en hacer una novela de Auryn en enero que esto se prolongaría tanto.
Muchas gracias por todo el apoyo y todos los comentarios que consiguen que esto se prolongue cada vez más.
No os olvidéis de que podéis seguir el blog bajo la bella foto del bello Blas y que podéis pedirnos que os avisemos cuando subamos.
Un beso muy grande,
@CrisSombrerita