-Cris-
-¡Carlos, deja la tarta!
-¡Pero yo quiero un trozo!
-Bueno, y lo tendrás, pero después de cenar.
Me miró con su mejor (y ensayada) cara de pena, pero como vio que no conseguía nada, miró a S y Sara.
Tampoco consiguió nada.
-Jum, vale.
Y haciéndose el mortalmente dolido, fue al salón.
-Ve con él-me dijo Sara.
No tuvo que repetírmelo dos veces.
Estuvimos los dos peleándonos por el mando de la tele (algunas cosas nunca cambian) hasta que nos dijeron que a cenar.
Él comió el doble de lo habitual.
-Parece que no hubieras visto la comida en días...-observó S.
-Es que se me quitaron las ganas de comer-dijo, mirándome.
-Oh.
-Pero bueno, ahora me dais tarta y todo olvidado.
Le cedí también mi trozo.
No compensaba por su comentario, pero me hacía sentir algo mejor.
Nada más comer, se tiró al suelo con Choco, al cual empezó a hacerle cosquillas.
El perro comenzó a retorcerse por el suelo, riéndose a su manera.
Empecé a hacerles fotos.
No podía recordar la última vez que fui tan feliz haciéndolas.
Choco al final se cansó y, pasando por encima de Carlos, tirado este en el suelo cuan largo era (que debió de pisarle, porque se quejó), se fue a la cocina, donde el suelo era más fresquito.
Sigrid le dio a Carlos con un cojín, porque no reaccionaba.
-Ay, que estaba muy agusto.
Dicho lo cual, me cogió de la pierna, me tiró al suelo y se subió al sillón.
-¡Animal!-dijo Sara-¡Qué la matas!
-Nah, qué va. Suelo hacerlo a menudo.
-Es cierto-dijo S, confirmándolo-Y luego ella hace así-siguió mientras me levantaba del suelo, le golpeaba y después me tiraba encima de él- Y luego ya se quieren como siempre.
-Interesante, sin duda.
Las miré mal a las dos.
Estuvimos viendo un par de pelis (Carlos quería empezar la segunda temporada de Sobrenatural, pero le dije que S y Sara no habían visto la primera y que sería injusto para ellas. Aunque sabía que tenía razón, me estuvo mirando con cara de pena como cosa de media hora o más) hasta que Sara se subió a casa y S se durmió en el sillón.
-Yo me iré yendo...-dijo Carlos levantándose del sillón.
-Tú no vas a ninguna parte.-dije, agarrándole del brazo.
- Si tampoco pensaba irme, sólo quería ver cómo reaccionabas-dijo, mirando cómo mi mano aferraba su brazo.
-Debí de recordar que eras tonto.
Se soltó y se encaminó al baño.
-Lo soy porque hace tiempo me pediste que lo fuera.
-Me dijiste que, por mí, podrías ser cualquier cosa.
Él se rió.
-Pero no llegué a darte una respuesta, solo te dije tonto.
-Pues lo seré hasta que me lo digas.
Al salir del baño, le estaba esperando.
-Sé tú mismo, pero hazme el favor y sigue siendo tonto un rato.
Se rió y me abrazó.
-Dejaros de abracitos por el pasillo-dijo S, pasando por nuestro lado.
Carlos la atrapó y la unió al abrazo.
-¡Ah, no! ¡Socorro!
La dejó irse y fuimos a mi cuarto.
-¡Me pido este lado de la cama!-dijo, tirándose sobre esta.
-¡Es el mío!
-¡Ah! Pues de aquí no me muevo-dijo, agarrándose al colchón.
Al final le hice rodar hasta su lado.
-Si me levanto a apagar la luz, ¿me quitarás mi sitio?
-Sí-dijo, totalmente sincero.
-¿Y vas a dormir en vaqueros?
-Bueno, si me ayudas a quitármeAHH... ¿Por qué me pellizcas?
Riendo, apagué la luz, me desvestí y, abriendo la ventana, me metí en la cama.
-Qué mala eres conmigo.
-Qué va y lo sabes.
-Cierto.
-¿Por qué te estás moviendo tanto?
-Qué no veo para quitarme la ropa.
Me reí.
-¿Desde cuándo te hace falta luz para eso?
-Si me echaras una mano... ¡Ah! Pero no para darme un manotazo...
-Calla y a dormir.
-Pero ayúdame.
Me giré, le di un beso y volví a mi postura original.
-Eso no era lo que quería, pero me sirve.
-Jejejeje.
Al final se desvistió y se estuvo quieto.
Pasó un brazo por encima mío y me atrajo hacia él.
-Te quiero-me susurró al oído, cosa que me hizo estremecer.
Me giré para decírselo también, pero sus labios callaron mi respuesta al juntarse con los míos.
Desperté cuando Choco empezó a lamerme la cara.
-Pero, ¿qué...?
Carlos se partía de risa.
-¿Y tú de qué te ríes?
Volvió a reírse como respuesta y yo le imité al ver los pelos que tenía. De seguro Choco se los dejó así al despertarle igual que a mí.
-Me río porque me hace gracia.
-Dios, la lógica de tu argumento es tan sólida...
Nos pusimos a pelear y Choco, ladrando, se subió a la cama y se puso a saltar encima nuestra.
Me pisó los riñones, me quejé y se fue huyendo.
Cobarde.
El resultado de la batalla no fue otro que yo inmovilizada en los brazos de Carlos, mientras este se reía contra mi oído, dejándome sorda.
Qué niño.
Me sonó el teléfono, un wa y extendí el brazo para cogerlo, ya que estaba en la mesita, pero Carlos me atrajo más hacia él, alejándome de mi objetivo.
Desistí en mi intento de cogerlo. Si se había empeñado en tenerme atrapada entre sus brazos sin posibilidad de huida, así iba a ser. Ya le conocía a estas alturas de la vida.
-Me quedaría así para siempre.
Aquella afirmación me dejó sin aliento.
Me dio un beso en la mejilla.
-Pero ahora tengo hambre.
Reí mientras se levantaba y yo cogía el móvil.
Sara me decía que si me apetecía ir de compras con ella. Por supuesto que quería. Faltaría más.
-¿Es táctil?-dijo Carlos, dándole a la pantalla con el dedo.
-¿Y tu cara lo es?-dije, hundiéndole el dedo la mejilla.
Se rió.
-¿Qué quería Sara de ti?
-¿Celoso?
-Mucho.
-Jajajaja sólo quería saber si iba con ella de compras.
-Déjame adivinar... Mm... Tú... Compras... Vas ¿a que sí?
-¡Cómo me conoces!
Fuimos a desayunar y oímos cómo Sigrid regañaba a Choco por volcar su cuenco de agua.
-¿Qué le dices a mi hijo?
Ya salió la vena paternal de Carlos.
-¿Tu hijo, dices? Tú lo limpias pues-le dio la fregona y ella se sentó a seguir desayunando a la mesa.
Yo me encogí de hombros y nos puse el desayuno a los dos.
Ella acabó antes que nosotros dos, se fue al cuarto y salió vestida.
-Nos vemos luego o algo ¿vale?
-¿Adónde vas?
-¿Pero no te vienes de compras?
-Ah, no. Pero cómprame algo si quieres, en eso eres libre.
-¡Pero qué cara tienes!
-Jajajaja lo sé. ¡Me voy!
-Pero ¿adónde vas?
Se marchó sin responder a Carlos.
-¿Adónde va?-me preguntó, mirándome de forma lastimera.
-No lo sé, pero apostaría a...
-¿Quieres apostar?
-Borra esa sonrisa pícara de tu cara. No voy a apostar nada, porque...
-Porque pierdes, claro está. Puedes decirlo sin miedo.
Le di una colleja.
-De seguro se va con Dani. Y sino, lo preguntas. Me voy a vestir, no quiero llegar tarde.
Lloriqueó a mi alrededor mientras me vestía y tal.
-Pero qué te pasa, Carlos.
-Que no me llevas contigo y lloro.
-¿Quieres venir?
-En verdad no puedo, sino iría.
-Ya iremos otra vez.
-¿A qué a mí si me vas a traer algo?
-¿Un regalo te refieres?
-Claro.
-Mm, me lo pensaré.
-Jum.
-Valeee, te traeré algo.
-¡Weee!
-Sara-
Con los primeros rayos del sol me desperté, pensando en qué podría hacer hoy.
Me apetecía ir de compras, ya que tenía algo en mente pensado y no había encontrado antes una ocasión de ir. Me levanté y fui a desayunar con la compañía de Paco, que sólo hacía que pedirme galletas insistentemente y sin descanso.
Mientras desayunaba, le mandé un WA a Cris por si le apetecía venirse conmigo. Tardó en contestar, pero aceptó. Le mandé también uno a mi prima, pero ella declinó mi oferta porque ya tenía otros planes.
Cuando terminé, recogí las cosas del desayuno y me puse a limpiar un poco la casa, a esperar a que fuese la hora que había acordado con Cris. Puse el disco de los chicos que Álvaro me había regalado antes de empezar a salir, y a ritmo de Auryn me puse a limpiar, con Paco revoloteando allí por donde iba.
Cuando terminé, me fui corriendo a la ducha y después me arreglé. Me puse unos pantalones vaqueros cortos, una camiseta de tirantes blanca y unas sandalias. También me ricé el pelo, pero me hice una coleta porque hacía mucho calor.
Apagué el Cd, me despedí de Paco y bajé al portal donde había quedado con Cris, que a los pocos minutos bajó con Carlos. Nos despedimos de él (la despedida de ellos dos fue un tanto dramática, como si jamás volvieran a verse en la vida) con la promesa de que cuando termináramos las compras le avisaríamos para que viniesen a tomar algo a mi casa.
Cris y yo fuimos tratando diversos temas por el camino, pero evitamos mencionar la marcha de los chicos. A pesar de que ayer lo arregló con Carlos, prefería hablar con ella en un lugar más tranquilo sobre ese tema (aunque Dios sabe qué lugar podría ser ese)
Una vez en el centro comercial, nos dedicamos a entrar en todas las tiendas que había por ahí. Cuando nos cansamos nos fuimos a comer, y Cris me pidió que no la llevase al McDonald´s. Carlos la había cansado de este sitio. Yo me reí porque sabía que era cierto y sabía cómo era el novio de mi amiga.
Estábamos comiendo tranquilamente las dos, cuando Cris de repente me preguntó cómo reaccioné al enterarme de que los chicos se iban.
- Bueno, que digamos al principio no muy bien pero hablé con Álvaro y aclaramos las cosas.
- Eso está bien.
Yo le sonreí y seguimos comiendo hasta que Carlos la llamó y me pasó su móvil.
- ¿Si?- conteste
- ¿Me puedes decir hasta cuándo vais a estar por ahí?
- Pues hijo no lo sé. ¿Por qué lo preguntas?
- Echo de menos a Cris y aquí hay conmigo un pesado que dice que hace dos días que no te ve y que no aguanta más.
- Vaya dos os habéis juntado. Cris también te echa de menos y dile a tu amigo que en unas horitas nos vemos, así que haga el esfuerzo de esperarse.
- Bueeenooo, está bien. Pero no tardéis mucho, ehh.
- No Carlos, no tardamos. Anda te paso a tu novia. Nos vemos luego.
Tras la comida, disimulando, fui llevando a Cris hasta una tienda de lencería. Cuando llegamos a la tienda, Cris me miró con una cara de querer matarme.
- ¿Qué hacemos aquí?
- Bueno, había pensando en comprar algo aquí, ¿ya sabes?
- Mm. No, no sé.- contestó Cris que seguía mirándome de manera muy rara.
- Quería comprar algo en esta tienda para sorprender a Álvaro. -dije poniéndome algo roja.
- ¿Sorprenderlo? ¿Para qué?
- Para darle chispa a la relación. Siempre está bien sorprender de vez en cuando a tu pareja.
- Interesante. ¿Y por qué ahora?
- Qué mejor manera de despedirme de él que con una sorpresita de estas- le señalé la tienda.
- Qué vergüenza, señor.
- Qué va, mujer. No somos ni las primeras ni las últimas chicas que entraran. Venga, vamos dentro.
- Está bien.
Una vez conseguí convencer a Cris, entramos en la tienda y empezamos a mirar por dentro todo lo que había. Una de las dependientas se acercó amablemente para saber si podía ayudarnos.
- Pues sí. Muchas gracias- contesté.
- ¿Qué es lo que estás buscando?- preguntó la dependienta.
Me quedé sorprendida cuando se dirigió sólo a mí, por lo que me giré para mirar a Cris y vi que me había dejado sola con la dependienta y ella se había ido a mirar otras cosas por la tienda.
- Bueno, me gustaría sorprender a mi novio. ¿Qué me aconseja?- pregunté algo tímida.
-No sé exactamente cuál será su estilo, pero un picardía siempre es una muy buena elección. Acompáñeme y le muestro varios modelos.
-Por supuesto. Discúlpeme un segundo que voy a buscar a mi amiga.- le dije a la chica y me fui directa a por Cris.
- Cris, ¿estás bien? ¿Quieres que nos vayamos?
- Oh no. Solo que esto me da un poco de corte estar aquí, pero venga vamos que la chica te está esperando.
Le sonreí y nos fuimos con la dependienta, que nos estuvo enseñando varios modelos de picardías. Finalmente, tras probarme unos cuantos modelos, me decanté por uno de color negro muy sencillito. Cris, que la pobre había estado ahí dándome consejos, terminó también cogiéndose un picardías.
-Cris-
Dios, qué vergüenza.
¿Cómo se me había ocurrido seguir a Sara a un sitio así?
-Hemos hecho una buena compra, ¿no crees?
-Recuérdame cómo te seguí hasta ahí dentro.
-No sé, te pareció bien.
-¿Y cómo me convenciste para que me comprara esto?
-Ahí no te dije nada, te empezaste a probar, te gustó ese y te lo compraste.
-Mm, cierto. Le prometí a Carlos un regalo...-dije, recordando.
-Bueno, ¿y qué mejor que ese?-dijo, mirando mi bolsa.
-¡Tonta!-dije, medio empujándola entre risas-¡No digas esas cosas!
-Ay, pobre. Que te sonrojas.
La gruñí y se rió.
-¿Me ayudas a buscarle algo?
-Claro, cómo no iba a hacerlo.
-Siempre pudiste haberte negado.
-Qué va. Venga, vamos.
Estuvimos de tienda en tienda hasta que di con una camiseta que me encantó.
-Creo que se la tomaré prestada alguna que otra vez.
-¿La compras para ti o para él?
La miré mal y se rió.
Tras eso y un par de Frannpuchinos (sabéis que sin él, no soy nada) fuimos a su casa.
Dejó las bolsas en su cuarto mientras Paco me cubría de besos en el sillón.
-¡Sara! ¡Ayuda!
-Ains, si es que Paco es tan mimoso.
-Ya, ya, pero es que me está clavando el pico.
-Ay, que no controla la fuerza de su amor.
-¡Sara!
-Ya voy, ya voy.
Dejó el móvil (nada más irnos del centro comercial hablamos con los chicos para decirles que vinieran), ya que decían que estaban al caer y acudió en mi rescate.
No acababa de quitarme a Paco de encima cuando llamaron al timbre.
-¿Cuándo le vas a dar unas llaves a Álvaro? El pobre estará cansado de llamar a la puerta.
-Si yo por mí se las hubiera dado ya, lo que pasa es que temo que las pierda. Con lo desastre que es...
-Debo darte la razón en eso. Pero ve a abrirles o te tirarán la puerta abajo.
-Uh, eso sí que no.
En cuanto les dejó entrar, aparecieron en estampida (es decir, rápidamente) y Carlos vino a mí, aunque tropezó con el sillón y se cayó sobre este.
-Adónde ibas tan deprisa...-dije riendo mientras iba hacia él.
Sara y Álvaro fueron a reencontrarse, pero Paco llegó al reencuentro antes que ella y atacó a mi paisano.
Hay cosas que nunca cambian, ya digo.
-¡Cris!-dijo Carlos, volviendo en sí de repente-¡Cris!
-Qué, Carlos, qué. Yo también te he echado de menos-dije, abrazándole.
-¿Qué me has traído?
-¡Ah!-dije, apartándole-¿Así que por el interés te quiero Inés, no?
-¿Quién es Inés?
-A la que quieres por el interés.
-Eh, tiene su gracia.
-Pues ale, ríete.
-¿Te has enfadado?
Mi sola mirada le respondió.
-Pero mira que eres enfadica.
Quiso abrazarme y llegué a morderle.
-¡Ay! Qué dolor más grande.
-No me vas a dar pena.
Hizo un puchero, me reí y le abracé.
Sara seguía regañando a Paco por atacar a Álvaro.
-¿Seguís sin llevaros bien?-le pregunté.
-Es él. Que me odia. Y yo qué le hice para eso.
-Quitarle a la novia.
-Pero yo pensé que te quería a ti.
-¿Quéeeee? ¿Cómo es eso?-saltó de repente Carlos.
Los dos nos reímos.
-Tengo hambre, Sara.
-Carlos, ya sabes dónde tengo la cocina.
-Ohh, vale.
Se dirigió a la cocina y Álvaro le siguió. Quien sabe si porque también tenía hambre o porque no quería ser menos que mi melón.
-Cómo son estos hombres.
-Ya ves.
Paco también fue a la cocina y entonces empezaron los gritos tales como "¡Álvaro quítamelo! ¡Ah, lo tengo en la cabeza!". Tras eso, no tardaron mucho en volver al salón.
Carlos se dejó caer a mis brazos con la cabeza por delante, como era habitual en él.
Álvaro fue más suave y se sentó en el sillón para luego rodear a Sara con sus brazos.
-Y bueno, ¿qué tal vuestras compras?-preguntó.
-Pues bastante bien.
-Sí, Cris me ha arrastrado a todas las tiendas.
-¡Ah, no es verdad!
-Claro que lo es. Eres una compradora compulsiva.
-¡Nooooo!¡Mentira!
-Siempre nos llevas a todas las tiendas. A todas.
-Bueno, vale. Eso sí es cierto.
-¡Puta!
Paco, que hasta entonces había estado insultando a un cuadro, revoloteó sobre nuestras cabezas y aterrizó en la mesa, tirando todo lo que había sobre esta.
-¡Paco!-le regañó Sara mientras Álvaro y Carlos se reían.
-Cómo la lias-le dije.
Tras eso, se tiró contra mí, como si quisiera que le salvase de la regañina de Sara.
-No Paco, más besos no. Déjame en paz. Serías el típico tío sobón, en serio.
-Sin duda-comentó Sara.
-Es por eso que él es un loro y nosotros hombres.-dijo Álvaro.
-O que él es demasiado hombre para ser un hombre y por eso es un loro.-dije con aire inocente.
-¡Diooooos!-dijo Carlos, riéndose-¡Te ha dejado planchadoooo eh!
Me miró mal al caer en el sentido de mis palabras.
Sara agarró a Paco y se lo llevó a la cocina, donde seguíamos oyendo sus insultos.
Era un buen loro, muy cariñoso y todo eso, pero un pesado.
-La lavadora no me funciona, jo-dijo Sara, a su vuelta.
-¿Y eso?
-No sé, esta mañana no se quería encender y ahora le doy y tampoco.
-Menos mal que es esta, si llega a ser la de la cabaña nos quedamos a medias-dijo Álvaro.
Carlos y yo nos quedamos rotos.
-Cállate, cállate-dijo Sara, empezando a pegarle.
-¿Os quedaríais a medias en qué?
Sara se escondió tras Álvaro.
-Carlos, no preguntes-le regañé.
-Joo, pero yo quiero saber.
-No tienes por qué saberlo todo.
-¡Pero yo quiero! Venga, decidme.
-¡Carlos!
-Por favor.
Insistió por un rato mientras yo le regañaba y Álvaro y Sara no decían nada.
Paco insultaba en la cocina.
-Bueno, está bien, díselo-dijo Sara, saliendo de su escondite-Sino no se callará nunca.
-Ser un pesado te consigue muchas cosas en la vida.-dijo, mirándome triunfante.
Puse los ojos en blanco.
-¿Lo contáis o no?
-Joder tío, ya va.
-Que sois unos lentos, cóñez.
Sara volvió a esconderse tras Álvaro.
Mm. No estaba entendiendo nada.
-Bueno pues que cuando estábamos de vacaciones estuvimos... Ya sabes, en la lavadora.
La cara de Carlos fue todo un poema.
-Em, creo que me voy a la cocina con Paco.
Me levanté para irme pero Carlos me agarró.
-¿Encendida o apagada?
Intenté soltarme.
-Encendida.
-Pero ent...
-Carlos, se acabaron las preguntas.-le dije.
-Pero...
-Deberíamos hacer todos juntos algo especial. ¿No creéis?-dije tomando asiento de nuevo y desviando la conversación.
-Sí, creo que tienes razón.-dijo Álvaro.
-Pero algo especial ¿cómo qué?-preguntó Carlos.
-Pues no sé. Podemos quedar mañana todos para comer y hablarlo.-comentó Sara.
-Me parece bien.
-Y depende de lo que hagamos y tal, podríamos decírselo a mi hermano, Adri y Rebe.
-Cierto.
-Pues genial, se lo comento yo a estos.
Álvaro cogió el móvil y se centró en él.
Carlos miraba a Sara como si quisiera decirla algo y, como seguro que lo acababa diciendo, fuera lo que fuera, decidí intervenir.
-Pobre Paco, sólo ahí en la cocina...
-Y bien que está ahí-respondió Álvaro.
-Pues sí-le respaldó Carlos.
Sara les miró mal a los dos.
-Iré a sacarle.
Al momento ya estaba el pajarraco revoloteando sobre nuestras cabezas, mimándonos con insultos.
Estuvimos pensando ideas sobre qué podíamos hacer, pero la verdad, poco se nos ocurría.
-No, Carlos. No te vamos a llevar a Barcelona otra vez para que vuelvas al museo ese.
-Sería algo muy especial... Jo.
-Puede que para ti, pero para los demás...
-Pues para los demás también.
Le miramos todos mal.
-Tenéis que reconocer que mi idea es buena-dijo él, sin inmutarse.
-Buenísima-le dije.
-Si ya lo sabía yo. Bueno, pues nos vamos a ir yendo ¿no? Que hasta mi casa hay un trecho.
-Pero si tu casa está a dos calles y, ¿quién te ha dicho que me voy a ir contigo?
-Me lo he dicho yo solo.
-Ah, bueno.
-Así que venga, vamos. Dejemos a estos dos dándose besitos en el sillón.
-¡Eh!
Álvaro le tiró un cojín y Sara dijo que por qué eran siempre sus cojines los que se usaban como proyectiles.
-Voy a por mis bolsas.
Fui al cuarto de mi amiga y las cogí.
-¿Ya?-dijo Carlos, que me esperaba en el pasillo.
-Sí, vamos. Bueno, no, espera.
-¿Mm?
Le di un beso.
Uno largo.
-Ya podemos irnos.
-Podemos quedarnos más si quieres...
Me reí.
-Podemos seguir luego.
-Vale.
Nos despedimos de Sara y Álvaro y nos fuimos.
Los dos se quedaron diciendo lo raros que éramos, pero Paco interrumpió su entretenida charla atacando la tele.
-¡Paco, compórtate!
-¡Sexy!
-Es todo un impresentable...
-Y qué lo digas.
El pajarraco se posó en la mesa y se puso a picotear el mando, cambiando de canal.
-¿Suele hacer eso?
-Cuando le apetece ver la tele sí... ¡Eh, espera! ¡Esa peli me gusta!
Sara le arrebató el mando y pasó los canales hasta encontrar la película.
-¿Cuál es?
-Un paseo para recordar. Me encanta.
-Mm, no me suena.
-Perdona que te diga pero Auryn estáis un poco verdes en esto del cine...
-Totalmente, no te lo niego. Pero ya estáis vosotras para ayudarnos en eso.
-Y en lo que haga falta.
Él la abrazó, cubriéndola con sus brazos y después la besó.
Paco les vio y empezó a insultar, revoloteando por encima de Álvaro.
-Dios, déjanos en paz, en serio.
Paco estuvo insultando y gritando hasta que Sara le dijo que se callara que no oía la película.
El pájaro se calló y se fue al pasillo, perdiéndose en la infinidad de este.
-Pobrecillo.-dijo Álvaro.
-¿Tú compadeciéndote de Paco? Si al final acabaréis queriéndos, ya lo verás.
-No sé qué decirte. Cuando no me está insultando, es majo.
-Hoy estás irreconocible.
-Será porque todo me da igual mientras esté contigo.
Como respuesta, Sara le besó y él, al no esperárselo, cayó sobre el sillón de espaldas.
-Uh, parece que la irreconocible ahora eres tú.
Ella sonrió sobre sus labios, después se incorporó, quedando sentada sobre él y le quitó la camiseta.
-Definitivamente, estás irreconocible. Pero me gusta.
Volviendo a Carlos y a mí, caminábamos por la calle. No me había dejado pasar por casa e íbamos a comprar algo para cenar.
- ¿Qué quieres cenar?
-Mientras que no me lleves ya sabes dónde...
-Tranquila Cris, te lo prometo.
Le di un beso.
-Me apetece pizza.
-A mí también. ¡Qué casualidad! Estamos compenetrados.
Sonreí y le abracé.
-¿Quieres que te lleve las bolsas?
-No, que las mirarás a ver qué hay dentro. Ya te conozco.
-¿Y por qué no quieres que mire?
-Porque hay una sorpresa dentro.
-Entonces insisto en llevarte las bolsas. No puedo dejar que cargues con ellas, qué clase de caballero sería si lo hiciera.
-No te las voy a dar, te pongas como te pongas.
-Ya te pillaré desprevenida ya y las veré.
-A ver si eres capaz.
Compramos una pizza y un par de cosas más que le hacían falta y tiramos hacia su casa.
-Cuánto voy a echar menos venir aquí cuando no estés...-dije, una vez dentro, pasando la mano por un mueble.
-Si quieres te dejo una llave y puedes venir cuando quieras.
-¿Si?
-Sí y asi me puedes limpiar y me ahorro contratar a alguien para ello...
-¿Qué?
Él se rió mucho y me agarró la cara.
-Me encanta cuando te mosqueas.
Fui a decirle algo y me besó.
-Y me gusta callarte así cuando vas a replicarme. ¡Ah!
-Y a mí me gusta pellizcarte cuando te pones en plan romanticón.
-Joooo.
Le abracé y fui a guardar las bolsas en su cuarto.
-Carloooooos.
-Dime.-dijo, apareciendo.
-Te quiero.
-¿Nadie te dijo lo adorable que eres?
-Tú, ahora mismo.
-Jajajaja ¿vas buscando la segunda temporada?-dijo, tendiéndome el ordenador.
-Claro.
Cenamos viendo un par de capítulos.
-Dios, bendigo el día en que me recomendaste esta serie.
-Te dije que te gustaría. Si es que yo tengo muy buen gusto.
-No hay más que verme a mí para ver que tu última afirmación es cierta.
-¡Serás creído!-dije, empujándole y riéndome.
-Anda vamos a ver unos cuántos más.
-¿Quieres acabar la segunda temporada ya o qué?
-Claro, quiero empezar la tercera.
-Pues si supieras cómo acaba la segunda... Puff.
-¿Qué? Vamos a vernos todos los capítulos ahora mismo.
-Jajajajaja.
Nos vimos dos más.
-¿Otro?
-Mm, primero quisiera cambiarme de ropa y ponerme cómoda.
- Claro. ¿Necesitas que te preste algo?
-Sí, pero ya lo cojo yo.
Fui a su cuarto e iba a abrir su armario cuando recordé mis compras del día.
Rebusqué en las bolsas y saqué el picardías.
Mm, ¿por qué no?
Sorprenderlo, seguro que iba a hacerlo.
Su cara seguro que no tenía precio.
Me lo puse y, aunque me sentía algo rara, fui vestida con ello al salón.
-¿Voy poniendo el siguiente capít...?
Se interrumpió al verme.
Fue a decir algo, pero le puse un dedo en la boca.
Viniendo de él, podía esperarme que dijera cualquier cosa. Ya le conocía.
Quiso cogerme, pero retrocedí y negué con el dedo.
-Si quieres tu regalo, vas a tener que cogerlo.
-Como si pudieras ir muy lejos.
Tenía razón, pero tenía que intentarlo.
Mientras se intentaba levantar del sillón (sin mucho éxito), apagué la luz y corrí, atravesando la cocina, hasta la terraza de esta.
Le oí llamarme la casa y me aguanté la risa lo que pude.
Como no me encontraba llamándome por mi nombre, recurrió a otras artimañas.
-¡Qué me da miedo la oscuridad!
Ni por esas.
Pasé de mi escondite y decidí ir a buscarlo, porque me daba que se había perdido en su propia casa.
Pasaba por la cocina cuando me atrapó, asustándome.
-¡Ajá! ¡Te atrapé!
Quise decirle algo, pero me besó y calló cualquier respuesta que pudiera haberle dado.
Sentí sus manos subiendo y bajando por mi cuerpo, cosa que me hacía perder la cordura.
Retrocedí, atrayéndolo hacia mí conforme retrocedía hasta que choqué con algo.
Carlos me cogió y me subió sobre la lavadora.
-¿Qué haces?
-Probar cosas nuevas.
Y antes de que pudiera decir cualquier cosa, me besó, convenciéndome.
Desperté a la mañana siguiente y él no estaba a mi lado.
Suspiré.
Dónde demonios se habría metido.
-¿Carlos? ¡Carlos!
-¡Voy, voy!
Apareció en la puerta.
-Creí que estabas dormida.
-Lo estaba hasta que me desperté.
-Dios, tienes razón. Con lo lógico que es, ¿cómo no me di cuenta antes?
-¿Siempre tienes que ser tan sarcástico?
-Si te das cuenta, sólo es contigo.
-Por qué será, me pregunto.-dije, estirando los brazos hacia él y abriendo y cerrando las manos, invitándole a venir hacia mí.
Él sonrió y aceptó mi invitación, puesto que se tiró sobre mí.
-¡Serás bruto!
-Jajajajaja lo siento.
-Anda que... Vaya manera de despertarme qué tienes.
-Sino te he despertado.
-¡Por eso!
Me besó.
-¿Así te gusta más?
-Es agradable.
-Para la próxima, me lo apunto.
-Mm, vale. A ver si es verdad. ¿Qué hacías levantado sin mí?
-El desayuno. Se supone que era una sorpresa, pero...
-Podría haber seguido siendo una sorpresa si no me lo hubieras dicho.
-¡Maldición, es cierto!
-Jajajajaja.
-Pero bueno, aunque no sea ya una sorpresa, vamos. Que tengo hambre.
-Y cuándo no, Carlos, y cuándo no.-dije levantándome y yendo tras él.
-Cierto. ¿Y dónde vamos a comer hoy?
-¿Por qué preguntas eso?
-¿No te acuerdas que lo hablamos ayer con Sara y Álvaro para ver qué hacíamos especial y todo eso?
-¡Ah, cierto! Pues no sé.
-Lo voy a preguntar. Lo preguntaré si encuentro mi móvil. ¿Has visto mi móvil?
-¿Tengo cara de haberlo visto?
-Tienes cara de tonta, pero eso ya lo sabías.
Le gruñí y él se rió.
Pero mira, en serio, que le gustaba meterse conmigo.
-Toma, tu teléfono.
-¡Ah! ¿Dónde estaba?
-Sobre la mesa, ciego.
-Jo, no te metas conmigo.
Me le quedé mirando con cara de incredulidad. De verdad, este chico era un caso.
Desayunamos mientras discutíamos con los demás sobre lo de la comida.
-¡Ah!-dije, dando una palmada-¡Pero si yo tenía otra sorpresa para ti!
-¿Otra?-dijo Carlos, enarcando una ceja.
-Espera, que voy por ella.
Fui a su cuarto y le traí la bolsa.
-Toma.
-Uh, ¿qué será? ¡Ohh! Me encanta. Cómo me conoces ya.
-¿Te gusta? ¿No me lo dices para que no me disguste?
-¿Qué? ¡No! Si a ti siempre te digo las verdades a la cara, ya lo sabes.
-Ah, sí, es cierto. Me olvidaba de que tú eres todo sinceridad.
-Muchas gracias, de verdad.
Me abrazó y sigo agradeciéndomelo un rato, hasta que me cansé de oírle decir "gracias" y le besé.
-¿Por qué sonríes?-le pregunté al separarnos.
-Es el efecto que producen tus labios en mí.
Me quedé sin saber qué decir.
-Y ya veo el efecto que te producen mis palabras-dijo, riéndose y cogiéndome un moflete, que seguramente estaría enrojecido.
-¡Quita!-dije, dándole un manotazo y quebrándoseme la voz por culpa de una sonrisa involuntaria que se me creó.
-Jajajajaja.
-¿Y si hacemos la comida aquí en tu casa?
-Como cambias de tema.
Le hice burla.
-Pero la verdad es que es una buena idea. Nunca hemos comido ni nada aquí.
-Es que sólo prácticamente vengo yo.
-¿Y por qué no te mudas aquí ya directamente y te ahorras el tener que venir?
-¿Y qué pasa con S?
-Supongo que tienes razón.
Sin embargo, algo cambió en él a partir de eso. Por un tiempo, estuvo más callado y distante.
-A todos les parece bien venir aquí-le informé.
-Pues no tengo mucho para comer, hay que bajar a comprar.
-Claro, vamos.
-¿No te vas a perder en el supermercado?
-Por supuesto que no.
-Ah, bueno. Te llevaré de la mano por si acaso.
-Menudo eres tú.
La verdad es que sí que me perdí. Bueno, no me llegué a perder, sólo me despisté un poco mientras él miraba en la sección de congelados y yo me fui a mirar por ahí.
-Que no se te puede sacar de casa, de verdad.
-Jum-le lloriqueé.
Nos repartimos las bolsas. Él se empeñaba en llevarlas todas, pero le dije que ni hablar. Volvió a mencionar lo de que era un caballero y tal y le dije que las princesas se llevaban sus propias bolsas.
Volvimos a casa y le ayudé a sacar las cosas y a preparar la comida.
-Oye, Carlos.
-¿Mm?
-¿Te pasa algo?
-Nada.
-¿No será lo que dijimos antes, no?
-¿Pero no dije que nada?
Me crucé de brazos.
-Ya, pero no te creo. Sabes que tengo un sexto sentido para saber cómo te sientes.
-¿Y qué si fuera eso?
-Sólo quiero decirte que por mí, me mudaría contigo ahora mismo. Bueno, volvería a por el perro a mi casa. Pero tú ahora tienes una gira y no vas a estar y tampoco puedo dejar a S así, sola. Después del verano y que las cosas estén más estables, volvemos a hablarlo, ¿vale?
-Vale. Tienes razón, lo siento, no sé qué se me pasó por la cabeza.
-Pues que no quería vivir contigo.
-Pues sí. ¿Me lees la mente?
-Ya sabes que sí.
-Oh, vaya.
-Dame un abrazo, tonto.
-Claro-dijo, haciéndolo-Ahora démonos prisa con esto, esta gente estará al llegar.
-Pues que se esperen.
-¿Sabes? Tienes razón.
-Como en todo.
Él estaba a punto de echarme de la cocina porque yo no hacía más que estar en medio cuando llamaron a la puerta.
Fue la excusa ideal para sacarme de allí y me mandó a abrir.
-Anda, pero si son los puntuales.
-Supongo que hablas por mí-dijo mi paisano.
Sin embargo, me puse a hablar con Sara y, al sentirse ignorado, se fue a la cocina.
-Oye, Cris, ¿esa camiseta no es la que le regalaste a Carlos?-inquirió Sara.
-Sí, pero me la he puesto yo.
-Vamos, que la compraste para ti.
-Claro que no.
-¿Y dónde está aquí la gente?-preguntó Álvaro, apareciendo así como de repente.
Seguramente en la cocina le ignoraron más.
-Si no están es que no han llegado-aclaré.
-Oh, Dios. Tu lógica es sumamente aplastante.
-Últimamente se nos ha puesto en plan filosófico, ¿sabes? Siempre está con la lógica y eso.-dijo Carlos, apareciendo en el salón.
-Oye, dejadme en paz.
-¿Por qué? Es divertido.
Iba a darle un golpe al cabezón cuando llamaron al timbre.
-Uy, te has salvado.
-Bendito sea el que fuera.
-¡Hola, Blas! ¿Sabes que has salvado a Carlos?
-Jo, pues sí lo sé vengo más tarde...
-Cuánto se me quiere por ahí...
Vino David y finalmente Sigrid y Dani.
-¿Y Choco?-le preguntó Carlos a S.
-Pues en casa, no me lo he traído.
La miró mal.
-Pues muy mal por tu parte, de verdad.
-¿Qué? ¿Y eso por qué?
-Porque lo digo yo.
-¿Y tú quién eres?
-Dios, así que tratáme con respeto.
-A ti no te voy a tratar con nada.
-Pues no comes postre en mi casa.
Después de ese breve enfrentamiento, pusimos la mesa y comimos discutiendo sobre nuestras vidas.
En verdad los que hablaban era Dani y Blas, los demás les escuchábamos.
Es que ellos eran los que tenían buenas ideas siempre (más Blas que Dani, pero no era para decírselo al segundo, que sino...)
-Pues podemos ir al teatro.
-Sí o a una carrera de caballos.
-O al circo.
-Sí, o a la luna, no os jode.-salté.
Los dos me miraron mal.
-A mí la idea de Cris me gusta-dijo David.
-Y a mí. Me apunto.-añadió Carlos.
-Carlos, acoplado.
-¡No es verdad!
-Bueno, gente, a ver. Serierdad.-dijo S.
-Será como si cualquier cosa con nosotros puede ser seria.
Álvaro, David y yo aplaudimos a Dani, que hacía saludos de grandeza.
Qué tío.
-¿Y por qué no simplemente vamos al parque de atracciones?-sugirió Sara- Está por aquí cerca y podemos pasar todo el día allí.
Nos la quedamos mirando y después empezamos a aplaudir.
-Era algo tan sencillo y nosotros aquí complicándonos la vida pensando...
-Es que sí.
-Pues ale, apañado. ¿Cuándo vamos?
-¿Y por qué no mañana?
-Sí, o ahora mismo, vamos corriendo.
-Mañana está bien.
-Pues mañana.
-¿Se lo digo a Adri y a mi hermano?
-¡Claro, díselo!
-¿Y a Rebe?
-También, también. No vamos a dejarla fuera de esto.
-Por qué me da que mañana la liaremos por allí...
-¡Tú también cómo eres, Sara! Con lo buenos que somos nosotros...
-Eso no termina de ser del todo cierto.
-Pues también es verdad.
-A ver, dejad de hablar y poneros a recoger la mesa-dijo Carlos-A ver si pensáis que se va a recojer sola.
-Pero tendrás morro, macho, que es tu casa.
-Y a mí qué, a recoger. Eh Cris, no te sientes en el sillón y vamos.
-¿Quéee? ¿Yo también?
-Sí hombre claro.
-Tú lo flipas. Yo paso.
-Pues lloro.
-Serás manipulador, a veeer ¿qué recojo?
-La mesa.
Tras recoger la dichosa mesa y la cocina, nos acomodamos todos en el salón para descansar y que nos asentara la comida.
-¿Te ha dicho alguien ya que va a venir?-me preguntó Blas.
-Mm, sí. Mi hermano, de momento. Los demás no dan señales de vida.
-Oh, vaya.
Estuvimos hablando sobre qué iba a ser de nuestras vidas cuando ellos se fueran y cómo sería la suya cuando se marcharan.
Sobre eso estábamos tratando cuando empecé a discutir con S.
-¡Qué no, S! ¡Qué me pasaré la vida tirada por ahí lloriqueando y no me lo vas a impedir! ¡Paso de lo que me dices y paso de lo que quieres que haga! ¡Paso doble!
Entonces Dani, que estaba a mi lado, se empezó a reír como si no hubiera mañana, entendí y me reí también.
Todos nos miraban como si estuviéramos locos.
-¿De verdad no lo habéis pillado?
-No.
-Jajajajajajaajajajaja paso doble. ¿Lo pilláis? ¡Pasodoble! ¡El baile! Dios si es buenísimo.
-Jajajajajajajajaja.
-Seguimos sin pillarlo.
-Déjalo, Cris. Nosotros estamos más cerca del suelo y lo entendemos, pero a esta gente estar más alejada del nivel del suelo no les hace bien y no entienden.
Le llovió una colleja de Sara.
-¡Anda! ¿Por qué me pegas?
-¡Jaaaaaaajaaaaa!-se rió Blas.
Recibió otra.
-¡Ah! ¿Y a mí?
-Por tontos los dos.
-Al menos esta vez no fue a mí.-dijo Carlos, aliviado.
-¿En serio que no lo habéis pillado? Porque...
Dani vio venir la mano y calló al instante.
-Ay, pobre. Ven que te doy un abrazo que ahora me siento mal.-dijo Sara, abrazándole.
-Primero me pega, luego me abraza.
-¿Y yo qué?-se oyó a Blas decir, pero nadie le respondió.
-David se ha dormido-me chivé, cambiando de tema.
Se había quedado frito en el sillón y a Carlos no se le ocurrió otra cosa que empezar a zarandearlo gritando que había fuego y estábamos ardiendo.
Claro, el pobre, cuando se despertó, le echó una bronca que para qué.
Nada, en verdad sólo le dijo que a veces parecía tonto.
David tenía mal despertar, por lo que parecía.
-Adri también se apunta-dijo Álvaro, mirando mi móvil.
-Ah, qué bien.¡Oye tú! ¿Qué haces con mi móvil?-dije, dándome cuenta de que era el mío.
-Ups.
-Ey que no es por echaros de mi casa ni nada pero tengo un perro al que sacar.-informó Carlos.
-Bueno, pues vamos todos-dijo David.
Agarré mis bolsas y tiramos hacia mi casa.
Choco se puso loco de contento al verme y se tiró hacia a mí.
Supongo que iba a por mí, aunque Carlos estaba detrás.
Le cogimos y dimos una vuelta, acabando en el amado parque de Choco.
El perro se fue a jugar por ahí (Carlos le dijo que dejara en paz a los abuelos y no se fuera muy lejos) y nosotros nos sentamos en el césped a planear lo de mañana.
-¿Qué os parece si quedamos a las diez?
-¿Quéeeee? Muy pronto.
-Qué va a ser eso pronto, David.
-Eso para mí es madrugar.
-Bueno, a las diez. ¿Nos repartimos en los coches?
-¿Ya me toca ser chófer otra vez?-dije.
-Eso parece.
-Pues jum, pero vale. Qué remedio.
-¿Y Rebe y Adri?
-En metro también se llega, no es por nada.
-¿Y Alberto?
-Ese que se busque la vida.
-Serás cruel, Cris. Bueno, pues en eso quedamos.
-Comemos allí, ¿no?
-Sí, pero yo creo que con unos bocadillos será suficiente.
-Mm, bocadillos.
-Pues ale, apañao.
Estuvimos por allí hasta que Choco se cansó y se puso a intentar morderle las orejas a Dani mientras Carlos le animaba. Tuve que regañarles a los dos.
Volvimos a casa y cenamos allí mientras veíamos un mapa que S tenía guardado de la última vez que fuimos al parque de atracciones.
-¡Yo quiero ir aquí!
-¡Y yo aquí!
-Oye que acabo de caer en una cosa.
Todos me miraron con cara de susto.
-¿Y con quién se queda Choco mañana? No se puede quedar solo todo el día.
-¡Ahhh! ¡Es verdad!
-Carlos no llores. Encontraremos una solución.
Si Dani no murió ese día, aún no sé por qué fue.
Pero poco le faltó.
-¿Y yo qué voy a hacer con Paco?-se preguntó Sara.
-Bueno, no es que el loro nos importe mucho...
La mirada que le echó a Carlos fue terrible.
-Le sacáis cuando os vayáis a ir y cuándo volvais. Tampoco le va a pasar nada por una vez.
-Buenoooo, Blas. Si tú lo dices, será verdad.
A la hora de marcharse, hubo uno que no quería irse.
-Que yo me quedo.-dijo, cabezota.
-Ay, Carlos. Cómo eres. Pues vale, quédate.
-Weeeee.
-¡Guau, guau!
Mientras veía a Carlos y Choco rodar por el suelo caí en que no tenía especial ilusión por mañana. Que debería agradarme la idea, pero, por algo, no lo hacía.
Tenía un presentimiento con respecto a mañana.
¿O quizá no era sobre mañana? ¿Y si era sobre pasado, el otro...O incluso más allá?
¿Y si era sobre que él se marchara?
Y si cuando él volviera... ¿Todo fuera distinto?
Odiaba la simple idea de que se marchase.
Pero más odiaba la idea de temer su marcha.
¡Hola, gentecilla! Soy @CrisSombrerita Siento la espera, pero es que entre la uni y esas movidas, no he tenido absolutamente nada de tiempo para escribir. Ruego vuestro perdón. Espero que os guste el capítulo y nada, que me parece increíble que en un mes, #EndlessRoad haga ya un año. ¿Podéis creerlo? ¡Porque yo no! ¿Tan rápido pasa el tiempo? No puede haber pasado un año desde que se me ocurrió escribir esta novela. ¡Si aún no ha pasado ni la mitad de lo que pensé que pasaría en enero de 2013! Eso quiere decir que quedan muchas sorpresas por venir.
Lo bueno viene ahora.
Gracias por estar ahí desde el principio, desde meses o ahora mismo.
Besos.
¡Hola! Me encanta tu novela, de verdad, no sé que haces que nunca paro de reír al leerla. ¡Ah! Y me dejas intriga al final ¬¬ jajajaja, ganas del cap.40! ;)
ResponderEliminarHola cris!!!!
ResponderEliminarYo tamooco me lo puedo creer ahora que dices que dentro de un mes haga un año, pero es el tiempo en el que te has convertido para mi en una gran escritor aunque solo lo hagas por hobbit.
Nunca paro de reir y a la vez de llorar en cada capitulo.
Como bien sabes eres increible.
Un besazo enorme guapisima, te quiero mucho.
@noe_95_ga
PERO PERO PERO PERO... SABEIS COMO ENGANCHA??!!! Madre mia, si es que en varios dias me la he leido entera y es G-E-N-I-A-L!! la historia es de lo mejor, super interesante, bonita y divertida; y como esta escrita...esta genial, me encanta!! ♥.♥
ResponderEliminarEspero el siguiente con ganas, un beso
Te he nombrado a los premios A Liebster Awards
ResponderEliminarLas preguntas las tienes en mi blogg: somebodylovesyou66.blogspot.com