Dejé
a Cris en su habitación pensando en lo que fuese que le ocurría.
¿Habría
pasado algo con Carlos? Y, si era así, ¿por qué no me lo contaba? ¿No confiaría
en mí?
Fui
al salón, puesto que había desayunado en casa de Dani.
Puse
la televisión y puse Ahora Caigo, una de las repeticiones que daban en la Nova.
Pasaba
el tiempo y yo no sabía que hacer, así que me puse a recoger la sala, que hacía
tiempo que no la recogía.
Pasó
cosa de hora y media y llamaron a la puerta.
Dejé
el escobón y el recogedor en el armarito de la limpieza y fui a abrir.
-¿Carlos?
¿Qué haces aquí?
Antes
de que me pudiese contestar apareció Choco por detrás de él.
Choco
se fue al salón y se tumbó en el suelo.
-¿Cómo
has entrado si no tien...?
-Carmen.
-Ah,
todo tiene sentido.
Él
se rió.
-Ha
hecho las cosas por el camino.
-Pues
muchas gracias. Pasa, no te quedes ahí.
Pasó
y se sentó en el sofá.
Miraba
a un punto fijo, como si estuviese debatiendo algo en su interior. Algo
importante.
-¿Podemos
hablar?-me dijo al rato.
-Claro,
dime.
-Pero
aquí no, por favor.
-Mm.
Vale. Espera que me vista.-le dije.-Estás en tú casa.
Fui
a mi habitación y me puse unos vaqueros, unas supras y una camisa de verano.
Cogí una chaqueta de casi verano.
Me
dirigí a la habitación de Cris.
-Cris,
me voy a dar una vuelta con Carlos.
Me
miró.
-Te
dejo a Choco, que lo ha traído también.
Me
acerqué donde ella y le di un beso en la mejilla a modo de despedida.
Cerré
la puerta de su habitación, dejándola sumida en sus pensamientos.
-Vamos.-le
dije a Carlos, cogiendo el móvil y las llaves de casa.
Estuvimos
dando un largo paseo, en el que ninguno de los dos habló.
Andando
y andando llegamos a El Retiro.
Nos
sentamos en un banco.
-Tú
dirás pues.
-Yo...
esto...-dijo.-No sé como decirlo.
Yo
me quedé con cara interrogante.
Las
veces que Carlos estaba serio se podían contar con los dedos de una mano. Y te
sobraban dedos.
Él
estaba callado, no hablaba. Y eso me preocupaba.
-Por
favor, Carlos, me preocupas.
Él
suspiro. Esto no iba a ser para nada bueno.
-Ayer
besé a Cris.
Abrí
los ojos bastante. Eso no me lo esperaba.
-¿Qué?-dije.
-Y
ahora no sé que hacer... se que lo que hice esta mal pero...
Yo
no le respondía.
Me
sentía mal.
Traicionada.
-¿Cómo
has podido?
Carlos
me miró.
-Hacerle
eso a tu mejor amigo, a... yo... no lo entiendo. No entiendo todavía como has
tenido el valor de hacer eso. Por eso Cris no me lo contaba. Me he tenido que
enterar por ti. Ni por ella ni por nadie. Por ti.
Él
iba a decir algo.
-No.
No digas nada. No me hables. Vamos a casa y déjalo así.
Me
levanté del banco en el que estábamos sentados y anduve lo más rápido que pude.
Carlos
me alcanzó con un par de zancadas suyas.
-Cris-
Sigrid insistió algo más, pero, como no le dije nada, acabó dejándome sola en mi cuarto, sentada en mi cama, con todos los papeles que arranqué de las paredes y lo que había en mi escritorio tirado por el suelo, alrededor de la cama.
Me tumbé y allí me quedé, pensando, en medio de todo aquel caos.
La verdad, me identifiqué bastante con mi cuarto. Caos. Así estaba yo.
Debí de habérselo dicho a mi amiga, sí, debí de haberlo hecho.
¿Y entonces por qué no lo hice?
No sería por temor a que se lo dijera a Blas. No, ella no iba a decírselo.
¿Y entonces?
No quería ver su cara al contárselo. No quería verla porque ya me imaginaba cómo sería, una mezcla de confusión y enojo.
Y no podría culparla por eso. ¿A quién no le iba a sorprender y enojar? Sí me pasaba hasta mí, ambas cosas.
Suspiré.
Un par de minutos habían puesto mi mundo patas arriba.
Cerré los ojos con fuerza y me di la vuelta, al volver a repetirse en mi mente las escenas de los besos con Carlos.
Un par de minutos que quería que nunca hubieran trascurrido, pero, que en mi interior, no quería que desaparecieran.
No sé cuánto tiempo estuve exactamente así, comiéndome la cabeza, con el qué debo hacer, cómo y cuándo, aparte de otras cuestiones, sobre todo referidas a Blas, cuando oí el timbre de la puerta.
Me incorporé en la cama.
Por favor que no sea... Que no sea él, no...
Pero el ladrido de un perro me sacó de toda duda.
Carlos estaba en casa.
Mierda.
-Cris-
Sigrid insistió algo más, pero, como no le dije nada, acabó dejándome sola en mi cuarto, sentada en mi cama, con todos los papeles que arranqué de las paredes y lo que había en mi escritorio tirado por el suelo, alrededor de la cama.
Me tumbé y allí me quedé, pensando, en medio de todo aquel caos.
La verdad, me identifiqué bastante con mi cuarto. Caos. Así estaba yo.
Debí de habérselo dicho a mi amiga, sí, debí de haberlo hecho.
¿Y entonces por qué no lo hice?
No sería por temor a que se lo dijera a Blas. No, ella no iba a decírselo.
¿Y entonces?
No quería ver su cara al contárselo. No quería verla porque ya me imaginaba cómo sería, una mezcla de confusión y enojo.
Y no podría culparla por eso. ¿A quién no le iba a sorprender y enojar? Sí me pasaba hasta mí, ambas cosas.
Suspiré.
Un par de minutos habían puesto mi mundo patas arriba.
Cerré los ojos con fuerza y me di la vuelta, al volver a repetirse en mi mente las escenas de los besos con Carlos.
Un par de minutos que quería que nunca hubieran trascurrido, pero, que en mi interior, no quería que desaparecieran.
No sé cuánto tiempo estuve exactamente así, comiéndome la cabeza, con el qué debo hacer, cómo y cuándo, aparte de otras cuestiones, sobre todo referidas a Blas, cuando oí el timbre de la puerta.
Me incorporé en la cama.
Por favor que no sea... Que no sea él, no...
Pero el ladrido de un perro me sacó de toda duda.
Carlos estaba en casa.
Mierda.
Aún no estaba preparada para verle otra vez, cierto es que, por la mañana todo había ido bien, pero eso había sido antes de que me encontrara sola y pudiera haberlo pensando con claridad.
Por favor, pase lo que pase, que no venga, que no entre. Que no me vea.
Me puse en tensión cuando la puerta de mi cuarto se abrió, pero me relajé, más o menos, cuando vi que era Sigrid.
-Cris, me voy a dar una vuelta con Carlos.
¡Sí! ¡Se iban sin mí! Y no he tenido que verle.
-Te dejo a Choco, que lo ha traído también.
Si que había durado mucho en compañía del perro...
Me dio un beso en la mejilla a modo de despedida y se fue, cerrando la puerta.
Esperé unos segundos y oí la puerta de la calle cerrarse y a Choco gimotear como un alma en pena por el pasillo, por lo que deduje que Carlos se había marchado junto con mi amiga.
¿Y ya está? Se fue así, ¿sin más? ¿Y a mí no me dice nada? ¿Y entonces lo de ayer...? ¡Eh, un momento! ¡Para el carro! ¿No eras tú misma la que decías que no querías verlo y que ojalá no te viera él a ti?
Me enfadé conmigo misma, cogí la almohada y la tiré contra la pared, pensando que eso era lo que Carlos solía hacer (con la diferencia de que la pared sería mi cara).
Pero no podré evitarle siempre. Es mi amigo. Se supone. Aunque no lo fuera, él va con Blas y los demás, tendría que verle obligatoriamente... Y no es que no quiera hacerlo, es que no sé cómo hacerlo. No recordando lo que recuerdo.
Suspiré de nuevo, me levanté de la cama y abrí la ventana del cuarto.
Hacía algo de aire, por lo que algunos papeles, tirados como estaban en el suelo de mala manera, volaron.
Me agaché a recogerlos.
La mayoría eran las frases que tenía apuntadas en las paredes, haciendo compañía a algunas fotos de Sigrid y los chicos que me dio por colgar un día y pósters de Justin.
Y aunque intentara olvidarlo. Eso no se puede olvidar. Pasará el tiempo, pero eso siempre quedará ahí, aunque sea en forma de un pequeño recuerdo. Una anécdota, algo que cuando pasen los años, puedes decir "Eh, ¿recuerdas cuándo...?" y reírte un rato.
Eché mano a una foto que arranqué en mi ataque de locura extraño (Dios, sentí miedo en ese rato) y la miré.
Era la foto que David sacó en París en aquel campo donde estuvimos cuando nos hizo posar a los "sombreritos" y Carlos me robó el sombrero.
Chasqueé la lengua y guardé la foto entre los papeles y demás cosas que cogí del suelo, después, las dejé sobre el escritorio y fui a saludar a Choco.
Nada más abrir la puerta de mi habitación, este estaba ahí, tirado cual largo era. Al verme, se incorporó y se puso a ladrar, feliz.
Me senté en el suelo a su lado y le abracé.
-Tú lo viste todo. ¿Qué te pareció?
Choco me miró y ladeó la cabeza.
-Ah-dije, acariciándole-No sé qué hago hablándole a un perro. Será porque eres el único que no puedes echarme en cara lo que pasó.
Se puso a darme lametones por el brazo, así que me levanté y fui al salón a esperar a mi amiga.
¿Vendría Carlos con ella? Y si lo hacía... ¿Cómo iba a reaccionar? ¿Seguiría todo como antes?
Di un gran suspiro.
Supongo que no lo sabría hasta que nos encontraráramos cara a cara, de nuevo.
-Sigrid-
Al
rato estábamos a unos metros de casa.
En
nuestro portal había un chaval mirando el panel de pisos.
Al
principio no le reconocía pero después supe quien era.
Adrián,
(o Adri), un amigo de Cris que también se había echo mi amigo con el tiempo.
Me
acerqué a él corriendo.
-¡Adri!
Me
miró.
Cuando
me acerqué a él me siguió mirando.
-¿Quién
eres? ¿Te conozco?
-Si me conoces, si.
-Si me conoces, si.
Se
me quedo mirando.
-¡Anda,
si eres Sigrid!
-¡Anda,
si no lo sabía!
Me
miró mal, pero me abrazó.
-Dios,
cuanto tiempo.-me dijo.-¿Vives aquí?
-Sep.-dije, sacando las llaves del portal.-Con Cris.
-Sep.-dije, sacando las llaves del portal.-Con Cris.
-Bueno,
pero eso ya lo sabía.
Entonces
se percató de la presencia de Carlos.
-¿Es
Carlos, el de Auryn?-me preguntó.
-Si.
-¿Y
COMO NO ME LO DICES, EH, MALA PERSONA?
-AQUÍ
LAS CULPAS A CRIS EH, A CRIS, QUE ES LA
QUE ESTA EN CONTACTO CONTIGO.
-JAAAAAAAAAAAAAJAJAJAJA.
Pobre.
Abrí
el portal (todavía ni lo había abierto) y subimos a casa.
Adri
empezó a gritar y, Carmen, la portera se me quedó mirando raro.
Ya
tenía algo más sobre lo que pregonar.
Abrí
la puerta y Cris estaba en el salón.
-Cris-
Oí
unos gritos por el portal y después, la puerta de la calle.
Choco
ladró y me levanté del sillón para ir al hall y ver quién armaba tanto
escándalo.
Qué
sorpresa me llevé al ir.
-¡Pero
si eres...!
-¡CRISTINA
VILA DEL VIEJO! ¡¿CONOCES A AURYN Y NO ME LO DICES?! ¡¿SE PUEDE SABER QUÉ TE
PASA EN LA CABEZA?!
-Y
no es que sólo los conozca, es que...
Le
di un codazo para callar a mi amiga.
-SERÁ
POSIBLE...
Adri
me estuvo gritando cosas de esas durante unos minutos.
-Bueno,
yo también me alegro de verte-le dije, cuando me dejó hablar.
-Sí,
bueno, yo también.
-¡Abrazo!
Le
había tomado a Blas esa manía.
Cuando
le solté, vi a Carlos, de pie, serio, apoyado en la pared.
-Hola.
-Hola.
Y
ahí quedó la cosa.
-¿Y
qué haces aquí?-le pregunté a mi amigo mientras íbamos al salón-¿Todo bien por
Torrejón?
-Pues
ya que no bajas a vernos ni informas de cosas ni nada, pues tendré que hacerlo
yo.
-Si
ir voy, fui a recoger al perro, ah, te presento a Chocolate y hace poco fui con
Carlos a mi casa.
-Y
no se te ocurrió pasarte por la mía a saludar o algo.
-Pues...
No, la verdad. Pero ya me conoces. Soy un caso perdido.
-Ya,
no hace falta que lo jures.
-¡Eh!
-Para
caso perdido él-dijo mi amiga, sin mirarme-Que no me ha reconocido al verme.
-¡Si
es que estás muy cambiada!
-Ya,
sí, claro.
-Bueno,
que da igual, el caso es que eras tú y punto.
Mi
amigo miraba a Carlos, el cual estaba sentado en una esquina del sillón,
próximo a mí pero sin acercarse, hasta que este se percató de tanta mirada.
-¿Qué
pasa?
-Ah,
se me olvidó decir que Adri es un enamorao de los Auryn.-expliqué.
-¡TAMPOCO
TE PASES!
-¿Me
equivoco?
-A
ver me gustan las canciones y tal, pero...
-Eso
no es lo que decías de Álvaro.
-¿Va
a venir?
Me
empecé a reír.
-Sí.
No sé. Puede.
-Pues
le llamas.
-Sí,
claro. Corriendo.
Me
miró tan mal que me dio miedo.
A
su lado, "Odio en estado puro" no era nada.
-No
hace falta llamarle, luego vendrá.-informó Carlos.
Sigrid,
sin mirarnos a ninguno de los dos, empezó a contarle a Adri cómo habíamos
conocido a Auryn.
¿Se
podía saber por qué mi amiga me ignoraba? ¿Qué había pasado exactamente durante
ese paseo?
¿Y
si Carlos le había contando que...? Nah, dijimos que no se lo diríamos a nadie.
No creo que hubiese hablado de ello y, además, tan pronto.
-La
verdad, tenía a Carlos por alguien que hablaba más.
-No
veas que si habla-le dije a mi amigo-Pero no sé qué le pasa hoy. Le habrá comido
la lengua el gato.
-Sí,
Breaker, no te digo.
-¿Y
si me dices, qué pasa?
Nos
miramos mal.
-No
te asustes, Adri. Siempre son así. Déjales que se maten entre ellos.
-Mientras
sólo se maten...
Ellos
dos se rieron.
Pasamos
así el resto de la mañana, Sigrid ignorándonos a Carlos y a mí y hablando
únicamente con Adri, este, hablándonos a ratos a todos y Carlos y yo en el
sillón, a un metro, sin hablar.
De
vez en cuando, nos mirábamos de reojo o cruzábamos una mirada, para ver si
alguno de los dos decía algo, pero ninguno lo hacíamos.
Y
eso me recordó a una frase que leí una vez mientras buscaba fotos de photografy
en internet.
"No
se hablan, pero se miran".
Pues
yo no sé qué es peor.
Ese
silencio entre nosotros se vio interrumpido cuando Adri se bajó un rato al
suelo para jugar con Choco, que ese día había abandonado a Carlos y se había
pasado toda la mañana con Adri.
La
mirada que le lanzó Carlos a Adri fue épica y no pude hacer otra cosa que
reírme.
Pobre,
ni Sigrid, ni Choco querían cuentas con él (por razones desconocidas).
Ni
yo.
¿Cómo
que pobre? ¡Al diablo! Lo que hizo no estuvo bien.
Mi
amiga miró el reloj.
-Va
siendo hora de comer. ¿Os vais a quedar?-preguntó, refiriéndose, obviamente a
Carlos y Adri, pero sin mirar al primero.
Adri
respondió que, ya que se había venido desde tan lejos (Torrejón estaba a unos
km de Madrid capital) no se iba a ir tan pronto y Carlos respondió con un
simple encogimiento de hombros.
Debería
hablarle. No me gustaba verle callado, serio, perdido.
La
culpa no fue sólo suya, también mía. No teníamos por qué pasar por esto.
Pero
aún me parecía demasiado pronto como para volver a la normalidad.
Sigrid
no quiso ni mi ayuda ni mi presencia en la cocina, igual que la de Carlos, no
así la de Adri, así que nos dejaron a los dos solos en el salón (incluso Choco
se fue a la cocina, abandonándonos a madre y tío).
Bien,
y ahora, ¿qué?
No
quería estar así con él. Ni quería, ni podía.
Separé
los labios para hablarle cuando él lo hizo antes, fastidiándolo todo.
-Se
lo he dicho a Sigrid.
Me
quedé paralizada.
-¿Qué
has hecho qué?
-Eso,
se lo he dicho.
Entonces
entendí por qué mi amiga no me hablaba. Ni a mí, ni a él.
-¡Dijimos
que no se lo diríamos a nadie! ¡Lo dijiste!
-Pero
necesitaba decírselo a alguien.
-Ah,
¿y yo no?
-Ella
no va a decir nada.
-¡No
me importa! ¡Eso no me importa! ¡Dijiste que no lo dirías y te ha faltado
tiempo para hacerlo!
Me
dieron ganas de golpearlo, de estrangularlo con un cojín y de mil dos cosas
más, pero no hice nada de eso, me limité a seguirle gritando.
-¡Yo
no iba a decir nada! ¡A nadie! ¡Iba a quedar entre nosotros!
-Chsst-dijo,
llevándose un dedo a los labios-Te van a oír.
Señaló
por detrás de nosotros a la cocina.
-¡Pues
me da igual que me oigan! Total, ¿no se lo vas a decir tú? ¡Ah, no, que ya lo
has hecho! ¿Entonces qué importa que me oigan?
Tomé
aire para seguir con aquello.
-Dijiste
que sabías guardar un secreto.
-Y
sé hacerlo.
-Ah,
claro. Guardas algo tan poco significativo como lo de Blas, ¿y esto no eres
capaz de callártelo?
-Pero...
-No
digas nada, por favor. Cállate. No quiero escucharte.
-Quiero...
-No
quieres nada, pero yo quiero que te calles. Te pedí que hicieras algo, dijiste
que confiara en ti y me has fallado. De ti ya no quiero nada.
-No
lo dices en serio.
Me
levanté del sillón.
-No,
la verdad.
Y
me fui a mi cuarto dando un portazo justo cuando Sigrid y Adri volvían de la
cocina.
-Se
pelean más que un matrimonio.-observó mi amigo.
Sigrid
asintió.
-¿Era
así en el instituto?-le preguntó Carlos a Adri, señalando la puerta de mi
cuarto con la cabeza.
-¿Eh?
Ah, no. No estaba todo el día enfadada, pero estaba haciendo todo el día el
imbécil.
-Bueno,
eso no ha cambiado.
Abrí
la puerta.
-¡Os
he oído!
Y
cerré de otro portazo.
Mi
amiga suspiró y le pidió a Adri que fuera en mi busca para comer, que quizá a
él no le matara.
A
Carlos no le dijo nada, pero este entendió por alguna fuerza mística que debía
ayudar a poner la mesa y lo hizo.
Adri
tocó mi puerta.
-Cris,
sal.
-No.
-Sal.
-Sal
hay en la cocina.
-Tú
y tus chistes malos. Eso tampoco ha cambiado.
-Que
me dejes.
-Te
dejo si sales.
-Si
quieres que salga, vas a tener que sacarme a rastras.
Carlos
y Sigrid se quedaron flipando cuando vieron aparecer a Adri, que me tenía de
los brazos, arrastrándome por el suelo mientras yo iba con una cara de mala
ostia que podría matar a cualquiera que se cruzara en mi campo de visión.
Nos
sentamos a la mesa y Sigrid me dejó al lado de Carlos, no sé si
intencionadamente o qué, pero fue una crueldad.
Yo
no comí, me quedé mirando al plato como si en él fuera a encontrar todas las soluciones
a mis problemas (problemas que, básicamente, se reducían a uno que tenía nombre
y apellidos, Carlos Pérez Marco)
Carlos
sí comió algo, pero apenas habló, dejó el peso de la conversación en Sigrid y
Adri, otro que también hablaba lo que no tiene nombre, por lo que la
conversación durante la comida no faltó (entre ellos, claro).
-¿Y
tú hoy por qué no comes, eh?-dijo mi amiga.
La
falta de mi nombre, sustituido por el "tú" en la interrogación, me
hizo ver que había hecho un esfuerzo por hablarme y que seguía enfadada conmigo
(¿por qué? Si fue Carlos, no yo... Bueno, luego fui yo, pero esa es otra
historia...)
Me
encogí de hombros.
-¿No
te gusta o qué? Es pollo, sí te gusta.
Joer,
vale que estuviera enfadada, pero no tenía por qué hablarme como si tuviera
tres años y medio.
-Es
que no tengo hambre.
-Pero
si tú siempre comes bastante.
-Bueno,
pues hoy no tengo hambre.
-Déjala,
S, mi visita ha sido tan sorprendente...-dijo Adri.
-Eso
va a ser, sí.
-¿A
qué adivino qué hay de postre?
-¿A
qué no?
-Teniendo
a Carlos en casa, seguro que algo de chocolate.
-Jo,
cómo me conoces-dijo mi amigo el Peter Pan.
Pues
nos encontramos con un gran problema, porque a mí el otro día me dio por zampar
de la tableta de chocolate que compré y sólo quedaba un trozo.
Adri,
Carlos y yo mirábamos el trozo como si fuera lo que más codiciáramos en
nuestras vidas.
Adri
rápidamente renunció al chocolate al encender mi amiga la televisión, y nos
quedamos Carlos y yo en la cocina, con el trozo de chocolate (que no era un
trozo, quiero decir que eran cinco, pero vamos, que sólo quedaba eso de la
tableta).
La
tensión podía palparse en el ambiente, pero yo no sé si era por lo tensos que
estábamos el uno con el otro últimamente o si era por el chocolate.
-Esto
parece "Tensión chocolatera no resuelta"-dije, recordando el título
de una película y modificándolo (sí, porque "Tensión sexual no
resuelta"... Como para mencionarlo ahora)
A
él le entró la risa.
-En
serio, qué malo.
-Bueno,
yo al menos lo pienso, no como otros.
Volvimos
a clavar la mirada en el chocolate.
Era
sencillo, eran cinco trozos.
Compartirlos
teníamos claro que los íbamos a compartir porque, aunque cabreados, molestos,
tensos... Lo que estuviéramos, los dos no éramos unos egoístas.
La
cosa estaba en quién se quedaba tres trozos y quién dos.
Ese
era el gran debate.
Ambos
estiramos la mano para atraparlo en el mismo momento y nos rozamos, tras eso,
retiramos la mano rápidamente como si nos hubiera dado calambre o algo similar.
-Comételo
tú.-le dije.
-No,
tú.
-Tú.
-Para
ti.
-A
mí no me discutas, te lo comes tú.
-No
me discutas tú a mí, soy cuatro años mayor que tú, por lo tanto, soy más sabio
y te digo que te lo comas tú.
-Yo
me paso tu edad y tu sabiduría por ahí y te digo, con mi juventud e
inexperiencia, que te lo comas tú.
-¡Si
os matáis en la cocina, procurad no dejar manchas!-gritó Adri desde el salón.
Pero
será traidor.
Amigos
a los que hace tiempo que no ves y, cuando les vuelves a ver, te traicionan.
Hazte
fan.
Le
ignoramos.
-Pues
no me da la gana.
-Pues
te va a dar.-dije, cogiendo el maldito trozo de la discordia, partiéndolo y
dándole a él los tres trozos.
Se
me quedó mirando.
-Y
no hay más que discutir, yo siempre tengo la última palabra.
Asintió
y nos comimos el chocolate en la cocina (no fuera a ser que fuéramos al salón y
nos pidieran y ale, a discutir otra vez).
-Siento
lo que hice.
Le
miré.
-¿Qué
de lo que me has hecho exactamente sientes?
-Todo.
-Yo
no.
Y
salí de la cocina dejándole apoyado en la encimera, pensando sobre eso.
Adri
me miró.
-¿Has
matado a Carlos?
-No,
ahora viene.
-¿Qué
le has hecho?
-Si
yo te contara...
Me
miró con ojos desorbitados.
-¡NADA!
Se ha quedado ahí, pensando.
-¿Sobre
qué?
-Sobre
el chocolate que le di, yo qué sé, ahora cuando venga, le preguntas...
-Vale.
Carlos
vino al cabo de dos minutos.
-Adri
quiere saber sobre qué has estado pensando en la cocina-le dije, cuando se dejó
caer en la misma esquina del sillón de antes, a un metro exacto de mí.
-¿Eh?
Ah, no me acuerdo.
-JAJAJAJAJAJAJA.
-Pero
aproveché para llamar a los chicos, para decirles que vinieran antes, que había
alguien que quería verlos.
Oh,
qué detalle el de Carlos.
Me
conmovió por unos momentos aquel gesto de Carlos hacia mi amigo.
Estuvimos
esperándoles viendo la tele (no me preguntéis qué veíamos, porque mis ojos
estaban fijos en la pantalla pero mi mente estaba perdida en otra cosa) y
Carlos no volvió a pronunciar palabra.
Joer,
¿y ahora qué demonios le pasaba?
Me
entraban unas ganas tremendas de agarrarle de la cabeza y zarandearle hasta que
hablara como antes.
Iba
a hacerlo cuando llamaron al timbre.
Se
salvó.
Adri
saltó del sillón con una destreza envidiable y esperó a que Sigrid abriera la
puerta.
Nuestros
amigos pasaron al salón y nos vieron a los cuatro (contando a Choco, claro)
-Ehhh,
pero si hay alguien nuevo aquí-dijo Dani.
Blas
se acercó a saludarme y me dio un rápido beso en los labios, lo que hizo que
Adri dejara de fangilear por un momento y se me quedara mirando.
-Qué.
Es. Lo. Que. Acabo. De. Ver.
-Ah,
pues es que...
Y
enrojecí.
Se
empezó a reír y la risa le duró las "presentaciones" y bastante más.
Tras
ello, nos repartimos en los sillones y él se puso a hablar con Álvaro.
David
se dejó caer a mi lado y Blas entre Carlos y yo.
Sigrid,
aún sin hablarnos a Carlos y a mí (pero ahora al menos conocía el motivo) les
contó (ya que yo no decía nada, pensando qué le pasaría a Carlos, que tampoco
hablaba) sobre Adri, que él y yo éramos amigos desde pequeños, que éramos
mejores amigos desde el instituto y que nos separamos cuando él fue a
Guadalajara para estudiar magisterio infantil y yo dirigí mis pasos hacia
Madrid para estudiar estudios ingleses.
Tras
hablar sobre ello, pasaron a contar experiencias de París y otras cosas más,
entre ellas, la anécdota de Carlos y el pato, que le mordió y mi frase de
"ARRE PATO".
Qué
lejano me parecía aquello.
Ni
si quiera estaba con Blas, por aquel entonces.
-Sí,
pues eso no es nada. Cris tiene ya experiencia con patos.
-Adri,
no, no cuentes eso. Por favor.
-¿QUÉ
PASÓ, ADRI? DINOS, DINOS.-le apremiaron todos.
-¡No!
Y,
traicionándome de nuevo, les contó que el día del partido donde Mouhrino le
metió el dedo en el ojo a Tito, salimos con unos amigos y fuimos a un parque
con patos, uno me mordió y se rió de mí y yo, en venganza, le metí el dedo en
el ojo (y luego Mou me copió) (Es un hecho verídico).
No
sé exactamente cuánto duraron las risas por aquello.
Durante
aquellas risas, me percaté de que David apenas había pronunciado palabra en
toda la tarde, así que me tiré sobre él.
-David,
¿te pasa algo?
Riéndose
todos como se reían, nada se enteraba de nada.
-¿Eh?
No, ¿por qué?
-Ah,
no lo sé, pensé que algo te pasaba.
-Nah,
no te preocupes, no es nada.
-Me
alegro entonces.
Y
volví a tirarme sobre Blas, como estaba antes (haber, no era estar tirada sobre
él era, simplemente, estar apoyada) y Adri nos miró.
-¿Y
cuándo ibas a decírmelo, eh, Cris?
-Es
que me extrañaba que no lo supieras ya porque eres un cotillo y lo sabes todo
de las vidas ajenas.
-Uy,
será posible lo que me dijo.
-Ah.
-Aunque
yo pensaba que eras más de Dani.
-¿Eh
de qué qué pasa conmigo?-dijo él, pasando su mirada de Adri a mí y de mí a
Adri.
-¿Por
qué todos me decís eso? Mi madre también lo dijo.
-Es
que cuando te enseñé una foto para que me dijeras cuál te gustaba más,
señalaste a Dani.
-Lo
hice sin mirar porque no te callabas.
-Ah,
qué bueno.
Choco,
falto de atención, se tiró sobre Dani y empezó a cubrirle de besos, Álvaro les
miró con envidia y Choco le empezó a repartir besos a él también, y todos se
reían.
-¡Carlos!-dijo
Blas, dándole una palmada en la espalda-¿Se puede saber qué te pasa? ¡Hoy no
dices nada! Y eso es muy raro en ti.
Carlos
me miró y lo que le dije con mi mirada no dejaba lugar a dudas.
"Atrévete
a decirle que lo que te pasa soy yo y yo le diré que lo que me pasas eres
tú".
-N-nada
Blas, nada.
-Ya,
sí, claro. ¿Y a ti?-dijo, mirándome-Tampoco dices nada.
Miré
a Carlos, que me seguía mirando.
-Tampoco
me pasa nada.
Blas
nos miró a los dos.
-Os
habéis vuelto a enfadar otra vez, ¿verdad? ¡Siempre estáis enfadados! Ah, no,
venga, arregladlo. Daos dos besos, la mano y en paz.
Nos
juntó las cabezas, intentamos evitarlo y como resultado de todo aquello, nos
dimos un cabezazo y todos estallaron en risas, menos nosotros dos, que nos
miramos mal.
-Bueno,
pues daos la mano.
-¡Yo
a ese no le doy nada!
-No
se la doy, que se la queda.
-Ya,
ya te gustaría a ti.
Todos
los progresos que habíamos hecho con el chocolate, se perdieron con el cabezazo
y nos medio enfadamos los dos.
Y
ni el uno, ni el otro volvimos a pronunciar palabra, aunque David tampoco.
Y
eso me preocupaba.
Llegó
la hora de salir de Choco y dije que lo sacaba yo.
Carlos
no dijo de acompañarme, enfadado como estaba o qué sé yo qué le pasaba conmigo
ahora, pero me dio igual. Yo tampoco quería ir con él.
-David,
¿vienes conmigo?
-Claro,
¿Carlos te deja tirada o qué?-dijo, levantándose del sillón.
Cruzamos
una mirada.
-Algo
así. Bueno, ahora venimos.
Salimos
los dos a calle.
-Nunca
había estado a solas contigo.
-No
me quieres, pues a ver...
-¿Eres
tonto? ¿De dónde te has sacado eso?
-De
ningún lado, jajajaja.
-Pues
es mentira. Yo os quiero mucho a los cinco. Con toda mi alma. Incluso a Carlos.
-¿Incluso
a él?
-Incluso
a él.
-Quién
lo diría.
Sonreí.
-Sí,
¿verdad?
Choco
empezó a tirar.
Había
visto palomas y le apasionaban.
El
perro obsesionado con las palomas.
Qué
cosa más triste.
-David,
a mí no me engañas. Algo anda mal contigo.
-No,
en seri...
-No
me engañes, porque no me creo excusas. Lo huelo.
-¿Qué?
Y
se río.
-¿Es
algo que se puede contar?
Se
encogió de hombros.
-No
lo sé.
-No
sabes cómo te entiendo.
Llevamos
a Choco a su parque favorito (y el único que había que admitía perros por esa
zona) y le solté, por lo que nosotros nos apoyamos en una barandilla que había,
observándole correr (persiguiendo palomas. Maldita fuera su obsesión)
-¿Nunca
te has puesto en una situación en la que no sabes qué hacer?
Le
miré, sorprendida de su pregunta.
-Sí.
-¿Y
qué has hecho entonces?
-Esperé.
-¿Esperaste?
-Sí,
esperé a ver cómo sucedían los acontecimientos, ya sabes, sin yo decidir cómo
intervernir.
Esperaste
y Carlos te besó. No sabías qué hacer y le besaste a él.
-Entiendo.
Pero... ¿Y si hubieras decidido en lugar de esperar?
-David,
¿qué estás tratando de decirme?
-Nada,
sólo quiero saber.
Me
quedé pensando.
-Supongo
que, entonces, las cosas hubieran sido diferentes.
Él
asintió.
-¿Nunca
has hecho algo que no le puedas contar a nadie, y eso te mata por dentro, pero,
si lo contaras, no te sentirías mejor?
David
me miró enarcando una ceja.
-¿Se
puede saber qué has hecho?
-Nada,
sólo quiero saber.
Me
miró evaluándome y yo recé interiormente para que no se diera cuenta de nada.
-¿Estás
segura de que no has hecho nada? Mira que precisamente no eres una niña muy
buena...
Le
pegué en el brazo y se rió.
-Pues...
No, no lo he hecho nunca.
-¿Y
si lo hicieras, qué harías? ¿Lo dirías aunque eso fastidiara las cosas o te lo
callarías?
-Empiezo
a estar realmente curioso por el motivo de estas preguntas tuyas.
-A
veces me da por pensar, no sé. Pero respóndeme, por favor.
-Si
quieres mi opinión, tarde o temprano, todo se acaba sabiendo, tanto lo bueno
como lo malo. A veces, esperar como tú dices, no es la mejor solución.
-Tienes
razón. ¿Entonces?
-Entonces
lo diría antes de que se descubriera.
Asentí.
-El
tiempo todo lo cura.
-No
todo.
-¿Tan
grave es lo que has hecho?
-¡Qué
no he hecho nada!
Se
rió mientras Choco volvía hacia nosotros.
-Voy
a creerte porque no te tengo por una mentirosa, pero tu cara me dice lo
contrario.
-¿Y
tú? Qué poco te falta sentarte y ponerte a cantar "Yo te esperaré" a
lo que sea que es eso que quieres esperar.
-Ahí
va.
Ambos
nos reímos y conseguí cambiar el tema de conversación, pero, aunque por fuera
estaba sonriendo, por dentro no lo hacía en absoluto. Si había recurrido a
David en busca de respuestas que aclararan mis dudas, había fracasado, puesto
que sólo me había creado más y una cierta inquietud.
Él,
ni ninguno de mis amigos, me tenían por una mentirosa, pero tampoco tenían
razones para creer que les estuviera ocultando algo.
David
tenía mucha razón en algo.
O
lo decía ahora y asumía las consecuencias o esperaba a que se descubriera el
asunto por sí solo y asumía unas consecuencias mucho peores.
-Sigrid-
Estábamos
en el salón todos con Adri, el recién llegado.
-¿Y
te vas a quedar mucho?-le pregunté.
-Me
vuelvo mañana otra vez. Te recuerdo que, como tú, tengo universidad.
-No
hacía falta ningún sarcasmo.
Todos
se rieron.
Carlos
no paraba de mirarme pero yo en seguida quitaba la mirada.
No
me daba la gana de mirarle. Lo que habían echo (los dos, Carlos y Cris) no
estaba bien.
Fui
a la cocina, dejando a los chicos con Adri. Él tan feliz.
No
quería estar ahí. No podía, era algo superior a mis fuerzas, algo que no podía
aguantar.
Empecé
a juguetear con el Pou que tenía en el teléfono.
Estaba
llegando casi al espacio (hay distintos niveles, tierra, casa, cielo y espacio)
cuando vino Álvaro y me caí. (A ver, se cayó el Pou, no yo)
-¿Por
qué te has ido?
-Por
nada. Quería jugar.
-¿Me
lo tengo que creer?-me dijo.
-Deberías,
si.
Me
miró y nos reímos.
Fuimos
al salón puesto que oímos la puerta.
Eran
David y Cris junto con Choco.
Me
senté y ni siquiera miré a mi amiga. No.
Ella,
viendo que no la estaba haciendo ni caso me cogió del brazo (a pesar de mis
gritos de socorro) y me llevó a su habitación.
-Sé
porque no me hablas.
Silencio.
-Y
es normal que estés enfadada.
Más
silencio.
-Y
no me gusta. No lo hice por voluntad propia, ¿vale? Él me cogió y me besó, yo
no hice nada.
No
la contesté.
-Le
di una bofetada. Una fuerte.
-Con
eso no arreglas nada.-dije.
Ella
no me contestó esta vez.
-Además,
no me lo tienes que decir a mí sino a Blas.
-Sabes
que no soy así.
-Lo
sé. Por eso me enfadé. Porque no os veía a ninguno de los dos capaces de ser de
esa manera.
La
abracé.
-Pero
no vuelvas a hacerlo. Nunca.
Salimos
de la habitación.
-¿QUÉ
HA PASADO?-dijeron todos.
-Nada,
nada. Ala, no seáis como Carmen.-dije.
Los
chicos, menos Adri, me miraron mal.
-Bueno...-dijo
mi amiga, echándome una mano.-He pensado que podemos ir a la bolera.
-Oh
si, buena idea.-dijo Blas.
Se
levantaron todos.
-Adri,
que vengas, vamos.-le dijo Cris.
-Que
no quiero molestar.
-¿Desde
cuando te importa a ti cuando molestas y cuando no?
Me
miró tan mal que me puse detrás de David.
Al
final se levantó.
-Vamos.
Todos
nos reímos.
Subimos
al bus, porque todos en el coche no cabíamos.
Que
vida ésta.
Subimos
y hablamos e hicimos tonterías.
-¿Siempre
sois así?-dijo Adri.
-Sep.-dijo
David.-Siempre.
-Pero
siempre son los mismos, lo que yo diga.-dijo Dani.
Me
sonó el teléfono y con ello, la canción de “Don’t give up my game” de Auryn.
-Pensé
que tenías la de One Direction.-dijo mi amiga.
-¿TE
CALLAS?
Contesté.
-¿Sí?
-¡Hooooooooooooooooooooola!
Miré
para atrás.
No
eran mas que Dani y Cris haciendo el imbécil. Ya era costumbre y todo.
Carlos
y Blas les miraban mal desde el asiento de atrás.
Colgué
y fui donde ellos. Me puse detrás de su asiento y les cogí del cuello.
-Os
quiero taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaanto.
Les
deje medio muertos ahí en el asiento.
Al
cabo de un tiempo en las que yo estuve todo el rato con el móvil (y los demás
haciendo el tonto, todo hay que decirlo) llegamos al centro, que es dónde
estaba la bolera.
Salimos
del autobús corriendo (y cuando digo eso me refiero a mi, a Cris y a Adri) para
ver quién llegaba antes a la puerta.
Sorprendentemente
ganó Dani, y eso que ni participaba.
-Dani,
tú no has ganado.
-¿Qué?
¿Por qué?-me dijo.
-Porque
tu ni siquiera participabas en la carrera, ah.-le dijo mi amiga.
Nos
miró verdaderamente mal.
-Cris-
Tras
mucho andar en círculos y perdernos repetidas veces por el centro comercial
buscando la bolera (algo muy normal dado que me seguían a mí... ¿Qué íbamos a
hacer sino perdernos?) Blas tomó la iniciativa y, dando un par de giros y tal,
nos plantó en frente de la buscada bolera (ya la podía haber tomado antes,
porque me llevaba de la mano y así habríamos evitado perdernos mil dos veces).
Entramos
y empezamos a decir que si hacíamos equipos o no, o cada uno por su cuenta.
-Yo
creo que es más divertido en grupo-nos dijo la chica que nos atendía.
Todos
le miramos mal puesto que nadie le había preguntado.
-Bueno,
pues en grupo-dijo David, decidiendo por todos nosotros.
Me
puse a mirar el móvil, porque me sonaba (era mi madre, que decía que le mandara
fotos de Blas para enseñarle a sus amigas y yo le dije que buscara en Google
pero ella quería fotos de los dos. Volví a decirle que buscara en Google o que
ya se las pasaría) y, cuando me conecté de nuevo al mundo real, vi que en un
papel habína hecho los equipos ya, sin consultarme (me sentí muy poco querida
en esos momentos, ah. Qué dramática).
-¿Qué?
¡Aquí debe haber un error!
-A
ver, ¿cuál?-dijo Álvaro, muy orgulloso él de haber sido el que había escrito
los equipos en el papel que la chica nos tendió (no había vuelto a pronunciar
palabra desde que la miramos mal)
-¡Me
habéis puesto en el mismo equipo que Carlos!-dije, estampándole el papel en la
cara a Álvaro.
-¿Y
cuál es el error?-preguntó Adri inocentemente, pues desconocía toda la historia
entre Carlos y yo relacionada con los juegos.
Quitando
el trivial ese raro o lo que fuera que jugamos en casa, con él perdía siempre
en todo. Y era mejor no tentar a la suerte.
-Yo
no puedo estar en el mismo equipo que él-dije, señalando a Carlos- Es
técnicamente imposible, igual que la noche y el día no pueden coincidir a la
vez.
-Qué
poética-dijo David.
-Pues
da igual, porque los equipos ya están hechos y así se quedan-dijo Álvaro,
dándole el papel a la chica.
Le
miré tan mal que se escondió tras Blas.
Como
ya no había vuelta atrás, los equipos eran Carlos, David, Sigrid y yo y Dani,
Blas, Adri y Álvaro el otro.
Nos
dieron los zapatos para que nos cambiáramos y Carlos se rió ante mi expresión
de asco al verlos.
-Qué
cosa más asquerosa. No me los quiero poner.
-Pues
juega descalza.
-Claro.
-¡Anda,
no seas tan tiquismiquis!-me dijo mi amiga, a la cual David la estaba sujetando
para que no se matara.
-Siempre
ha sido muy señorita-dijo mi amigo Adri, fiel traidor a mi persona.
-SEXY
SEÑORITA. HASTA QUE NOS CAIGA LA NOCHE...
Empecé
a cantar la canción "Señorita" de Abraham Mateo y nos dio la risa,
pero más nos dio cuando Dani, en su intento de ponerse un zapato que resulta
que era mío y por tanto, yo diría que unas 6 tallas menor, chocó con Sigrid y a
punto estuvieron de matarse si no fuera por David. Pero eh, hizo gracia.
Superada
la difícil prueba de los zapatos, nos dirigimos a la pista.
Aparte
de un grupo de chicos de unos doce o trece años y unos señores de unos treinta,
no había nadie y teníamos dos pistas para nosotros solos.
Había
mesas y sillas para dejar las cosas y una especie de ordenador en cada mesa.
Nos
sentamos por equipos y esperamos a que colocaran los bolos y demás.
Cuando
las teles se encendieron y aparecieron nuestros nombres (colocados según el
orden en el que deberíamos tirar) Carlos pronunció un "¡Eh!" y todos
miramos y nos reímos al ver que Dani (porque deduje que había sido él) había
bautizado a su equipo como "Los Breakers".
-Claro
y nosotros los Chocos, no te digo-dije, con sarcasmo.
Carlos,
tras oírme, se tiró encima del ordenador raro y empezó a teclear.
Iba
a decirle que qué estaba haciendo, si hackear algo o algo, porque tardaba, pero
al rato vi que nos llamábamos "Los Chocos".
Quién
me mandaría decir nada.
-Bueno
S, que tú empiezas.-le dijo David a mi amiga.
-¡Vale!
Esta
fue corriendo, cogió una bola color verde feísimo (¿no la había más fea?)
apuntó y tiró la mitad.
La
aplaudimos y nos reímos de Álvaro, porque tiró dos bolos.
Este
nos amenazó con el puño y dijo que ya veríamos después.
Ninguno
nos tomamos muy en serio su amenaza.
Mi
amiga consiguió tirarlos todos esta vez y saltó de la felicidad, nosotros le
aplaudimos y Álvaro se hundió en la miseria porque tiró otros dos más.
-Bueno,
Álvaro, los vas tirando a pocos. Lo importante es que los tiras.
Me
miró mal, muy mal, así que me escondí tras Carlos.
-¿Qué
haces?-dijo este.
-No
te muevas, que estoy escondida tras tu cabeza.
-Ahí
va.
David
se rió y Sigrid se limitó a sonreír.
-Cris,
te toca.
-¿Por
qué a mí?
-Porque
lo dice la tele-dijo Carlos, señalándola.
-¿Y
quién es la tele para mandarme a mí?
-Es
Dios.
-Ya,
claro, pues mira lo que le hago a Dios.
Toqueteé
el ordenador y al instante donde ponía mi nombre, puso Carlos.
-Uy,
Carlitos, creo que te toca a ti.
Quiso
cambiarlo, pero yo me subí encima del ordenador y le bufé, arañando al aire.
Se
fue corriendo asustado a la pista.
Se
entretuvo mirando las bolas, hasta que encontró una amarilla.
-¡Póntela
al lado de la cabeza! Así, muy bien. Pues no, Blas, no, es más grande.
Dani
y Blas se rieron.
-¡No
seáis crueles!-les dije.
-Pero
si tú eres peor-me recordó Dani.
-Ah,
sí, pues también.
Y
nos reímos los tres. Crueles que somos.
Mientras
tiraba, volví a toquetear en el ordenador y, cuando miró su puntuación (que
hizo semi pleno) se encontró con que cambié su nombre a "Melón".
-¡EH!
-A
mí no me mires, que yo no fui.
Supongo
que no me creyó.
-Venga,
ahora sí que te toca a ti. A ver si puedes superarme.
-Y
con los ojos cerrados.
Fui
hacia las bolas y las miré.
Cogí
una, pero pesaba mucho, así que cogí otra, que pesaba más.
Oh,
Dios mío.
Carlos
y David gritaban desde la mesa metiendo presión.
-¡Hemos
visto gente más rápida!
-¡Y
yo gente que callada estaba más guapa!
-Lo
dice por ti, David.
-Ya,
seguro Carlos, seguro.
Abrazando
la bola, porque de otra manera no podía cogerla, la tiré con destreza y se me
fue fuera.
Nada
más eso, se oyó la estridente risa de Carlos tras de mí, me giré y ahí estaba.
-Eso
ha sido penoso.
-No
tanto como tú.
Encajó
rápido el golpe y se río.
La
bola volvió a salir y se la quedó mirando.
-¡Si
es que eres una bruta, has cogido la de 16!
-¿Y
qué?
-¿No
sabes que las bolas van por peso?
-¿Peso
de qué?
Negó
con la cabeza.
-Qué
lástima de chica.
-¿Y
qué más da lo que pesen?
-Pues
contra más pesen, más pesan.
-Tiene
sentido.
Me
le quedé mirando y nos reímos.
-Si
no puedes con una de 16 kg, hazte con otra que pese menos.
-Sí,
papá, lo que tú digas.
Se
rió al oír que le llamé papá.
Encontré
otra que ponía 10 kg y era azul, mi segundo color favorito.
Con
esa, conseguí tirar la mitad de los bolos.
Carlos
asintió con la cabeza, dándome su aprobación.
Como
si a mí me importara eso.
-¡Venga,
David! ¡Deja rotos a los Breakers!-dije, volviendo a la mesa.
Los
de la otra mesa me miraron mal.
Incluso
Blas, pero le lancé un beso y se rió.
David
no nos defraudó e hizo pleno.
-¡TENGO
QUE GANAR!-dijo Dani.
-No
le vendría mal una cura de humildad a Dani-observé.
-No
puede ganar en todo. Así no puede ir por la vida.
Volvimos
a empezar y, de nuevo, se volvieron a repetir casi las mismas puntuaciones.
Me
tocó a mí y me dirigí a por las bolas.
Elegí
una morada (¡es que era morada!) sin importarme el peso y, cuando iba a lanzar,
Carlos apareció.
-Eh,
Cris, creo que necesitarás esto.
Me
giré y vi que me había traído la cosa con tres patas que usan los niños
pequeños que no pueden con las bolas para lanzarlas.
-Yo
te mato. Te lo juro que lo hago.
Tiré
la bola sin mirar para tener las manos libres, lo enganché y pretendí tirarle a
la pista de cabeza. Seguro que me servía como una buena bola.
Lo
impulsé hacia alante, pero no conté con que el suelo resbalaba como demonio y
él que se agarró a mí para evitar salir volando. ¿El resultado de todo esto?
Acabamos los dos deslizándonos por la pista, tras darnos una leche que fue
legendaria.
Y
por supuesto, nuestros amigos, los niños esos de doce años y los señores se
rieron de nosotros dos.
-Siempre
liándola. ¿Veis lo que digo? Siempre son los mismos.
Cómo
no, ese era Dani.
Estar
tirada en el suelo con Carlos me resultó extrañamente familiar. Aunque claro,
esa vez no estábamos en medio de una pista de bolos y él no estaba encima. Y
desde luego, no había millones de personas riéndose de nosotros (bueno, vale,
puede que no fueran tantas)
-¡Quita
de encima! ¡Vamos!
Él
se reía, con uno de esos ataques descontrolados de risa tan míticos de París o
incluso peor.
Se
levantó y me tendió la mano para ayudarme, yo la cogí y, al levantarme, me
volví a escurrir y volvimos a rodar por la pista.
Ahí
sí que me entró la risa a mí y entonces ya no había manera humana de salir de
la pista.
-Yo
también quiero hacer la croqueta así-dijo Blas, mirándonos.
Al
final, Álvaro se apiadó de nosotros y nos sacó a los dos a rastras de allí
(puede que nos hubiéramos reído de él un poco antes, pero tenía un gran
corazón)
Tras
eso, decidí que Carlos tenía razón y que usaría las bolas que pesaban más o
menos lo que yo pudiera sostener.
David
se puso a enseñarle a Sigrid la mejor técnica para lanzar y Carlos tuvo una
idea.
-Eh.-dijo,
dándome en el hombro.
-¿Qué
quieres?
-Voy
a buscar bolas para ti.
-Vale.
¿De dónde las vas a sacar?
Miró
a los niños que jugaban a nuestro lado.
-¿Te
vienes?
Me
entró la risa y asentí.
Les
cambiamos a los niños las bolas que pesaban menos por las nuestras que pesaban más.
Para cuando quisieron darse cuenta, ya era tarde y nos habíamos llevado las
bolas.
Fui
divertido robarle las bolas a los niños con Carlos, nunca pensé que podría ser
tan perverso.
-Mira
que eres malo, quitarle las bolas a los niños...
-Sí,
bueno, tú tampoco me has dicho que no lo hiciera, al contrario, me has ayudado.
-Ya,
pero porque las bolas son para mí, los niños me dan igual.
-Y
luego el malo soy yo...
Le
dejé colocando las bolas robadas y, como David aún seguía enseñándole la ténica
a Sigrid, me fui a hacer una visita al equipo contrario y me senté sobre Blas.
-Hola,
te echaba de menos.
Me
dio un beso en la mejilla y sonreí.
-¿Qué
tal por aquí?-dije, tocándole el pelo.
-No
nos van mal las cosas, ¿y a vosotros?
-No
podemos quejarnos.
Adri
y Álvaro estaban en la pista, según creo le tocaba lanzar al primero y Dani
estaba sentado a mi lado, mirando algo sin parpadear.
Seguí
su mirada.
O
miraba las puntuaciones o miraba a Sigrid y David, el cual agarraba a esta para
enseñarle cómo tirar de manera adecuada.
Quién
sabe, con lo competitivo que era...
-Dani.
Nada.
-Dani.
Suspiré.
-Holaaaaaa,
Tierra llamando a Dani.
Le
rocé el brazo y ya se percató de que le llamaba.
-¿Eh?
¿Decías algo?
-Sí,
bueno, básicamente. Pero ya se me ha olvidado qué iba a decirte.
-Qué
cabeza.
-Yo
le digo lo mismo.
Miré
a Blas y a Dani.
-Ey,
ey, ¿qué es eso de poneros en mi contra los dos, eh?
Nos
reímos.
-Te
toca-me dijo Blas.
-Bah,
para qué voy a tirar, si soy muy mala...
-¿Quieres
que te enseñe?-se ofreció Dani.
-¿Eh?
¿Y para qué ibas a hacerlo? Soy del equipo rival, ¿recuerdas? Eoo, soy el
enemigo.
-Pero
antes de ser el rival, eres mi amiga. Debo ayudarte.
Enarqué
una ceja y miré a Blas.
¿Qué
mosca le había picado a Dani?
-A
Carlos le va a dar algo si no vas a tirar...-observó Blas.
Era
cierto, estaba ahí, gritando, subido a la mesa, diciendo que me dejara de
rollos y besitos y cosas y que moviera el culo hasta ahí.
-Vamos,
Dani.
-Con
tu permiso, Blas-dijo, agarrando mi brazo y llevándome a la pista como si no
supiera ir (quizá pensara que me iba a perder)
Yo
me dejé arrastrar, porque la verdad, ya no sabía cuál era mi pista y cuál la
del vecino, además, estaba confundida por este cambio en Dani.
-¡Eh!-dijo
Carlos, entrecerrando los ojos-¿Qué haces?
-Voy
a enseñarla a tirar.
-¿Qué
vas a qué? ¡Pero si eres del otro equipo!
Miré
a David y a Sigrid, pero estaban inexpresivos.
Cualquiera
interpretaba sus rostros.
-¿Y?
¿No puedo?
-Pues...
-Si
tú no lo haces, lo hago yo.
-Yo
podría hacerlo.
-¡Si
no sabes!
-Carlos,
déjale que le enseñe y lo que quiera, que el que debería sentir celos es Blas y
no tú.
David,
Sigrid y Dani se rieron del comentario del primero.
-¿Celoso
yo? Anda, sí, claro...
Hablando,
se sentó en la mesa, donde no dejó de hablar, pero no oíamos qué decía.
-Bueno,
vamos a ello.
-Sí,
vale.
-Lo
primero, elige bola.
-Ya
tengo dos.
Tardó
un momento en procesarlo y después nos partimos de risa.
Carlos
nos miró mal.
Quizá
se pensaba que nos estábamos riendo de él.
-Creo
que esas no te van a servir.
-Qué
lástima.
Cogí
una amarilla que creo que era de 8 kg.
-Bien,
ahora inclínate hacia delante.
-¿Así?
-No,
así, mira.
Él
me colocó.
-¡Dani
a ver qué pasa, eh!
-¡Anda
y qué te calles, Álvaro!-le dije y le dejé planchado, pues no se lo esperaba.
Pobre,
qué repaso de mi parte se estaba llevando hoy.
-¿Y
ahora?
-Ahora
tienes que mover el brazo así.
-¿Así?
Se
rió.
-Menudo
desastre.
-¡Eh!
-Trae,
te ayudaré.
Se
colocó tras de mí y colocó su brazo bajo el mío.
-Así.
Guió
mi brazo, solté la bola y vimos como esta iba más o menos recta y tiraba un 80%
de los bolos.
-¡Bien!-dije,
saltando y aplaudiendo.
-Has
cogido la idea, ahora tienes que hacerlo tú sola.
-Jo.
Se
rió.
Como
no me apetecía buscar bola, le dije que me cogiera alguna y miré a mi equipo.
-¿Qué
os pasa? ¿Por qué estáis todos tan serios?
Ninguno
me respondió, sólo me miraban.
¿Hice
algo mal?
-Carlos,
¿qué te tengo dicho sobre estar serio, ah?-dije, cogiéndole un moflete y
tirando de este.
Soltó
un mordisco al aire y casi me quedo sin mano.
Volví
junto con Dani corriendo por si a Carlos le daba por seguir mordiendo así.
-¿Puedo
cambiarme de equipo o ya es tarde?
-¿Por
qué?
-Porque
mi equipo me odia.
Volvió
a reírse.
-En
serio, están todos con unas caras más largas...
-Eso
es porque vais perdiendo.
-¡Oye!
Tiré.
-Pues
mira, con ayuda de tu técnica, vamos empate.
-¡SERÁ
POSIBLE!
-Y
corre, que te toca tirar.
Se
fue corriendo y echó a Adri y Álvaro que estaba tirando bolas sin control con
la cosa rara esa que me trajo Carlos antes.
Le
tocaba tirar a David, así que me senté con Carlos y Sigrid.
-¿Os
pasa algo?
-No-me
dijeron los dos a la vez.
Silencio.
-¿Sabéis
lo que estaría bien ahora?
-¿Qué?-dijeron.
Daban
miedo, decían lo mismo al mismo tiempo.
-Que
viniera Justin y cantara Baby.
-Más
quisieras tú.
-Ya,
pero molaría. Soñar es gratis.
-Ya
y ser tonta, también.
-¡Qué
ataque más fortuito!-dijo Adri, que pasaba por allí en ese momento.
-¿Qué
te hecho yo ahora, Carlos, para que me digas eso?
-¿Acaso
hace falta que hagas algo para que me meta contigo?
-Ah,
me olvidaba, tienes razón de que eres un imbécil.
-Bueno,
yo al menos no tiro al suelo a la gente. Varias veces.
-Yo
no me dejo tirar, porque, ¿quién sabe? Quizá te dejes caer.
Sigrid
se vio en la necesidad de intervenir porque sabía que, tras nuestras palabras
referidas al suceso anterior, estábamos tratando el tema de lo sucedido el
viernes en su casa.
-Chicos,
ya vale.
-Sí,
yo no pierdo mi tiempo con imbéciles. Avisadme cuando me toque tirar.
Me
levanté de la mesa y me fui de nuevo con Blas.
-¿Qué
pasó?
-Carlos.
Me ha echado de allí.
-¿Qué
te qué?
-Bueno,
su cara me echó. Aquí estoy mejor, al menos, soy bien recibida.
Se
rió, pero no preguntó más sobre el tema.
Y
le di gracias.
Estaba
haciendo el tonto con Álvaro (ya nos habíamos perdonado todo tipo de rencores
pasados) cuando comenzó a sonar Baby y todos me miraron.
No
me lo podía creer.
¡Mi
sueño de oír esa canción en una bolera se estaba cumpliendo!
Me
subí a la mesa y me puse a cantar y a bailar, tras eso, salté sobre la otra
mesa, sorprendiendo a Carlos, David y Sigrid. Bajé de un salto y bailé por las
pistas, mientras la gente me miraba raro, pero no le di importancia.
Sentí
pena cuando la canción se acabó.
-Jo,
yo la quiero otra vez.
-Como
que te la van a poner expresamente para ti-dijo Carlos.-Porq...
Se
tuvo que callar porque la canción volvió a empezar y yo aplaudí y bailé. (Esto
está basado en otro hecho verídico, ah)
Volví
junto con mi equipo hasta que todos se acercaron para resolver una duda.
-Os
necesitamos como chicas que sois-dijo Álvaro.
-Valep.
-¿Quién
tiene la mejor barba?
-¡¿Qué?!
Nos
entró la risa a las dos.
-Sí,
venga, elegid.
-¿Y
quiénes participan?-preguntó mi amiga.
-Todos
menos Carlos. Él no tiene barba.
-Jo
tíos, siempre yo.
-Si
es que eres el marginado, siempre te lo digo y no quieres creerme.-le dije.
Me
miró muy mal, pero yo le puse morritos.
-¡Venga,
va, decid!
-Pues
no sé...
-A
mí me gusta la de Blas.
-¡Ya,
claro! ¡A ver qué vas a decir!-dijo Adri.
Yo
me encogí de hombros.
Ese
"concurso" no lo ganó Dani ni de lejos, sino Blas y Álvaro, pero lo
que sí ganó es a los bolos (él y su equipo, claro, pero él fue el que más
puntuación sacó)
-¡SÍII!
DIJE QUE GANARÍA, SÍII, SÍII, SÍII...
-Sigrid,
¿no oíste tú antes decir que, quienes ganaban, pagaban la cena?-le dije a mi
amiga.
-Uy
sí, yo también lo oí.
-Y
nosotros-dijeron Carlos y David.
-¡¿QUÉ?!-dijeron
los demás y nosotros nos reímos.
-Y
además luego, el que ganara de los equipos, invitaba a helados, ¿no, Dani?
-¿Quéeeeeeeeeeee?
Se
nos quedó mirando a las dos sin entender nada y luego puso una cara de pena muy
lastimera.
-¡Ah,
qué mono!
Y
le abrazamos las dos, mientras los demás se reían.
-Hala,
ala, Dani.
-Qué
le vamos a hacer si me aman, ah.
-Pero
serás creído.-le dije.
-Calla
que soy tu maestro a los bolos.
-¡Se
acabó!
Y
volvimos a reírnos.
-Sigrid-
-Lo
prometido es deuda chicos.
-¡Pero
que no es justo!-se quejaron los del equipo contrario.
-Ah,
nadie dijo que la vida fuera justa.-dijo mi amiga, riéndose.
Al
final les perdonamos. (En realidad no, ellos se quejaron diciendo de que era
eso de inventar apuestas por ahí) y empezamos a pensar un lugar para ir a
cenar.
-¡Podemos
ir al italiano del amigo de las niñas!
-¿Las
niñas?-dijimos Cris y yo.
Se
empezaron a reír como si les fuese la vida en ello.
-De
todas formas, ¡no! No se va a ese italiano.-dijo Cris.
-¿Qué?
¿Por qué?-dijeron Carlos y Dani.
-Porque
estoy cansada de ese italiano.
-Y
del camarero.-dije yo.
-De
ese también.
Y
nos reímos.
-Todavía
es pronto-dijo Blas-¿Qué tal si vamos a comprar algo?
-¡Yo
quiero chuches!-dijimos mi amiga y yo.
Los
chicos nos miraron raro.
-¿Ahora?-dijo
Álvaro.
-No,
mañana si te parece.-le dije, dejándole aplastado.
Me
miró mal y no me habló durante un rato. Pero uno muy corto, ah.
Salimos
del centro comercial y nos encaminamos a un sitio para cenar.
-¿Qué
os parece si jugamos a lo de imitar a la gente?-dijo David.
Todo
el mundo aceptó su idea así que nos pusimos a ello.
Dani
imitó a un abuelo que andaba por ahí, con la cachaba pegando al aire.
Cris
y Carlos se empezaron a reír. (Lo más seguro se acordasen de cuando Carlos
imitaba al señor del parque al que Choco persiguió).
David
y Blas imitaron a un par de extranjeros que andaban por ahí con la camarita
sacando fotos a todo lo que podían (como los japoneses, solo que estos no eran
japoneses).
Cris
y yo imitamos a un par de señoras que no paraban de chismorrear sobre no sé qué
cosa.
Eso
nos recordó a Carmen.
Y
Carlos, juntó con Álvaro y Blas, se subió a una especie de estatua a la que un
par de chicas también se estaban subiendo.
-¡Carlos,
pon algo de tu parte!-dijo Álvaro.
-Que
es que no puedo.-dijo el aludido.
-Le
pesará el culo, quién sabe.-dijo mi amiga viendo la escena.
Yo
exploté en risas, al igual que Dani, David y Cris.
Al
ver que no conseguía subir le dijimos que lo dejará.
-Venga,
baja, anda.
-¡Qué
no, que yo subo!-dijo Carlos, cabezota.
Al
final, entre los seis que estábamos le conseguimos bajar, pero estaba bien
agarrado a la estatua.
Cuando
al fin le soltamos nos dirigimos a una tienda de chuches.
Desgraciadamente
no había ninguna abierta y los chicos se rieron de nosotras.
Seguimos
nuestro camino y fuimos a un restaurante.
No
era italiano y por eso, Carlos se empezó a quejar.
-¡Yo
quería ir al italiano!
-¡Y
yo quiero que te calles, pero nadie consigue lo que quiere!-le dijo Cris.
Los
chicos y yo nos reímos bastante.
Al
final decidimos que nos íbamos a una hamburguesería cercana.
Entramos
y nos sentamos en la mesa más apartada que vimos.
-¿Qué
desean?-nos dijo el camarero.
-Pues...
unas hamburguesas y unos batidos de estos.-dijimos, señalando el menú.
Lo
apuntó y se fue con viento fresco.
-¿Qué
hacemos cuando nos vayamos?-dijo David.
-¡FIESTAAAAAAAAAAAAAA!-gritó
Cris.
Vino
el camarero con la cena, repartiéndola entre cada uno de nosotros.
Cenamos
y entonces preguntó Cris:
-¿Qué
tal va el Twitter de Choco?
-Oh,
bien, muy bien. Ya tiene casi 500 seguidores.-le contestó Carlos.
-Si
ya digo, con la tontería va a tener más seguidores que nosotros.-dijo Dani,
haciendo que nos riésemos
Yo
me junté con David, hablando de esto y de aquello.
-¡YA,
PESAO VETE A DARLE AMOR A TU GATO O ALGO!
-¿Qué
ha pasado, Cris?-dije.-¿Qué le has hecho a Dani, eh?
-¡Si
no le hice nada!-se justificó-Que no para de hablar, jo, se parece a Carlos.
-¡EH!-dijeron
Dani y Carlos.
Yo
me reí y volví con David.
Al
rato vimos una discoteca.
-¡FIESTA,
FIESTA, FIESTA!-gritábamos Cris y yo.
Entramos
a la discoteca cogidas de los brazos (como el día del concierto) empujando a la
gente habida y por haber para poder llegar a la barra.
Ya
en la barra pedí una bebida de la que no me acuerdo el nombre.
Yo
solo veía a todo el mundo bailando. Pero no veía a Cris.
Pedí
otra bebida y después fue otra y otra y otra.
Me
empecé a sentir mal, así que me bajé de un salto del taburete (¿Por qué no
hacen taburetes para bajitas?) y me dirigí a un pasillito que había para ir a
los baños.
Me
sorprendí cuando vi a Cris y Carlos besándose, ahí en medio.
Me
quedé mirándoles hasta que se percataron de mi mirada y dejaron de besarse.
Me
di la vuelta, dispuesta a irme, pero me detuvieron, cogiéndome del brazo.
-¡Sigrid,
no es lo que parece!-dijeron.
-¡¿Qué
no es lo que parece?! ¿Me lo decís en serio? ¡No puedo creer que lo hayáis
hecho... Por segunda vez!-me solté del agarre de Cris-Dar gracias a que no se
lo voy a decir a nadie porque no soy así, pero no quiero que me volváis a hablar.
Les
dejé ahí, con la boca abierta.
Yo,
empujando a la gente, muy enfadada, me dirigí a la puerta.
Salí
fuera de ahí, decepcionada. Decepcionada porque ellos habían sido capaces.
No
quería cuentas con ellos, de ningún tipo.
Oí
que se habría la puerta.
Era
David.
¿Y
que le decía yo ahora? No podía decírselo. Y aunque pudiese, no lo haría, yo no
era así.
Oí
de nuevo la puerta.
Eran
los demás.
Oh, me encanta, ¡La espera ha merecido la pena!
ResponderEliminarPrefiero a Cris con Carlos, no es por nada, nah.
Me encanta el capitulo como todos.Es que siempre la tienen que liar los mismos como diria Dani.Espero el otrpo capitulo un besito a las dos.
ResponderEliminarComo no nos va a gustar? Esta genial :) Como todos los capitulos hasta ahora. Con muchas ganas de mas, subid cuando podais, por que merece la pena la espera de todo. Escribis genial. Asi como dato. Y vamos lo de siempre, me encanta el CAP. Y quiero saber ya que pasara con Cris, Blas o Carlos y cuando Sigrid encontrara el amor? Ahh son muchas dudas.. Un beso a las doos :)
ResponderEliminarMe encanta!!! Como siempre me has dejado con la curiosidad... quiero saber lo que pasará en l próximo capítulo ya! xD Me encanta enserio, seguid así :)
ResponderEliminarPues aqui estoy para dejaros mi aburrido comentario.
ResponderEliminarBueno, lo primero y como siempre, muy buen capitulo chica. Y ahora empiezo con mis cosas jaja primero, a mi Blas me da ya mucha pena el pobre, no se merece eso, no. jajajaja y ya pues que Cris y Carlos esten felices y contentos juntos... Peeeero como os conozco, se que eso no va a pasar en absoluto, asi que me sigo quedando con la intriga de que va a pasar. Despues, Carlos y Cris van para actores, si. La escena de la bolera como si no pasara nada lo demuestra jaja. Despues, de la vida amorosa de Sigrid no decis nada? Para darle emocion tambien a la cosa hombre jajaja Y por ultimo, hacia tiempo que os lo queria decir aunque no sabia como, pero me lo habeis puesto a huevo como se suele decir jaja me encanta que hayais metido a otro personaje, no se si es solo este capitulo o mas, pero me parece una idea genial. Y la cosa era que metierais a un personaje mas, que la historia esta muy bien asi, pero para darle vidilla y eso, no se si me entendeis. Aun asi es solo una opinion, hagais lo que hagais estara genial como siempre. Ale, hasta aqui os djo mi rollo de comentario, y espero con muchas ganas el siguiente.
Un besazo chicas:)